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Francisco de Asís, San |
Fundador de la Orden de los Frailes Menores
(OFM), conocidos como los franciscanos Octubre 4
San Francisco
fue un santo que vivió tiempos difíciles de la Iglesia
y la ayudó mucho. Renunció a su herencia dándole más
importancia en su vida a los bienes espirituales que a
los materiales. Francisco nació en Asís, Italia en
1181 ó 1182. Su padre era comerciante y su madre
pertenecía a una familia noble. Tenían una situación económica muy
desahogada. Su padre comerciaba mucho con Francia y cuando nació
su hijo estaba fuera del país. Las gentes apodaron al
niño “francesco” (el francés) aunque éste había recibido en su
bautismo el nombre de “Juan.” En su juventud no se
interesó ni por los negocios de su padre ni por
los estudios. Se dedicó a gozar de la vida sanamente,
sin malas costumbres ni vicios. Gastaba mucho dinero pero siempre
daba limosnas a los pobres. Le gustaban las románticas tradiciones
caballerescas que propagaban los trovadores. Cuando Francisco tenía como unos
veinte años, hubo pleitos y discordia entre las ciudades de
Perugia y Asís. Francisco fue prisionero un año y lo
soportó con alegría. Cuando recobró la libertad cayó gravemente enfermo.
La enfermedad fortaleció y maduró su espíritu. Cuando se recuperó,
decidió ir a combatir en el ejército. Se compró una
costosa armadura y un manto que regaló a un caballero
mal vestido y pobre. Dejó de combatir y volvió a
su antigua vida pero sin tomarla tan a la ligera.
Se dedicó a la oración y después de un tiempo
tuvo la inspiración de vender todos sus bienes y comprar
la perla preciosa de la que habla el Evangelio. Se
dio cuenta que la batalla espiritual empieza por la mortificación
y la victoria sobre los instintos. Un día se encontró
con un leproso que le pedía una limosna y le
dio un beso. Visitaba y servía a los enfermos en los
hospitales. Siempre, regalaba a los pobres sus vestidos, o el
dinero que llevaba. Un día, una imagen de Jesucristo crucificado
le habló y le pidió que reparara su Iglesia que
estaba en ruinas. Decidió ir y vender su caballo y
unas ropas de la tienda de su padre para
tener dinero para arreglar la Iglesia de San
Damián. Llegó ahí y le ofreció al padre su dinero
y le pidió permiso para quedarse a vivir con él.
El sacerdote le dijo que sí se podía quedar ahí,
pero que no podía aceptar su dinero. El papá de
San Francisco, al enterarse de lo sucedido, fue a la
Iglesia de San Damián pero su hijo se escondió. Pasó
algunos días en oración y ayuno. Regresó a su pueblo
y estaba tan desfigurado y mal vestido que las gentes
se burlaban de él como si fuese un loco. Su
padre lo llevó a su casa y lo golpeó furiosamente,
le puso grilletes en los pies y lo encerró en
una habitación (Francisco tenía entonces 25 años). Su madre se
encargó de ponerle en libertad y él se fue a
San Damián. Su padre fue a buscarlo ahí y lo
golpeó y le dijo que volviera a su casa o
que renunciara a su herencia y le pagara el precio
de los vestidos que había vendido de su tienda. San
Francisco no tuvo problema en renunciar a la herencia y
del dinero de los vestidos pero dijo que pertenecía
a Dios y a los pobres. Su padre le obligó
a ir con el obispo de Asís quien le sugirió
devolver el dinero y tener confianza en Dios. San Francisco
devolvió en ese momento la ropa que traía puesta para
dársela a su padre ya que a él le pertenecía.
El padre se fue muy lastimado y el obispo regaló
a San Francisco un viejo vestido de labrador que tenía
al que San Francisco le puso una cruz con un
trozo de tiza y se lo puso. San Francisco partió
buscando un lugar para establecerse. En un monasterio obtuvo limosna
y trabajo como si fuera un mendigo. Unas personas le
regalaron una túnica, un cinturón y unas sandalias que usó
durante dos años. Luego regresó a San Damián y fue a
Asís para pedir limosna para reparar la Iglesia. Ahí soportó
las burlas y el desprecio. Una vez hechas las reparaciones
de San Damián hizo lo mismo con la antigua Iglesia
de San Pedro. Después se trasladó a una capillita llamada
Porciúncula, de los benedictinos, que estaba en una llanura cerca
de Asís. Era un sitio muy tranquilo que gustó mucho
a San Francisco. Al oir las palabras del Evangelio “...No
lleven oro....ni dos túnicas, ni sandalias, ni báculo..”, regaló sus
sandalias, su báculo y su cinturón y se quedó solamente
con su túnica sujetada con un cordón. Comenzó a hablar
a sus oyentes acerca de la penitencia. Sus palabras llegaban
a los corazones de sus oyentes. Al saludar a alguien,
le decía “La paz del Señor sea contigo”. Dios le
había concedido ya el don de profecía y el don
de milagros. San Francisco tuvo muchos seguidores y algunos querían
hacerse discípulos suyos. Su primer discípulo fue Bernardo de Quintavalle
que era un rico comerciante de Asís que vendió todo
lo que tenía para darlo a los pobres. Su segundo
discípulo fue Pedro de Cattaneo. San Francisco les concedió hábitos
a los dos en abril de 1209. Cuando ya eran doce
discípulos, San Francisco redactó una regla breve e informal que
eran principalmente consejos evangélicos para alcanzar la perfección. Después de
varios años se autorizó por el Papa Inocencio III
la regla y les dio por misión predicar la penitencia.
San Francisco y sus compañeros se trasladaron a una cabaña
que luego tuvieron que desalojar. En 1212, el abad regaló
a San Francisco la capilla de Porciúncula con la condición
de que la conservase siempre como la iglesia principal de
la nueva orden. Él la aceptó pero sólo prestada sabiendo
que pertenecía a los benedictinos. Alrededor de la Porciúncula construyeron
cabañas muy sencillas. La pobreza era el fundamento de su
orden. San Francisco sólo llegó a recibir el diaconado porque
se consideraba indigno del sacerdocio. Los primeros años de la
orden fueron un período de entrenamiento en la pobreza y
en la caridad fraterna. Los frailes trabajaban en sus oficios
y en los campos vecinos para ganarse el pan de
cada día. Cuando no había trabajo suficiente, solían pedir limosna
de puerta en puerta. El fundador les había prohibido aceptar
dinero. Se distinguían por su gran capacidad de servicio a
los demás, especialmente a los leprosos a quienes llamaban “hermanos
cristianos”. Debían siempre obedecer al obispo del lugar donde se
encontraran. El número de compañeros del santo iba en aumento. Santa Clara oyó predicar a San Francisco y decidió
seguirlo en 1212. San Francisco consiguió que Santa Clara y
sus compañeras se establecieran en San Damián. La oración de
éstas hacía fecundo el trabajo de los franciscanos. San Francisco dio
a su orden el nombre de “Frailes Menores” ya que
quería que fueran humildes. La orden creció tanto que necesitaba
de una organización sistemática y de disciplina común. La orden
se dividió en provincias y al frente de cada una
se puso a un ministro encargado “del bien espiritual de
los hermanos”. El orden de fraile creció más alla de
los Alpes y tenían misiones en España, Hungría y Alemania.
En la orden habían quienes querían hacer unas reformas a
las reglas, pero su fundador no estuvo de acuerdo con
éstas. Surgieron algunos problemas por esto porque algunos frailes decían
que no era posible el no poseer ningún bien. San
Francisco decía que éste era precisamente el espíritu y modo
de vida de su orden. San Francisco conoció en Roma
a Santo Domingo que había predicado la fe y la
penitencia en el sur de Francia. En la
Navidad de 1223 San Francisco construyó una especie de cueva
en la que se representó el nacimiento de Cristo y
se celebró Misa. En 1224 se retiró al Monte Alvernia
y se construyó ahí una pequeña celda. La única persona
que lo acompañó fue el hermano León y no quiso
tener visitas. Es aquí donde sucedió el milagro de las
estigmas en el cual quedaron impresas las señales de la
pasión de Cristo en el cuerpo de Francisco. A partir
de entonces llevaba las manos dentro de las mangas del
hábito y llevaba medias y zapatos. Dijo que le habían
sido reveladas cosas que jamás diría a hombre alguno. Un
tiempo después bajo del Monte y curó a muchos enfermos. San
Francisco no quería que el estudio quitara el espíritu de
su orden. Decía que sí podían estudiar si el estudio
no les quitaba tiempo de su oración y si no
lo hacían por vanidad. Temía que la ciencia se convirtiera
en enemiga de la pobreza. La salud de San Francisco
se fue deteriorando, los estigmas le hacían sufrir y le
debilitaron y ya casi había perdido la vista. En el
verano de 1225 lo llevaron con varios doctores porque ya
estaba muy enfermo. Poco antes de morir dictó un testamento
en el que les recomendaba a los hermanos observar la
regla y trabajar manualmente para evitar la ociosidad y dar
buen ejemplo. Al enterarse que le quedaban pocas semanas de
vida, dijo “¡Bienvenida, hermana muerte!”y pidió que lo llevaran a
Porciúncula. Murió el 3 de octubre de 1226 después de
escuchar la pasión de Cristo según San Juan. Tenía 44
años de edad. Lo sepultaron en la Iglesia de San
Jorge en Asís. Son famosas las anécdotas de los pajarillos que
venían a escucharle cuando cantaba las grandezas del Señor, del
conejillo que no quería separarse de él y del lobo
amansado por el santo. Algunos dicen que estas son leyenda,
otros no. San Francisco contribuyó mucho a la renovación de la
Iglesia de la decadencia y el desorden en que había
caído durante la Edad Media. El ayudó a la
Iglesia que vivía momentos difíciles. ¿Qué nos enseña la vida de
San Francisco?Nos enseña a vivir la virtud de la humildad.
San Francisco tuvo un corazón alegre y humilde. Supo dejar
no sólo el dinero de su padre sino que también
supo aceptar la voluntad de Dios en su vida. Fue
capaz de ver la grandeza de Dios y la pequeñez
del hombre. Veía la grandeza de Dios en la naturaleza.
Nos enseña a saber contagiar ese entusiasmo por Cristo a
los demás. Predicar a Dios con el ejemplo y con
la palabra. San Francisco lo hizo con Santa Clara y
con sus seguidores dando buen ejemplo de la libertad que
da la pobreza. Nos enseña el valor del sacrificio. San
Francisco vivió su vida ofreciendo sacrificios a Dios. Nos enseña a
vivir con sencillez y con mucho amor a Dios. Lo
más importante para él era estar cerca de Dios. Su
vida de oración fue muy profunda y era lo primordial
en su vida. Fue fiel a la Iglesia y al Papa.
Fundó la orden de los franciscanos de acuerdo con los
requisitos de la Iglesia y les pedía a los frailes
obedecer a los obispos. Nos enseña a vivir cerca de Dios
y no de las cosas materiales. Saber encontrar en la
pobreza la alegría, ya que para amar a Dios no
se necesita nada material. Nos enseña lo importante que es
sentirnos parte de la Iglesia y ayudarla siempre pero especialmente
en momentos de dificultad.
Fundador de la Orden de los Frailes Menore (OFM), conocidos como los franciscanos. Por SCTJM
"Ninguna
otra cosa hemos de hacer sino ser solícitos en seguir la voluntad de
Dios y en agradarle en todas las cosas." San Francisco de Asís
Vida de San FranciscoNació
en Asís (Italia), en el año 1182. Después de una juventud disipada en
diversiones, se convirtió, renunció a los bienes paternos y se entregó
de lleno a Dios. Abrazó la pobreza y vivió una vida evangélica,
predicando a todos el amor de Dios. Dio a sus seguidores unas sabias
normas, que luego fueron aprobadas por la Santa Sede. Fundó una Orden de
frailes y su primera seguidora mujer, Santa Clara que funda las
Clarisas, inspirada por El.
Un santo para todosCiertamente
no existe ningún santo que sea tan popular como él, tanto entre
católicos como entre los protestantes y aun entre los no cristianos. San
Francisco de Asís cautivó la imaginación de sus contemporáneos
presentándoles la pobreza, la castidad y la obediencia con la pureza y
fuerza de un testimonio radical. Llegó a ser conocido como el Pobre
de Asís por su matrimonio con la pobreza, su amor por los pajarillos y
toda la naturaleza. Todo ello refleja un alma en la que Dios lo era todo
sin división, un alma que se nutría de las verdades de la fe católica y
que se había entregado enteramente, no sólo a Cristo, sino a Cristo
crucificado.
Nacimiento y vida familiar de un caballeroFrancisco
nació en Asís, ciudad de Umbría, en el año 1182. Su padre, Pedro
Bernardone, era comerciante. El nombre de su madre era Pica y algunos
autores afirman que pertenecía a una noble familia de la Provenza. Tanto
el padre como la madre de Francisco eran personas acomodadas. Pedro
Bernardone comerciaba especialmente en Francia. Como se hallase en
dicho país cuando nació su hijo, la gente le apodó "Francesco" (el
francés), por más que en el bautismo recibió el nombre de Juan.
En
su juventud, Francisco era muy dado a las románticas tradiciones
caballerescas que propagaban los trovadores. Disponía de dinero en
abundancia y lo gastaba pródigamente, con ostentación. Ni los negocios
de su padre, ni los estudios le interesaban mucho, sino el divertirse en
cosas vanas que comúnmente se les llama "gozar de la vida". Sin
embargo, no era de costumbres licenciosas y era muy generoso con los
pobres que le pedían por amor de Dios.
Hallazgo de un tesoroCuando
Francisco tenía unos 20, estalló la discordia entre las ciudades de
Perugia y Asís, y en la guerra, el joven cayó prisionero de los
peruginos. La prisión duró un año, y Francisco la soportó alegremente.
Sin embargo, cuando recobró la libertad, cayó gravemente enfermo. La
enfermedad, en la que el joven probó una vez más su paciencia,
fortaleció y maduró su espíritu. Cuando se sintió con fuerzas
suficientes, determinó ir a combatir en el ejército de Galterío y
Briena, en el sur de Italia. Con ese fin, se compró una costosa armadura
y un hermoso manto. Pero un día en que paseaba ataviado con su nuevo
atuendo, se topó con un caballero mal vestido que había caído en la
pobreza; movido a compasión ante aquel infortunio, Francisco cambió sus
ricos vestidos por los del caballero pobre. Esa noche vio en sueños un
espléndido palacio con salas colmadas de armas, sobre las cuales se
hallaba grabado el signo de la cruz y le pareció oír una voz que le
decía que esas armas le pertenecían a él y a sus soldados.
Francisco
partió a Apulia con el alma ligera y la seguridad de triunfar, pero
nunca llegó al frente de batalla. En Espoleto, ciudad del camino de Asís
a Roma, cayó nuevamente enfermo y, durante la enfermedad, oyó una voz
celestial que le exhortaba a "servir al amo y no al siervo". El joven
obedeció. Al principio volvió a su antigua vida, aunque tomándola menos a
la ligera. La gente, al verle ensimismado, le decían que estaba
enamorado. "Sí", replicaba Francisco, "voy a casarme con una joven más
bella y más noble que todas las que conocéis". Poco a poco, con mucha
oración, fue concibiendo el deseo de vender todos sus bienes y comprar
la perla preciosa de la que habla el Evangelio.
Aunque ignoraba
lo que tenía que hacer para ello, una serie de claras inspiraciones
sobrenaturales le hizo comprender que la batalla espiritual empieza por
la mortificación y la victoria sobre los instintos. Paseándose en cierta
ocasión a caballo por la llanura de Asís, encontró a un leproso. Las
llagas del mendigo aterrorizaron a Francisco; pero, en vez de huir, se
acercó al leproso, que le tendía la mano para recibir una limosna.
Francisco comprendió que había llegado el momento de dar el paso al amor
radical de Dios. A pesar de su repulsa natural a los leprosos, venció
su voluntad, se le acercó y le dio un beso. Aquello cambió su vida. Fue
un gesto movido por el Espíritu Santo, pidiéndole a Francisco una
calidad de entrega, un "sí" que distingue a los santos de los mediocres.
San
Buenaventura nos dice que después de este evento, Francisco frecuentaba
lugares apartados donde se lamentaba y lloraba por sus pecados.
Desahogando su alma fue escuchado por el Señor. Un día, mientras oraba,
se le apareció Jesús crucificado. La memoria de la pasión del Señor se
grabó en su corazón de tal forma, que cada vez que pensaba en ello, no
podía contener sus lágrimas y sollozos.
"Francisco, repara mi Iglesia, pues ya ves que está en ruinas"A
partir de entonces, comenzó a visitar y servir a los enfermos en los
hospitales. Algunas veces regalaba a los pobres sus vestidos, otras, el
dinero que llevaba. Les servía devotamente, porque el profeta Isaías nos
dice que Cristo crucificado fue despreciado y tratado como un leproso.
De este modo desarrollaba su espíritu de pobreza, su profundo sentido de
humildad y su gran compasión. En cierta ocasión, mientras oraba en la
iglesia de San Damián en las afueras de Asís, le pareció que el
crucifijo le repetía tres veces: "Francisco, repara mi casa, pues ya ves
que está en ruinas".
El santo, viendo que la iglesia se hallaba
en muy mal estado, creyó que el Señor quería que la reparase; así pues,
partió inmediatamente, tomó una buena cantidad de vestidos de la tienda
de su padre y los vendió junto con su caballo. Enseguida llevó el
dinero al pobre sacerdote que se encargaba de la iglesia de San Damián, y
le pidió permiso de quedarse a vivir con él. El buen sacerdote
consintió en que Francisco se quedase con él, pero se negó a aceptar el
dinero. El joven lo depositó en el alféizar de la ventana. Pedro
Bernardone, al enterarse de lo que había hecho su hijo, se dirigió
indignado a San Damián. Pero Francisco había tenido buen cuidado de
ocultarse.
Renuncia a la herencia de su padre Al
cabo de algunos días pasados en oración y ayuno, Francisco volvió a
entrar en la población, pero estaba tan desfigurado y mal vestido, que
la gente se burlaba de él como si fuese un loco. Pedro Bernardone, muy
desconcertado por la conducta de su hijo, le condujo a su casa, le
golpeó furiosamente (Francisco tenía entonces 25 años), le puso grillos
en los pies y le encerró en una habitación.
La madre de
Francisco se encargó de ponerle en libertad cuando su marido se hallaba
ausente y el joven retornó a San Damián. Su padre fue de nuevo a
buscarle ahí, le golpeó en la cabeza y le conminó a volver
inmediatamente a su casa o a renunciar a su herencia y pagarle el precio
de los vestidos que le había tomado. Francisco no tuvo dificultad
alguna en renunciar a la herencia, pero dijo a su padre que el dinero de
los vestidos pertenecía a Dios y a los pobres.
Su padre le
obligó a comparecer ante el obispo Guido de Asís, quien exhortó al joven
a devolver el dinero y a tener confianza en Dios: "Dios no desea que su
Iglesia goce de bienes injustamente adquiridos". Francisco obedeció a
la letra la orden del obispo y añadió: "Los vestidos que llevo puestos
pertenecen también a mi padre, de suerte que tengo que devolvérselos".
Acto seguido se desnudó y entregó sus vestidos a su padre, diciéndole
alegremente: "Hasta ahora tú has sido mi padre en la tierra. Pero en
adelante podré decir: “Padre nuestro, que estás en los cielos”.' Pedro
Bernardone abandonó el palacio episcopal "temblando de indignación y
profundamente lastimado".
El Obispo regaló a Francisco un viejo
vestido de labrador, que pertenecía a uno de sus siervos. Francisco
recibió la primera limosna de su vida con gran agradecimiento, trazó la
señal de la cruz sobre el vestido con un trozo de tiza y se lo puso.
Llamado a la renuncia y a la negaciónEnseguida,
partió en busca de un sitio conveniente para establecerse. Iba cantando
alegremente las alabanzas divinas por el camino real, cuando se topó
con unos bandoleros que le preguntaron quién era. El respondió: "Soy el
heraldo del Gran Rey". Los bandoleros le golpearon y le arrojaron en un
foso cubierto de nieve. Francisco prosiguió su camino cantando las
divinas alabanzas. En un monasterio obtuvo limosna y trabajo como si
fuese un mendigo. Cuando llegó a Gubbio, una persona que le conocía le
llevó a su casa y le regaló una túnica, un cinturón y unas sandalias de
peregrino. Francisco los usó dos años, al cabo de los cuales volvió a
San Damián.
Para
reparar la iglesia, fue a pedir limosna en Asís, donde todos le habían
conocido rico y, naturalmente, hubo de soportar las burlas y el
desprecio de más de un mal intencionado. El mismo se encargó de
transportar las piedras que hacían falta para reparar la iglesia y ayudó
en el trabajo a los albañiles. Una vez terminadas las reparaciones en
la iglesia de San Damián, Francisco emprendió un trabajo semejante en la
antigua iglesia de San Pedro. Después, se trasladó a una capillita
llamada Porciúncula, que pertenecía a la abadía benedictina de Monte
Subasio. Probablemente el nombre de la capillita aludía al hecho de que
estaba construida en una reducida parcela de tierra.
La
Porciúncula se hallaba en una llanura, a unos cuatro kilómetros de Asís
y, en aquella época, estaba abandonada y casi en ruinas. La tranquilidad
del sitio agradó a Francisco tanto como el título de Nuestra Señora de
los Ángeles, en cuyo honor había sido erigida la capilla.
Francisco
la reparó y fijó en ella su residencia. Ahí le mostró finalmente el
cielo lo que esperaba de él, el día de la fiesta de San Matías del año
1209. En aquella época, el evangelio de la misa de la fiesta decía:
"Id a predicar, diciendo: El Reino de Dios ha llegado... Dad
gratuitamente lo que habéis recibido gratuitamente... No poseáis oro ...
ni dos túnicas, ni sandalias, ni báculo ...He aquí que os envío como
corderos en medio de los lobos..." (Mat.10 , 7-19). Estas palabras
penetraron hasta lo más profundo en el corazón de Francisco y éste,
aplicándolas literalmente, regaló sus sandalias, su báculo y su cinturón
y se quedó solamente con la pobre túnica ceñida con un cordón. Tal fue
el hábito que dio a sus hermanos un año más tarde: la túnica de lana
burda de los pastores y campesinos de la región. Vestido en esa forma,
empezó a exhortar a la penitencia con tal energía, que sus palabras
hendían los corazones de sus oyentes. Cuando se topaba con alguien en el
camino, le saludaba con estas palabras: "La paz del Señor sea contigo".
Dones extraordinariosDios le había concedido ya el
don de profecía y el don de milagros. Cuando pedía limosna para reparar
la iglesia de San Damián, acostumbraba decir: "Ayudadme a terminar esta
iglesia. Un día habrá ahí un convento de religiosas en cuyo buen nombre
se glorificarán el Señor y la universal Iglesia". La profecía se
verificó cinco años más tarde en Santa Clara y sus religiosas. Un
habitante de Espoleto sufría de un cáncer que le había desfigurado
horriblemente el rostro. En cierta ocasión, al cruzarse con San
Francisco, el hombre intentó arrojarse a sus pies, pero el santo se lo
impidió y le besó en el rostro. El enfermo quedó instantáneamente
curado. San Buenaventura comentaba a este propósito: "No sé si hay que
admirar más el beso o el milagro".
Nueva orden religiosa y visita al PapaFrancisco
tuvo pronto numerosos seguidores y algunos querían hacerse discípulos
suyos. El primer discípulo fue Bernardo de Quintavalle, un rico
comerciante de Asís. Al principio Bernardo veía con curiosidad la
evolución de Francisco y con frecuencia le invitaba a su casa, donde le
tenía siempre preparado un lecho próximo al suyo. Bernardo se fingía
dormido para observar cómo el siervo de Dios se levantaba calladamente y
pasaba largo tiempo en oración, repitiendo estas palabras: "Deus meus
et omnia" (Mi Dios y mi todo). Al fin, comprendió que Francisco era
"verdaderamente un hombre de Dios" y enseguida le suplicó que le
admitiese corno discípulo.
Desde entonces, juntos asistían a
misa y estudiaban la Sagrada Escritura para conocer la voluntad de Dios.
Como las indicaciones de la Biblia concordaban con sus propósitos,
Bernardo vendió cuanto tenía y repartió el producto entre los pobres. Pedro
de Cattaneo, canónigo de la catedral de Asís, pidió también a Francisco
que le admitiese como discípulo y el santo les "concedió el hábito" a
los dos juntos, el 16 de abril de 1209. El tercer compañero de San
Francisco fue el hermano Gil, famoso por su gran sencillez y sabiduría
espiritual.
En 1210, cuando el grupo contaba ya con 12 miembros,
Francisco redactó una regla breve e informal que consistía
principalmente en los consejos evangélicos para alcanzar la perfección.
Con ella se fueron a Roma a presentarla para aprobación del Sumo
Pontífice. Viajaron a pie, cantando y rezando, llenos de felicidad, y
viviendo de las limosnas que la gente les daba.
En Roma no
querían aprobar esta comunidad porque les parecía demasiado rígida en
cuanto a pobreza, pero al fin un Cardenal dijo: "No les podemos prohibir
que vivan como lo mandó Cristo en el Evangelio". Recibieron la
aprobación, y se volvieron a Asís a vivir en pobreza, en oración, en
santa alegría y gran fraternidad, junto a la iglesia de la Porciúncula.
Inocencio III se mostró adverso al principio. Por otra parte, muchos
cardenales opinaban que las órdenes religiosas ya existentes necesitaban
de reforma, no de multiplicación y que la nueva manera de concebir la
pobreza era impracticable.
El cardenal Juan Colonna alegó en
favor de Francisco que su regla expresaba los mismos consejos con que el
Evangelio exhortaba a la perfección. Más tarde, el Papa relató a su
sobrino, quien a su vez lo comunicó a San Buenaventura, que había visto
en sueños una palmera que crecía rápidamente y después, había visto a
Francisco sosteniendo con su cuerpo la basílica de Letrán que estaba a
punto de derrumbarse. Cinco años después, el mismo Pontífice tendría un
sueño semejante a propósito de Santo Domingo. Inocencio III mandó, pues,
llamar a Francisco y aprobó verbalmente su regla; enseguida le impuso
la tonsura, así como a sus compañeros y les dio por misión predicar la
penitencia.
La PorciúnculaSan
Francisco y sus compañeros se trasladaron provisionalmente a una cabaña
de Rivo Torto, en las afueras de Asís, de donde salían a predicar por
toda la región. Poco después, tuvieron dificultades con un campesino que
reclamaba la cabaña para emplearla como establo de su asno. Francisco
respondió: "Dios no nos ha llamado a preparar establos para los asnos", y
acto seguido abandonó el lugar y partió a ver al abad de Monte Subasio.
En 1212, el abad regaló a Francisco la capilla de la Porciúncula, a
condición de que la conservase siempre como la iglesia principal de la
nueva orden. El santo se negó a aceptar la propiedad de la capillita y
sólo la admitió prestada. En prueba de que la Porciúncula continuaba
como propiedad de los benedictinos, Francisco les enviaba cada año, a
manera de recompensa por el préstamo, una cesta de pescados cogidos en
el riachuelo vecino.
Por su parte, los benedictinos
correspondían enviándole un tonel de aceite. Tal costumbre existe
todavía entre los franciscanos de Santa María de los Ángeles y los
benedictinos de San Pedro de Asís. Alrededor de la Porciúncula, los
frailes construyeron varias cabañas primitivas, porque San Francisco no
permitía que la orden en general y los conventos en particular,
poseyesen bienes temporales. Había hecho de la pobreza el fundamento de
su orden y su amor a la pobreza se manifestaba en su manera de vestirse,
en los utensilios que empleaba y en cada uno de sus actos. Acostumbraba
llamar a su cuerpo "el hermano asno", porque lo consideraba como hecho
para transportar carga, para recibir golpes y para comer poco y mal.
Cuando veía ocioso a algún fraile, le llamaba "hermano mosca", porque en
vez de cooperar con los demás echaba a perder el trabajo de los otros y
les resultaba molesto.
Poco antes de morir, considerando que el
hombre está obligado a tratar con caridad a su cuerpo, Francisco pidió
perdón al suyo por haberlo tratado tal vez con demasiado rigor. El santo
se había opuesto siempre a las austeridades indiscretas y exageradas.
En cierta ocasión, viendo que un fraile había perdido el sueño a causa
del excesivo ayuno, Francisco le llevó alimento y comió con él para que
se sintiese menos mortificado.
Somete la carne a las espinas; Dios le otorga sabiduríaAl
principio de su conversión, viéndose atacado por violentas tentaciones
de impureza, solía revolcarse desnudo sobre la nieve. Cierta vez en que
la tentación fue todavía más violenta que de ordinario, el santo se
disciplinó furiosamente; como ello no bastase para alejarla, acabó por
revolcarse sobre las zarzas y los abrojos. Su humildad no consistía
simplemente en un desprecio sentimental de sí mismo, sino en la
convicción de que "ante los ojos de Dios el hombre vale por lo que es y
no más". Considerándose indigno del sacerdocio, Francisco sólo llegó a
recibir el diaconado. Detestaba de todo corazón las singularidades. Así
cuando le contaron que uno de los frailes era tan amante del silencio
que sólo se confesaba por señas, respondió disgustado: "Eso no procede
del espíritu de Dios sino del demonio; es una tentación y no un acto de
virtud." Dios iluminaba la inteligencia de su siervo con una luz de
sabiduría que no se encuentra en los libros. Cuando cierto fraile le
pidió permiso para estudiar, Francisco le contestó que si repetía con
devoción el "Gloria Patri", llegaría a ser sabio a los ojos de Dios y él
mismo era el mejor ejemplo de la sabiduría adquirida en esa forma.
Sobre
la pobreza de espíritu, Francisco decía: "Hay muchos que tienen por
costumbre multiplicar plegarias y prácticas devotas, afligiendo sus
cuerpos con numerosos ayunos y abstinencias; pero con una sola palabrita
que les suena injuriosa a su persona o por cualquier cosa que se les
quita, enseguida se ofenden e irritan. Estos no son pobres de espíritu,
porque el que es verdaderamente pobre de espíritu, se aborrece a sí
mismo y ama a los que le golpean en la mejilla".
La NaturalezaSus
contemporáneos hablan con frecuencia del cariño de Francisco por los
animales y del poder que tenía sobre ellos. Por ejemplo, es famosa la
reprensión que dirigió a las golondrinas cuando iba a predicar en
Alviano: "Hermanas golondrinas: ahora me toca hablar a mí; vosotras ya
habéis parloteado bastante". Famosas también son las anécdotas de los
pajarillos que venían a escucharle cuando cantaba las grandezas del
Creador, del conejillo que no quería separarse de él en el Lago
Trasimeno y del lobo de Gubbio amansado por el santo. Algunos autores
consideran tales anécdotas como simples alegorías, en tanto que otros
les atribuyen valor histórico.
Aventura de amor con DiosLos
primeros años de la orden en Santa María de los Ángeles fueron un
período de entrenamiento en la pobreza y la caridad fraternas. Los
frailes trabajaban en sus oficios y en los campos vecinos para ganarse
el pan de cada día. Cuando no había trabajo suficiente, solían pedir
limosna de puerta en puerta; pero el fundador les había prohibido que
aceptasen dinero. Estaban siempre prontos a servir a todo el mundo,
particularmente a los leprosos y menesterosos. San Francisco insistía
en que llamasen a los leprosos "mis hermanos cristianos" y los enfermos
no dejaban de apreciar esta profunda delicadeza. Les decía a los
frailes: ¨Todos los hermanos procuren ejercitarse en buenas obras,
porque está escrito: 'Haz siempre algo bueno para que el diablo te
encuentre ocupado'. Y también, 'La ociosidad es enemiga del alma'. Por
eso los siervos de Dios deben dedicarse continuamente a la oración o a
alguna buena actividad.¨ El número de los compañeros del santo
continuaba en aumento, entre ellos se contaba el famoso "juglar de
Dios", fray Junípero; a causa de la sencillez del hermanito Francisco
solía repetir: "Quisiera tener todo un bosque de tales juníperos". En
cierta ocasión en que el pueblo de Roma se había reunido para recibir a
fray Junípero, sus compañeros le hallaron jugando apaciblemente con los
niños fuera de las murallas de la ciudad. Santa Clara acostumbraba
llamarle "el juguete de Dios".
Santa Clara Clara
había partido de Asís para seguir a Francisco, en la primavera de 1212,
después de oírle predicar. El santo consiguió establecer a Clara y sus
compañeras en San Damián, y la comunidad de religiosas llegó pronto a
ser, para los franciscanos, lo que las monjas de Prouille habían de ser
para los dominicos: una muralla de fuerza femenina, un vergel escondido
de oración que hacía fecundo el trabajo de los frailes. Evangeliza a los mahometanos En
el otoño de ese año, Francisco, no contento con todo lo que había
sufrido y trabajado por las almas en Italia, resolvió ir a evangelizar a
los mahometanos. Así pues, se embarcó en Ancona con un compañero rumbo a
Siria; pero una tempestad hizo naufragar la nave en la costa de
Dalmacia. Como los frailes no tenían dinero para proseguir el viaje, se
vieron obligados a esconderse furtivamente en un navío para volver a
Ancona. Después de predicar un año en el centro de Italia (el señor de
Chiusi puso entonces a la disposición de los frailes un sitio de retiro
en Monte Alvernia, en los Apeninos de Toscana), San Francisco decidió
partir nuevamente a predicar a los mahometanos en Marruecos. Pero Dios
tenía dispuesto que no llegase nunca a su destino: el santo cayó enfermo
en España y, después, tuvo que retornar a Italia. Ahí se consagró
apasionadamente a predicar el Evangelio a los cristianos.
La humildad y obedienciaSan
Francisco dio a su orden el nombre de "Frailes Menores" por humildad,
pues quería que sus hermanos fuesen los siervos de todos y buscasen
siempre los sitios más humildes. Con frecuencia exhortaba a sus
compañeros al trabajo manual y, si bien les permitía pedir limosna, les
tenía prohibido que aceptasen dinero. Pedir limosna no constituía para
él una vergüenza, ya que era una manera de imitar la pobreza de Cristo.
Sobre la excelsa virtud de la humildad, decía: "Bienaventurado el siervo
a quien lo encuentran en medio de sus inferiores con la misma humildad
que si estuviera en medio de sus superiores. Bienaventurado el siervo
que siempre permanece bajo la vara de la corrección. Es siervo fiel y
prudente el que, por cada culpa que comete, se apresura a expiarlas:
interiormente, por la contrición y exteriormente por la confesión y la
satisfacción de obra". El santo no permitía que sus hermanos predicasen
en una diócesis sin permiso expreso del Obispo. Entre otras cosas,
dispuso que "si alguno de los frailes se apartaba de la fe católica en
obras o palabras y no se corregía, debería ser expulsado de la
hermandad". Todas las ciudades querían tener el privilegio de albergar a
los nuevos frailes, y las comunidades se multiplicaron en Umbría,
Toscana, Lombardia y Ancona.
Crece la ordenSe cuenta
que en 1216, Francisco solicitó del Papa Honorio III la indulgencia de
la Porciúncula o "perdón de Asís". El año siguiente, conoció en Roma a
Santo Domingo, quien había predicado la fe y la penitencia en el sur de
Francia en la época en que Francisco era "un gentilhombre de Asís". San
Francisco tenía también la intención de ir a predicar en Francia. Pero,
como el cardenal Ugolino (quien fue más tarde Papa con el nombre de
Gregorio IX) le disuadiese de ello, envió en su lugar a los hermanos
Pacífico y Agnelo. Este último había de introducir más tarde la Orden de
los frailes menores en Inglaterra. El sabio y bondadoso cardenal
Ugolino ejerció una gran influencia en el desarrollo de la Orden. Los
compañeros de San Francisco eran ya tan numerosos, que se imponía
forzosamente cierta forma de organización sistemática y de disciplina
común. Así pues, se procedió a dividir a la Orden en provincias, al
frente de cada una de las cuales se puso a un ministro, "encargado del
bien espiritual de los hermanos; si alguno de ellos llegaba a perderse
por el mal ejemplo del ministro, éste tendría que responder de él ante
Jesucristo". Los frailes habían cruzado ya los Alpes y tenían misiones
en España, Alemania y Hungría.
El primer capítulo general se
reunió, en la Porciúncula, en Pentecostés del año de 1217. En 1219, tuvo
lugar el capítulo "de las esteras", así llamado por las cabañas que
debieron construirse precipitadamente con esteras para albergar a los
delegados. Se cuenta que se reunieron entonces cinco mil frailes. Nada
tiene de extraño que en una comunidad tan numerosa, el espíritu del
fundador se hubiese diluido un tanto. Los delegados encontraban que San
Francisco se entregaba excesivamente a la aventura y exigían un espíritu
más práctico. Es que así les parecía lo que en realidad era una gran
confianza en Dios.
El santo se indignó profundamente y
replicó: "Hermanos míos, el Señor me llamó por el camino de la sencillez
y la humildad y por ese camino persiste en conducirme, no sólo a mí
sino a todos los que estén dispuestos a seguirme... El Señor me dijo que
deberíamos ser pobres y locos en este mundo y que ése y no otro sería
el camino por el que nos llevaría. Quiera Dios confundir vuestra
sabiduría y vuestra ciencia y haceros volver a vuestra primitiva
vocación, aunque sea contra vuestra voluntad y aunque la encontréis tan
defectuosa". Francisco les insistía en que amaran muchísimo a
Jesucristo y a la Santa Iglesia Católica, y que vivieran con el mayor
desprendimiento posible hacia los bienes materiales, y no se cansaba de
recomendarles que cumplieran lo más exactamente posible todo lo que
manda el Santo Evangelio.
El mayor privilegio: no gozar de privilegio algunoRecorría
campos y pueblos invitando a la gente a amar más a Jesucristo, y
repetía siempre: 'El Amor no es amado". La gente le escuchaba con
especial cariño y se admiraba de lo mucho que sus palabras influían en
los corazones para entusiasmarlos por Cristo y su Verdad. Sus palabras
eran reflejo de su vida en imitación a Jesús, decía: "El que ama
verdaderamente a su enemigo no se apena de las injurias que éste le
provoca, sino que sufre por amor de Dios a causa del pecado que arrastra
el alma que lo ofendió. Y le manifiesta su amor con obras".
A
quienes le propusieron que pidiese al Papa permiso para que los frailes
pudiesen predicar en todas partes sin autorización del obispo, Francisco
repuso: "Cuando los obispos vean que vivís santamente y que no tenéis
intenciones de atentar contra su autoridad, serán los primeros en
rogaros que trabajéis por el bien de las almas que les han sido
confiadas. Considerad como el mayor de los privilegios el no gozar de
privilegio alguno..." Al terminar el capítulo, San Francisco envió a
algunos frailes a la primera misión entre los infieles de Túnez y
Marruecos, y se reservó para sí la misión entre los sarracenos de Egipto
y Siria. En 1215, durante el Concilio de Letrán, el Papa Inocencio III
había predicado una nueva cruzada, pero tal cruzada se había reducido
simplemente a reforzar el Reino Latino de oriente. Francisco quería
blandir la espada de Dios. San Francisco se fue a Tierra Santa a
visitar en devota peregrinación los Santos Lugares donde Jesús nació,
vivió y murió: Belén, Nazaret, Jerusalén, etc. En recuerdo de esta
piadosa visita suya, los franciscanos están encargados desde hace siglos
de custodiar los Santos Lugares de Tierra Santa.
Misionero ante el SultánEn
junio de 1219, se embarcó en Ancona con 12 frailes. La nave los condujo
a Damieta, en la desembocadura del Nilo. Los cruzados habían puesto
sitio a la ciudad, y Francisco sufrió mucho al ver el egoísmo y las
costumbres disolutas de los soldados de la cruz. Consumido por el celo
de la salvación de los sarracenos, decidió pasar al campo del enemigo,
por más que los cruzados le dijeron que la cabeza de los cristianos
estaba puesta a precio. Habiendo conseguido la autorización del delegado
pontificio, Francisco y el hermano Iluminado se aproximaron al campo
enemigo, gritando: "¡Sultán, Sultán!". Cuando los condujeron a la
presencia de Malek-al-Kamil, Francisco declaró osadamente: "No son los
hombres quienes me han enviado, sino Dios todopoderoso.
Vengo a
mostrarles, a ti y a tu pueblo, el camino de la salvación; vengo a
anunciarles las verdades del Evangelio". El Sultán quedó impresionado y
rogó a Francisco que permaneciese con él. El santo replicó: "Si tú y tu
pueblo estáis dispuestos a oír la palabra de Dios, con gusto me quedaré
con vosotros. Y si todavía vaciláis entre Cristo y Mahoma, manda
encender una hoguera; yo entraré en ella con vuestros sacerdotes y así
veréis cuál es la verdadera fe". El Sultán contestó que probablemente
ninguno de los sacerdotes querría meterse en la hoguera y que no podía
someterlos a esa prueba para no soliviantar al pueblo. Cuentan que el
Sultán llegó a decir: "Si todos los cristianos fueran como él, entonces
valdría la pena ser cristiano". Pero el Sultán, Malek-al-Kamil, mandó a
Francisco que volviese al campo de los cristianos. Desalentado al ver
el reducido éxito de su predicación entre los sarracenos y entre los
cristianos, el Santo pasó a visitar los Santos Lugares. Ahí recibió una
carta en la que sus hermanos le pedían urgentemente que retornase a
Italia.
La crisis del acomodamiento lleva a clarificar la reglaDurante
la ausencia de Francisco, sus dos vicarios, Mateo de Narni y Gregorio
de Nápoles, habían introducido ciertas innovaciones que tendían a
uniformar a los frailes menores con las otras órdenes religiosas y a
encuadrar el espíritu franciscano en el rígido esquema de la observancia
monástica y de las reglas ascéticas. Las religiosas de San Damián
tenían ya una constitución propia, redactada por el cardenal Ugolino
sobre la base de la regla de San Benito. Al llegar a Bolonia, Francisco
tuvo la desagradable sorpresa de encontrar a sus hermanos hospedados en
un espléndido convento. El Santo se negó a poner los pies en él y vivió
con los frailes predicadores. Enseguida mandó llamar al guardián del
convento franciscano, le reprendió severamente y le ordenó que los
frailes abandonasen la casa.
Tales acontecimientos tenían a los
ojos del Santo las proporciones de una verdadera traición: se trataba de
una crisis de la que tendría que salir la Orden sublimada o destruida.
San Francisco se trasladó a Roma donde consiguió que Honorio III
nombrase al cardenal Ugolino protector y consejero de los franciscanos,
ya que el purpurado había depositado una fe ciega en el fundador y
poseía una gran experiencia en los asuntos de la Iglesia. Al mismo
tiempo, Francisco se entregó ardientemente a la tarea de revisar la
regla, para lo que convocó a un nuevo capítulo general que se reunió en
la Porciúncula en 1221. El Santo presentó a los delegados la regla
revisada. Lo que se refería a la pobreza, la humildad y la libertad
evangélica, características de la Orden, quedaba intacto. Ello
constituía una especie de reto del fundador a los disidentes y
legalistas que, por debajo del agua, tramaban una verdadera revolución
del espíritu franciscano. El jefe de la oposición era el hermano Elías
de Cortona. El fundador había renunciado a la dirección de la Orden, de
suerte que su vicario, fray Elías, era prácticamente el ministro
general. Sin embargo, no se atrevió a oponerse al fundador, a quien
respetaba sinceramente. En realidad, la Orden era ya demasiado grande,
como lo dijo el propio San Francisco: "Si hubiese menos frailes menores,
el mundo los vería menos y desearía que fuesen más."
Al cabo de
dos años, durante los cuales hubo de luchar contra la corriente cada vez
más fuerte que tendía a desarrollar la orden en una dirección que él no
había previsto y que le parecía comprometer el espíritu franciscano, el
Santo emprendió una nueva revisión de la regla. Después la comunicó al
hermano Elías para que éste la pasase a los ministros, pero el documento
se extravió y el Santo hubo de dictar nuevamente la revisión al hermano
León, en medio del clamor de los frailes que afirmaban que la
prohibición de poseer bienes en común era impracticable.
La
regla, tal como fue aprobada por Honorio III en 1223, representaba
sustancialmente el espíritu y el modo de vida por el que había luchado
San Francisco desde el momento en que se despojó de sus ricos vestidos
ante el obispo de Asís.
La Tercera OrdenUnos
dos años antes, San Francisco y el cardenal Ugolino habían redactado
una regla para la cofradía de laicos que se habían asociado a los
frailes menores y que correspondía a lo que actualmente llamamos Tercera
Orden, fincada en el espíritu de la "Carta a todos los cristianos", que
Francisco había escrito en los primeros años de su conversión. La
cofradía, formada por laicos entregados a la penitencia, que llevaban
una vida muy diferente de la que se acostumbraba entonces, llegó a ser
una gran fuerza religiosa en la Edad Media. En el derecho canónico
actual, los terciarios de las diversas órdenes gozan todavía de un
estatuto específicamente diferente del de los miembros de las cofradías y
congregaciones marianas.
La representación del Nacimiento de JesúsSan
Francisco pasó la Navidad de 1223 en Grecehio, en el valle de Rieti.
Con tal ocasión, había dicho a su amigo, Juan da Vellita: "Quisiera
hacer una especie de representación viviente del nacimiento de Jesús en
Belén, para presenciar, por decirlo así, con los ojos del cuerpo la
humildad de la Encarnación y verle recostado en el pesebre entre el buey
y el asno". En efecto, el Santo construyó entonces en la ermita una
especie de cueva y los campesinos de los alrededores asistieron a la
misa de medianoche, en la que Francisco actuó como diácono y predicó
sobre el misterio de la Natividad. Se le atribuye haber comenzado en
aquella ocasión la tradición del "belén" o "nacimiento". Nos dice Tomás
Celano en su biografía del Santo: "La Encarnación era un componente
clave en la espiritualidad de Francisco. Quería celebrar la Encarnación
en forma especial. Quería hacer algo que ayudase a la gente a recordar
al Cristo Niño y cómo nació en Belén".
San Francisco permaneció
varios meses en el retiro de Grecehio, consagrado a la oración, pero
ocultó celosamente a los ojos de los hombres las gracias especialísimas
que Dios le comunicó en la contemplación. El hermano León, que era su
secretario y confesor, afirmó que le había visto varias veces durante la
oración elevarse tan alto sobre el suelo, que apenas podía alcanzarle
los pies y, en ciertas ocasiones, ni siquiera eso.
Los EstigmasAlrededor
de la fiesta de la Asunción de 1224, el Santo se retiró a Monte
Alvernia y se construyó ahí una pequeña celda. Llevó consigo al hermano
León, pero prohibió que fuese alguien a visitarle hasta después de la
fiesta de San Miguel. Ahí fue donde tuvo lugar, alrededor del día de la
Santa Cruz de 1224, el milagro de los estigmas, del que hablamos el 17
de septiembre. Francisco trató de ocultar a los ojos de los hombres las
señales de la Pasión del Señor que tenía impresas en el cuerpo; por
ello, a partir de entonces llevaba siempre las manos dentro de las
mangas del hábito y usaba medias y zapatos.
Sin embargo, deseando
el consejo de sus hermanos, comunicó lo sucedido al hermano Iluminado y
a algunos otros, pero añadió que le habían sido reveladas ciertas cosas
que jamás descubriría a hombre alguno sobre la tierra.
En cierta
ocasión en que se hallaba enfermo, alguien propuso que se le leyese un
libro para distraerle. El Santo respondió: "Nada me consuela tanto como
la contemplación de la vida y Pasión del Señor. Aunque hubiese de vivir
hasta el fin del mundo, con ese solo libro me bastaría". Francisco se
había enamorado de la santa pobreza, mientras contemplaba a Cristo
crucificado y meditaba en la nueva crucifixión que sufría en la persona
de los pobres.
El santo no despreciaba la ciencia, pero no la
deseaba para sus discípulos. Los estudios sólo tenían razón de ser como
medios para un fin y sólo podían aprovechar a los frailes menores, si no
les impedían consagrar a la oración un tiempo todavía más largo y si
les enseñaban más bien, a predicarse a sí mismos que a hablar a otros.
Francisco aborrecía los estudios que alimentaban más la vanidad que la
piedad, porque entibiaban la caridad y secaban el corazón. Sobre todo,
temía que la señora Ciencia se convirtiese en rival de la dama Pobreza.
Viendo con cuánta ansiedad acudían a las escuelas y buscaban los libros
sus hermanos, Francisco exclamó en cierta ocasión: "Impulsados por el
mal espíritu, mis pobres hermanos acabarán por abandonar el camino de la
sencillez y de la pobreza".
En sus escritos, esto es lo que el
Santo nos dejó dicho sobre la vigilancia del corazón: “Cuidémonos mucho
de la malicia y astucia de Satanás, el cual quiere que el hombre no
tenga su mente y su corazón dirigidos a Dios. Y anda dando vueltas
buscando adueñarse del corazón del hombre y, bajo la apariencia de
alguna recompensa o ayuda, ahogar en su memoria la palabra y los
preceptos del Señor, e intenta cegar el corazón del hombre mediante las
actividades y preocupaciones mundanas, y fijar allí su morada”.
Antes
de salir de Monte Alvernia, el Santo compuso el "Himno de alabanza al
Altísimo". Poco después de la fiesta de San Miguel bajó finalmente al
valle, marcado por los estigmas de la Pasión y curó a los enfermos que
le salieron al paso.
La hermana MuerteLas
calientísimas arenas del desierto de Egipto afectaron la vista de
Francisco hasta el punto de estar casi completamente ciego. Los dos
últimos años de la vida de Francisco fueron de grandes sufrimientos que
parecía que la copa se había llenado y rebalsado. Fuertes dolores debido
al deterioro de muchos de sus órganos (estómago, hígado y el bazo),
consecuencias de la malaria contraida en Egipto. En los más terribles
dolores, Francisco ofrecía a Dios todo como penitencia, pues se
consideraba gran pecador y para la salvación de las almas. Era durante
su enfermedad y dolor donde sentía la mayor necesidad de cantar.
Su
salud iba empeorando, los estigmas le hacían sufrir y le debilitaban, y
casi había perdido la vista. En el verano de 1225 estuvo tan enfermo,
que el cardenal Ugolino y el hermano Elías le obligaron a ponerse en
manos del médico del Papa en Rieti. El Santo obedeció con sencillez. De
camino a Rieti fue a visitar a Santa Clara en el convento de San Damián.
Ahí, en medio de los más agudos sufrimientos físicos, escribió el
"Cántico del hermano Sol" y lo adaptó a una tonada popular para que sus
hermanos pudiesen cantarlo.
Después se trasladó a Monte
Rainerio, donde se sometió al tratamiento brutal que el médico le había
prescrito, pero la mejoría que ello le produjo fue sólo momentánea. Sus
hermanos le llevaron entonces a Siena a consultar a otros médicos, pero
para entonces el Santo estaba moribundo. En el testamento que dictó para
sus frailes, les recomendaba la caridad fraterna, los exhortaba a amar y
observar la santa pobreza, y a amar y honrar a la Iglesia. Poco antes
de su muerte, dictó un nuevo testamento para recomendar a sus hermanos
que observasen fielmente la regla y trabajasen manualmente, no por el
deseo de lucro, sino para evitar la ociosidad y dar buen ejemplo. "Si no
nos pagan nuestro trabajo, acudamos a la mesa del Señor, pidiendo
limosna de puerta en puerta".
Cuando Francisco volvió a Asís, el
Obispo le hospedó en su propia casa. Francisco rogó a los médicos que
le dijesen la verdad, y éstos confesaron que sólo le quedaban unas
cuantas semanas de vida. "¡Bienvenida, hermana Muerte!", exclamó el
Santo y acto seguido, pidió que le trasportasen a la Porciúncula. Por el
camino, cuando la comitiva se hallaba en la cumbre de una colina, desde
la que se dominaba el panorama de Asís, pidió a los que portaban la
camilla que se detuviesen un momento y entonces volvió sus ojos ciegos
en dirección a la ciudad e imploró las bendiciones de Dios para ella y
sus habitantes.
Después mandó a los camilleros que se
apresurasen a llevarle a la Porciúncula. Cuando sintió que la muerte se
aproximaba, Francisco envió a un mensajero a Roma para llamar a la noble
dama Giacoma di Settesoli, que había sido su protectora, para rogarle
que trajese consigo algunos cirios y un sayal para amortajarle, así como
una porción de un pastel que le gustaba mucho.
Felizmente,
la dama llegó a la Porciúncula antes de que el mensajero partiese.
Francisco exclamó: "¡Bendito sea Dios que nos ha enviado a nuestra
hermana Giacoma! La regla que prohibe la entrada a las mujeres no afecta
a nuestra hermana Giacoma. Decidle que entre". El Santo envió un
último mensaje a Santa Clara y a sus religiosas, y pidió a sus hermanos
que entonasen los versos del "Cántico del Sol" en los que alaba a la
muerte. Enseguida rogó que le trajesen un pan y lo repartió entre los
presentes en señal de paz y de amor fraternal diciendo: "Yo he hecho
cuanto estaba de mi parte, que Cristo os enseñe a hacer lo que está de
la vuestra”. Sus hermanos le tendieron por tierra y le cubrieron con un
viejo hábito. Francisco exhortó a sus hermanos al amor de Dios, de la
pobreza y del Evangelio, "por encima de todas las reglas", y bendijo a
todos sus discípulos, tanto a los presentes como a los ausentes. Murió
el 3 de octubre de 1226, después de escuchar la lectura de la Pasión
del Señor según San Juan. Francisco había pedido que le sepultasen en el
cementerio de los criminales de Colle d'lnferno. En vez de hacerlo así,
sus hermanos llevaron al día siguiente el cadáver en solemne procesión a
la iglesia de San Jorge, en Asís. Ahí estuvo depositado hasta dos años
después de la canonización. En 1230, fue secretamente trasladado a la
gran basílica construida por el hermano Elías.
El cadáver
desapareció de la vista de los hombres durante seis siglos, hasta que en
1818, tras 52 días de búsqueda, fue descubierto bajo el altar mayor, a
varios metros de profundidad. El Santo no tenía más que 44 o 45 años al
morir. No podemos relatar aquí ni siquiera en resumen, la azarosa y
brillante historia de la Orden que fundó. Digamos simplemente que sus
tres ramas: la de los frailes menores, la de los frailes menores
capuchinos y la de los frailes menores conventuales forman el instituto
religioso más numeroso que existe actualmente en la Iglesia. Y, según la
opinión del historiador David Knowles, al fundar ese instituto, San
Francisco "contribuyó más que nadie a salvar a la Iglesia de la
decadencia y el desorden en que había caído durante la Edad Media".
¡San Francisco de Asís: pídele a Jesús que lo amemos tan intensamente como lo lograste amar tú!
La Porciúncula, en la Basílica de Nuestra Señora de los ÁngelesLa
Porciúncula es un pueblo y a la misma vez una iglesia localizada
aproximadamente a tres-cuartos de milla de la ciudad de Asís en Italia.
El pueblo ha progresado alrededor de la Basílica de Nuestra Señora de
los Ángeles. Fue precisamente en esta Basílica que San Francisco de Asís
recibió su vocación en el año 1208. San Francisco vivió la mayor parte
de su vida en este lugar. En el año 1211, San Francisco logró una
estadía permanente en este pueblo cerca de Asís, gracias a la
generosidad de los Benedictinos, los cuales le donaron la pequeña
capilla de Santa María de los Ángeles o la Porciúncula, considerada como
“una pequeña parte” de esas tierras.
Un día mientras San
Francisco estaba arrodillado en la capilla de San Damián, sintió que
Cristo le habló desde el crucifijo y le dijo: “Reconstruye mi Iglesia
que esta en ruinas.” El se tomó estas palabras literalmente y empezó a
reconstruir varias Iglesias. No fue hasta un tiempo después que San
Francisco comprendió que el mensaje principal de Cristo era que
construyera y fortaleciera espiritualmente la Iglesia de Cristo. Así fue
que el Santo comenzó a trabajar en la restauración de las iglesias de
San Damián, San Pedro Della Spina y Santa Maria de los Ángeles o de la
Porciúncula.
Al lado del humilde santuario de la Porciúncula, fue
edificado el primer convento Franciscano, con la construcción de unas
cuantas pequeñas chozas o celdas de paja y barro, cercadas con un seto.
Este acuerdo fue el comienzo de la Orden Franciscana. La Porciúncula fue
también el lugar donde San Francisco recibió los votos de Santa Clara.
El 3 de Octubre de 1226, muere San Francisco, y en su lecho de muerte,
le confía el cuidado y protección de la capilla a sus hermanos.
Un
poco después del año 1290, la capilla, la cual media aproximadamente 22
pies por 13 ½ pies fue ampliamente engrandecida para poder acomodar a
la cantidad de peregrinos que venían a visitarla. Más tarde, los
edificios alrededor del santuario fueron destruidos por orden de Pio V
(1566-72), excepto la celda en la cual murió San Francisco. Luego, estos
fueron reemplazados por una gran Basílica, estilo contemporáneo. El
nuevo edificio fue erigido sobre su celda y sobre la capilla de la
Porciúncula. La Basílica ahora tiene tres naves y un circulo de capillas
que se extienden a lo largo de la longitud de los costados.
La
Basílica forma una cruz latina de 416 pies de largo por 210 pies de
ancho. Un pedazo del altar de la capilla es de la Anunciación, la cual
fue pintada por un sacerdote en el año 1393. Uno todavía puede visitar
la celda donde murió San Francisco. Detrás de la sacristía se encuentra
el sitio donde el santo, durante una tentación se dice, que se revolcó
en un arbusto de brezo, el cual después se convirtió en un rosal sin
espinas. Fue precisamente durante esa misma noche del 2 de Agosto, que
el Santo recibió la “Indulgencia de la Porciúncula.” Hay una
representación del recibimiento de esta indulgencia en la fachada de la
capilla de la Porciúncula.
Se cuenta que una vez, en el año
1216, mientras Francisco estaba en la Porciúncula, en oración y en
contemplación, se le apareció Cristo y le ofreció que le pidiera el
favor que el quisiera. En el centro del corazón de San Francisco siempre
estaba la salvación de las almas. El soñaba en que su amada Porciúncula
fuese un santuario donde muchos se pudieran salvar, entonces le pidió
al Señor que le concediera una indulgencia plenaria ( o sea, una
completa remisión de todas las culpas), para que todos aquellos que
vinieran a visitar la pequeña capilla, una vez que se hubieran
arrepentido de sus pecados y confesado, pudieran obtenerla. Nuestro
Señor accedió a su petición con la condición de que el Papa ratificará
la indulgencia.
San Francisco se fue de inmediato hacia Perugia
con uno de sus hermanos en busca del Papa Honorio III. Este, a pesar de
alguna oposición de la Curia, ante este favor nunca antes escuchado dio
su aprobación a la Indulgencia, limitándola a poder recibirla solamente
una vez al año. Posteriormente, el Papa la confirmó y fijo la fecha del 2
de Agosto como el día para alcanzar esta indulgencia. En Italia, es
comúnmente conocida como “el perdón de Asís” o la “indulgencia de la
Porciúncula”. Este es el recuento tradicional de la historia.
Todos
los fieles católicos pueden alcanzar la indulgencia plenaria el 2 de
Agosto (o en otro día que haya sido declarado o asignado por el
ordinario local para el beneficio de los fieles), bajo las debidas
disposiciones (confesión sacramental, santa comunión, y rezar por las
intenciones del Santo Padre). Estas condiciones pueden cumplirse unos
días antes o después del día en que se gana la indulgencia. También
tienen que visitar la iglesia devotamente y rezar el Padrenuestro y el
Credo. La Indulgencia se aplica a la Catedral de la Diócesis, y a la
co-catedral (si es que existe alguna), aunque no sean parroquiales, y
también las iglesias quasi-parroquiales. Para alcanzar esta indulgencia,
como cualquier indulgencia plenaria, los fieles tienen que estar libres
de cualquier apego al pecado, aún al pecado venial. Donde se desea este
apego, la indulgencia es parcial.
Otros escritos
El Cántico de las Criaturas
EL CÁNTICO DE LAS CRIATURAS
Altísimo y omnipotente buen Señor, tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición.
A ti solo, Altísimo, te convienen y ningún hombre es digno de nombrarte.
Alabado seas, mi Señor, en todas tus criaturas, especialmente en el Señor hermano sol, por quien nos das el día y nos iluminas.
Y es bello y radiante con gran esplendor, de ti, Altísimo, lleva significación.
Alabado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas, en el cielo las formaste claras y preciosas y bellas.
Alabado seas, mi Señor, por el hermano viento y por el aire y la nube y el cielo sereno y todo tiempo, por todos ellos a tus criaturas das sustento.
Alabado seas, mi Señor, por el hermano fuego, por el cual iluminas la noche, y es bello y alegre y vigoroso y fuerte.
Alabado seas, mi Señor,por la hermana nuestra madre tierra,la cual nos sostiene y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas.
Alabado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor, y sufren enfermedad y tribulación; bienaventurados los que las sufran en paz,
porque de ti, Altísimo, coronados serán. Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana muerte corporal, de la cual ningún hombre viviente puede escapar.
Ay de aquellos que mueran en pecado mortal.
Bienaventurados a los que encontrará en tu santísima voluntad porque la muerte segunda no les hará mal.
Alaben y bendigan a mi Señor y denle gracias y sírvanle con gran humildad.
Explicación Esta
bella oración de San Francisco es conocida por varios nombres: Cántico
de las Criaturas, Alabanzas de las Criaturas e Himno de la Hermana
Muerte. Fue escrito en romance umbro (la tierra del santo) y se lo
considera el primer poema en la lengua italiana. Se lo celebró como "el
más bello trozo de poesía religiosa después de los Evangelios" y "la
expresión más completa y lírica del alma y de la espiritualidad de
Francisco". La fecha de su composición es el otoño de 1225, posiblemente
en San Damián. La estrofa sobre el perdón la redactó con ocasión de una
controversia entre el Podestá de Asís, primera autoridad de la ciudad, y
el Obispo, reconciliándolos. Y la última, sobre la hermana muerte, la
compuso en octubre de 1226.
Las
circunstancias físicas en que se hallaba el Pequeñuelo obvian los
comentarios y provocan las conclusiones: desangrado por los estigmas,
casi ciego, enfermo del hígado, desnutrido y afiebrado. Por el
contrario, su vida interior estaba en la mejor salud. Dios había querido
recordar a los hombres la pasión de su Hijo a través del cuerpo del
Pequeñuelo y, como sólo desde la cruz se preludia la alegría de la
Pascua, a la hora de cantar el "aleluya". Ninguno mejor que Francisco.
Lo
cantó por todos, por ti y por mi; por los hombres y los astros; por las
criaturas y las plantas; por toda esta naturaleza que Cristo reconcilió
y pacificó en su cruz. Francisco interpretó el silencioso canto que
toda la creación le tributa a Dios, y la silenciosa melodía que Dios
canta en la creación. Y lo hizo porque ocupaba el último lugar, y así
pudo ser el primero. Porque era el más humilde de los siervos, y esto le
permitió comprender como nadie la grandeza de su Señor.
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Saludo de San Francisco de Asís a La Virgen María.
¡Salve, Señora, santa Reina, santa Madre de Dios, María, virgen convertida en templo, y elegida por el santísimo Padre del cielo, consagrada por El con su santísimo Hijo amado y el Espíritu Santo Paráclito; que tuvo y tiene toda la plenitud de la gracia y todo bien!
¡Salve, palacio de Dios! Salve, tabernáculo de Dios! ¡Salve, casa de Dios! ¡Salve, vestidura de Dios! ¡Salve, esclava de Dios! ¡Salve, Madre de Dios! ¡Salve también todas vosotras, santas virtudes, que, por la gracia e iluminación del Espíritu Santo sois infundidas en los corazones de los fieles para hacerlos, de infieles, fieles a Dios!
-San Francisco de Asís |
SAN FRANCISCO tenía un don especial para con las criaturas....
De Florecillas de San Francisco (capítulo XXI), siglo XIV, de autor anónimo.
En
el tiempo en que San Francisco moraba en la ciudad de Gubbio, apareció
en la comarca un grandísimo lobo, terrible y feroz, que no sólo devoraba
los animales, sino también a los hombres; hasta el punto de que tenía
aterrorizados a todos los habitantes, porque muchas veces se acercaba a
la ciudad. Todos iban armados cuando salían de la ciudad, como si fueran
a la guerra; y aun así, quien topaba con él estando solo no podía
defenderse. Era tal el terror, que nadie se aventuraba a salir de la
ciudad. San Francisco, movido a compasión de la gente del pueblo,
quiso salir a enfrentarse con el lobo, desatendiendo los consejos de los
habitantes, que querían a todo trance disuadirle. Y, haciendo la señal
de la cruz, salió fuera del pueblo con sus compañeros, puesta en Dios
toda su confianza. Como los compañeros vacilaran en seguir adelante, San
Francisco se encaminó resueltamente hacia el lugar donde estaba el
lobo. Cuando he aquí que, a la vista de muchos de los habitantes, que
habían seguido en gran número para ver este milagro, el lobo avanzó al
encuentro de San Francisco con la boca abierta; acercándose a él, San
Francisco le hizo la señal de la cruz, lo llamó a sí y le dijo:
— ¡Ven aquí, hermano lobo! Yo te mando, de parte de Cristo, que no hagas daño ni a mí ni a nadie.
¡Cosa
admirable! Apenas trazó la cruz San Francisco, el terrible lobo cerró
la boca, dejó de correr y, obedeciendo la orden, se acercó mansamente,
como un cordero, y se echó a los pies de San Francisco. Entonces, San
Francisco le habló en estos términos:
— Hermano lobo, tú estás
haciendo daño en esta comarca, has causado grandísimos males maltratando
y matando las criaturas de Dios sin su permiso; y no te has contentado
con matar y devorar las bestias, sino que has tenido el atrevimiento de
dar muerte y causar daño a los hombres, hechos a imagen de Dios. Por
todo ello has merecido la horca como ladrón y homicida malvado. Toda la
gente grita y murmura contra ti y toda la ciudad es enemiga tuya. Pero
yo quiero, hermano lobo, hacer las paces entre ti y ellos, de manera que
tú no les ofendas en adelante, y ellos te perdonen toda ofensa pasada, y
dejen de perseguirte hombres y perros.
Ante estas palabras, el
lobo, con el movimiento del cuerpo, de la cola y de las orejas y bajando
la cabeza, manifestaba aceptar y querer cumplir lo que decía San
Francisco. Díjole entonces San Francisco:
— Hermano lobo, puesto
que estás de acuerdo en sellar y mantener esta paz, yo te prometo hacer
que la gente de la ciudad te proporcione continuamente lo que necesitas
mientras vivas, de modo que no pases ya hambre; porque sé muy bien que
por hambre has hecho el mal que has hecho. Pero, una vez que yo te haya
conseguido este favor, quiero, hermano lobo, que tú me prometas que no
harás daño ya a ningún hombre del mundo y a ningún animal. ¿Me lo
prometes?
El lobo, inclinando la cabeza, dio a entender claramente que lo prometía. San Francisco le dijo:
— Hermano lobo, quiero que me des fe de esta promesa, para que yo pueda fiarme de ti plenamente.
Tendióle
San Francisco la mano para recibir la fe, y el lobo levantó la pata
delantera y la puso mansamente sobre la mano de San Francisco, dándole
la señal de fe que le pedía. Luego le dijo San Francisco:
—
Hermano lobo, te mando, en nombre de Jesucristo, que vengas ahora
conmigo sin temor alguno; vamos a concluir esta paz en el nombre de
Dios.
El lobo, obediente, marchó con él como manso cordero, en
medio del asombro de los habitantes. Corrió rápidamente la noticia por
toda la ciudad; y todos, grandes y pequeños, hombres y mujeres, jóvenes y
viejos, fueron acudiendo a la plaza para ver el lobo con San Francisco.
Cuando todo el pueblo se hubo reunido, San Francisco se levantó y les
predicó, diciéndoles, entre otras cosas, cómo Dios permite tales
calamidades por causa de los pecados; y que es mucho más de temer el
fuego del infierno, que ha de durar eternamente para los condenados, que
no la ferocidad de un lobo, que sólo puede matar el cuerpo; y si la
boca de un pequeño animal infunde tanto miedo y terror a tanta gente,
cuánto más de temer no será la boca del infierno.
— Volveos,
pues, a Dios, carísimos, y haced penitencia de vuestros pecados, y Dios
os librará del lobo al presente y del fuego infernal en el futuro.
Terminado el sermón, dijo San Francisco:
—
Escuchad, hermanos míos: el hermano lobo, que está aquí ante vosotros,
me ha prometido y dado su fe de hacer paces con vosotros y de no dañaros
en adelante en cosa alguna si vosotros os comprometéis a darle cada día
lo que necesita. Yo salgo fiador por él de que cumplirá fielmente por
su parte el acuerdo de paz.
Entonces, todo el pueblo, a una voz, prometió alimentarlo continuamente. Y San Francisco dijo al lobo delante de todos:
—
Y tú, hermano lobo, ¿me prometes cumplir para con ellos el acuerdo de
paz, es decir, que no harás daño ni a los hombres, ni a los animales, ni
a criatura alguna? El lobo se arrodilló y bajó la cabeza, manifestando
con gestos mansos del cuerpo, de la cola y de las orejas, en la forma
que podía, su voluntad de cumplir todas las condiciones del acuerdo.
Añadió San Francisco:
—
Hermano lobo, quiero que así como me has dado fe de esta promesa fuera
de las puertas de la ciudad, vuelvas ahora a darme fe delante de todo el
pueblo de que yo no quedaré engañado en la palabra que he dado en
nombre tuyo. Entonces, el lobo, alzando la pata derecha, la puso en la
mano de San Francisco. Este acto y los otros que se han referido
produjeron tanta admiración y alegría en todo el pueblo, así por la
devoción del Santo como por la novedad del milagro y por la paz con el
lobo, que todos comenzaron a clamar al cielo, alabando y bendiciendo a
Dios por haberles enviado a San Francisco, el cual, por sus méritos, los
había librado de la boca de la bestia feroz.
El lobo siguió
viviendo dos años en Gubbio; entraba mansamente en las casas de puerta
en puerta, sin causar mal a nadie y sin recibirlo de ninguno. La gente
lo alimentaba cortésmente, y, aunque iba así por la ciudad y por las
casas, nunca le ladraban los perros. Por fin, al cabo de dos años, el
hermano lobo murió de viejo; los habitantes lo sintieron mucho, ya que,
al verlo andar tan manso por la ciudad, les traía a la memoria la virtud
y la santidad de San Francisco.
El milagro de la ovejita
San
Buenaventura refiere que, cierto día, estando el Santo en el convento
de Nuestra Señora de los Angeles, una persona tuvo a bien regalarle una
ovejita, y la recibió con mucho agradecimiento, porque le complacía ver
en ella la imagen de la mansedumbre.
Después
de recibida, mandó San Francisco a la ovejita que atendiese a las
alabanzas que se tributaban a Dios y no turbase la paz de los religiosos
con sus balidos. El animal, como si hubiese entendido al siervo de
Dios, observaba con fidelidad su mandato pues tan pronto como oía el
canto de las divinas alabanzas en el coro, se aquietaba, y si alguna vez
se metía en la capilla, quedábase inmóbil en un rinconcito sin causar la menor molestia.
Pero
el prodigio era ver cómo después del rezo divino, si se celebraba el
santo Sacrificio de la Misa, al tiempo de elevar el sacerdote la Sagrada
Hostia, la ovejita, sin ser enseñada de nadie, se ponía de pie e
hincaba las rodillas en señal de reverencia a su Señor.
Francisco de Asís
Francisco de Asís |
Representación de San Francisco de Asís, en un fresco de Cimabue en la Basílica de Asís, se cree que es la imagen más fiel del santo |
Santo y fundador |
Nombre |
Giovanni di Bernardone |
Nacimiento |
1181/1182
Asís (Italia) |
Fallecimiento |
3 de octubre de 1226 (44 años)1
Asís (Italia) |
Venerado en |
Iglesia Católica |
Canonización |
16 de julio de 1228, en Asís, por el papa Gregorio IX |
Principal Santuario |
Basílica de San Francisco de Asís (Italia) |
Festividad |
|
Atributos |
estigmas, calavera (en representación no sólo del rechazo de la vida de placer, sino de la "hermana muerte", lobo, aves |
Patronazgo |
animales, medio ambiente, comerciantes (en particular fabricantes de telas, sastres y tejedores), belenismo, Italia, Filipinas, Quito (Ecuador), Meycauayan (Filipinas), Arribeños (Argentina), Telchac Pueblo (México) |
Francisco de Asís (en italiano Francesco d’Assisi) ( Asís, 1181/ 11824 – ibídem, 3 de octubre de 1226) 1 , santo italiano, que fue diácono, fundador de la Orden Franciscana y de una segunda orden conocida como Hermanas Clarisas, ambas surgidas bajo la autoridad de la Iglesia Católica en la Edad Media, al contrario de otras hermandades —como los cátaros— que fueron consideradas herejes.
De ser hijo de un rico comerciante de la ciudad en su juventud, pasó a
vivir bajo la más estricta pobreza y observancia de los Evangelios. En Egipto, intentó infructuosamente la conversión de musulmanes al cristianismo.
Su vida religiosa fue austera y simple, por lo que animaba a sus
seguidores a hacerlo de igual manera. Tal forma de vivir no fue aceptada
por algunos de los nuevos miembros de la orden mientras ésta crecía;
aun así, Francisco no fue reticente a una reorganización. Es el primer
caso conocido en la historia de estigmatizaciones visibles y externas. 5 Fue canonizado por la Iglesia Católica en 1228, y su festividad se celebra el 4 de octubre. 2 3 Es conocido también como il poverello d'Assisi («el pobrecillo de Asís», en italiano).
Contexto histórico
En el siglo XII se concretaron cambios fundamentales en la sociedad de la época: el comienzo de las Cruzadas y el incremento demográfico, entre otros motivos, influyeron en el incremento del comercio y el desarrollo de las ciudades. La economía seguía teniendo su base fundamental en el campo dominado por el modo de producción feudal, pero los excedentes de su producción se canalizaban con mayor dinamismo que en la Alta Edad Media. Aunque todavía no se estaba produciendo una clara transición del feudalismo al capitalismo
y los estamentos privilegiados (nobleza y clero) seguían siendo los
dominantes, como lo fueron hasta la Edad Contemporánea, los burgueses
(artesanos, mercaderes, profesionales liberales y hombres de negocios)
comenzaban a tener posibilidades de ascenso social. La Iglesia,
protagonista de ese tiempo, también se vio influida por la nueva
riqueza: no eran pocas las críticas a algunos de sus ministros que se
preocupaban más por el crecimiento patrimonial y sus relaciones
políticas de conveniencia.
Debido a ello, diversos movimientos religiosos surgieron en rechazo a
la creciente opulencia de la jerarquía eclesiástica en esa época, o se
dedicaron a vivir más de acuerdo con los postulados de una vida pobre y
evangélica. 6
Algunos de ellos medraron afuera de la institución y vivieron a su
manera; tales movimientos fueron condenados hasta el punto de
considerarlos herejes. Los cátaros, por ejemplo, predicaban entre otras cosas el rechazo a los sacramentos, las imágenes y la cruz. 7 Otras organizaciones como la creada por San Francisco de Asís y Santo Domingo de Guzmán,
por el contrario, nacieron bajo sumisión a la autoridad católica y
fueron conocidas con el nombre genérico de "los monjes mendicantes".
Este movimiento logró que la mayoría de la Iglesia se alejase de la
opulencia, vicio que tornaría en el siglo XIV.
Infancia y juventud
Francisco de Asís nació bajo el nombre de Giovanni. Sus padres fueron Pietro Bernardone dei Moriconi y Donna Pica Bourlemont, provenzal; tuvo al menos un hermano más, de nombre Angelo. 8 Su padre era un próspero comerciante de telas que formaba parte de la burguesía de Asís y que viajaba constantemente a Francia a las ferias locales. Entre algunas versiones, fue la afición a esta tierra por lo que su padre lo apodó después como Francesco o el francesito;
también es probable que el pequeño fuera conocido más adelante de este
modo por su afición a la lengua francesa y los cantos de los trovadores. 9
Francisco recibió la educación regular de la época, en la que aprendió latín.
De joven se caracterizó por su vida despreocupada: no tenía reparos en
hacer gastos cuando andaba en compañía de sus amigos, en sus correrías
periódicas, ni en dar pródigas limosnas; 10 como cualquier hijo de un potentado tenía ambiciones de ser exitoso.
En sus años juveniles la ciudad ya estaba envuelta en conflictos para reclamar su autonomía del Sacro Imperio. En 1197 lograron quitarse la autoridad germánica, pero desde 1201 se enfrascaron en otra guerra contra Perugia, apoyada por los nobles desterrados de Asís. En la batalla de Ponte San Giovanni, en noviembre de 1202, Francisco fue hecho prisionero y estuvo cautivo por lo menos un año. 11
Desde 1198 el pontificado se hallaba en conflicto con el Imperio, y Francisco formó parte del ejército papal bajo las órdenes de Gualterio de Brienne contra los germanos. 12
Estatua de San Francisco en Asís que lo representa regresando a la ciudad tras abandonar la guerra.
La renuncia a los bienes terrenales, según Giotto.
De acuerdo con los relatos, fue en un viaje a Apulia ( 1205) 12
mientras marchaba a pelear, cuando durante la noche escuchó una voz que
le recomendaba regresar a Asís. Así lo hizo y volvió ante la sorpresa
de quienes lo vieron, siempre jovial pero envuelto ahora en meditaciones
solitarias.
Empezó a mostrar una conducta de desapego a lo terrenal. Un día en
que se mostró en un estado de quietud y paz sus amigos le preguntaron si
estaba pensando en casarse, a lo que él respondió: Estais en lo
correcto, pienso casarme, y la mujer con la que pienso comprometerme es
tan noble, tan rica, tan buena, que ninguno de vosotros visteis otra
igual.13
Hasta ese momento todavía no sabía él mismo exactamente el camino que
había de tomar de ahí en adelante; fue después de reflexiones y
oraciones que supo que la dama a quien se refería era la Pobreza.
El punto culminante de su transformación se dio cuando convivió con los leprosos, a quienes tiempo antes le parecía extremadamente amargo mirar. 14 Se dedicó después a la reconstrucción de la capilla de San Damián. Según los relatos, lo hizo después de haber visto al crucifijo de esta iglesia decirle: Francisco, vete y repara mi iglesia, que se está cayendo en ruinas. 15 Entonces decidió vender el caballo y las mercancías de su padre en Foligno, regresó a San Damián con lo ganado y se lo ofreció al sacerdote, pero este lo rechazó.
Su padre, al darse cuenta de la conducta de su hijo, fue enojado en
su búsqueda, pero Francisco estaba escondido y no lo halló. Un mes
después fue él mismo el que decidió encarar a su padre. En el camino a
su casa, las personas con que se encontró lo recibieron mal y,
creyéndolo un lunático, le lanzaron piedras y lodo.
Francisco ante las autoridades eclesiales
Su padre le reprendió severamente, tanto que lo encadenó y lo encerró en un calabozo. 16
Al ausentarse el airado padre por los negocios, la madre lo libró de
las cadenas. Cuando regresó, fue ella quien recibió las reprimendas del
señor de la casa, y fue otra vez en búsqueda del muchacho a San Damián, pero Francisco se plantó con calma y le reafirmó que enfrentaría cualquier cosa por amor a Cristo. Pedro Bernardone, más preocupado por lo perdido de su patrimonio, 16
acudió a las autoridades civiles a forzarlo a presentarse, pero el
joven rehusó hacerlo con el argumento de no pertenecer ya a la
jurisdicción civil, por lo que las autoridades dejaron el caso en manos
de la Iglesia.
Francisco se sometió al llamado de la autoridad eclesial. Ante el requerimiento de devolver el dinero frente a su padre y al obispo
de Asís, de nombre Guido, no sólo lo hizo, sino que se despojó de todas
sus vestimentas ante los jueces, proclamando a Dios desde ese momento
como su verdadero Padre. Ante esto, el obispo lo abrazó y le envolvió
con su manto. 17
Comienzos de la orden
No se sabe con certeza cuántas iglesias en ruinas o deterioradas
reconstruyó; entre ellas, a la que más estima tenía era la capilla de la
Porciúncula (“la partecita”, llamada así porque estaba junto a una construcción mayor).
Allí fue donde recibió la revelación definitiva de su misión, probablemente el 24 de febrero de 1208, 18 cuando escuchó estas palabras del evangelio: No lleven monedero, ni bolsón, ni sandalias, ni se detengan a visitar a conocidos... ( Lc., 10). 19
Así, cambió su afán de reconstruir las iglesias por la vida austera y
la prédica del Evangelio. Después de someterse a las burlas de quienes
lo veían vestido casi de trapos, ahora su mensaje era escuchado con
atención, y al contrario de otros grupos reformadores de la época, el
suyo no era un mensaje de descalificaciones ni anatemas.
En unos meses sus discípulos eran once: Bernardo di Quintavalle,
Pedro Catani, Gil, Morico, Bárbaro, Sabatino, Bernardo Vigilante, Juan
de San Constanzo, Angelo Tancredo, Felipe y Giovanni de la Capella. 20
Bajo la pobreza que Francisco predicaba y pedía, los frailes hacían
sus labores diarias atendiendo leprosos, empleándose en faenas humildes
para los monasterios y casas particulares, y trabajando para granjeros.
Pero las necesidades cotidianas hacían la colecta de limosna inevitable,
labor que Francisco alentaba con alegría por haber elegido el camino de
la pobreza. Comenzó también la expansión del mensaje evangélico, y para
ello los estimuló a viajar de dos en dos. 21
Audiencia ante el Papa para la aprobación de la regla
Francisco de Asís en la pintura de Francisco Zurbarán.
Hacia abril o mayo de 1209, 22 Francisco se decidió a presentarse ante el papa Inocencio III, para que le aprobara la primera regla de la Orden. Con ese fin, él y sus acompañantes emprendieron el viaje a Roma.
Fue bajo la intervención del obispo Guido de Asís como pudo tener audiencia con el Papa. Éste y ciertos cardenales
objetaban el programa franciscano por el peligro de crear otra
organización nueva, debido a los movimientos anticlericales de la época y
a la falta de una mínima base material de la orden; pero bajo la
influencia del cardenal Juan de San Pablo y su apoyo, Francisco pudo
tener una nueva audiencia para que se considerara la aprobación de su
hermandad de pobres.
El Papa por fin aprobó la regla verbalmente, al convencerse de que la
ayuda de un hombre como Francisco reforzaría la imagen de la Iglesia
con su prédica y su práctica del Evangelio. No se conoce el contenido de
esta primera regla. 23 Fue por esta época (seis años después de su conversión según Celano) 24 cuando fundó, junto a Clara de Asís, la llamada segunda orden.
Rivo Torto
Camino de vuelta a Asís, él y sus acompañantes se ubicaron en un lugar llamado Rivo Torto, donde consolidaron sus principios de vivir en la pobreza, conviviendo entre los campesinos locales y atendiendo a leprosos; desde entonces se hacían llamar a sí mismos Hermanos Menores o Frailes Menores (el nombre fundacional de la congregación es Ordinis Fratrorum Minorum, abreviado O.F.M.).
Después de la estadía en Rivo Torto, buscó una sede para su orden;
para ello pidió la ayuda del obispo Guido, pero no consiguió respuesta
favorable. Fue un abad benedictino del Monte Subasio quien le ofreció la capilla de la Porciúncula y un terreno adyacente (propiamente la partecita, la porcioncita). Francisco aceptó, pero no como un regalo, sino que pagaba como renta canastas con peces. 25
Crecimiento y expansión
Francisco dando un sermón a las aves según fresco en la Basílica dedicada al santo.
Dentro del ánimo de la época de los viajes hacia el Este, hizo un intento de ir a Siria para la expansión del Evangelio en la tierra de los llamados « infieles». Esto sucedió probablemente a finales del año 1212 y nuevamente dos años más tarde, pero ambas empresas se frustraron. 26
Antes de 1215 el número de frailes se había incrementado, no sólo en Italia sino en el sur de Francia y en los reinos de España. Viajaban los franciscanos de dos en dos y convivían con la gente común; además, establecían ermitas en las afueras de las ciudades. 27
Concilio de Letrán
Durante el Concilio de Letrán de 1215, la organización adquirió un fuerte estatus legal; en ese año se decretó que toda nueva orden debía adoptar la Regla de San Benito o la de San Agustín. Para los Frailes Menores
no hubo necesidad de esto, por haber sido aceptados seis años antes
(aunque de palabra y no oficialmente). En este concilio el Papa Inocencio III tomó la letra Tau como símbolo de conversión y señal de la cruz; 28 de ahí en adelante el poverello fue devoto de este símbolo. 29
En esa época, el cardenal Hugolino les ofreció a él y a Domingo de Guzmán la posibilidad de formar cardenales de las filas de sus órdenes. Francisco, según las crónicas de Tomás de Celano, acorde con sus principios respondió: « Eminencia:
mis hermanos son llamados frailes menores, y ellos no intentan
convertirse en mayores. Su vocación les enseña a permanecer siempre en
condición humilde. Mantenedlos así, aún en contra de su voluntad, si
Vuestra Eminencia los considera útiles para la Iglesia. Y nunca, os lo
ruego, les permitáis convertirse en prelados.» 30
Indulgencia en la Porciúncula
Bajo el pontificado de Honorio III en 1216, se promovió la indulgencia
plenaria a favor de todo aquel que visitara la iglesia de Santa María
de los Ángeles de Porciúncula. Obtuvo Francisco esa gracia del Papa para
que la peregrinación se realizara una vez al año, pero bajo fuerte
oposición, puesto que pocos lugares podían disfrutar de tan alto
privilegio. 31
Desde el año 121732 organizó capítulos en el que los Frailes Menores
se reunían para intercambiar experiencias; para la organización
apropiada de los territorios en que los frailes se habían dispersado,
organizó también provincias de evangelización. 33
Viaje a Oriente
Hacia el capítulo de 1219, la orden tuvo sus primeras disensiones respecto de las normas de pobreza dictadas por Francisco. Algunos persuadieron al cardenal Hugolino para que hablara con él, a fin de que la orden fuera dirigida por hermanos «más sabios» 34 y de acuerdo con reglas como la de San Benito, a lo que el poverello se opuso recalcando la forma de vida de humildad y simplicidad. 34 La innovación que brotó de este encuentro fue la organización de misiones a las llamadas « tierras paganas».
En 1219 se embarcó hacia el oriente, pasando por Chipre, San Juan de Acre y Damieta en el delta del Nilo, donde los cruzados estaban bajo la orden del duque Leopoldo VI de Austria.
Allí, Francisco los previno de que había sido alertado por Dios de que
no realizaran ningún ataque; ante sus palabras, los soldados se burlaron
de él. El resultado de la siguiente batalla fue un desastre para los
cruzados. 35 Continuó su estadía y el aprecio hacia su persona crecía, incluso algunos caballeros abandonaron las armas para convertirse en frailes menores. 36
Frente al sultán de Egipto
Tomó como misión la conversión de los musulmanes. Para ello se acompañó del hermano Illuminato para adentrarse en esas tierras; al encontrarse con los primeros soldados sarracenos fue golpeado, pero inmediatamente pidió ser llevado ante el Sultán, que entonces era al-Malik al-Kamil.
Según las crónicas de Buenaventura, el poverello,
en su afán de convertirlo al cristianismo, invitó a los ministros
religiosos musulmanes a entrar con él en una gran fogata, para así
demostrar qué religión era la verdadera; los mulás
rehuyeron la propuesta. Francisco ofreció entrar solo y retó al Sultán a
que, si salía ileso, se convertiría al cristianismo e incitaría a su
pueblo a hacerlo; el príncipe rechazó también esa posibilidad. Al final,
sus pretensiones se frustraron. 37 Tiempo después obtuvo del sultán al-Mu'azzam de Damasco, hermano de al-Malik, permiso sólo para visitar Siria y Tierra Santa. 38
Crisis y reorganización
La orden, durante su ausencia, sufrió una crisis: hubo disensiones,
falta de organización y desacuerdos con la ruda vida diaria. El rumor de
la muerte de Francisco en el Oriente dio pie a implantar reformas,
entre ellas ciertas medidas disciplinarias, ayunos e incluso la
institución de una casa de estudio en Bolonia;
muchos consideraron estos cambios contrarios a la idea original del
fundador. Enterado de estos sucesos, Francisco fue ante el Papa Honorio III y le rogó que designara al cardenal Hugolino para reorganizar la orden. 39
La nuevas disposiciones tuvieron un nuevo Ministro General, Elias Bombarone, y una nueva regla, la de 1221
(Regla no bulada) que entre otros temas trató el año de noviciado, la
prohibición del vagabundeo y de la desobediencia ante órdenes contrarias
a los principios franciscanos. 40
La tercera orden
Ante el incremento de las vocaciones y el peligro de inclusión de gente de dudosa vocación espiritual, nació la llamada Tercera Orden, para permitir a hombres y mujeres laicos vivir el evangelio tras la huellas de Francisco. Obtuvo su estatus legal en 1221
también con la ayuda del cardenal Hugolino. Es en posteriores escritos
como se rescata su contenido, porque el original se perdió. Consistía de
trece capítulos en los que se reglamentaba la santificación personal de
los terciarios, su vida social y la organización de la nueva
fraternidad. 41
Bajo influencia nuevamente de este cardenal, la orden reabrió el
convento de Bolonia para el estudio, a pesar de la convicción de
Francisco de la primacía de la oración y la prédica de los Evangelios
por sobre la educación formal. 42
La regla definitiva
Bajo la insistencia de ministros de la orden, fue obligado a redactar
una nueva regla, ya que ciertos opositores a la entonces vigente
consideraban que le faltaba consistencia y definición, y que eso le
impedía obtener una definitiva aprobación del Papado. Nuevamente aceptó
las exigencias. Para ello se retiró dos veces a la ermita de Fonte
Colombo cerca de Rieti, a redactar una definitiva regla bajo ayuno y oración. 43 El 29 de noviembre de 1223, con otra participación del cardenal Hugolino, la regla tuvo su forma definitiva 44 y fue aprobada por el Papa Honorio III.
Navidad en Greccio
Terminada la labor de aprobación de la regla definitiva, Francisco decidió retornar a Umbría. Debido a la cercanía de la Navidad, a la que él tenía especial aprecio, quiso celebrarla de manera particular ese año de 1223;
para ello convidó a un noble de la ciudad de Greccio, de nombre Juan, a
festejar el nacimiento de Jesucristo en una loma rodeada de árboles y
llena de cuevas de un terreno de su propiedad.
Pretendió que la celebración se asemejara lo más posible a la natividad de Jesús, y montó un pesebre con animales y heno; pobladores y frailes de los alrededores acudieron a la misa en procesión. Allí el poverello asistió como diácono y predicó un sermón. Aunque no fue la primera celebración de este tipo, es considerada un importante evento religioso, una fiesta única. 45
Los estigmas
La estigmatización según un fresco en la Basílica de San Francisco.
Francisco asistió en junio de 1224
a lo que fue su último capítulo general de la orden. Hacia principios
de agosto resolvió hacer un viaje a un lugar aislado llamado Monte
Alvernia, a unos 160 kilómetros al norte de Asís; escogió para este
viaje a algunos de sus compañeros: León, Angelo, Illuminato, Rufino y
Masseo, a quien el poverello puso al mando del grupo.
Estando en la cima, fue visitado por el conde Orlando, quien llevaba
provisiones a los hermanos. Francisco le pidió construirle una cabaña a
manera de celda, donde después se aisló. La oración ocupó un lugar
central en la vida de Francisco; para ello buscaba la vida eremítica, el
silencio y soledad interior. Reforzaba sus plegarias postrándose,
ayunando, e incluso, gesticulando.
En ese lugar, León fue testigo de los actos de su soledad: lamentos por el futuro de la orden y estados de éxtasis. Al saber que era espiado, decidió irse a un sitio más apartado en una saliente de montaña. En la fiesta de la Asunción Francisco decidió hacer un ayuno de cuarenta días.
Por órdenes del poverello, León lo visitaba dos veces para
llevarle pan y agua. Según los relatos que recogieron los testimonios de
León, éste fue testigo de la aproximación y alejamiento de una bola de
fuego que bajaba del cielo; por este prodigio, Francisco le comentó que algo grande estaría por ocurrir. 46 Le hizo abrir tres veces el misal para encontrar respuesta, y las tres veces se abrió en la historia de la Pasión de Jesús.
Probablemente el 14 de septiembre de 1224, 46
oró para recibir dos gracias antes de morir: Sentir la pasión de Jesús,
y una enfermedad larga con una muerte dolorosa. Después de intensas
oraciones, entonces en un trance profundo —según relato de San
Buenaventura 47
— el mismo Nazareno se le presentó, crucificado, rodeado por seis alas
angélicas, y le imprimió las señales de la crucifixión en las manos, los
pies y el costado; posteriormente, sus hermanos vieron los estigmas de
Francisco, que él conservó por el resto de su vida. 48
Sin embargo, Francisco -al igual que otros santos estigmatizados- hizo
todo lo posible para ocultarlos a la vista de los demás por considerarse
indigno, no del dolor que sentía, sino de ser portador de las señales
de la Pasión de Cristo. 49 Por eso, fue desde entonces con las manos metidas entre las mangas del hábito, y con los pies cubiertos por medias y zapatos.
Muerte
Basílica de San Francisco.
Retornó a la Porciúncula
acompañado sólo por León; en su camino hubo muestras de veneración al
estigmatizado, aparentemente su acompañante hacía saber a todos acerca
del prodigio. 50
Mientras tanto, su salud —que desde mucho tiempo antes nunca fue buena
del todo— empeoraba: El sangrado de sus heridas lo hacía sufrir
constantemente. En el verano de 1225 pasó un tiempo en San Damián bajo el cuidado de sus allegados.
Fue durante esta temporada cuando compuso el Cántico del Hermano Sol, que hizo también cantar a sus compañeros. 51
Se encaminó luego a Rieti, rodeado del entusiasmo popular por tocarlo o
arrancar algún pedacito del paupérrimo sayo que vestía, y se instaló en
el palacio del obispo. Después se hospedó en Fonte Colombo, donde fue
sometido a tratamiento médico, que incluyó cauterizar con un hierro
ardiente la zona desde la oreja hasta la altura de la ceja de uno de sus
ojos; según los relatos, Francisco no sintió dolor al «platicar» con el
fuego para que no lo dañara. 52 Otro intento para ser tratado por renombrados médicos fue hecho en Siena, sin buen resultado.
Deseó volver a la Porciúncula a pasar sus últimos días. Arribó a Asís
y fue llevado al palacio del obispo y resguardado por hombres armados,
puesto que la localidad estaba en estado de guerra. 53 En su lecho escribió su Testamento. 14 En sus últimos momentos entonó nuevamente su Cántico al Hermano Sol —al que agregó un nuevo verso dedicado a la hermana Muerte— junto a Angelo y León. 54
La tumba de Francisco en Asís
De acuerdo con su último deseo, fue encaminado a la Porciúncula,
donde se estableció en una cabaña cercana a la capilla. Murió el 3 de octubre de 1226 a la edad de 44.
Así relata San Buenaventura la verificación de las llagas de Francisco después de su muerte:
"Al emigrar de este mundo, el bienaventurado Francisco dejó impresas
en su cuerpo las señales de la pasión de Cristo. Se veían en aquellos
dichosos miembros unos clavos de su misma carne, fabricados
maravillosamente por el poder divino y tan connaturales a ella, que, si
se les presionaba por una parte, al momento sobresalían por la otra,
como si fueran nervios duros y de una sola pieza. Apareció también muy
visible en su cuerpo la llaga del costado, semejante a la del costado
herido del Salvador. El aspecto de los clavos era negro, parecido al
hierro; mas la herida del costado era rojiza y formaba, por la
contracción de la carne, una especie de círculo, presentándose a la
vista como una rosa bellísima. El resto de su cuerpo, que antes, tanto
por la enfermedad como por su modo natural de ser, era de color moreno,
brillaba ahora con una blancura extraordinaria. Los miembros de su
cuerpo se mostraban al tacto tan blandos y flexibles, que parecían haber
vuelto a ser tiernos como los de la infancia. Tan pronto como se tuvo
noticia del tránsito del bienaventurado Padre y se divulgó la fama del
milagro de la estigmatización, el pueblo en masa acudió en seguida al
lugar para ver con sus propios ojos aquel portento, que disipara toda
duda de sus mentes y colmara de gozo sus corazones afectados por el
dolor. Muchos ciudadanos de Asís fueron admitidos para contemplar y
besar las sagradas llagas. Uno de ellos llamado Jerónimo, caballero
culto y prudente además de famoso y célebre, como dudase de estas
sagradas llagas, siendo incrédulo como Tomás, movió con mucho fervor y
audacia los clavos y con sus propias manos tocó las manos, los pies y el
costado del Santo en presencia de los hermanos y de otros ciudadanos; y
resultó que, a medida que iba palpando aquellas señales auténticas de
las llagas de Cristo, amputaba de su corazón y del corazón de todos la
más leve herida de duda. Por lo cual desde entonces se convirtió, entre
otros, en un testigo cualificado de esta verdad conocida con tanta
certeza, y la confirmó bajo juramento poniendo las manos sobre los
libros sagrados."55
San Buenaventura, Leyenda Mayor de San Francisco 15,4
Al día siguiente, el cortejo fúnebre se encaminó hacia San Damiano y después a San Giorgio, donde fue sepultado. 56 Fue canonizado el 16 de julio de 1228. Sus restos se encuentran en la Basílica de San Francisco en Asís. 57
Personas allegadas a Francisco de Asís
Clara de Asís.
Tuvo como modelo de su conversión a Francisco y lo siguió. Juntos
organizaron a la Segunda Orden Franciscana o hermanas clarisas.
Francisco puso confianza en sus consejos. 58
Jacoba de Settesoli. De ascendencia noble romana, y de carácter viril y enérgico, abrazó la vida religiosa al quedar viuda. Al igual que Clara, fue muy apreciada por Francisco. 59
Masseo de Marignano. Dedicado a la guardia de las instalaciones. 60
Angelo Tarlati. Un militar que dejó las armas para entrar a la orden. 61
Junípero. Llamado por Clara el Juglar de Dios; de personalidad jovial, divertida y pintoresca. 62 Según los relatos, Francisco dijo alguna vez: « Mis hermanos, si sólo tuviera un bosque lleno de Juníperos…». 63 Murió en 1258.
Bernardo de Quintavalle. De los primeros seguidores de Francisco. Murió entre 1240 y 1246. 64
Gil. Uno de los más devotos seguidores de la práctica franciscana; realizó viajes a Roma, Santiago de Compostela y Tierra Santa. Murió en 1262. 65
Rufino. Primo de Clara de Asís, de ascendencia noble. De
carácter tímido y temeroso de hablar en público; junto a León y Angelo,
protagonista de la Leyenda de los tres Compañeros. 66
León. Muy cercano a la vida del poverello como su confesor y secretario. 67
Testigo de los momentos previos a la estigmatización de Francisco.
Luego de recibir los estigmas, Francisco le obsequió la famosa " Bendición a fray León".
Antonio de Padua. Llamado por Francisco "mi obispo". De gran erudición y facilidad de palabra. Fue proclamado Doctor de la Iglesia en 1245. 68
Oración y prédica
Al no ser sacerdote, en vez de dar doctrina, practicaba una
predicación exhortativa, esto es, incitaba a la conversión y a vivir una
vida evangélica; predicaba también con el ejemplo, con su estilo de
vida aliada a la pobreza. Su manera de predicar era por medio de laudas, o alabanzas, con el objetivo de llamar la atención de los hombres a honrar al Ser Supremo. 69
Según Tomás Celano:
Cuando, estando en público, se sentía de pronto afectado por
visitas del Señor, para no estar ni entonces fuera de la celda hacía de
su manto una celdilla… Siempre encontraba la manera de ocultarse a la
mirada de los presentes…hasta el punto de orar entre muchos sin que lo
advirtieran en la estrechez de la nave.70
Escritos de Francisco de Asís y primeras biografías
Entre los escritos reconocidos de Francisco de Asís están: 71
Primeras biografías, con fechas probables de autoría: 72
- Leyenda primera (Legenda Prima), de Tomás Celano (1228–1230).
- Espejo de perfección (Speculum Perfectionis), de autor desconocido.
- Leyenda segunda (Legenda Secunda), de Tomás Celano (1247).
- Leyenda mayor de San Francisco (Legenda Maior), de San Buenaventura (1263).
- Leyenda de los tres compañeros (Legenda Trium Sociorum) (1270–1300).
La figura de Francisco de Asís en las artes
La figura del poverello ha sido objeto de las artes, a manera de ejemplo:
En artes plásticas:
En ópera:
En Cine: 73
En Literatura y poesía: 73
- San Francisco de Asís, G. K. Chesterton.
- San Francisco de Asís, Emilia Pardo Bazán.
- El pobre de Asís, Nikos Kazantzakis.
- La segunda vida de Francisco de Asís, José Saramago.
- Lirio Franciscano, Ramón María del Valle Inclán.
- A San Francisco de Asís, Torquato Tasso.
- Los motivos del lobo, Rubén Darío.
- Relato del beso al leproso, Juana de Ibarbourou.
- Laudas, Jacopone da Todi.
- La Divina Comedia (El Paraíso, Canto XII), Dante Alighieri.
Florecillas
Estatua de jardín de San Francisco de Asís.
Los Fioretti —de autor anónimo— son una recopilación de hechos de Francisco, de algunos de los frailes que lo acompañaban y de San Antonio de Padua. Escritas en la segunda mitad del siglo XIV no constituyen una biografía sino una exaltación de las virtudes del poverello y de su vida simple para edificación del lector. 75
Por ejemplo, en la historia de Cómo Francisco libró de un lobo feroz a la ciudad de Gubbio, el poverello
fue a buscar a la fiera que atacaba a los habitantes de la localidad.
Logró hacer un pacto con él al «convencerlo» de no seguir sus fechorías a
cambio que los pobladores le darían el sustento que necesitaba. La
bestia puso una pata delantera sobre la mano de Francisco en señal de
asentimiento. Logró convivir con la gente y murió dos años después de
viejo.
Otros: Cómo San Francisco fue a convertir al sultán de Babilonia, Cómo un joven regaló unas tórtolas a San Francisco…, Cómo San Francisco sanó a un leproso de alma y cuerpo, etc.
Estampilla de la RFA sobre Francisco de Asís.
Tradicionalmente contiene 53 capítulos; a través del tiempo se
agregaron otros relatos que tienen como protagonistas a los frailes
Junípero y Gil. De éste último hay unos denominados «Doctrina y dichos».
Otros narran la estigmatización del santo católico. 76
Repercusiones en la actualidad
- Francisco ha quedado como aquél que, en su espíritu de pobreza y
desprendimiento, probablemente más se pareció a Jesús en la historia de
la cristiandad. El "Pobre de Asís" sigue conmoviendo por su capacidad
infinita de reconciliación con todo y con todos, respetado no sólo por
creyentes de todas las religiones, sino también por no creyentes. Es,
quizás, el santo más ecuménico, razón por la cual se realizaron
encuentros interreligiosos mundiales en Asís, la "ciudad de Francisco".
- Por su devoción a los animales como criaturas de Dios, ha sido abrazado por la cultura del escultismo particularmente por la relación hacia los lobos. Es el patrono de los veterinarios
y de los forestales (Ingenieros de Montes, Ingenieros Técnicos
Forestales, Agentes y Guardas Forestales, y otros cuerpos similares) y,
por extensión, de los movimientos ecologistas que empeñan sus esfuerzos en el cuidado de la naturaleza y del ambiente.
- El mundo cristiano está lleno de iglesias y de altares dedicados a
él y por él su nombre, antes bastante raro, se hizo habitual en toda
Europa. Pío XII lo proclamó, con Catalina de Siena, patrono de Italia el 18 de junio de 1939.77 Tiene numerosos epónimos de ciudades o localidades (la ciudad de San Francisco en los Estados Unidos, por ejemplo).
- Aunque algunos sostienen que la creación del pesebre es anterior a Francisco, fue sin dudas él quien popularizó el Nacimiento
o escena del nacimiento de Jesús. Al entrar a rezar en la ermita de
Greccio en la Navidad de 1223, Francisco sintió el deseo de representar
en vivo el nacimiento del Niño Jesús, y ese hecho fue decisivo en la
universalización de esa tradición. En 1986, a petición de las
asociaciones belenistas de todo el mundo, el Papa Juan Pablo II proclamó
patrono universal del "Belenismo" a San Francisco de Asís.
- Francisco no fue el creador de la llamada Oración de la paz de san Francisco
(«Señor, hazme un instrumento de tu paz...»), poema francés publicado
en 1912 y atribuido al fraile italiano desde 1916 hasta fines del
siglo XX. Sin embargo, se la considera una síntesis hasta el presente
anónima del ideario vivido por el «santo de Asís».78
- En virtud de la devota peregrinación de San Francisco a Oriente, y
de su voluntad de reconciliar a todos los hombres, los franciscanos son custodios de los Santos Lugares. La presencia franciscana en Tierra Santa,
que con diversas vicisitudes se ha mantenido siempre, adquirió
estabilidad y carácter oficial de parte de la Iglesia en 1342, año en
que el papa Clemente VI promulgó dos Bulas: la «Gratias agimus» y la
«Nuper carissimae», en las que encomendó a la Orden Franciscana la
"custodia de los Santos Lugares". Cuando, en 1992, se cumplieron los 650
años de tales Bulas, Juan Pablo II envió al Ministro General de la
Orden un mensaje de felicitación a la vez que de exhortación a
perseverar en el encargo recibido de la Iglesia.
Véase también
Notas
- ↑ a b Franciscanos.org (fecha de fallecimiento de Giovanni de Bernardone).
- ↑ a b Franciscanos.org (santoral franciscano).
- ↑ a b Santoral Católico: San Francisco de Asís (4 de octubre). Ewtn.com.
- ↑ Enciclopedia Católica: San Francisco de Asís
- ↑ Montes de Oca, Francisco (1977), Introducción a «Florecillas de San Francisco de Asís», Ed. Porrúa S.A.: México, pág. LVI.
- ↑ Montes de Oca, Francisco, pág. XVI.
- ↑ Montes de Oca, Francisco, pág. XXVI.
- ↑ Englebert, Omer (1979), St. Francis of Assisi, A Biography, Servant Books: EUA, pág. 11.
- ↑ Englebert, Omer, pág. 12.
- ↑ Englebert, Omer, pág. 15.
- ↑ Englebert, Omer, pág. 21.
- ↑ a b Montes de Oca, Francisco, pág. XLI.
- ↑ Englebert, Omer, pág. 27.
- ↑ a b Testamento de Francisco de Asís.
- ↑ Englebert, Omer, pág. 33.
- ↑ a b Englebert, Omer, pág. 35.
- ↑ Englebert, Omer, pág. 36.
- ↑ Englebert, Omer, pág. 43.
- ↑ Lehmann, Leonardo (1998), Francisco, maestro de oración, Editorial Franciscana Aránzazu: Guipúzcoa.
- ↑ Englebert, Omer, pág. 45.
- ↑ Englebert, Omer, págs. 49–51.
- ↑ Englebert, Omer, pág. 62.
- ↑ Englebert, Omer, cap. 5.
- ↑ Englebert, Omer, pág. 109.
- ↑ Englebert, Omer, págs. 88–89.
- ↑ Englebet, Omer, págs. 126–127.
- ↑ Englebert, Omer, págs. 128–129.
- ↑ Lehmann, Leonardo, pág. 219.
- ↑ Englebert, Omer, pág. 142.
- ↑ Englebert, Omer, pág. 145.
- ↑ Englebert, Omer, pág. 152.
- ↑ Englebert, Omer, pág. 157.
- ↑ Englebert, Omer, pág. 158.
- ↑ a b Englebert, Omer, pág. 173.
- ↑ Englebert, Omer, págs. 174–175.
- ↑ Englebert, Omer, pág. 175.
- ↑ Englebert, Omer, págs. 177–178.
- ↑ Engleber, Omer, págs. 177–180.
- ↑ Englebert, Omer, págs. 182–186.
- ↑ Englebert, Omer, pág. 180.
- ↑ Englebert, Omer, cap. 15.
- ↑ Englebert, Omer, cap. 16.
- ↑ Englebert, Omer, págs. 218–219.
- ↑ Regla bulada A.
- ↑ Lehmann, Leonardo, pág. 129.
- ↑ a b Englebert, Omer, pág. 242.
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- ↑ San Buenaventura (1998 [original en 1262]). José Antonio Guerra (ed.): «Directorio Franciscano: Vida de San Francisco de Asís-Textos de San Buenaventura e ilustraciones de Giotto» (en español). Leyenda Mayor de San Francisco. Biblioteca de Autores Cristianos (BAC 399), Madrid. Consultado el 1 de febrero de 2011.
- ↑ Englebert, Omer, págs. 273–274.
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- ↑ Englebert, Omer, pág. 95.
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- ↑ Englebert, Omer, págs. 104–106.
- ↑ Englebert, Omer, pág. 106.
- ↑ A
fray Antonio, mi obispo, el hermano Francisco, salud. Me agrada que
enseñes sagrada teología a los hermanos, con tal que, en el estudio de
la misma, no apagues el espíritu de oración y devoción, como se contiene
en la Regla. Carta a San Antonio
- ↑ Lehmann, Leonardo, págs. 64–65.
- ↑ Lehmann, Leonardo, pág. 23.
- ↑ www.franciscanos.org.
- ↑ Montes de Oca, pág. XXXVII.
- ↑ a b c www.fratefrancesco.org.
- ↑ «Cultura franciscana, arte franciscano - Medios».
- ↑ Montes de Oca, Francisco, pág. LIX.
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- ↑ Leonardi, C. (2000). «Francisco de Asís». En Leonardi, C.; Riccardi, A.; Zarri, G. (en español). Diccionario de los Santos. España: San Pablo. pp. 833. ISBN 8428522596.
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Bibliografía
- Ellsberg, Robert (2000). All Saints. The Crossroad Publishing Company: New York. ISBN 0-8245-1599-4.
- Englebert, Omer (1979). St. Francis of Assisi, A Biography. Servant Books: Michigan. ISBN 0-89283-071-9.
- Florecillas de San Francisco de Asís. Editorial Porrúa: México D.F. 1977.
- Lehmann, Leonardo (1998). Francisco, Maestro de oración. Ed. Franciscana Arantzazu: Guipúzcoa. ISBN 84-7240-161-8.
Bibliografía adicional (no utilizada directamente en este artículo)
- Chesterton, G. K. (1923). San Francisco de Asís. Editorial Bibliotheca Homo Legens..
- Eloi Leclerc (1987). Exilio y ternura. Marova. 987-1204-23-X.
- Eloi Leclerc (1987). Sabiduría de un pobre. Marova. 84-269-0142-5.
- Ignacio Larrañaga (1993). El hermano de Asís. Lumen. ISBN 9974-43-001-1.
- Spoto, Donald (2004). Francisco de Asís, el santo que quiso ser hombre. Editorial Vergara: Barcelona. ISBN 84-666-1390-0.
Enlaces externos
San
Francisco
de Asís
4 de octubre
Oh,
Señor,
hazme un instrumento de Tu
Paz .
Donde hay odio, que lleve yo el Amor.
Donde haya ofensa, que lleve yo el Perdón.
Donde haya discordia, que lleve yo la Unión.
Donde haya duda, que lleve yo la Fe.
Donde haya error, que lleve yo la Verdad.
Donde haya desesperación,
que lleve yo la Alegría.
Donde haya tinieblas, que lleve yo la Luz.
Oh,
Maestro,
haced que yo no busque
tanto ser consolado, sino consolar;
ser comprendido, sino comprender;
ser amado, como amar.
Porque es dando
, que se recibe;
Perdonando, que se es perdonado;
Muriendo, que se resucita a la
Vida Eterna.
Historia
de su Vida
Dicen
que a San Francisco lo declaró santo el pueblo, antes de que
el Sumo Pontífice le concediera ese honor, y que si se hace
una votación entre los cristianos (aún entre los
protestantes) todos están de acuerdo en declarar que es un
verdadero santo. Todos, aun los no católicos, lo quieren y lo
estiman.
Nació
en Asís (Italia) en 1182. Su madre se llamaba Pica y fue
sumamente estimada por él durante toda su vida. Su padre era
Pedro Bernardone, un hombre muy admirador y amigo de Francia,
por la cual le puso el nombre de Francisco, que significa:
"el pequeño francesito". Cuando joven a Francisco
lo que le agradaba era asistir a fiestas, paseos y reuniones
con mucha música. Su padre tenía uno de los mejores
almacenes de ropa en la ciudad, y al muchacho le sobraba el
dinero. Los negocios y el estudio no le llamaban la atención.
Pero tenía la cualidad de no negar un favor o una ayuda a un
pobre siempre que pudiera hacerlo. Tenía veinte años cuando
hubo una guerra entre Asís y la ciudad de Perugia. Francisco
salió a combatir por su ciudad, y cayó prisionero de los
enemigos. La prisión duró un año, tiempo que él aprovechó
para meditar y pensar seriamente en la vida. Al salir de la
prisión se incorporó otra vez en el ejército de su ciudad,
y se fue a combatir a los enemigos. Se compró una armadura
sumamente elegante y el mejor caballo que encontró. Pero por
el camino se le presentó un pobre militar que no tenía con
qué comprar armadura ni caballería, y Francisco, conmovido,
le regaló todo su lujoso equipo militar. Esa noche en sueños
sintió que le presentaban en cambio de lo que él había
obsequiado, unas armaduras mejores para enfrentarse a los
enemigos del espíritu.
Francisco
no llegó al campo de batalla porque se enfermó y en plena
enfermedad oyó que una voz del cielo le decía: "¿Por
qué dedicarse a servir a los jornaleros, en vez de
consagrarse a servir al Jefe Supremo de todos?". Entonces
se volvió a su ciudad, pero ya no a divertirse y parrandear
sino a meditar en serio acerca de su futuro. La gente al verlo
tan silencioso y meditabundo comentaba que Francisco
probablemente estaba enamorado. Él comentaba: "Sí,
estoy enamorado y es de la novia más fiel y más pura y
santificadora que existe". Los demás no sabían de quién
se trataba, pero él sí sabía muy bien que se estaba
enamorando de la pobreza, o sea de una manera de vivir que
fuera lo más parecida posible al modo totalmente pobre como
vivió Jesús. Y se fue convenciendo de que debía vender
todos sus bienes y darlos a los pobres. Paseando un día por
el campo encontró a un leproso lleno de llagas y sintió un
gran asco hacia él. Pero sintió también una inspiración
divina que le decía que si no obramos contra nuestros
instintos nunca seremos santos. Entonces se acercó al leproso,
y venciendo la espantosa repugnancia que sentía, le besó las
llagas. Desde que hizo ese acto heroico logró conseguir de
Dios una gran fuerza para dominar sus instintos y poder
sacrificarse siempre a favor de los demás. Desde aquel día
empezó a visitar a los enfermos en los hospitales y a los
pobres. Y les regalaba cuanto llevaba consigo.
Un
día, rezando ante un crucifijo en la iglesia de San Damián,
le pareció oír que Cristo le decía tres veces:
"Francisco, tienes que reparar mi casa, porque está en
ruinas". Él creyó que Jesús le mandaba arreglar las
paredes de la iglesia de San Damián, que estaban muy
deterioradas, y se fue a su casa y vendió su caballo y una
buena cantidad de telas del almacén de su padre y le trajo
dinero al Padre Capellán de San Damián, pidiéndole que lo
dejara quedarse allí ayudándole a reparar esa construcción
que estaba en ruinas. El sacerdote le dijo que le aceptaba el
quedarse allí, pero que el dinero no se lo aceptaba (le tenía
temor a la dura reacción que iba a tener su padre, Pedro
Bernardone) Francisco dejó el dinero en una ventana, y al
saber que su padre enfurecido venía a castigarlo, se escondió
prudentemente. Pedro Bernardone demandó a su hijo Francisco
ante el obispo declarando que lo desheredaba y que tenía que
devolverle el dinero conseguido con las telas que había
vendido. El prelado devolvió el dinero al airado papá, y
Francisco, despojándose de su camisa, de su saco y de su
manto, los entregó a su padre diciéndole: "Hasta ahora
he sido el hijo de Pedro Bernardone. De hoy en adelante podré
decir: Padrenuestro que estás en los cielos". El Sr.
Obispo le regaló el vestido de uno de sus trabajadores del
campo: una sencilla túnica, de tela ordinaria, amarrada en la
cintura con un cordón. Francisco trazó una cruz con tiza,
sobre su nueva túnica, y con ésta vestirá y pasará el
resto de su vida. Ese será el hábito de sus religiosos después:
el vestido de un campesino pobre, de un sencillo obrero.
Se
fue por los campos orando y cantando. Unos guerrilleros lo
encontraron y le dijeron: "¿Usted quién es? – Él
respondió: - Yo soy el heraldo o mensajero del gran Rey".
Los otros no entendieron qué les quería decir con esto y en
cambio de su respuesta le dieron una paliza. Él siguió lo
mismo de contento, cantando y rezando a Dios. Después volvió
a Asís a dedicarse a levantar y reconstruir la iglesita de
San Damián. Y para ello empezó a recorrer las calles
pidiendo limosna. La gente que antes lo había visto rico y
elegante y ahora lo encontraba pidiendo limosna y vestido tan
pobremente, se burlaba de él. Pero consiguió con qué
reconstruir el pequeño templo. La Porciúncula. Este nombre
es queridísimo para los franciscanos de todo el mundo, porque
en la capilla llamada así fue donde Fracisco empezó su
comunidad. Porciúncula significa "pequeño terreno".
Era una finquita chiquita con una capillita en ruinas. Estaba
a 4 kilómetros de Asís. Los padres Benedictinos le dieron
permiso de irse a vivir allá, y a nuestro santo le agradaba
el sitio por lo pacífico y solitario y porque la capilla
estaba dedicada a la Sma. Virgen.
En
la misa de la fiesta del apóstol San Matías, el cielo le
mostró lo que esperaba de él. Y fue por medio del evangelio
de ese día, que es el programa que Cristo dio a sus apóstoles
cuando los envió a predicar. Dice así: "Vayan a
proclamar que el Reino de los cielos está cerca. No lleven
dinero ni sandalias, ni doble vestido para cambiarse. Gratis
han recibido, den también gratuitamente". Francisco tomó
esto a la letra y se propuso dedicarse al apostolado, pero en
medio de la pobreza más estricta. Cuenta San Buenaventura que
se encontró con el santo un hombre a quien un cáncer le había
desfigurado horriblemente la cara. El otro intentó
arrodillarse a sus pies, pero Francisco se lo impidió y le
dio un beso en la cara, y el enfermo quedó instantáneamente
curado. Y la gente decía: "No se sabe qué admirar más,
si el beso o el milagro".
El
primero que se le unió en su vida de apostolado fue Bernardo
de Quintavalle, un rico comerciante de Asís, el cual invitaba
con frecuencia a Francisco a su casa y por la noche se hacía
el dormido y veía que el santo se levantaba y empleaba muchas
horas dedicado a la oración repitiendo: "mi Dios y mi
todo". Le pidió que lo admitiera como su discípulo,
vendió todos sus bienes y los dio a los pobres y se fue a
acompañarlo a la Porciúncula. El segundo compañero fue
Pedro de Cattaneo, canónigo de la catedral de Asís. El
tercero, fue Fray Gil, célebre por su sencillez. Cuando ya
Francisco tenía 12 compañeros se fueron a Roma a pedirle al
Papa que aprobara su comunidad. Viajaron a pie, cantando y
rezando, llenos de felicidad, y viviendo de las limosnas que
la gente les daba. En Roma no querían aprobar esta comunidad
porque les parecía demasiado rígida en cuanto a pobreza,
pero al fin un cardenal dijo: "No les podemos prohibir
que vivan como lo mandó Cristo en el evangelio".
Recibieron la aprobación, y se volvieron a Asís a vivir en
pobreza, en oración, en santa alegría y gran fraternidad,
junto a la iglesia de la Porciúncula. Dicen que Inocencio III
vio en sueños que la Iglesia de Roma estaba a punto de
derrumbarse y que aparecían dos hombres a ponerle el hombro e
impedir que se derrumbara. El uno era San Francisco, fundador
de los franciscanos, y el otro, Santo Domingo, fundador de los
dominicos. Desde entonces el Papa se propuso aprobar estas
comunidades.
A
Francisco lo atacaban a veces terribles tentaciones impuras.
Para vencer las pasiones de su cuerpo, tuvo alguna vez que
revolcarse entre espinas. Él podía repetir lo del santo
antiguo: "trato duramente a mi cuerpo, porque él trata
muy duramente a mi alma".
Clara, una joven muy santa de Asís, se entusiasmó por esa
vida de pobreza, oración y santa alegría que llevaban los
seguidores de Francisco, y abandonando su familia huyó a
hacerse moja según su sabia dirección. Con santa Clara fundó
él las hermanas clarisas, que tienen hoy conventos en todo el
mundo.
Francisco
tenía la rara cualidad de hacerse querer de los animales. Las
golondrinas le seguían en bandadas y formaban una cruz, por
encima de donde él predicaba. Cuando estaba solo en el monte
una mirla venía a despertarlo con su canto cuando era la hora
de la oración de la medianoche. Pero si el santo estaba
enfermo, el animalillo no lo despertaba. Un conejito lo siguió
por algún tiempo, con gran cariño. Dicen que un lobo feroz
le obedeció cuando el santo le pidió que dejara de atacar a
la gente.
Francisco
se retiró por 40 días al Monte Alvernia a meditar, y tanto
pensó en las heridas de Cristo, que a él también se le
formaron las mismas heridas en las manos, en los pies y en el
costado. Los seguidores de San Francisco llegaron a ser tan
numerosos, que en el año 1219, en una reunión general
llamado "El Capítulo de las esteras", se reunieron
en Asís más de cinco mil franciscanos. Al santo le
emocionaba mucho ver que en todas partes aparecían vocaciones
y que de las más diversas regiones le pedían que les enviara
sus discípulos tan fervorosos a que predicaran. Él les
insistía en que amaran muchísimo a Jesucristo y a la Santa
Iglesia Católica, y que vivieran con el mayor desprendimiento
posible hacia los bienes materiales, y no se cansaba de
recomendarles que cumplieran lo más exactamente posible todo
lo que manda el santo evangelio.
Francisco recorría campos y pueblos invitando a la gente a
amar más a Jesucristo, y repetía siempre: "El Amor no
es amado". Las gentes le escuchaban con especial cariño
y se admiraban de lo mucho que sus palabras influían en los
corazones para entusiasmarlos por Cristo y su religión.
Dispuso
ir a Egipto a evangelizar al sultán y a los mahometanos. Pero
ni el jefe musulmán ni sus fanáticos seguidores quisieron
aceptar sus mensajes. Entonces se fue a Tierra Santa a visitar
en devota peregrinación los Santos Lugares donde Jesús nació,
vivió y murió: Belén, Nazaret, Jerusalén, etc. En recuerdo
de esta piadosa visita suya los franciscanos están encargados
desde hace siglos de custodiar los Santos Lugares de Tierra
Santa. Por no cuidarse bien de las clientísimas arenas del
desierto de Egipto se enfermó de los ojos y cuando murió
estaba casi completamente ciego. Un sufrimiento más que el Señor
le permitía para que ganara más premios para el cielo.
San
Francisco, que era un verdadero poeta y le encantaba recorrer
los campos cantando bellas canciones, compuso un himno a las
criaturas, en el cual alaba a Dios por el sol, y la luna, la
tierra y las estrellas, el fuego y el viento, el agua y la
vegetación. "Alabado sea mi Señor por el hermano sol y
la madre tierra, y por los que saben perdonar", etc. Le
agradaba mucho cantarlo y hacerlo aprender a los demás y poco
antes de morir hizo que sus amigos lo cantaran en su presencia.
Su saludo era "Paz y bien".
Cuando
sólo tenía 44 años sintió que le llegaba la hora de partir
a la eternidad. Dejaba fundada la comunidad de Franciscanos, y
la de hermanas Clarisas. Con esto contribuyó enormemente a
enfervorizar la Iglesia Católica y a extender la religión de
Cristo por todos los países del mundo. Los seguidores de San
Francisco (franciscanos, capuchinos, clarisas, etc.) son el
grupo religioso más numeroso que existe en la Iglesia Católica.
El 3 de octubre de 1226, acostado en el duro suelo, cubierto
con un hábito que le habían prestado de limosna, y pidiendo
a sus seguidores que se amen siempre como Cristo los ha amado,
murió como había vivido: lleno de alegría, de paz y de amor
a Dios.
Cuando
apenas habían transcurrido dos años después de su muerte,
el Sumo Pontífice lo declaró santo y en todos los países de
la tierra se venera y se admira a este hombre sencillo y bueno
que pasó por el mundo enseñando a amar la naturaleza y a
vivir desprendido de los bienes materiales y enamorados de
nuestra buen Dios. Fue él quien popularizó la costumbre de
hacer pesebres para Navidad.
Un santo con depresión
Vida de san Francisco de Asís.
Dramática visita
a San Damián
(Abril-mayo,
1222). Francisco regresó a Asís
para el capítulo anual de Pentecostés. Como de costumbre, fue a visitar el monasterio San
Damián y fray Elías, su vicario, le insistió para que
dijera unas palabras a Clara y a sus hermanas, que se
agolpaban, ansiosas por oírlo, detrás de la reja. Mas él, se puso en
oración y con un poco de ceniza trazó un círculo a su alrededor,
esparciendo el resto sobre su cabeza. Luego se levantó y empezó a recitar el salmo
51: "Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu
inmensa compasión, borra mi culpa..." Acabado el salmo, sin mediar palabras, escapó a toda prisa,
dejando a las hermanas estupefactas y sumidas en un mar de
lágrimas.
Sus encuentros
con Clara y las damianitas no solían ser así. Pero, desde ahora,
las visitas, siempre provechosas, serán cada vez más motivadas y
escasas. Él se justificaba diciendo a sus compañeros: "No penséis que no la
quiero de verdad. Si fuese malo cultivarlas en Cristo, peor habría
sido unirlas a él y cometer luego la crueldad de desentenderse de
ellas. Pero os doy ejemplo, para que hagáis como yo. Quiero que
nadie se ofrezca a visitarlas voluntariamente y dispongo que se
destine a su servicio al hermano que menos lo desee y más se
resista, y que sea un hombre espiritual y de probada virtud".
La depresión de
Francisco
(1221-1223). Francisco no está en sus mejores momentos.
Su estado de
ánimos en la primavera de 1222 es alarmante. Las enfermedades y
los problemas internos de la Orden lo han sumido en una
profunda crisis. Además, desde que renunció al gobierno de los
frailes,
al no querer imponer nada por la fuerza, ha escogido el
camino del ejemplo, llevado a veces, a extremos dramáticos. En esta amarga etapa de su vida, cada gesto, cada
palabra suya, nos revelan a un hombre triste, sombrío y taciturno,
amargado e incluso colérico, con todos los síntomas típicos de
una profunda y dolorosa depresión. Su primer biógrafo la llama "una
grave tentación espiritual" que le duró más de dos años,
es decir, el periodo entre
1221 y 1223, cuando, fuertemente turbado física y psíquicamente,
incapaz de mostrarse ante los demás con su sonrisa habitual, huye
de su compañía y se encierra en su celda, o se interna en el
bosque de la Porciúncula. Allí, en la soledad, se entregaba a la
oración y a una áspera mortificación, desahogando su pena en un
mar de lágrimas. De ese modo descargaba sobre sí el rigor de la
vida austera y mortificada que quería ver en los demás, aunque no
lo necesitara, sólo para dar ejemplo, pues, si había algo que no
soportaba, era el escándalo y el mal ejemplo que a veces daban
algunos frailes.
Un día le refirieron
que el obispo de Fondi, en la provincia de Gaeta, recriminó a dos
hermanos por dejarse crecer la barba sin medida, bajo el pretexto
de un mayor desprecio de sí mismos. "Tened cuidado, hermanos
-les dijo el prelado-, no estropeéis la hermosura de vuestra
Orden con novedades presuntuosas". Nada más saberlo Francisco,
se levantó llorando y, con las manos alzadas al cielo, exclamó: "Señor
Jesucristo, que elegiste a doce apóstoles, los cuales, aunque
cayese uno, predicaron, no obstante, el Evangelio, unidos a ti y
llenos de un mismo Espíritu. Tú, Señor, acordándote de tu
misericordia, has plantado en esta última hora la Orden de los
hermanos menores para sostener la fe en ti y realizar por medio de
ellos el misterio de tu Evangelio. ¿Quién dará satisfacción por
ellos ante ti, si no sólo no son ejemplo de luz para todos en su
ministerio, sino que manifiestan obras de tinieblas? De ti, Señor,
y de toda tu corte celestial, y de mí, pequeñuelo tuyo, sean
malditos los que con su mal ejemplo confunden y destruyen lo que
has edificado y no dejas de edificar por medio de los santos
hermanos de esta Orden".
De nuevo el
novicio que quería el salterio
(mayo, 1222). El Capítulo general de
la Porciúncula, celebrado en mayo de 1222 tenía la particularidad
de que, por primera vez, sólo participaban los
ministros y custodios de de Italia, según la nueva
Regla del año anterior, que decía: "Todos los ministros que
están en las regiones de ultramar o transalpinas, una vez cada
tres años, y los demás una vez al año, se reúnan en Capítulo
general en la fiesta de Pentecostés junto a la iglesia de Santa
María de la Porciúncula, si el ministro y siervo de toda la
fraternidad no ordena otra cosa.
El capítulo fue también la ocasión para que los primeros novicios de la provincia
toscana (Toscana, Umbría, Lacio), dependiente directamente del
ministro general, al cumplirse el año de prueba iniciado en el capítulo general anterior, acudieran a Asís para
ser recibidos a la obediencia por el vicario general de
la Orden (los demás eran recibidos por los ministros en sus
respectivas provincias). Entre esos novicios se
encontraba también aquél que, meses atrás, había pedido permiso a
Francisco para tener un salterio. Constante en su empeño, no
perdió la ocasión y se fue a buscarlo y le formuló de nuevo su petición,
a la que Francisco respondió, distraídamente: "Vete y haz lo que te diga el
vicario"; mas luego, recapacitando, lo llamó y le dijo: "Espera,
hermano. Vuelve aquí e indícame el lugar exacto donde te he dicho
lo del salterio". Una vez allí, Francisco se arrodilló ante él
y exclamó: "Mea culpa, hermano, mea culpa. Debes saber que
quien aspira a ser hermano menor no debe tener más que las túnicas
que permite la Regla, la cuerda y los calzones; y el calzado, si
lo exige una evidente necesidad".
Áspera intervención en el capítulo general
(22-29 de mayo, 1222). El centro de los debates capitulares de este año fue la Regla, en
un ambiente tenso, en parte por el estado depresivo
de Francisco, pero también por las exigencias de un grupo de
ministros y letrados de la Orden, en desacuerdo con la
última redacción de la Regla. El caso es que los ministros,
descontentos con el texto y con la actitud del fundador, fueron a quejarse al cardenal
Hugolino, que estaba presente, y le dijeron: "Messer, fray Francisco es tan puro e inocente que no trata con nadie los
asuntos y necesidades de la Orden. ¿Por qué no intentas
convencerlo para que escuche las opiniones de los más entendidos y
se deje guiar por ellos? El está débil y enfermo. Tú podrías
sugerírselo sin dar a entender de quién partió la idea..." Y
hacían alusiones a las reglas y formas de vida religiosa
tradicionales de San Benito, San Agustín y San Bernardo.
Al cardenal le
pareció razonable la propuesta
y aprovechó una de sus
frecuentes conversaciones con Francisco para decirle: "Deberías
estar contento y dar gracias a Dios por haber dilatado tanto la
Orden y haberte dado hermanos, tan santos y sabios, que serían
capaces de dirigir no sólo la Orden, sino la Iglesia entera. ¿Por
qué no te sirves de sus consejos, discreción y prudencia para el
buen gobierno, estabilidad y solidez de la Orden?". El santo sin decir palabra, tomó de la mano al
cardenal y lo llevó a donde los capitulares. Una
vez allí, exclamó: "¡Hermanos! ¡Hermanos míos! Dios me ha
llamado por el camino de la sencillez y la humildad, y me ha
manifestado que este es el verdadero camino para mí y para cuantos
quieran seguirme. Por eso no quiero oír hablar de otra Regla ni de
otra forma de vida. El Señor ha querido que yo fuese un nuevo loco
en el mundo y quiere llevarnos por el camino de esta ciencia. Por
eso quedaréis confundidos por vuestra sabiduría humana; y
entonces, lo queráis o no, volveréis, avergonzados, a vuestro
estado".
Todos quedaron
sobrecogidos, mientras Francisco, dirigiéndose al cardenal,
siguió diciendo: "Estos hermanos míos tan sabios que tú
alabas, piensan que pueden engañarte a ti y a Dios con su
prudencia humana, como se engañan a sí mismos, anulando y
despreciando lo que Cristo les dice por medio de mí. No es que yo
haga o diga nada que provenga de mí, pues todo lo recibo de él por
pura gracia. Mas ellos anteponen su propio sentir al sentir de
Cristo y se gobiernan malamente a sí mismos y a cuantos creen en
ellos; y no edifican, sino que destruyen lo que el Señor ha
dispuesto edificar en mí y en ellos, para el bien de toda la
Iglesia".
El prelado,
muy conmovido, reconoció la sabiduría de sus palabras y, reuniendo aparte a quienes les habían hecho la
propuesta, los amonestó diciéndoles: "Miraos a vosotros
mismos y no os engañéis, ni seáis ingratos a los beneficios de
Dios; porque él está en este hombre y habla por su boca con
palabras como espadas de doble filo. Si queréis agradar al Señor,
humillad vuestro corazón y obedecedle. No lo ofendáis, pues os
veríais privados del fruto de la salvación y de vuestra vocación y
haríais daño a la Orden. El Espíritu de Dios está en él y no puede
ser engañado por maquinaciones humanas, porque penetra los
corazones de los hombres y conoce los pensamientos profundos de
Dios".
Hugolino
dejó así zanjada la cuestión, pero, antes de abandonar Asís, quiso
decir algo a los presentes. Sus últimas palabras fueron para
exaltar, recomendar y alabar a los menores, exhortando a los
numerosos seglares allí presentes al respeto y devoción hacia ellos y
a su Orden. Mas no había terminado de hablar cuando Francisco, de
rodillas ante él, le pidió licencia para dirigirse también a los
presentes. Y empezó diciendo: "El reverendo padre, nuestro
messer cardenal, por la muy buena voluntad y caridad que tiene con
todos, especialmente con mis hermanos y con la Orden, mucho se
engaña. El supone entre nosotros una gran santidad y una singular
perfección y amor a ella; pero no está bien que demos pie a la
falsedad y la mentira, pues, si creéis en las excelencias y
perfecciones que él nos atribuye, os engañaríais y sería nocivo y
peligroso, ya que somos ingratos a Dios respecto a nuestra
vocación, y no obramos ni sentimos como los verdaderos pobres y
humildes, es decir, como verdaderos hermanos menores, ni nos
esforzamos en ello como hemos prometido". El cardenal,
después, a solas con él, se quejó, diciéndole: "¿Por qué has
vaciado de contenido mi predicación, dejando tan mal parados a tus
hermanos?" Mas él replicó: "¡Al contrario! He honrado tu
predicación diciendo moderadamente la verdad respecto a ellos y a
mí, y he tenido compasión de ellos, oponiendo la verdad a tus
alabanzas, para que no los empujen sin querer a una irreparable
ruina, pues aún no están fundados del todo en la humildad".
Hay quien,
erróneamente, refieren este episodio al capítulo general
anterior, pero eso no es posible, pues el cardenal Hugolino no
estuvo presente. Otros los ignoran o los rechazan, tachándolos de
tendenciosos, puesto que han llegado hasta nosotros a través de
los círculos espirituales del siglo XIV. Sin embargo, el
que una facción de la Orden, un siglo después, tratara de
justificar sus posturas basándose en los arrebatos de ira o de
malhumor del fundador –tan humanos, por otra parte–, no puede
alterar la verdad substancial de unos enfrentamientos que
existieron realmente, entre un San Francisco deprimido y unos
ministros miopes, que no alcanzaban a entender el verdadero
carisma de la Orden y de su fundador.
Vida de San
Francisco de Asís.
Predicador popular
Aprobación definitiva de la Regla
En el valle de Rieti y Siena
Últimas voluntades
Para los capítulos que
faltan, ver:
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Escritos completos de san Francisco de Asís
Traducidos del texto original en latín
San Francisco ha dejado muchos escritos, fruto de sus relaciones
con las órdenes fundadas por él (reglas, cartas y exhortaciones), de sus ansias de apostolado
(cartas encíclicas) y de su piedad y devoción incontenible (alabanzas y oraciones).
Algunos fueron escritas por él mismo, otros por su fiel secretario fray León, bajo su dictado.
Juntos forman una documentación imprescindible para conocer mejor su vida, pensamiento y espiritualidad.
EL CÁNTICO DEL HERMANO SOL
ADMONICIONES -
EXHORTACIONES
CARTAS CIRCULARES
CARTAS PERSONALES
ORACIONES - ALABANZAS
TEXTOS LEGISLATIVOS
ÚLTIMAS VOLUNTADES
ESCRITOS COMPLETOS
Tienen la bendición del Señor Dios y la mía todos mis
hermanos custodios que reciban este escrito, lo copien y lo
guarden consigo, y hagan sacar copias para los hermanos que
tienen el oficio de la predicación y el de la custodia de los
hermanos, y prediquen hasta el fin todas las cosas que se
contienen en este escrito. Y todo esto, por verdadera y santa
obediencia. Amén.
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