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Marciano de Siria, Santo |
San Marciano nació en Cyrrhus, en Siria. Su padre pertenecía
a una familia patricia. Marciano abandonó la casa paterna y
partió de su patria.
Como no le gustaba hacer las cosas
a medias, se retiró a un desierto entre Antioquía y
el Eufrates. Ahí escogió el rincón más escondido y se
encerró en una estrecha celda, tan baja y tan reducida
de tamaño, que no podía estar de pie ni acostado
sin encogerse.
Tal soledad era como un paraíso para él, pues
podía consagrarse enteramente al canto de los salmos, la lectura
espiritual, la oración y el trabajo. Sólo se alimentaba de
pan y aun eso en pequeña cantidad sin embargo, jamás
pasaba el día entero sin comer, pues quería tener fuerzas
para hacer lo que Dios le pedía que hiciera.
La luz
sobrenatural que recibía en la contemplación, le dio un amplio
conocimiento de las grandes verdades y misterios de la fe.
No obstante su gran deseo de vivir ignorado de los
hombres, su fama llegó a otros países y, al fin,
tuvo que admitir por discípulos Eusebio y Agapito.
Con el tiempo,
fue aumentando el número de sus discípulo y nombró abad
a Eusebio. En cierta ocasión le visitaron a un tiempo
San Flaviano patriarca de Antioquía y otros obispos para rogarle
que les hiciese una exhortación, como tenía por costumbre. La
dignidad de su auditorio impresionó a Marciano, quien no supo
qué decir durante unos momentos. Como los obispos le incitasen
a hablar, les dijo: "Dios nos habla a cada momento
a través de las creaturas y del universo que nos
rodea. Nos habla también por su Evangelio, en el que
nos enseña a cumplir nuestro deber para con los demás
y con nosotros mismos. ¿Qué otra cosa podría yo deciros?"
San
Marciano obró varios milagros y su fama de taumaturgo le
molestaba mucho, de suerte que jamás prestaba oídos a quienes
acudían a su intercesión para obtener un milagro. Así,
en cierta ocasión en que un habitante le pidió que
bendijese un poco de aceite para curar a su hija
enferma, el santo se negó absolutamente, sin embargo, la enferma
recobró la salud en ese mismo instante.
Marciano vivió hasta edad
muy avanzada. En sus últimos años, sufrió mucho a causa
de la importunidad de los que querían conservar su cuerpo
cuando muriese. Algunos de éstos, entre los que se contaba
su sobrino Alipio, llegaron incluso a construir capillas en diferentes
sitios para darle sepultura. San Marciano resolvió el problema al
pedir a Eusebio que le enterrase en un sitio secreto.
El
sitio de su sepultura no fue descubierto sino hasta cincuenta
años después de su muerte. Entonces se trasladaron sus reliquias
a un sitio que se convirtió en lugar de peregrinación.
Todo
lo que sabemos acerca de San Marciano procede de la
Historia Religiosa de Teodoreto. Puede verse el texto griego, con
una traducción latina comentada, en Acta Sanctorum, nov., vol. I.
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