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Vacaciones tiempo para la reflexión |
El tiempo vacacional es o debiera ser un tiempo específico
para el descanso corporal. Se asocia a calores, descansos físicos,
diversiones, deportes, pocas tensiones en lo espiritual y ciertos asuetos
incluso píos. Claro está referido siempre al ritmo occidental de
nuestro primer mundo. Asociado a familias que no atraviesan durante
esos concretos períodos estivales situaciones particulares de falta de trabajo,
enfermedades, penurias económicas y fallecimientos de seres queridos.
Tendemos, o por
lo menos tiendo yo, a generalizar en los demás desde
la propia experiencia de vida. Lo deseable, para todos, es
disponer de un tiempo de asueto para el descanso físico
y mental de nuestras cotidianas actividades. No siempre es así
y cada año es distinto en relación a los anteriores.
Ponerse en el lugar del prójimo durante las vacaciones no
es tarea fácil. ¿Y ponerse en la radicalidad del Evangelio?
Destinar unos días a la propia reflexión -en la medida
de lo factible- debiera ser prioritario. Hay muchos en el
año para ir de excursión, para practicar deporte o para
celebraciones lúdicas familiares, como también para cometidos apostólicos propios de
laicos comprometidos. ¿Saben ustedes en qué consisten los ejercicios espirituales?
En recogerse unos días en la intimidad del alma consigo
misma para abrirla a Dios desde el silencio interior y
el recogimiento exterior, mediante la reflexión meditativa y la oración
contemplativa. Recomiendo a todo lector un tiempo para ejercicios espirituales.
Y por si no tienen tiempo para ello les recuerdo
a todas y a todos unas palabras que descubrí en
mi juventud. He tardado unos treinta años en aprendérmelas de
memoria, los mismos que he tardado en creérmelas. Es el
resumen -nada más empezar- de los ejercicios espirituales para vencerse
a si mismo y ordenar la propia vida sin determinarse
por ninguna afección desordenada. Son palabras de un hombre de
posición social acaudalada sin estudios tocado por la gracia de
Dios. Quiso peregrinar pobre a Tierra Santa en solitario para
ingresar después en la cartuja. Cumplió la primera parte. Pero
antes en una anónima Cueva (Manresa 1522-1523) vivió esa experiencia
después de desposeerse voluntariamente de sus bienes. Empezó a estudiar
en Barcelona a su regreso de Tierra Santa. Se llamaba
Íñigo de Loyola. Se autodenominó a sí mismo Peregrino en
su autobiografía. Unos años más tarde fundó la Societate Iesu,
la Compañía de Jesús. El Principio y Fundamento reza así:
“El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir
a Dios nuestro Señor, y mediante esto salvar su ánima;
y las otras cosas sobre la haz de la tierra
son criadas para el hombre, y para que le ayuden
en la prosecución del fin para que es criado. De
donde se sigue, que el hombre tanto ha de usar
dellas, quanto le ayudan para su fin, y tanto debe
quitarse dellas, quanto para ello le impiden. Por lo cual
es menester hacernos indiferentes a todas las cosas criadas, en
todo lo que es concedido a la libertad de nuestro
libre albedrío, y no le está prohibido; en tal manera
que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad,
riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta,
y por consiguiente en todo lo demás; solamente deseando y
eligiendo lo que más nos conduce para el fin que
somos criados”.
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