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Ginés (o Genesio) de Roma, Santo |
Mártir Laico
Martirologio Romano: En Roma, san Genesio, mártir, que todavía
catecúmeno y desempeñando el oficio de escribano y comediante, al
negarse a actuar contra los cristianos fue detenido por los
soldados y bautizado con su propia sangre (303).
Etimología: Ginés =
protector de la familia. Viene dela lengua alemana.
Fecha de canonización:
Fue canonizado antes de la creación de la Congregación para
la causa de los Santos, por lo que su culto
fue aprobado por un obispo como consecuencia de la devoción
popular.
Era un comediante pagano. Como
viese un bautismo cristiano, se le ocurrió parodiarlo ante el
emperador Diocleciano, desempeñando el papel de enfermo. Los que le
«administraban» fingían, pero él, movido por la gracia de Dios,
recibió el Bautismo de agua, pues interiormente se acababa de
convertir a Él. Poco después, el de sangre, por no
querer adorar a los dioses. — Fiesta: 25 de agosto.
Hoy
diríamos que Ginés fue actor de teatro. Cuidaba, en efecto,
de las diversiones del emperador Diocleciano. Casualmente, pudo asistir, sin
ser visto, a una administración del Bautismo que los cristianos
conferían a sus catecúmenos, a pesar de la fuerza pública
y de las leyes prohibitivas del Estado.
Pensando que su parodia
agradaría al César y a los magnates de la corte,
se fingió enfermo y llamó a dos colegas en el
oficio para que simulasen una administración bautismal.
Lo cierto es que,
mientras sus compañeros se burlaban de lo lindo, tocado él
de la Gracia, siguió con gran devoción las distintas ceremonias
hasta que terminaron y recibió el verdadero Bautismo de Jesucristo.
Le vistieron luego, según era costumbre cristiana en los primeros
siglos, con blancas vestiduras.
Para continuar la burla, el Emperador y
los que le asistían, satisfechos por la seriedad que creían
aparente, mandaron traer un ídolo de Venus. Indicaron a Ginés
que lo adorase o se preparase para los tormentos —todo
esto en broma—, pero él se incorporó del lecho en
que, milagrosamente, se había despojado de su enfermedad espiritual y,
de pie, se dirigió al Emperador en estos términos:
«Oídme, Emperador,
y todos cuantos estáis aquí, oficiales del ejército, filósofos, senadores
y pueblo, lo que voy a decir. Jamás pude ni
aun oír el nombre de cristiano, antes me llenaba de
horror al escucharlo, y detestaba a mis propios parientes porque
profesaban aquella Religión. Procuré con vana curiosidad ver los misterios
de los cristianos para que, en público, imitándolos, moviese al
pueblo a risa; mas al tiempo que yo pedí el
Bautismo, dentro de mí mismo sentí un remordimiento de conciencia
acerca de mi vida, gastada toda en maldades; tanto, que
me provocó a dolerme y a tener pesar por haber
sido malo. Al tiempo que quisieron echar el agua sobre
mi cabeza y me preguntaron si creía lo que los
cristianos creen, levantando los ojos al cielo, vi una mano
que bajaba sobre mí, y vi ángeles con rostros de
fuego que de un libro recitaban todos los pecados de
mi vida. Me dijeron que sería limpio de ellos si
recibiese el agua purificadora. Así lo deseé. Luego que cayó
sobre mí el agua bautismal, vi la escritura del libro
borrada sin que ni quedase señal alguna de letras. Mira,
pues, Emperador, y todos vosotros romanos, lo que es justo
que haga: pretendí agradar al Emperador de la tierra y
hallé gracia con el Emperador del Cielo; procuré causar risa
en los hombres y causé alegría en los ángeles. Por
tanto, confieso desde hoy a Jesucristo por verdadero Dios y
os exhorto a todos que hagáis lo propio para salir
de las tinieblas de que yo he salido».
El emperador Diocleciano,
airado en gran manera, mandó encarcelarle. Al día siguiente fue
atormentado: le rasgaron los costados con uñas de hierro y
le aplicaron luego hachas encendidas.
El Mártir sufrió con gran confianza
estos tormentos, hasta que el verdugo le cortó la cabeza
y durmió así pacíficamente en el Señor.
Es maravillosa la obra
de Dios en sus Santos. San Ginés no sólo se
convirtió sino que dio testimonio público de su fe y
rubricó con su sangre el intenso amor a Jesucristo que
abrasaba su alma.
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