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domingo, 15 de julio de 2012

Hay que hacerlo, ¿cómo lo hago?


Si fuera tan fácil... Porque cuesta, muchas veces acometemos ciertas actividades como un peso, con desgana, con cansancio, con aburrimiento.
 
Hay que hacerlo, ¿cómo lo hago?
En la vida hacemos cosas que agradan y cosas que pesan. Unas nos atraen. Otras nos cuestan.

Entre las cosas que agradan, algunas son "obligatorias": hay que hacerlas, y las hacemos con gusto. Entre las cosas que desagradan, también algunas hay que hacerlas por obligación: ¿cómo las hacemos?

Lavar ropa, limpiar platos, ordenar la habitación, recoger basura. Hay que hacerlo. No siempre lo hacemos con agrado. Entonces, ¿cómo afrontar esas actividades?

No tenemos una varita mágica para hacerlo todo con alegría. Pero al menos podemos dar sentido a lo que hacemos, ponerle un poco de entusiasmo, emprender ese deber costoso con una sonrisa.

Si fuera tan fácil... Porque cuesta, muchas veces acometemos ciertas actividades como un peso, con desgana, con cansancio, con aburrimiento. Sin embargo, tenemos un corazón por el que incluso lo costoso puede ser afrontado con un poco más de esperanza y con menos quejas.

Hace calor. El cansancio de los meses o de los años ha teñido de un gris oscuro esa actividad repetitiva. Además, pocos (a veces nadie) nos da las gracias ni reconoce nuestro esfuerzo.

No importa: tengo un poco de salud y un mucho de cariño para reemprender esa tarea costosa. Tengo que hacerla, y no voy a poner mala cara.

Incluso con mi pequeño sacrificio podré no sólo decirme a mí mismo y a quien está a mi lado que hasta lo difícil cuesta menos si tenemos ilusiones y motivos válidos para acometerlo. Sobre todo ese motivo que da un toque diferente a cada actividad, incluso las más sencillas: el amor que tenemos hacia Dios y hacia quienes viven a nuestro lado.

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