fecha: 2 de octubre
†: s. III/IV - país: Turquía
canonización: pre-congregación
†: s. III/IV - país: Turquía
canonización: pre-congregación
En Nicomedia, de Bitinia, san Eleuterio, mártir.
Cuando el palacio de Diocleciano en Nicomedia fue incendiado, se atribuyó falsamente el delito al santo soldado y mártir Eleuterio y a muchos otros. Todos ellos fueron condenados a muerte por orden del cruel emperador. Algunos fueron decapitados, otros perecieron quemados y los demás fueron arrojados al mar. Eleuterío era el principal de ellos. La prolongada tortura a que fue sometido, no hizo más que poner de relieve su valor, y el santo consiguió la corona del martirio acrisolado en el fuego como el oro. Con estas palabras presentaba el Martirologio Romano anterior a nuestro santo, atribuyendole relación con el incendio que menciona. En realidad, como señalan todos los especialistas modernos y recoge el Martirologio actual, lo único que sabemos sobre él es su nombre y el sitio en que padeció. El dato más importante es que el Breviarium sirio del siglo V dice el 2 de octubre: «En Nicomedía, Eleuterio», de donde el Hieronymianum tomó la noticia, todo lo demás es una pintoresca muestra del habitual crecimiento espontáneo de la leyenda cuando se carace de datos ciertos. Según Dom Quentin, en Les Martyrologes historiques (pp. 615-616), la asociación de este mártir con el incendio del palacio de Diocleciano es simplemente una invención del martirologio de Ado.
San Eleuterio de Tournai, Obispo y Mártir
Reliquias de San Eleuterio, obispo y mártir,
veneradas en la Catedral de Tournai
veneradas en la Catedral de Tournai
Sucesor de San Remigio
Este santo, muy popular en el norte de Europa, vivió
en un periodo sumamente difícil en la historia de Francia:
probablemente nació en el año 456, y murió en el 531.
Es la época en que la Galia, ya meta de varias
migraciones bárbaras, como la de los Burgundes y la de los Visigodos –
convertidos mal al cristianismo, pues pasaron de la idolatría a la
herejía arriana – se convirtió en tierra de conquista de los Francos
del rey Clodoveo. A la conversión de estos contribuyeron la esposa
cristiana, Clotilde, venerada como santa, el obispo de Reims, San
Remigio, y San Eleuterio, elegido obispo de Tournai en el 484, cuando
Clodoveo había hecho de esta ciudad la capital de su reino, antes de
emprender la conquista de la región parisiense.
Una biografía atribuida a San Medardo, coetáneo y
hasta compañero de juegos en la infancia, cuenta muchas anécdotas de la
vida de San Eleuterio y sobre sus contactos con el rey pagano
Clodoveo. El mismo San Medardo le predijo que un día llegaría a ser
obispo, pero esa profecía equivalía a un augurio de vida difícil,
incluyendo el martirio.
Los pueblos bárbaros, que de las regiones orientales
se iban trasladando hacia las verdes colinas de Francia, no conocían
otra autoridad sino la de su rey. Al obispo de Tournai le correspondió
la tarea de sembrar la palabra de Dios entre un pueblo rudo e idólatra,
los Francos, que en el 506 recibirán en masa el bautismo, siguiendo el
ejemplo de su rey, después de la victoria contra los germanos de
Tolbiac.
Pero el honor de esta abundante mies le
corresponderá a San Remigio. En la catedral de Tournai, meta de
numerosas peregrinaciones, reposan los restos de San Eleuterio, el
humilde e infatigable obrero del Evangelio, que tuvo como campo de
trabajo la nueva frontera del cristianismo, representada por los
pueblos bárbaros.
Fue atacado por un grupo de arrianos y murió a causa
de las heridas recibidas pocos días después. El martirologio romano
celebra su fiesta el 20 de febrero
Fuentes: varias.
Los errores de Arrio y sus consecuencias
A fin de ilustrar sobre la naturaleza y
peligrosidad de la secta arriana, reproducimos un texto con a
información resumida sobre el caso.
El arrianismo tomó su nombre de Arrio (256-336) sacerdote de Alejandría y después obispo libio, quien desde el 318 propagó la idea de que no
hay tres personas en Dios sino una sola persona, el Padre. Jesucristo
no era Dios, sino que había sido creado por Dios de la nada como punto
de apoyo para su Plan. El Hijo es, por lo tanto, criatura y el
ser del Hijo tiene un principio; ha habido, por lo tanto, un tiempo en
que él no existía. Al sostener esta teoría, negaba la eternidad del
Verbo, lo cual equivale a negar su divinidad. A Jesús se le puede
llamar Dios, pero solo como una extensión del lenguaje, por su relación
íntima con Dios.
Admitía la existencia del Dios único, eterno e incomunicable; el
Verbo, Cristo, no divino sino pura creatura, aunque más excelsa que
todas las otras y escogido como intermediario en la creación y la
redención del mundo. Aunque Arrio se ocupó principalmente de despojar
de la divinidad a Jesucristo, hizo lo mismo con el Espíritu Santo, que
igualmente lo percibía como creatura, e incluso inferior al Verbo.
Arrio, tras formarse en Antioquía, difunde sus ideas en Alejandría,
dónde en el 320, Alejandro, obispo de Alejandría, convoca un sínodo que
reúne más de cien obispos de Egipto y Libia, y en el se excomulga a
Arrio y a sus partidarios, ya numerosos. No obstante, la herejía
continúa expandiéndose, llegando a desarrollarse una crisis de tan
grandes proporciones, que el Emperador Constantino el Grande se vio forzado a intervenir para encontrar una solución. Fue el Concilio de Nicea, el 20 de mayo del 325 D.C., donde el partido anti-arriano bajo la guía de San Atanasio, diácono de Alejandría, logró una definición ortodoxa de la fe y el uso del término homoousion (consustancial, de la misma naturaleza) para describir la naturaleza de Cristo:
««Creemos en un solo Dios Padre omnipotente... y en un solo Señor
Jesucristo Hijo de Dios, nacido unigénito del Padre, es decir, de la
sustancia del Padre, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios
verdadero, engendrado, no hecho, consustancial al Padre...»» (Manual de Doctrina Católica Denzinger - Dz 54).
Fueron condenados los escritos de Arrio y tanto él como sus seguidores desterrados, entre ellos Eusebio de Nicomedia. Aunque
no era arriano, Constantino gradualmente relajó su posición
anti-arriana bajo la influencia de su hermana, quien tendía simpatías
arrianas. A Eusebio y a otros se les permitió regresar y pronto
comenzaron a trabajar para destruir lo hecho en el Concilio de Nicea.
Por los manejos de Eusebio de Nicomedia, Constantino intento traer a
Arrio de regreso a Constantinopla (334-335) y rehabilitarlo, pero murió
antes de que llegara. Aprovechando la nueva situación, el partido
arriano fue ganando terreno y logró el exilio de San Atanasio, quien ya
era obispo de Alejandría, y de Eustaquio de Antioquía.
Avanzaron aún más durante el reinado del sucesor de Constantino en
Oriente, Constancio II (337-361), quien dio un apoyo abierto al
arrianismo.
En el año 341 se celebró un Concilio en Antioquía, el
cual no fue reconocido como concilio ecuménico y fue encabezado por
Eusebio de Nicomedia. Este Concilio aceptó varias afirmaciones
heréticas sobre la naturaleza de Cristo. La oposición fue tal en
Occidente, que Constancio II, emperador de Oriente, y Constante, de Occidente, convinieron en convocar unConcilio en Sárdica en
el 343, donde se logró el regreso de Atanasio y su restauración como
obispo de Alejandría, así como la deposición de sus sedes de muchos
obispos arrianos.
Tras la muerte de Constante y el advenimiento de Constancio como
único emperador en el año 350, los arrianos recuperaron mucho de su
poder, generándose persecuciones anticatólicas en el Imperio. Durante
este período se dio el momento de mayor poder y expansión de la herejía
arriana con la unificación de los diversos partidos en el interior del
arrianismo en el año 359 y su máximo triunfo doctrinal en los concilios de Seleucia y Arimino.
Cuando parecía humanamente que la fe católica se perdía, las cosas se
volvieron en contra del arrianismo. Constancio murió en el año 361,
dejando al arrianismo sin su gran protector. Más adelante los
semiarrianos, escandalizados por la doctrina de sus copartidarios más
radicales, empezaron a considerar la posibilidad de algún arreglo.
Bajo el gobierno del emperador Valentiniano (364-375), el cristianismo ortodoxo fue restablecido en Oriente y Occidente, y la ejemplar acción de los Padres Capadocios (San Basilio y San Gregorio Nacianceno) condujo a la derrota final del arrianismo en el Concilio de Constantinopla en el año 381.
La herejía no moriría aun por siglos y crecería en algunas tribus
germánicas que habían sido evangelizadas por predicadores arrianos, las
cuales la traerían de nuevo al Imperio en el siglo V con la invasión
de Occidente. Aunque todavía se encuentran grupos de
cristianos-arrianos en el Oriente Medio y el Norte de África, el
arrianismo profesado como tal desapareció hacia el siglo VI.
Como ocurre con otras herejías, hay siempre quienes,
sin definirse herejes, sostienen todavía esos errores. Se trata de una
batalla por la verdad en la que el espíritu del error no se da por
vencido.
Los semiarrianos, también llamados homousianos, ocupan un lugar intermedio entre los arrianos radicales o anomeos que
predicaban una clara diferenciación entre el Padre y el Hijo, y la fe
ortodoxa del Concilio de Nicea. Ellos asumen el término homoiousios, pero
en el sentido de similitud y no de consustancialidad. Resaltan, pues,
simultáneamente similitudes y diferencias entre el Padre y el Logos.
Nótese que los pueblos bárbaros
con frecuencia llevaron las doctrinas arrianas a varios lugares del
Imperio Romano que fueron conquistanto (entre ellos a España) y a pesar
de las condenas estas doctrinas fueron un flagelo para los cristianos
durante varios siglos. Particularmente por la violencia con que
perseguían a los católicos. En la Península Ibérica, el martirio de San
Hermenegildo puso fin a las persecuciones a los católicos
hispano-romanos y selló la unidad entre los bárbaros y la población
anterior a las invasiones, dando origen a la Cristiandad medieval
española.
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