«Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas en los escollos de las tribulaciones, mira estrella, llama a María. Si eres agitado de las ondas de la soberbia, si de la detracción, si de la ambición, si de la emulación, mira a la estrella, llama
a María. Si la ira, o la avaricia, o el deleite carnal impele
violentamente la navecilla de tu alma, mira a María. Si, turbado a la
memoria de la enormidad de tus crímenes, confuso a vista de la fealdad
de tu conciencia, aterrado a la idea del horror del juicio, comienzas a
ser sumido en la sima sin suelo de la tristeza, en el abismo de la
desesperación, piensa en María. En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María. No se aparte María de tu boca, no se aparte de tu corazón;
y para conseguir los sufragios de su intercesión, no te desvíes de los
ejemplos de su virtud. No te descaminarás si la sigues, no desesperarás
si la ruegas, no te perderás si en ella piensas. Si ella te
tiene de su mano, no caerás; si te protege, nada tendrás que temer; no
te fatigarás, si es tu guía; llegarás felizmente al puerto, si ella te
ampara» (San Bernardo, Sobre la excelencias de la Virgen Madre, 2, 17).
La mayor parte de mi tiempo suelo pasarlo, por la misión que se me ha confiado, delante de una computadora. Horas
y horas en las que el monitor me va mostrando diferentes mundos y a
través de los cuales estoy intentando también transmitir a muchos el
Evangelio. Prueba de ello son estas líneas que ahora mismo estás leyendo.
Pues bien, toda esta labor sería imposible sin la ayuda de mi buen amigo Renato,
el informático de aquí del seminario. ¿Por qué? Su presencia es
importantísima en los momentos en que algo le pasa a mi computadora, en
los que internet no funciona, cuando parece que un virus amenaza con
entrar… En cada una de estas circunstancias marco un número y el acento
italiano de Renato me responde desde la otra línea para solucionar mis
problemas: «¿Qué pasa ahora, padre?».
La última vez que le llamé para que viera por qué no podía ver unos videos que me habían mandado, se me vino a la mente que en la oración tendríamos que tener un “Renato”, alguien que, cuando las cosas vayan mal, podamos llamarle por teléfono y decirle: «no siento nada, me aburro, qué tengo que hacer si…, etcétera». Y aquí es cuando San Bernardo viene en nuestra ayuda y nos deja el hermosísimo texto sobre María que he querido compartirles.
Dios nos ha regalado en María una aliada para nuestro caminar, para nuestra oración. Por ello, siempre es hermoso, además de ponerse en la presencia de Dios, pedirle a María que nos acompañe en cada oración
que hacemos. Como si Ella pudiese tomar nuestras súplicas y decirle a
Dios, con esos ojos de Madre, que nos escuche. Después de todo, San Maximilian María Kolbe tenía mucha razón cuando dijo que a María «ha
confiado Dios toda la economía de su misericordia» porque «la voluntad
de María, no hay duda alguna, es la voluntad del mismo Dios».
¿Nunca lo han experimentado ustedes? Personalmente, la presencia de María siempre ha sido un bálsamo en muchos momentos.
Y en ocasiones no me doy cuenta sino hasta después de que Ella estuvo
ahí. ¿Me permiten compartirles algo muy personal? Las fechas más
importantes en mi vida en preparación al sacerdocio se dieron en fechas marianas:
recibí el uniforme para el noviciado un 15 de septiembre, día de la
Virgen de los Dolores; hice mi primera profesión de votos un 15 de
agosto, día de la Asunción de María; mi profesión perpetua fue en el mes
de octubre, mes del Rosario; mi ordenación sacerdotal fue el 12 de
diciembre, día de la Virgen de Guadalupe. ¿Verdad que es descarado el
amor de María?
Les invito a leer una vez más el texto de San Bernardo; lentamente, con calma. Mientras escuchan todo lo que María es capaz de hacer, denle las gracias y pídanle que nunca les deje solos.
Que como a Cristo camino del Calvario (y Mel Gibson lo pintó
bellísimamente en esa conmovedora escena de su película “La Pasión”)
Ella también les acompañe en los claroscuros de su vida: que ría con
ustedes en los momentos alegres y llore con ustedes en los tristes.
Aunque, créanmelo, incluso si no se lo pidiesen, Ella lo haría…
¿A que ahora la oración parece un poco más sencilla?
Es lo mismo que le digo yo a Renato con el tema de las computadoras.
Cuando viene él, todo parece muy sencillo… pues él es el especialista.
Como María lo es en la oración.
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