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viernes, 29 de junio de 2012

¿Qué hacer cuando tenemos sequedad de espíritu?


En este estado, la persona se encuentra en soledad ante Dios, sin goces espirituales; todo se vuelve frialdad y distancia. La fe intensa y viva de antes es como si hubiera desaparecido. Tú crees estar en el mismo sitio que siempre y es como si Dios se hubiera retirado.

Para estos momentos, que pueden durar mucho tiempo, te brindo estos consejos, por si te sirven de ayuda:

1) Asume que este estado forma parte del progreso espiritual. Los grandes santos han sufrido esa tibieza de espíritu como parte de su camino de perfección.

2) Procura no hacer grandes cambios en tu vida. Santa Teresa decía: "En tiempo de turbación, no hay que hacer mudanza".

3) Mantén tu vida espiritual todo lo que sea posible. Dios te conoce hasta en lo más íntimo y te comprende de manera perfecta si no puedes hacer lo que hacías antes.

4) Si no puedes orar, convierte tu oración en pequeñas jaculatorias: "Jesús, ten misericordia de mí", "Ayúdame a tener fe", "Quiero creer", "Jesús, socórreme", etc. Si puedes repetirlas varias veces al día, mantendrás tu vínculo con Dios, cuando pases por delante de alguna Iglesia o mires al crucifijo, por ejemplo.

5) Asiste a la Misa Dominical. En situaciones difíciles es mejor asistir a Misa aunque tu ánimo esté lejos de lo que se está celebrando, que no asistir. La frase: "Para qué voy a ir si no estoy en lo que tengo que estar" no es una opción deseable. Cristo apreciará mucho más tu sacrificio.

6) Ten a la mano las Sagradas Escrituras, así como algún libro espiritual que te inspirara especialmente en algún otro momento de tu vida. Si no te encuentras con fuerzas y ánimo para leerlos, tenlos cerca de tí.

Si no sabes qué leer, repasa en los evangelios las Palabras de Jesús: "Venid a mí los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré".

En el Antiguo Testamento puedes leer el libro de los Proverbios (y también el Eclesiástico y el Eclesiastés) en los que encontrarás pequeños consejos muy útiles en tu vida cotidiana. Recurre a algún texto que en algún otro momento te inspirara de manera especial: Salmo 23 (El Señor es mi pastor), el Salmo 22 (Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado), la experiencia de Elías, etc.

7) Escucha música espiritual o, al menos, alguna que te eleve el espíritu. Todos necesitamos esta ayuda para nuestra vida ordinaria. Cuánto más en estos momentos.

8) No desprecies la ayuda que te pueda venir de fuera. Seguro que tienes algún amigo de fe probada o algún confesor o director espiritual al que pedir consejo. Pídeles ayuda y ruégales que recen por tí. También puedes acudir a algún convento de religiosas cerca de tu casa para hacerles esta petición, aunque no te conozcan. Verás como te acogen con cariño, pues te agradecerán el que las hagas sentirse útiles por tí.

9) Si es posible lleva contigo un rosario, un decenario o un crucifijo, en tu bolsillo, en el monedero, en tu bolso o maleta. Cuando lo toques y lo veas te servirá para recordarte que Jesús está contigo.

10) No te angusties ni desesperes. Este estado es propio de las personas que aman a Dios de una manera especial, para las que Él significa algo importante en sus vidas. No lo interpretes como un alejamiento de Dios, sino como una prueba que manda el Señor. Confía en Él,  confía. Si quieres que Él gobierne tu vida, ponla en sus manos y deja que Él obre sus maravillas.


Dos agricultores padecían una sequía prolongada. Uno de ellos esperaba la lluvia, el otro, en lugar de estar ocioso y lamentándose, escarbaba y abonaba su terreno para prepararlo. ¿Cuál crees que estaría mejor preparado para que el terreno diera fruto cuando volvieran las lluvias?



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