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lunes, 24 de septiembre de 2012

BEATO JUAN NEPOMUCENO NEUMANN, Obispo de Filadelfia

27 de septiembre

(785 d.C.)
   Juan Nepomuceno Neumann nació el 28 de marzo de 1811 en Prachatitz (Bohemia). Pertenecía a una familia profundamente cristiana de Baviera que por los estragos de las guerras napoleónicas tuvo que emigrar a Checoslovaquia. Fue bautizado con el nombre de Juan Nepomuceno en honor al Santo Mártir de Bohemia. Realizó sus estudios primarios en Budweis, destacándose por su amor al estudio y su disciplina escolar. Ya adolescente, el 1 de noviembre de 1831, ingresó al Seminario para su formación sacerdotal. Muy pronto notaron los superiores el talento y la piedad del joven Neumann y decidieron que los estudios de las lenguas clásicas y modernas, como también la teología las cursara en la Universidad de Praga. 
   Entre sus amigos sobresalió uno que lo instó a seguir preparándose para conquistar muchas almas en el campo de las misiones, imitando el espíritu misionero del Apóstol San Pablo.
   Emprendió viaje a tierras americanas en un velero. Después de haber vencido muchas dificultades por diversas averías sufridas por el navío en la travesía del Océano Atlántico, llegó un día de primavera a la ciudad de Nueva York. Inmediatamente que arregló sus cosas para permanecer en su nueva tierra, se puso en contacto con autoridades eclesiásticas para que lo aceptaran como seminarista y continuar con sus estudios.
   De inmediato se dieron cuenta de los dotes del joven seminarista y decidieron ordenarlo sacerdote el mismo año de su llegada, lo que se llevó a cabo el 25 de junio en la catedral de San Patricio. El obispo, impresionado por el celo pastoral y el espíritu de sacrificio, lo nombró encargado de la enseñanza del catecismo y le adjudicó la tarea de la preparación de los niños de ambos sexos para la primera comunión en la comunidad alemana de San Nicolás.
   Pasado un tiempo fue nombrado cura parróco de la comunidad de Williamsville en las cercanías de Búfalo. Esta nueva parroquia lo enfrentó a grandes dificultades en nueva patria.
   La parroquia era inmensa territorialmente y en poco tiempo se dio cuenta de la grave situación espiritual de los pocos católicos que se encontraban dispersos conviviendo con sectas de variados credos religiosos. Muchos vivían en estados depresivos lamentables, en otros reinaba la indiferencia, otros ignoraban lo más elemental de la religión y por consiguiente la desorientación se había apoderado de ellos.
   Durante algunos años soportó las angustias que le deparaba ver el poco avance mal y religioso de sus feligreses.
   Convencido de que la mejor manera de atender más eficientemente a sus fieles llamando algunas órdenes religiosas misioneras para que les ayudaran en la evangelización, decidió visitar varios conventos para conseguir ayuda; la primera orden religiosa en acudir al llamado fue la de los Redentoristas, en donde hacía poco se había ordenado sacerdote su hermano materno Wenceslao, y que recién había llegado de Europa.
   Tanto regocijo le causó ver a su hermano sacerdote redentorista que pocos días después estaba ingresando a la orden religiosa. Después del año de noviciado fue tanta la demostración de celo apostólico, caridad y entrega a sus hermanos que fue elegido superior en el convento de Pitsburg.
   Trabajó incansablemente para que las órdenes religiosas crecieran en membresía y se extendieran por todo el territorio americano. Fundó cuatro conventos en Nueva York, Buniberland, Búfalo y Nueva Orleans. Su trabajo incansable le valió que el Papa Pío IX lo premiara encargándole ser pastor de la grey de la diócesis de Filadelfia. El gran día de la consagración como Obispo fue el Domingo de Pasión del año 1852.
   Luego de subir a la sede episcopal el pastor bueno comenzó su ardua tarea de crezca organizar y poner en movimiento su gran territorio. No pensemos que el Obispo no recorrió cuantas veces fue necesario su diócesis. Era tan inmensa que actualmente está dividida en siete episcopados. Podemos imaginar la fe de aquel hombre entregado a la salvación de su grey, que a pesar de las grandes distancias visitaba una y otra vez.En aquellos tiempos había varios pueblos que hablaban diferentes lenguas, pues eran emigrantes de distintas latitudes que venían a probar fortuna en Norteamérica; Juan B Nepomuceno tenía siempre palabras de consuelo, aliento y alegría para todas estas gentes a las que les predicaba en sus respectivos idiomas.
   Cuando los fieles querían se confesaban en su propia lengua materna lo que halagaba mucho a los fieles; y conforme pasaban los días sentían más viva guardaban una gran reverencia por el señor obispo.
   Su obra material es admirable, pues en menos de 8 años a cargo fundó casi cien escuelas católicas, que despertaron un verdadero entusiasmo en Estados Unidos. Construyó la catedral de Filadelfia y en su diócesis edificó más de 80 nuevas iglesias, además de organizarlas pastoralmente.
   Por la enorme escasez de sacerdotes siguió pidiendo ayuda a diferentes congregaciones religiosas, para que correspondieran a sus deseos de evangelización con gran celo. Entre las que atendieron su llamado estaban las religiosas negras de Filadelfia y las hermanas Pobres de Munich, Alemania.
   En 1854 asistió por invitación del Papa a la declaratoria del Dogma Inmaculada Virgen María en Roma. Esta sería su última visita a Europa, y la aprovecho para visitar por última vez a su familia y su tierra natal.
   Como el soldado que muere al pie del cañón así murió Juan Nepomuceno Neumann. Acabado por su gran trabajo misionero se desplomó en una calle de Filadelfia y murió ante la mirada atónita de los espantados transeúntes. Así se gano el derecho a figurar entre los auténticos ciudadanos y pioneros de los Estados Unidos de Norte América.

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