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Fidel Fuidio Rodriguez, Beato |
Nació en Yécora (Alava) el 24 de abril de 1880.
Hizo el Postulantado marianista en Vitoria (España) y en Pontacq
(Francia) de 1892 a 1896 y emitió sus primeros votos
en la Compañía de María en 1897.
Después de dos años
de preparación en Escoriaza (Guipúzcoa), inició su carrera de profesor
y educador que ejerció durante 35 años. Enseñó en varios
colegios Marianistas de España: Jerez de la Frontera, Cádiz, Madrid
(1910-1933) y Ciudad Real. Dotado de una personalidad alegre y
expansiva, exuberante de celo apostólico, se valió de la simpatía
como método educativo, consiguendo notables resultados y dejando una imborrable
huella entre sus alumnos. Durante su estancia en Madrid, y
sin dejar la enseñanza, obtuvo el grado de Doctor en
Ciencias Históricas. Su tesis doctoral “Carpetania Romana” (1934) es el
fruto de numerosos descubrimientos arqueológicos, llevados a cabo con la
colaboración de sus alumnos. Discípulo de Hugo Obermaier, gran amigo
de los Marianistas, el Dr. Fuidio es considerado en la
actualidad como uno de los pioneros de la arqueología madrileña.
Como religioso, observaba fielmente sus compromisos y siempre estaba dispuesto
a ayudar a sus cohermanos. En su vida de comunidad
trató de ser según su propia expresión, “propagador de entusiasmo
y sembrador de optimismo”. Amaba a su Instituto con cariño
filial y cultivaba una devoción especial a la Virgen María.
A
finales de junio de 1936, Fidel Fuidio fue operado de
una hernia en Madrid, regresando a su comunidad de Ciudad
Real el 17 de julio, aún convaleciente de su operación.
El 25 de julio, Fidel tuvo que dejar su comunidad
y trasladarse a una fonda, ya que el Colegio había
sido requisado por la Guardia Civil. El 7 de agosto,
los milicianos se presentaron de noche en la pensión para
proceder a una detención y se llevaron también a Fidel,
al verle un crucifijo en el pecho. Lo condujeron al
Gobierno Civil, en cuyo desván habían instalado un cárcel provisional.
El tiempo de su prisión lo pasó preparándose a bien
morir y tratando de levantar la moral a los demás
detenidos. Rezaba constantemente y se confesaba a menudo con los
sacerdotes presos, manifestando muchas veces su prontitud a “morir por
la fe”. El 15 de octubre fue dejado en libertad
después de un simulacro de juicio. Pero antes de salir
de la prisión fue llevado por los milicianos a la
“Casa del Pueblo”. De allá lo sacaron en la noche
del 16 al 17 de octubre y lo fusilaron en
Carrión de Calatrava.
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