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| Gerardo Sagredo, Santo |  
Obispo y MártirMartirologio Romano: En Panonia (hoy Hungría), san Gerardo 
Sagredo, obispo de la sede de Morisena (hoy Csanad) y 
mártir, que fue preceptor de san Emerico, príncipe adolescente hijo 
del rey san Esteban, y en una sedición de húngaros 
paganos murió apedreado cerca del río Danubio (1046).
 Etimología: Gerardo = 
Audaz con la lanza, viene del germano
 
 San 
Gerardo, algunas veces llamado Sagredo, fue el apóstol de un 
vasto distrito de Hungría.
 
 Era originario de 
Venecia, donde nació a principios del siglo once. Desde muy 
joven, se consagró al servicio de Dios en el monasterio 
benedictino de San Giorgio Maggiore en Venecia, pero al cabo 
de algún tiempo, abandonó el convento para hacer una peregrinación 
a Jerusalén.
 
 Al pasar por Hungría, conoció 
al rey San Esteban, a quien impresionaron tanto las cualidades 
de Gerardo, que lo retuvo para que fuese el tutor 
de su hijo, el Beato Emeric. Al tiempo que ejercía 
sus funciones de educador, el santo predicó la palabra de 
Dios con mucho éxito. Cuando San Esteban fundó la sede 
episcopal de Csanad, nombró a Gerardo como su primer obispo. 
La gran mayoría de los habitantes del lugar eran paganos, 
y los pocos que llevaban el nombre de cristianos, eran 
ignorantes, salvajes y brutales, pero San Gerardo trabajó entre ellos 
con tan buenos frutos que, en poco tiempo, el cristianismo 
progresó considerablemente. Siempre que le era posible, unía Gerardo la 
perfección en su desempeño de la tarea episcopal con el 
recogimiento de la vida contemplativa que le fortalecía para continuar 
con sus funciones. Además, Gerardo fue investigador y escritor; entre 
sus obras figura una inconclusa disertación sobre el Himno de 
los Tres Jóvenes (Daniel III) y otros escritos que se 
perdieron con el correr del tiempo.
 
 El rey 
Esteban secundó el celo del buen obispo en tanto que 
vivió, pero a su muerte, ocurrida en 1038, el reino 
quedó en la anarquía a causa de las disputas por 
la sucesión al trono y, al mismo tiempo, estalló una 
rebelión contra el cristianismo.
 
 Las cosas iban 
de mal en peor, hasta el extremo de que, virtualmente, 
se declaró una abierta persecución contra los cristianos. Por entonces, 
Gerardo, que celebraba la misa en la iglesita de una 
aldea junto al Danubio, llamada Giod, tuvo la premonición de 
que aquel mismo día habría de recibir la corona del 
martirio. Terminada la visita a la aldea, el obispo y 
su comitiva partieron hacia la ciudad de Buda.
 
 Ya se disponían a cruzar el río, cuando fueron 
detenidos por una partida de soldados al mando de un 
oficial, idólatra recalcitrante y acérrimo enemigo hasta de la memoria 
del rey Esteban. Sin mediar palabra, los soldados comenzaron a 
lanzar piedras contra San Gerardo y sus gentes, que se 
hallaban dentro de la barca, amarrada a un pilote. Algunos 
de ellos se metieron al agua, volcaron la embarcación y 
sacaron a rastras al santo obispo. Asido a los brazos 
de sus captores, se incorporó hasta ponerse de rodillas y 
oró en voz alta con las palabras de San Esteban, 
el Protomártir: "¡Señor, no les toméis en cuenta esta culpa!" 
Apenas había pronunciado estas palabras cuando le atravesaron el pecho 
con una lanza.
 
 Los soldados arrastraron el 
cuerpo hasta el borde de un acantilado que lleva el 
nombre de Blocksberg y arrojaron el cadáver al Danubio. Era 
el 24 de septiembre de 1046. La muerte heroica de 
San Gerardo produjo un profundo efecto entre el pueblo que, 
desde el primer momento, comenzó a venerarlo como mártir. Sus 
reliquias fueron colocadas en un santuario, en 1083, al mismo 
tiempo que las de San Esteban y las de su 
hijo, el Beato Emeric. En 1333, la República de Venecia 
obtuvo del rey de Hungría la concesión de trasladar la 
mayor parte de las reliquias de San Gerardo a la 
iglesia de Nuestra Señora, en la isla de Murano, vecina 
a Venecia donde hasta hoy se venera al santo como 
al protomártir de aquel lugar donde vino al mundo.
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