«Aquí comienza la danza general... la cual trata cómo la muerte
[da] aviso a todas las criaturas que [piensan] en la brevedad de su vida
y que [no le dan a ella mayor importancia de la que tiene].... [La
muerte] llama y requiere a todos... que vengan de su buen grado o contra
su voluntad.... Dice así: “Yo soy la muerte cierta a todas criaturas
que son y serán [mientras dure el mundo]; demando y digo: ‘¡Oh, hombre!,
¿por qué [te preocupas de vida tan breve que pasa en un momento]?’”»
Así comienza el poema La danza de la muerte del siglo
quince, que ilustra de manera sobresaliente uno de los temas que
obsesionaba a los poetas de la Edad Media. En las antologías literarias
se conoce como memento mori, que quiere decir «acuérdate de la muerte». La danza de la muerte
advierte que todos tienen que morir, lo mismo los ricos que los pobres,
los de noble cuna y los humildes, párrocos y feligreses, reyes y
soldados, todos por igual. Ya que no pueden escapar la muerte, los que
han de pasar por ella concluyen que como tenemos que morir «sin otro
remedio, con pura conciencia todos trabajemos en servir a Dios..., que
Él es el [principio], fin y el medio por [donde] si le place habremos de
[divertirnos con muchos], aunque la muerte con danza muy dura nos meta
en su corro en cualquier momento.»
Centenares de años antes, el salmista David le había dado a
aquellos poetas ejemplo de una plegaria a Dios sobre la muerte, en estos
versos:
Hazme saber, Señor... En otro salmo David describe al ser humano en estos términos:
Según el apóstol Santiago, somos como la niebla, que aparece por un momento y luego se desvanece.3
Acordémonos, entonces, de la muerte, no preocupándonos por esta
vida tan breve que pasa en un momento sino por la vida después de la
muerte. Es cierto que la paga del pecado que cometemos en esta vida es
la muerte, pero Dios nos ofrece la vida eterna en Jesucristo, nuestro
Señor.4 Basta con que la aceptemos. Sigamos el consejo del poeta
medieval: «con pura conciencia todos trabajemos en servir a Dios». Sólo
así podremos de veras disfrutar de esa vida eterna.
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*"Deja el amor del mundo y sus dulcedumbres, como sueños de los que uno despierta; arroja tus cuidados, abandona todo pensamiento vano, renuncia a tu cuerpo. Porque vivir de la oración no significa sino enajenarse del mundo visible e invisible. Nada. A no ser el unirme a Ti en la oración de recogimiento. Unos desean la gloria; otros las riquezas. Yo anhelo sólo a Dios y pongo en Ti solamente la esperanza de mi alma devastada por la pasión"
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