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lunes, 19 de noviembre de 2012

Andrés, Santo


Apóstol, 30 Noviembre
 
Andrés, Santo
Andrés, Santo

Apóstol


Andrés era hermano de Simón Pedro y como él pescador en Cafarnaúm, a donde ambos habían llegado de su natal Betsaida. Como lo demuestran las profesiones que ejercían los doce apóstoles, Jesús dio la preferencia a los pescadores, aunque dentro del colegio apostólico están representados los agricultores con Santiago el Menor y su hermano Judas Tadeo, y los comerciantes con la presencia de Mateo. De los doce, el primero en ser sacado de las faenas de la pesca en el lago de Tiberíades para ser honrado con el titulo de “pescador de hombres” fue precisamente Andrés, junto con Juan.

Los dos primeros discípulos ya habían respondido al llamamiento del Bautista, cuya incisiva predicación los había sacado de su pacífica vida cotidiana para prepararse a la inminente venida del Mesías. Cuando el austero profeta se lo señaló, Andrés y Juan se acercaron a Jesús y con sencillez se limitaron a preguntarle: “Maestro,
Andrés, Santo
Andrés, Santo
¿dónde habitas?”, signo evidente de que en su corazón ya habían hecho su elección.

Andrés fue también el primero que reclutó nuevos discípulos para el Maestro: “Andrés encontró primero a su hermano Simón y le dijo: Hemos encontrado al Mesías. Y lo llevó a Jesús”. Por esto Andrés ocupa un puesto eminente en la lista de los apóstoles: los evangelistas Mateo y Lucas lo colocan en el segundo lugar después de Pedro.
Además del llamamiento, el Evangelio habla del Apóstol Andrés otras tres veces: en la multiplicación de los panes, cuando presenta al muchacho con unos panes y unos peces; cuando se hace intermediario de los forasteros que han ido a Jerusalén y desean ser presentados a Jesús; y cuando con su pregunta hace que Jesús profetice la destrucción de Jerusalén.

Después de la Ascensión la Escritura no habla más de él. Los muchos escritos apócrifos que tratan de colmar este silencio son demasiado fabulosos para que se les pueda creer. La única noticia probable es que Andrés anunció la buena noticia en regiones bárbaras como la Scitia, en la Rusia meridional, como refiere el historiador Eusebio. Tampoco se tienen noticias seguras respecto de su martirio que, según una Pasión apócrifa, fue por crucifixión, en una cruz griega.

Igual incertidumbre hay respecto de sus reliquias, trasladadas de Patrasso, probable lugar del martirio, a Constantinopla y después a Amalfi. La cabeza, llevada a Roma, fue restituida a Grecia por Pablo VI. Consta con certeza, por otra parte, la fecha de su fiesta, el 30 de noviembre, festejada ya por San Gregorio Nacianceno.
 
 

San Andrés
San Andrés, ApóstolFiesta: 30 de Noviembre
Uno de los doce Apóstoles, hermano de Simón Pedro.
Murió mártir en una cruz en forma de X

Patrono de Rusia y Escocia
Ver también: 12 Apóstoles




Oficio de Lectura, 30 de Noviembre, San Andrés, Apóstol

Hemos encontrado al MesíasDe las homilías del obispo san Juan Crisóstomo sobre el evangelio de san Juan

Andrés, después de permanecer con Jesús y de aprender de él muchas cosas, no escondió el tesoro para sí solo, sino que corrió presuroso en busca de su hermano, para hacerle partícipe de su descubrimiento. Fíjate en lo que dice a su hermano: Hemos encontrado al Mesías, que significa Cristo. ¿Ves de qué manera manifiesta todo lo que había aprendido en tan breve espacio de tiempo? Pues, por una parte, manifiesta el poder del Maestro, que les ha convencido de esto mismo, y, por otra, el interés y la aplicación de los discípulos, quienes ya desde el principio se preocupaban de estas cosas. Son las palabras de un alma que desea ardientemente la venida del Señor, que espera al que vendrá del cielo, que exulta de gozo cuando se ha manifestado y que se apresura a comunicar a los demás tan excelsa noticia. Comunicarse mutuamente las cosas espirituales es señal de amor fraterno, de entrañable parentesco y de sincero afecto.
Pero advierte también, y ya desde el principio, la actitud dócil y sencilla de Pedro. Acude sin tardanza: Y lo llevó a Jesús, afirma el evangelio. Pero que nadie lo acuse de ligereza por aceptar el anuncio sin una detenida consideración. Lo más probable es que su hermano le contase más cosas detalladamente, pues los evangelistas resumen muchas veces los hechos, por razones de brevedad. Además, no afirma que Pedro creyera al momento, sino que lo llevó a Jesús, y a él se lo confió, para que del mismo Jesús aprendiera todas las cosas. Pues había también otro discípulo que tenía los mismos sentimientos.
Si Juan Bautista, cuando afirma: Éste es el Cordero, y: Bautiza con Espíritu Santo, deja que sea Cristo mismo quien exponga con mayor claridad estas verdades, mucho más hizo Andrés, quien, no juzgándose capaz para explicarlo todo, condujo a su hermano a la misma fuente de la luz, tan contento y presuroso, que su hermano no dudó ni un instante en acudir a ella.
Oración
Protégenos, Señor, con la constante intercesión del apóstol san Andrés, a quien escogiste para ser predicador y pastor de tu Iglesia. Por nuestro Señor Jesucristo.


Breve:Andrés, nacido en Betsaida, fue primeramente discípulo de Juan Bautista, siguió después a Cristo y le presentó también a su hermano Pedro. Él y Felipe son los que llevaron ante Jesús a unos griegos, y el propio Andrés fue el que hizo saber a Cristo que había un muchacho que tenía unos panes y unos peces. Según la tradición, después de Pentecostés predicó el Evangelio en muchas regiones y fue crucificado en Acaya.

SAN ANDRES nació en Betsaida, población de Galilea situada a orillas del lago de Genezaret. Era hijo del pescador Jonás y hermano (le Sinmón Pedro. La Sagrada Escritura no especifica si era mayor o menor que éste. La familia tenía una casa en Cafarnaún y en ella se alojaba Jesús cuando predicaba en esa ciudad.
Discípulo de Juan BautistaCuando San Juan Bautista empezó a predicar la penitencia, Andrés se hizo discípulo suyo. Precisamente estaba con su maestro, cuando Juan Bautista, después de haber bautizado a Jesús, le vio pasar y exclamó: "¡He ahí al cordero de Dios!" Andrés recibió luz del cielo para comprender esas palabras misteriosas. Inmediatamente, él y otro discípulo del Bautista siguieron a Jesús, el cual los percibió con los ojos del Espíritu antes de verlos con los del cuerpo. Volviéndose, pues, hacia ellos, les dijo: "¿Qué buscáis?" Ellos respondieron que querían saber dónde vivía y Jesús les pidió que le acompañasen a su morada.
Apóstol de JesúsAndrés y sus compañeros pasaron con Jesús las dos horas que quedaban del día. Andrés comprendió claramente que Jesús era el Mesías y, desde aquel instante, resolvió seguirle. Así pues, fue el primer discípulo de Jesús. Por ello los griegos le llaman "Proclete" (el primer llamado). Andrés llevó más tarde a su hermano a conocer a Jesús, quien le tomó al punto por discípulo, le dio el nombre de Pedro. Desde entonces, Andrés y Pedro fueron discípulos de Jesús.
Al principio no le seguían constantemente, como habían de hacerlo más tarde, pero iban a escucharle siempre que podían y luego regresaban al lado de su familia a ocuparse de sus negocios. Cuando el Salvador volvió a Galilea, encontró a Pedro y Andrés pescando en el lago y los llamó definitivamente al ministerio apostólico, anunciándoles que haría de ellos pescadores de hombres. Abandonaron inmediatamente sus redes para seguirle y ya no volvieron a separarse de EI.
AI año siguiente, nuestro Señor eligió a los doce Apóstoles; el nombre de Andrés figura entre los cuatro primeros en las listas del Evangelio.
También se le menciona a propósito de la multiplicación de los panes (Juan, 6, 8-9) y de los gentiles que querían ver a Jesús (Juan, 12, 20-22)
Después de PentecostésAparte de unas cuantas palabras de Eusebio, quien dice que San Andrés predicó en Scitia, y de que ciertas "actas" apócrifas que llevan el nombre del apóstol fueron empleadas por los herejes, todo lo que sabemos sobre el santo procede de escritos apócrifos. Sin embargo, hay una curiosa mención de San Andrés en el documento conocido con el nombre de "Fragmento de Muratori", que data de principios del siglo III: "El cuarto Evangelio (fue escrito) por Juan, uno de los discípulos. Cuando los otros discípulos y obispos le urgieron (a que escribiese), les dijo: "Ayunad conmigo a partir de hoy durante tres días, y después hablaremos unos con otros sobre la revelación que hayamos tenido, ya sea en pro o en contra. Esa misma noche, fue revelado a Andrés, uno de los Apóstoles, que Juan debía escribir y que todos debían revisar lo que escribiese".
Teodoreto cuenta que Andrés estuvo en Grecia; San Gregorio Nazianceno especifica que estuvo en Epiro, y San Jerónimo añade que estuvo también en Acaya. San Filastrio dice que del Ponto pasó a Grecia, y que en su época (siglo IV) los habitantes de Sínope afirmaban que poseían un retrato auténtico del santo y que conservaban el ambón desde el cual había predicado en dicha ciudad. Aunque todos estos autores concuerdan en la afirmación de que San Andrés predicó en Grecia, la cosa no es absolutamente cierta.
En la Edad Media era creencia general que San Andrés había estado en Bizancio, donde dejó como obispo a su discípulo Staquis (Rom. 14,9). El origen de esa tradición es un documento falso, en una época en que convenía a Constantinopla atribuirse un origen apostólico para no ser menos que Roma, Alejandría y Antioquía. (El primer obispo de Bizancio del que consta por la historia, fue San Metrófanes, en el siglo IV).
MartirioEl género de muerte de San Andrés y el sitio en que murió son también inciertos. La "pasión" apócrifa dice que fue crucificado en Patras de Acaya. Como no fue clavado a la cruz, sino simplemente atado, pudo predicar al pueblo durante dos días antes de morir. Según parece, la tradición de que murió en una cruz en forma de "X" no circuló antes del siglo IV.
En tiempos del emperador Constancio II (+361), las presuntas reliquias de San Andrés fueron trasladadas de Patras a la iglesia de los Apóstoles, en Constantinopla. Los cruzados tomaron Constantinopla en 1204, y, poco después las reliquias fueron robadas y trasladadas a la catedral de Amalfi, en Italia.
San Andrés es el patrono de Rusia y de Escocia.
Según una tradición que carece de valor, el santo fue a misionar basta Kiev. Nadie afirma que haya ido también a Escocia, y la leyenda que se conserva en el Breviario de Aberdeen y en los escritos de Juan de Fordun, no merece crédito alguno. Según dicha leyenda, un tal San Régulo, que era originario de Patras y se encargó de trasladar las reliquias del apóstol en el siglo IV, recibió en sueños aviso de un ángel de que debía trasportar una parte de las mismas al sitio que se le indicaría más tarde. De acuerdo con las instrucciones, Régulo se dirigió hacia el noroeste, "hacia el extremo de la tierra"". El ángel le mandó detenerse donde se encuentra actualmente Saint Andrews, Régulo construyó ahí una Iglesia para las reliquias, fue elegido primer obispo del lugar y evangelizó al pueblo durante treinta años. Probablemente esta leyenda data del siglo VIII. El 9 de mayo se celebra en la diócesis de Saint Andrews la fiesta de la traslación de las reliquias.

El nombre de San Andrés figura en el canon de la misa, junto con los de otros Apóstoles. También figura, con los nombres de la Virgen Santísima y de San Pedro y San Pablo, en la intercalación que sigue al Padrenuestro. Esta mención suele atribuirse a la devoción que el Papa San Gregorio Magno profesaba al santo, aunque tal vez data de fecha anterior.
 
 

San Andrés
Lima Cathedral St Adrew.jpg
San Andrés en el frontis de la Catedral de Lima
Apóstol y Mártir
Apodo Protocletos ('el primer llamado')
Nacimiento Betsaida, Galilea
Fallecimiento Patrás, Grecia
Venerado en Iglesia católica, Iglesia ortodoxa, Iglesias no calcedónicas, Iglesia anglicana.
Festividad 30 de noviembre
Atributos cruz en aspa
Patronazgo Iglesia ortodoxa, Bandera de Escocia. Escocia; antigua Flag of Prussia 1892-1918.svg Prusia; Bandera de Ucrania. Ucrania; Bandera de Grecia. Grecia; Flag of Romania.svg Rumania; Bandera de Rusia Rusia; Flag of Malta.svg Malta;
Sicilia, Amalfi, Borgoña, Baeza, Berlangas de Roa, Pica, Villafalé
San Andrés (griego: Ανδρέας, Andreas), fue el primer apóstol llamado por Jesús, el Protocletos. Hermano de Simón Pedro. Una tradición muy antigua cuenta que el apóstol Andrés fue crucificado en Patrás, capital de la provincia de Acaya, en Grecia. Que lo amarraron a una cruz en forma de X y que allí estuvo padeciendo durante tres días, los cuales aprovechó para predicar e instruir en la religión a todos los que se le acercaban.

Patronazgo

San Andrés es ante todo el santo patrono y cabeza de la Iglesia ortodoxa, del mismo modo que su hermano San Pedro lo es de la Iglesia católica y San Marcos de la Iglesia copta, entre otros.
Es también el santo patrón de Rusia, Rumania, Escocia, Grecia, Ucrania, Malta, Sicilia, de Huasquiña y Pica en Chile, en España de Éibar (Guipúzcoa), Baeza (Jaén), Pobladura de Pelayo García y Pobladura de Yuso (León), Berlangas de Roa (Burgos), Ligüerzana (Palencia), Almoradí (Alicante), San Andrés (Santa Cruz de Tenerife), Estella (Navarra) y Sant Andreu del Palomar (actualmente distrito de Barcelona); en Colombia del archipiélago San Andrés y Providencia; en México de San Andrés Tuxtla, en el estado de Veracruz; en Perú es santo patrono del poblado de San Andrés de Tupicocha en Huarochirí-Lima; en Venezuela de Onoto, municipio Cajigal del Estado Anzoátegui. Fue santo protector del Ducado de Borgoña, y desde 1594 lo es de una de las fundaciones más antiguas de Europa, la Fundación Carlos de Amberes (Real Diputación de San Andrés de los Flamencos) en Madrid. Da nombre a la bahía de San Andrés (Florida).

Iconografía

A partir de finales de la Edad Media, a San Andrés se le reconoce por la cruz en forma de aspa que tomará su nombre: Cruz de San Andrés, crucifixión imaginada como pareja a la de su hermano, San Pedro; sin embargo, se basa en una tradición que no se apoya en ninguna fuente documental.
Caravaggio, no obstante, lo representa en una cruz latina, al contrario que Rubens, que sí lo hace en la propia de aspa.
Otros episodios de su pasión (arresto, flagelación, crucifixión, descendimiento de la cruz...) también han sido representados, así como de su advocación en la que se le representa con red de pescador, casi siempre con su hermano Pedro.

Predecesor:
-
Obispo de Bizancio
?38
Sucesor:
Estácio el Apóstol

Enlaces externos



San Andrés, Apóstol.
[30 de noviembre.]
Colecta.
DIOS Todopoderoso, que por tu gracia hiciste que tu Santo Apóstol Andrés obedeciese prestamente al llamamiento de tu Hijo Jesucristo, y a El siguiese sin dilación alguna; Danos también gracia a todos nosotros, para que, siendo llamados por tu santa Palabra, nos entreguemos sin tardanza a cumplir obedientemente tus santos mandamientos; mediante el mismo Jesucristo nuestro Señor. Amén.
 
Epístola. Rom. x. 9.

Romanos 10:9-21


Que si confesares con tu boca al Señor Jesús, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.
10 Porque con el corazón se cree para justicia; mas con la boca se hace confesión para salud.
11 Porque la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado.
12 Porque no hay diferencia de Judío y de Griego: porque el mismo que es Señor de todos, rico es para con todos los que le invocan:
13 Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.
14 ¿Cómo, pues invocarán á aquel en el cual no han creído? ¿y cómo creerán á aquel de quien no han oído? ¿y cómo oirán sin haber quien les predique?
15 ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ­Cuán hermosos son los pies de los que anuncian el evangelio de la paz, de los que anuncian el evangelio de los bienes!
16 Mas no todos obedecen al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído á nuestro anuncio?
17 Luego la fe es por el oir; y el oir por la palabra de Dios.
18 Mas digo: ¿No han oído? Antes bien, Por toda la tierra ha salido la fama de ellos, Y hasta los cabos de la redondez de la tierra las palabras de ellos.
19 Mas digo: ¿No ha conocido esto Israel? Primeramente Moisés dice: Yo os provocaré á celos con gente que no es mía; Con gente insensata os provocaré á ira.
20 E Isaías determinadamente dice: Fuí hallado de los que no me buscaban; Manifestéme á los que no preguntaban por mí.
21 Mas acerca de Israel dice: Todo el día extendí mis manos á un pueblo rebelde y contradictor.


Evangelio. S. Mat. iv. 18.

Mateo 4:18-22


18 Y andando Jesús junto á la mar de Galilea, vió á dos hermanos, Simón, que es llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en la mar; porque eran pescadores.
19 Y díceles: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres.
20 Ellos entonces, dejando luego las redes, le siguieron.
21 Y pasando de allí vió otros dos hermanos, Jacobo, hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, en el barco con Zebedeo, su padre, que remendaban sus redes; y los llamó.
22 Y ellos, dejando luego el barco y á su padre, le siguieron.

 

 
EVANGELIO
Mateo 4, 18-22
(trad. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987)

18Caminando junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos: a Simón, el llamado Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando una red de mano en el mar, pues eran pescadores. 19Les dijo:

-Veníos conmigo y os haré pescadores de hombres.

20Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.

21Pasando adelante vio a otros dos hermanos: a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que estaban en la barca poniendo a punto las redes, con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó. 22Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.

1. COMENTARIO 1

v. 18: Caminando junto al mar de Galilea, vio a dos her­manos: a Simón, el llamado Pedro, y a Andrés, su her­mano, que estaban echando una red de mano en el mar, pues eran pescadores.

La llamada de estas dos parejas de hermanos será el pa­radigma de toda llamada en Mt. Jesús camina junto al lago/mar de Galilea, en la frontera marítima con los pueblos paganos. Esta localización ilumina la escena: los hombres que habrá que pescar serán lo mismo judíos que paganos. Ve a dos hermanos, y Mt insiste en este vínculo de hermandad. Se tiene aquí una alusión a Ez 47,13s, donde se anuncia el futuro reparto de la tierra a partes iguales; la expresión original para indicar la igualdad está muy próxima de la usada por Mt: «cada uno como su hermano». La insistencia, pues, en el vínculo de hermandad (más acusado aún que en Mc 1,16-21a) indica que la nueva tierra prometida, «el reina­do de Dios» anunciado por Jesús inmediatamente antes (4,17), será herencia o patrimonio común de todos sus seguidores, sin privile­gio alguno. Los hermanos son designados por sus nombres, Simón y Andrés, pero el primero lleva ya una adición: «al que llaman 'Pie­dra' (Pedro)». No se indica que haya sido Jesús quien le ha dado tal sobrenombre (cf. 16,18).



vv. 19-20: Les dijo:

-Veníos conmigo y os haré pescadores de hombres.

20Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.

La invitación de Jesús a los dos hermanos se expresa con la frase «Veníos detrás de mí» (cf. Mc 1,17.20); la expresión se encuentra en boca de Eliseo en 2 Re 6,19; por otra parte, la fórmula «irse» o «seguir tras él» aparece repetidamente en la escena de la llamada de Eliseo por el profeta Elías (1 Re 19,19-21). Jesús se pre­senta, por tanto, como profeta y su llamada promete la comunica­ción a sus seguidores del Espíritu profético. Por otra parte, el oficio de los hermanos (pescadores) y la metáfora de Jesús «pes­cadores de hombres» aluden a Ez 47,10, donde se utiliza también la metáfora de los pescadores que recogerán una pesca abundante. El texto griego de los LXX pone este pasaje en relación con Galilea (Ez 47,8). La mención anterior del mar/lago, la del oficio de pescadores y la metáfora usada por Jesús esclarecen el signifi­cado de la frase: Jesús llama a una misión profética, que preten­derá atraer a los hombres, tanto judíos como paganos (el mar como frontera), y cuyo éxito está asegurado. La respuesta de los dos hermanos es inmediata. Aparece por primera vez el verbo «seguir», que, referido a discípulos, indicará la adhesión a la persona de Jesús y la colaboración en su misión. A los que lo siguen, Jesús no pide «la enmienda» (4,17); la adhesión a su persona y programa supera con mucho las exigencias de aquélla; comporta una ruptura con la vida anterior, un cambio radical, para entregarse a procurar el bien del hombre.



vv. 21-22: Pasando adelante vio a otros dos hermanos: a San­tiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que estaban en la barca poniendo a punto las redes, con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó. 22Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.

La segunda escena se describe más escuetamente que la primera, pero tiene el mismo significado. Estos dos hermanos es­tán unidos no sólo por su vínculo de hermandad, sino también por la presencia de un padre común. En el evangelio, «el padre» representa la autoridad que transmite una tradición. Jesús no ha tenido padre humano, no está condicionado por una tradición an­terior; sus discípulos abandonan al padre humano; en lo sucesivo, como Jesús mismo, no deberán reconocer más que al Padre del cielo (23,9).


COMENTARIO 2

El apóstol Andrés, humilde pescador de Galilea, deja sus redes para ser pescador de hombres. Es también el discípulo de Juan Bautista, que apenas descubre a Jesús, va detrás de él y se queda con él todo el día. Este encuentro es tan importante para él, que se acuerda hasta de la hora: "era más o menos las 4 de la tarde" (Jn 1, 39). Andrés llama a su hermano Simón Pedro y confiesa a Jesús como Mesías (Jn 1, 40-41). Forma con Pedro, Santiago y Juan el núcleo de los 12 Apóstoles, a los únicos que Jesús revela su visión apocalíptica de la historia (Mc 13). Posiblemente también es un núcleo importante en la misión apostólica en el mundo griego. Andrés, según el significado de su nombre, es "el varón", el nuevo "adán", que representa la vocación de la humanidad a ser discípula de Jesús. Andrés debe recordarnos nuestra vocación de apóstoles, los orígenes apostólicos de las primeras comunidades y el testimonio y martirio que la mayoría de los primeros discípulos sufrieron por causa de la Palabra de Dios y del Reino. La Iglesia está construida sobre "el cimiento de los apóstoles y profetas, siendo la piedra angular Cristo mismo" (Ef 2, 20). También la muralla de la Nueva Jerusalén, que baja del cielo, "se asienta sobre 12 piedras, que llevan los nombres de los 12 Apóstoles del Cordero" (Ap 21, 14). La Nueva Jerusalén representa la nueva organización social de la humanidad, que baja del cielo a la tierra. En ella no hay santuario alguno, porque Dios es su santuario. Los apóstoles son el fundamento de esta visión futura de la humanidad.
1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid
2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)

2. 2002
El texto relata la vocación de dos parejas de hermanos. Primeramente Simón y Andrés que en Mt 10 encabezarán la lista de los "doce discípulos", y luego Juan y Santiago, los dos hijos del Zebedeo que también allí se mencionan a continuación.
Sólo en esta última lista, Mateo los llama "apóstoles", nombre exigido por el contexto del discurso de misión que sigue a continuación. Esta tendencia del evangelista deriva de sus preocupaciones eclesiales centradas en las personas poseedoras de carismas relacionados con el anuncio: sabios, profetas, escribas (cf Mt 23,34).
Por ello la vocación de los cuatros hermanos se modela a partir de la vocación profética de Eliseo. En uno y otro caso un profeta de paso encuentra a individuos ocupados en su trabajo, a los que dirige una invitación al seguimiento. En ambos casos se concluye con el seguimiento de aquellos individuos convertidos de esa forma en discípulos del profeta.
El recurso a la vocación de Eliseo se fundamenta en un doble motivo: El relato de 1Re 19,19-21 es el cumplimiento por parte de Elías de la orden dada por Dios en 1 Re 19,15-16 para continuar su misión. Según esto, la obra de Eliseo no es más que una continuación de la obra de su maestro. En segundo lugar, Elías es el profeta cuya venida es un signo de la instauración del Reino de Dios.
La figura de Andrés, por tanto, se inscribe en una línea de discipulado profético que no es más que continuación de la misión de Jesús. La vocación de Jesús en su bautismo y la vocación de Elías en 1 Re 19,1-14 tienen como finalidad la actuación del Reino de Dios.
Esa vocación se describe como un cambio de tarea. El cambio de la naturaleza de la pesca es coherente con las imágenes usadas en Mt 9,35-38, en dónde se recurre a la tarea agrícola y ganadera: necesidad de obreros para la cosecha ya pronta y desorientación de la gente semejante a la de las ovejas sin pastor.
La iniciativa parte de Jesús (o de Elías) y es necesaria para emprender la tarea. En Andrés, Pedro, Santiago y Juan queda la posibilidad del rechazo de la invitación, o como aparece en el relato, de su aceptación. Pero para esa aceptación se exige la adopción de un estilo que sólo puede ser definido como seguimiento en cuanto consiste en la adopción de la itinerancia de Jesús y el recorrido del mismo camino de éste.
La nueva tarea puede definirse como una obra de salvación en cuanto se busca capacitar al discípulo para convertirse en "pescador de seres humanos". La imagen parece aludir al río de aguas vivificadoras que salen del Templo en Ez 47 donde "habrá peces en abundancia... habrá vida dondequiera que llegue la corriente. Se pondrán pescadores a sus orillas" (Ez 47,9-10).
La llamada de Andrés, y de sus compañeros, se inscribe entonces en la producción de vida para la humanidad y para toda la creación. Compartiendo el proyecto de Jesús encuentran la fuerza de realizar su misión. Gracias a los discípulos, el Reino se hace presente en la vida de los hombres y se lleva a plenitud la misión profética de Jesús. El futuro de Dios se anticipa y se hace presente en medio de la existencia humana.
Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)

3. Andrés, el que acercaba a otros a Cristo



El Apóstol Andrés es un hombre sencillo, tal vez también pescador como su hermano Simón, buscador de la verdad y por ello lo encontramos junto a Juan el Bautista. No importa de dónde viene ni qué preparación tiene. Parece, por lo que conocemos de él en el Evangelio, que entre otras muchas cosas algo que va a hacer es convertirse en un anunciador de Cristo a otros.

"He ahí el Cordero de Dios" (Jn 1,36). Estando Andrés junto a Juan el Bautista escucha de él estas palabras. De repente se siente inquieto por ellas y se va con Juan tras Jesús. Él les pregunta: ¿Qué buscáis?, a lo que ellos le dicen: ¿Dónde vives?. Jesús entonces les dice: "Venid y lo veréis". Ellos fueron con Jesús y se quedaron con Él aquel día. Ha sido Juan el Bautista quien les ha enseñado a Cristo, y antes que nada Andrés ha querido hacer personalmente la experiencia de Cristo. Estando junto a él ha descubierto dos cosas: que Cristo es el Mesías, la esperanza del mundo, el tesoro que Dios ha regalado a la humanidad, y también que Cristo no puede ser un bien personal, pues no puede caber en el corazón de una persona. A partir de ahí, la vida de Andrés se va a convertir en anunciadora de Dios para los demás hasta morir mártir de su fe en Cristo.

"Hemos encontrado al Mesías" (Jn 1,41). La primera acción de Andrés, tras haber experimentado a Cristo, es la de ir a anunciar a su hermano Simón Pedro tan fausta noticia. Simón Pedro le cree y Andrés le lleva con el Maestro. Hermosa acción la de compartir el bien encontrado. Andrés no se queda con la satisfacción de haber experimentado a Cristo. Bien sabe que aquel don de Dios, a través de Juan el Bautista que le señaló al Cordero de Dios, hay que regalarlo a otros, como su Maestro Juan el Bautista hizo con él. Queda claro así que en los planes de Dios son unos (tal vez llamados en primer lugar) quienes están puestos para acercar a otros a la luz de la fe y de la verdad. ¡Gran generosidad la de Andrés que le convierte en el primer apóstol, es decir, mensajero, de Cristo, y además para un hermano suyo!

"Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús" (Jn 12,20). Se refieren estas palabras a una escena en la que unos griegos, venidos a la fiesta, se acercaron a los Apóstoles con la petición de ver a Jesús. Andrés es uno de los dos Apóstoles que se convierte en instrumento del encuentro de aquellos hombres con Cristo, encuentro que llena de gozo el Corazón del mismo Jesús. ¿Puede haber labor más bella en esta vida que acercar a los demás a Dios, se trate de personas cercanas, de seres desconocidos, de amigos de trabajo o compañeros de juego? Sin duda en la eternidad se nos reconocerá mucho mejor que en esta vida todo lo que en este sentido hayamos hecho por los otros. Toda otra labor en esta vida es buena cuando se está colaborando a desarrollar el plan de Dios, pero ninguna alcanza la nobleza, la dignidad y la grandeza de ésta.

El Apóstol Andrés se erige así, desde su humildad y sencillez, en una lección de vida para nosotros, hombres de este siglo, padres de familia preocupados por el futuro de nuestros hijos, profesionales inquietos por el devenir del mundo y de la sociedad, miembros de tantas organizaciones que buscan la mejoría de tantas cosas que no funcionan. A nosotros, hombres cristianos y creyentes, se nos anuncia que debemos ser evangelizadores, portadores de la Buena Nueva del Evangelio, testigos de Cristo entre nuestros semejantes. Vamos a repasar algunos aspectos de lo que significa para nosotros ser testigos del Evangelio y de Cristo.

En primer lugar, tenemos que forjar la conciencia de que, entre nuestras muchas responsabilidades, como padres, hombres de empresa, obreros, miembros de una sociedad que nos necesita, lo más importante y sano es la preocupación que nos debe acompañar en todo momento por el bien espiritual de las personas que nos rodean, especialmente cuando se trata además de personas que dependen de nosotros. Constituye un espectáculo triste el ver a tantos padres de familia preocupados únicamente del bien material de sus hijos, el ver a tantos empresarios que se olvidan del bienestar espiritual de sus equipos de trabajo, el ver a tantos seres humanos ocupados y preocupados solo del futuro material del planeta, el ver a tantos hombres vivir de espaldas a la realidad más trascendente: la salvación de los demás.

El hombre cristiano y creyente debe además vivir este objetivo con inteligencia y decisión, comprometiéndose en el apostolado cristiano, cuyo objetivo es no solamente proporcionar bienes a los hombres, sino sobre todo, acercarlos a Dios. Es necesario para ello convencerse de que hay hambres más terribles y crueles que la física o material, y es la ausencia de Dios en la vida. El verdadero apostolado cristiano no reside en levantar escuelas, en llevar alimentos a los pobres, en organizar colectas de solidaridad para las desgracias del Tercer Mundo, en sentir compasión por los afligidos por las catástrofes, solamente. El verdadero apostolado se realiza en la medida en que toda acción, cualquiera que sea su naturaleza, se transforma en camino para enseñar incluso a quienes están podridos de bienes materiales que Dios es lo único que puede colmar el corazón humano. ¿De qué le vale a un padre de familia asegurar el bien material de sus hijos si no se preocupa del bien espiritual, que es el verdadero?

Hay un tema en la formación espiritual del hombre a tener en cuenta en relación con este objetivo. Hay que saber vencer el respeto humano, una forma de orgullo o de inseguridad como se quiera llamarle, y que muchas veces atenaza al espíritu impidiéndole compartir los bienes espirituales que se poseen. El respeto humano puede conducirnos a fingir la fe o al menos a no dar testimonio de ella, a inhibirnos ante ciertos grupos humanos de los que pensamos que no tienen interés por nuestros valores, a nunca hablar de Cristo con naturalidad y sencillez ante los demás, incluso quienes conviven con nosotros, a evitar dar explicaciones de las cosas que hacemos, cuando estas cosas se refieren a Dios. En fin, el respeto humano nunca es bueno y echa sobre nosotros una grave responsabilidad: la de vivir una fe sin entusiasmo, sin convencimiento, sin ilusión, porque a lo mejor pensamos eso de que Dios, Cristo, la fe, la Iglesia no son para tanto.

4. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO 2004
Rom 10,9-18: ¿Cómo van a oír sin alguien que proclame?
Sal 18: A toda la tierra alcanza su pregón
Mt 4,18-22: Yo los voy a hacer pescadores de personas

Celebramos hoy la fiesta de Andrés apóstol. Andrés, de oficio pescador en el lago de Galilea, es hermano de Simón, llamado Pedro (Mt 4,18). También tenemos noticias de Andrés en Marcos, quien lo ubica de cuarto en la lista de los que Jesús eligió (Mc 3,16), en todo caso, llamado desde el inicio mismo del ministerio público de Jesús. Al parecer en la tradición joanea, Andrés era discípulo de Juan el Bautista, quien después de oír la definición que de Jesús da Juan –“he ahí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”- y luego de un breve diálogo con Jesús, se va con él (Jn 1,35-40). En el mismo cuarto evangelio encontramos una nueva noticia de Andrés: en Jn 12,22 aparece con Felipe haciendo de “mediador” (¿interprete?) entre Jesús y unos griegos que querían hablar con él. De aquí podemos concluir que Andrés era un judío helenista, es decir, que hablaba el griego, cosa muy frecuente entre los habitantes de Galilea, particularmente entre los de las ciudades ribereñas del lago. Por el mismo evangelista Juan nos enteramos de que Andrés era de Betsaida (Jn 1,44), pero probablemente se había trasladado a Cafarnún con su hermano Simón “llamado Pedro”.
Si admitimos que Andrés era un helenista, podremos comprender con facilidad el papel que pudo haber desempeñado en la tarea de propagación del evangelio entre los gentiles y paganos de habla griega; aunque de hecho, la tradición cristiana de este tiempo no nos arroja datos sobre la actividad efectiva del apóstol.
Con motivo, pues, de la festividad del apóstol Andrés nos encontramos hoy con la narración mateana de su vocación al discipulado. Tanto para Marcos como para Mateo, el llamado de los cuatro primeros discípulos, entre ellos Andrés, está precedida de un par de versículos redaccionales que nos dan noticia de la actividad evangelizadora de Jesús (Mc 1,16-17; Mt 4,17), y al mismo tiempo establecen la transición entre el bautismo/tentaciones e inicio del ministerio público. No hay noticias sobre la realización de ningún tipo de signo por parte de Jesús antes de comenzar a formar su “equipo” de seguidores. Es como si Jesús tuviera en mente dos tareas fundamentales: por una parte comenzar “ya” el anuncio/realización del reino, y por la otra, comenzar “ya” el proceso formativo de los futuros testigos del anuncio y la realización de ese reino. He ahí la razón de ser de la elección al discipulado: no se trata de llamar a simples acompañantes; tampoco se trata de un mero requisito formal. Sabemos que un judío que quería ser rabino debía tener por lo menos un grupo de cinco discípulos para poder llamarse como tal. Marcos nos da la justificación precisa del por qué Jesús elige para sí un grupo de seguidores (Mc 3,13-14): a) para que estuvieran con él (v. 14a); b), para enviarlos a predicar (v. 14b); c) para que tuvieran (adquirieran) el poder de expulsar demonios (v. 15) y curar a los enfermos (cf. Mc 6,13). Una vez conformado el grupo de quienes serán testigos, el evangelio comienza a darnos noticia sobre la actividad de Jesús tanto en palabras como en obras. Y con ello entendemos que ahí se va formando el discípulo.
Desde el comienzo, el discípulo es alguien que está llamado a una experiencia de “tiempo completo” con Jesús. En la cotidianidad del maestro va aprendiendo el discípulo al tiempo que se va configurando en él el sentido final de su vocación: ser testigo y continuador de la obra del maestro.
Ese es el papel que asumen desde el principio los discípulos. Obvio que con dudas y retrocesos en la marcha. Desempeñaron muy bien su papel en su primera práctica cuando fueron enviados de dos en dos a evangelizar (cf Mc 6,12-13); pero flaquearon en el momento definitivo: cuando Jesús fue tomado preso y condenado a muerte. Sin embargo retoman su papel después del evento pascual de Jesús, y ahí está la confirmación de su misión. El origen apostólico de la Iglesia cuenta, entonces con esa doble faceta: la decisión de unos hombres de “retomar” su vocación, y por otro lado, la fuerza y el respaldo del Padre que decide avalar sin límites la obra de su hijo. Esto último es lo más importante, pues replantea el punto de origen de la autoridad y validez de la autoridad de nuestra Iglesia hoy.
La vigencia de la vocación apostólica nos la hace ver san Pablo, quien es conciente de que el anuncio del evangelio es un dinamismo permanente que no puede darse treguas, pues siempre habrá hombres y mujeres necesitados de escuchar el mensaje, urgidos de conocer lo que no conocen porque nadie se lo hace saber.
A la luz de ello, la vocación apostólica de nuestra Iglesia tendría que aclararse cada vez más, para dejar a un lado pretensiones que hacen de ella un institución imprescindible en la obra de la salvación. Lo que sí es imprescindible es la firmeza y el coraje con que cada día tiene que ser más testigo de Jesús resucitado al estilo de los primeros discípulos.

5.


«Os haré pescadores de hombres»

Hoy es la fiesta de san Andrés apóstol, una fiesta celebrada de manera solemne entre los cristianos de Oriente. Fue uno de los dos primeros jóvenes que conocieron a Jesús a la orilla del río Jordán y que tuvieron una larga conversación con Él. Enseguida buscó a su hermano Pedro, diciéndole «Hemos encontrado al Mesías» y lo llevó a Jesús (Jn 2,41). Poco tiempo después, Jesús llamó a estos dos hermanos pescadores amigos suyos, tal como leemos en el Evangelio de hoy: «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres» (Mt 4,19). En el mismo pueblo había otra pareja de hermanos, Santiago y Juan, compañeros y amigos de los primeros, y pescadores como ellos. Jesús los llamó también a seguirlo. Es maravilloso leer que ellos lo dejaron todo y le siguieron “al instante”, palabras que se repiten en ambos casos. A Jesús no se le ha de decir: “después”, “más adelante”, “ahora tengo demasiado trabajo”...

También a cada uno de nosotros —a todos los cristianos— Jesús nos pide cada día que pongamos a su servicio todo lo que somos y tenemos —esto significa dejarlo todo, no tener nada como propio— para que, viviendo con Él las tareas de nuestro trabajo profesional y de nuestra familia, seamos “pescadores de hombres”. ¿Qué quiere decir “pescadores de hombres”? Una bonita respuesta puede ser un comentario de san Juan Crisóstomo. Este Padre y Doctor de la Iglesia dice que Andrés no sabía explicarle bien a su hermano Pedro quién era Jesús y, por esto, «lo llevó a la misma fuente de la luz», que es Jesucristo. “Pescar hombres” quiere decir ayudar a quienes nos rodean en la familia y en el trabajo a que encuentren a Cristo que es la única luz para nuestro camino.

6. FLUVIUM
El triunfo de obedecer

«Oh buena cruz, que has sido glorificada por causa de los miembros del Señor, cruz por largo tiempo deseada, ardientemente amada, buscada sin descanso y ofrecida a mis ardientes deseos (...), devuélveme a mi Maestro, para que por ti me reciba el que por ti me redimió». Con estas palabras, según cuenta la tradición, finalizaba sus días en este mundo el apóstol San Andrés, cuya fiesta hoy celebramos. Era el colofón de una vida entregada a Jesucristo, desde el día en que escuchó su llamada imperiosa, exigente y, eso sí, para una vida cuya grandeza en modo alguno podría haber imaginado.
Sin duda nos sorprende a los hombres de nuestro tiempo, tan amantes de la independencia y la autonomía personales, este modo, que podría parecer autoritario en exceso y hasta arbitrario, en el comportamiento de Jesús de Nazaret. A Santiago y Juan, sin más, los llamó y, dejándolo todo, le siguieron. Seguirme, dijo a Pedro y Andrés. En este caso les promete algo –os haré pescadores de hombres– que nos es difícil precisar hasta qué punto lo pudieron comprender aquellos pescadores de Galilea. Sabemos, sin embargo, que estaban, como suele suceder casi siempre con la gente normal, ocupados en sus cosas: con su quehacer concreto de aquel momento y, sin duda, con sus planes para el resto de la jornada, una vez concluido aquel trabajo que les ocupaba. Los que llegaron a ser Apóstoles de Jesucristo eran personas corrientes, posiblemente como cada uno de nosotros Tan corrientes como la mayoría de las mujeres y de los hombres del mundo, que se dedican a sus cosas, sin imaginarse en absoluto que una tarea tan importante como la Redención se ha llevado a cabo, y es preciso que llegue a ser efectiva en cada persona, en buena medida, por la actividad de gentes corrientes, como tú y como yo.

Andrés, por referirnos en concreto a uno de aquellos que llegó a ser de los primeros doce discípulos de Nuestro Señor, según el relato de san Mateo que nos ofrece hoy la Iglesia en el día fiesta, jamás había sospechado, mientras echaba la red con su hermano, que podrían llegar a pescar algo mucho más importante que los peces del lago. Seguramente tampoco imaginaba por entonces que su vida acabaría discurriendo, hasta físicamente, muy lejos de los afanes que parecían absorberle por completo un día y otro: aquella pesca de la que dependía su subsistencia y la de los suyos. Una tarea ciertamente trabajosa y no siempre grata, según se desprende de otros pasajes del Evangelio, como aquella ocasión en la que Jesús tuvo que escuchar, por boca de su hermano Simón: Maestro, hemos estado bregando durante toda la noche y no hemos pescado nada. Una vida, pues, absorbente, que reclamaba todo su interés y su esfuerzo y, sin embargo, muy pequeña frente a la que Jesús le iba a proponer.

No se trataba, ante todo, según los planes divinos, de poner aún más empeño, más heroísmo en la actividad, que ya la vida no era de suyo descansada para los pescadores de Galilea, hacían cuanto podían. Mientras unos intentaban pescar, otros se preparaban para la próxima faena remendando las redes deterioradas de tanta brega. De lo que se trataba en adelante –esa era la diferencia– era de obedecer a Cristo. Y Jesús se presentó aquel día con la propuesta humanamente hablando menos oportuna que aquellos hombres podrían esperar. Pero no es necesario hacer un alarde de imaginación para captar lo que quiere mostrarnos el evangelista con su relato. El hecho escueto que se nos transmite –y es una enseñanza para los hombres todos los tiempos– es la prontitud en la respuesta de cuantos fueron llamados por Jesús mientras pasaba junto al lago. Cristo llama y le siguen. Se nos quiere mostrar que cualquier otro afán es menos importante. Que lo demás puede esperar. Que cumplir la voluntad de Dios no admite dilación y es preciso poner los medios: organizar las cosas como mejor convenga, para que su voluntad, en lo que depende de cada uno, se cumpla.

¿De verdad que pensamos –seriamente– que es decisivo salirnos con la nuestra? Sí es razonable, y hasta necesario, que tengamos humanos proyectos nobles. Nuestra naturaleza nos impulsa a la búsqueda del bien y cada uno concretamos esa tendencia buena de acuerdo con nuestra personalidad, con nuestras cualidades, aficiones o gustos; de acuerdo, y además con los deberes que por diversos motivos nos corresponden. Reconozcamos, sin embargo, que posiblemente ponemos una ilusión desproporcionada en algunos de nuestros afanes. Que ese proyecto, aquella otra ilusión, el plan que con tanto cuidado hemos previsto, no se merece hasta tal punto nuestro interés, pues parece, en ocasiones, como si casi nos fuera la vida en ello.

¿Sentimos ese mismo afán por cumplir la voluntad de Dios? ¿Nos preguntamos de cuando en cuando cómo agradar más al Señor en las circunstancias que configuran nuestra vida a cada paso? Esto sí que es decisivo: trabajar con la impresión cierta, indudable, de que Dios está pasando, como junto a aquellos pescadores de Galilea, y nos llama. No posiblemente, para que abandonemos la tarea que nos ocupa, pero sí para que nos preguntemos si procuramos agradarle positivamente con nuestro modo de hacer lo que nos ocupa. Y lo mismo en casa que en la calle, con los amigos que con los colegas, con la familia que con los desconocidos..., hasta durante el sueño, porque nuestro primer y último pensamiento de cada jornada deben ser para Dios. Así todo nuestro día puede llegar a ser una permanente ilusión por hacer lo que Dios quiere, para que su voluntad se cumpla en nuestras obras. De este modo, el salirnos con la nuestra se convierte, sin perder en absoluto la libertad, en un imperioso deseo de que la voluntad de Dios se cumpla en nosotros.

La Madre de todos hombres –Esclava del Señor– no quiso otra cosa que cumplir con su vida la voluntad de Dios: hágase en mi según tu palabra, manifestó al arcángel con sencillez. Conducidos por su ejemplo y ayuda, experimentamos asimismo las delicias del triunfo de Dios en cada uno.

7. Reflexión:

Rom. 10, 9-18. La voz de los mensajeros ha resonado en todo el mundo, y sus palabras han llegado hasta el último rincón de la tierra. Nada ni nadie puede quedarse sin el anuncio del Evangelio, conforme a la voluntad de Cristo, nuestro Dios y Salvador. Él quiere salvar a todas las personas, y que lleguen al conocimiento de la verdad. Por eso nos podemos crear una Iglesia de santos que excluyan a los pecadores para atraerlos a la salvación. No podemos trabajar por una iglesia de clases, en la que los que tienen todo dan algo de lo suyo a los más desprotegidos, pero olvidan trabajar por devolverles realmente su dignidad humana y de hijos de Dios. Cristo ha venido a salvar todo lo que se había perdido. Esa es la misma misión que ha confiado a su Iglesia. Por eso, si en verdad queremos ser mensajeros del Evangelio debemos darlo todo, con tal de ganar a todos para Cristo. No nos encerremos en grupos que, probablemente nos confortan por su respuesta comprometida a la fe. Vayamos a las ovejas perdidas, descarriadas; salgamos a buscarlas por los montes, pues todos tienen derecho a conocer a Cristo y a disfrutar de su Vida y de su Espíritu. Sólo entonces no sólo confesaremos el Nombre de Dios con los labios, sino con las obras y la vida misma. Entonces la Iglesia se convertirá en el Evangelio, en la Buena Noticia del amor del Padre para la humanidad entera.

Sal. 19 (18). Nosotros somos obra de las manos de Dios. Hechos a su imagen y semejanza, y elevados a la dignidad de hijos suyos, hemos de ser una manifestación de su presencia salvadora en el mundo. Hay muchos signos de amor y de misericordia en el mundo entero. Muchos lo entregan todo por sus hermanos en desgracia. Cuando surgen desgracias naturales todos nos solidarizamos con los afectados para arriesgar incluso nuestra vida por ellos. Esta es la forma como tratamos de hacer cercano a Dios en medio de los suyos, pues nosotros somos la imagen de su amor y de su misericordia para los que nos rodean. Sin embargo no faltan quienes piensan sólo en sus propios intereses; y no sólo pasan de largo ante el sufrimiento ajeno, sino que son causa del mismo; y, aún cuando tal vez sean puntuales en el culto a Dios, su vida no puede considerarse como una alabanza al Nombre Divino, sino más bien ocasión de que el Nombre del Señor sea denigrado ante las naciones. Procuremos vivir con la máxima fidelidad la fe que hemos depositado en Cristo Jesús.

Mt. 4, 18-22. No importa el origen: Judío o Gentil, todos estamos llamados a ir tras las huellas de Cristo. Todo se aprende en la vida bajo la guía de un buen maestro. El Señor quiere hacernos pescadores de hombres. Es necesario vivir constantemente como discípulos suyos, si queremos ser eficaces en el anuncio del Evangelio de salvación. El Señor no nos desligará de nuestros deberes temporales; pero nos quiere, en medio del mundo, como un fermento de santidad. Por eso nos hemos de dejar llenar por la Vida que procede de Dios, y poseer por su Espíritu Santo. Muchos permanecen ligados a sus egoísmos, y difícilmente lo podrán dejar todo para ponerse en camino para salvar a su prójimo, pues lo único que buscan son sus propios intereses, y no quieren perder su seguridad, la que han puesto en la acumulación de bienes temporales. Sin embargo hemos de admirar a quienes toman en serio su fe y el llamado que Dios les hace para no vivir una fe intimista, sino una fe que les ponga en camino para continuar la obra del Señor: Buscar la oveja descarriada para llevarla de vuelta al redil; pues la Iglesia, al igual que su Señor, ha venido a buscar y a salvar todo lo que se había perdido.

Para que realmente anunciemos a Cristo en cualquier ambiente y circunstancia en que se desarrolle nuestra vida, el Señor nos reúne en torno suyo para que celebremos el Misterio de su amor por nosotros. Él se ha puesto en camino para salvarnos; Él es el primero que ha lanzado las redes para liberarnos y rescatarnos del abismo, simbolizado en el mar. Y Él nos quiere en camino, pues su Iglesia debe continuar siendo salvación para toda la humanidad, hasta el final del tiempo. Seguir a Cristo nos hace cercanos a Él. Su Evangelio, meditado con amor, debe tomar carne en nosotros. Así la Iglesia es el Memorial de la Palabra, que continúa su encarnación en el mundo para conducir a todos al Padre. Al entrar en comunión de Vida y de Espíritu con Cristo Él quiere que, unidos a los apóstoles, todos cumplamos con la misión que nos ha confiado. La Iglesia, construida en torno a la Eucaristía, da testimonio del Señor mediante sus palabras, obras, actitudes y vida misma. La participación en la Eucaristía nos hace personas amorosamente entregadas en pro de la salvación del mundo entero. Vivamos, así, nuestro compromiso con Cristo y con el mundo al que hemos sido enviados, no para condenarlo, sino para salvarlo.

¿Qué hemos dejado para echarnos a andar tras las huellas de Cristo? No podemos continuar cargados de nuestras maldades y miserias. Hay muchas cosas que nos han atrapado y nos han vuelto egoístas, injustos y violentos. Seguir a Cristo nos hace, antes que nada, contemplar la forma en que nos salvó, pues quiso hacerse pobre, para enriquecernos con su pobreza; se hizo cercano a todos para salvarlos. Finalmente es el Dios-con-nosotros. El que no conoce a Cristo; el que ignora la Escritura; el que trabaja desplazando a Cristo de su vida; el que se convierte en salvador de la humanidad al margen de Cristo y de los criterios del Evangelio, no puede arrogarse para sí, el título de hijo de Dios, pues todo lo que haga para que el mundo sea más recto y justo utilizando la violencia y la destrucción de los que considera malvados en lugar de salvarlos estará indicando que en lugar de ser hijo de Dios es hijo del Autor y Padre de la mentira, del pecado y de la muerte. No podemos hacer relecturas del Evangelio conforme a nuestros criterios. No podemos justificar nuestras injusticias interpretando la Escritura a nuestra conveniencia. El Señor nos pide fidelidad a Él, mediante la Doctrina transmitida a nosotros por medio de los apóstoles y sus sucesores. Si queremos realmente trabajar por la salvación de los demás, aprendamos a conocer a Cristo y vivamos, con gran amor, nuestra fidelidad a su Iglesia.

Que el Señor nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de no sólo invocarlo, sino de dar testimonio de Él mediante un auténtico amor activo a favor de la salvación de nuestro prójimo. Amén.

Homiliacatolica.com

8. Ser mensajero que anuncia la Buena Nueva



"[...] ¿cómo van a invocar al Señor, si no creen en él? ¿Y cómo van a creer en él, si no han oído hablar de él? ¿Y cómo van a oír hablar de él, si no hay nadie que se los anuncie?”. Estas preguntas, que San Pablo se hace en la carta a los Romanos, creo que tienen un especial significado en este tiempo de Adviento en el que estamos preparando la venida del Señor.

Vivimos en un mundo en el que muchas veces los valores cristianos no son comprendidos; y cuanto menos se comprenden, menos son apreciados. Y, cuántas veces, comprendidos y apreciados, no son seguidos, no son vividos. Tristemente, tenemos que confesar que la cultura que nos rodea influye mucho, que las situaciones en las que nos encontramos tienen un gran peso en el corazón. Y en cuántas ocasiones estas situaciones nos llevan a tomar decisiones, opciones, formas de pensar y modos de vivir que, en el fondo, arrancan a Cristo de nuestra existencia.

Una vocación a la vida cristiana no se puede dar sola, necesita los medios humanos para darse. Dios ha querido llegar a los hombres a través de otros hombres. San Pablo, en la carta a los romanos, citando la Escritura, dirá: “¡Qué hermoso es ver correr sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la Buena Nueva!”.

Yo les invito a que en este Adviento llenen su alma de Cristo, colmen su corazón de una generosidad inmensa para seguir al Señor, para que cada uno de nosotros pueda ser mensajero de la Buena Nueva para la propia vida, mensajero de la Buena Nueva para la propia pareja, mensajero de la Buena Nueva para la propia familia y para la sociedad, porque entonces, Jesucristo no se queda atrás en generosidad para dar el segundo paso: "Yo los haré pescadores de hombres”.

Solamente quien escucha la palabra de Cristo lo puede seguir, y al seguirlo le entrega todo su ser. Entrega a Cristo su vida, su libertad, sus triunfos y sus fracasos, sus gozos y sus tristezas, sus esperanzas y sus desesperanzas. La vida tiene que ser la conjunción de nuestra libertad dada a Cristo, apostada con Cristo, junto con el dejar que Él opere y transforme nuestra existencia. La pregunta que todos deberíamos hacernos en este Adviento es: ¿cómo entrego mi libertad a Cristo? ¿Cómo dejo que Él opere en mí?
El hombre y la mujer pueden no seguir a Cristo. Ese Simón y ese Andrés, que somos cada uno de nosotros, al escuchar el "sígueme”, puede no entregar su libertad a Cristo. Y en un primer momento parecería que no pasa nada. Y, quizá, es verdad: no pasa «nada». Es decir, la ley de mi vida puede irse convirtiendo en nada, en una vida sin sentido, porque he sacrificado lo que valía más por lo que me convenía más.

Es una opción que el ser humano debe tomar: seguir lo que vale más o seguir lo que me conviene más. Si sigo lo que vale más, cambiará mi vida. Si sigo lo que me conviene más, no pasará «nada». Pero, yo me pregunto: ¿quién es capaz de soportar la nada en el corazón?

Hay que abrirse a Cristo, hay que ofrecerle el corazón; hay que permitir que el Señor nos tome y nos lance a una decisión coherente, madura y exigente de cara a Jesucristo. Que el Adviento reafirme en el interior de cada uno de nosotros la decisión de ser, para los que amamos, auténticos pescadores de hombres, y que afiance en nuestro corazón la convicción de ser, para los que nos rodean, mensajeros que corren por los montes para llevarles la Buena Noticia de Dios.

9.
Queridos amigos y amigas:

Antes de comenzar el anuncio del reino, Jesús comienza a buscar continuadores de su misión. El evangelista ve en la pronta respuesta de estos hombres a la llamada de Jesús un ejemplo de la conversión radical que exige la llegada del reino.
El atractivo de esta llamada es tan fuerte que les hace capaces de romper los lazos sociales y familiares para irse a vivir con Jesús. Van a ser testigos de las palabras y de los milagros que después ellos mismos tendrán que proclamar y realizar por encargo del maestro.
Siempre recuerdo un viaje en tren que me hizo coincidir con un muchacho; éramos vecinos de asiento. Él venía de Bilbao e íbamos a Barcelona. Le llamó la atención lo que estaba leyendo y me preguntó si era cura. Así que con la espontaneidad por delante le dije que sí, que estaba de Misionero en América desde hacía algunos años.... Se le fue despertando la curiosidad por saber qué hacía, cómo era allí la gente, qué marcha llevaban los jóvenes, porqué yo había decidido ser misionero. En fin, una conversación que hacía pasar los kilómetros sin sentir.
Como suele suceder en estos casos de las preguntas generales la conversación se fue volviendo más personal y directa.
-Te admiro, Carlos, pero yo no soy capaz de hacer lo que tu haces.
-¿Por qué no? ¿Acaso piensas que yo soy un tipo fuera de serie?
-Es que para hacer lo que tú haces, tendría que dejar cosas que aquí las tengo a mano siempre que quiero.
Al leer el texto del evangelio de hoy uno se queda asombrado de la decisión de Pedro y Andrés, Santiago y Juan. Dejaban atrás el trabajo y la familia, y aquel pequeño mar de Galilea para abrir otros rumbos a sus vidas. ¡Qué generosidad! ¡Qué coraje!

Vuestro hermano en la fe


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