Noviembre 1
Etimológicamente significa “bueno”. Viene
de la lengua latina.
No hace mucho, ante esta sociedad de
consumo que da culto al cuerpo, el Papa Juan Pablo
II decía que el hombre que tiene el corazón endurecido
y la conciencia deformada, aunque tenga plenitud de fuerzas físicas,
es un enfermo espiritual y es preciso hacer cualquier cosa
para devolverle la salud del alma.
Lo que sabemos de
san Benigno se debe al bisabuelo de Gregorio de Tours,
que desempeñó pastoralmente el episcopado de Dijon en los
años 507-540.
El nos explica y enseña cómo nació el culto
a san Benigno:"Había entonces en el cementerio de esta ciudad
un sarcófago que contenía los huesos ante los cuales venían
a rezar los campesinos".
Pensando que era una tumba pagana, mi
abuelo quiso quitarla, pero una visión del cielo le reveló
que eran los huesos del primer obispo de Dijon, que
merecían, por tanto, los más grandes honores.
El antepasado de Gregorio
se apresuró en construir, para colocar las preciosas reliquias, una
basílica a la que iban muchos peregrinos. Veinte años más tarde,
se escribió una obra de teatro o Pasión que contaba
la vida y la muerte del “buen santo”, fundador de
la Iglesia de Dijon.
Nació en Esmirna en el siglo II,
y fue san Policarpo, obispo de esta ciudad, el que
lo envió a convertir a Francia.
Benigno desembarcó en Marsella y
empezó a evangelizar la región de Autun.
Después prosiguió su camino
y fue convirtiendo a muchos paganos al cristianismo.
Terminó por establecerse
en Dijon. Llevó a cabo un apostolado fructífero.
Los paganos lo
culparon de que hacía magia y lo sometieron a muchos
tormentos.
Lo llevaron ante los ídolos. Estos se convirtieron en humo.
Entonces lo encerraron el cárcel con perros rabiosos. Se hizo
amigo de ellos. Acabaron con él martirizándolo
¡Felicidades a quien lleve
este nombre!
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