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Hugo de Grenoble, Santo |
Obispo
Martirologio Romano: En Grenoble, en Burgundia, san Hugo, obispo, que
se esforzó en la reforma de las costumbres del clero
y del pueblo, y siendo amante de la soledad, durante
su episcopado ofreció a san Bruno, maestro suyo en otro
tiempo, y a sus compañeros, el lugar de la Cartuja,
que presidió cual primer abad, rigiendo durante cuarenta años esta
Iglesia con esmerado ejemplo de caridad (1132).
Etimológicamente: Hugo =
Aquel de Inteligencia Clara, es de origen germano.
Fecha de canonización:
22 de abril de 1134 por el Papa Inocencio II.
El obispo que nunca quiso serlo
y que se santificó siéndolo.
Nació en Valence, a orillas del
Isar, en el Delfinado, en el año 1053. Casi todo
en su vida se sucede de forma poco frecuente. Su
padre Odilón, después de cumplir con sus obligaciones patrias, se
retiró con el consentimiento de su esposa a la Cartuja
y al final de sus días recibió de mano de
su hijo los últimos sacramentos. Así que el hijo fue
educado en exclusiva por su madre.
Aún joven obtiene la
prebenda de un canonicato y su carrera eclesiástica se promete
feliz por su amistad con el legado del papa. Como
es bueno y lo ven piadoso, lo hacen obispo a
los veintisiete años muy en contra de su voluntad por
no considerarse con cualidades para el oficio -y parece ser
que tenía toda la razón-, pero una vez consagrado ya
no había remedio; siempre atribuyeron su negativa a una humildad
excesiva. Lo consagró obispo para Grenoble el papa Gregorio VII,
en el año 1080, y costeó los gastos la condesa
Matilde.
Al llegar a su diócesis se la encuentra en un
estado deprimente: impera la usura, se compran y venden los
bienes eclesiásticos (simonía), abundan los clérigos concubinarios, la moralidad de
los fieles está bajo mínimos con los ejemplos de los
clérigos, y sólo hay deudas por la mala administración del
obispado. El escándalo entre todos es un hecho. Hugo -entre
llantos y rezos- quiere poner remedio a todo, pero ni
las penitencias, ni las visitas y exhortaciones a un pueblo
rudo y grosero surten efecto. Después de dos años todo
sigue en desorden y desconcierto. Termina el obispo por marcharse
a la abadía de la Maison-Dieu en Clermont (Auvernia) y
por vestir el hábito de san Benito. Pero el papa
le manda taxativamente volver a tomar las riendas de su
iglesia en Grenoble.
Con repugnancia obedece. Se entrega a cumplir
fielmente y con desagrado su sagrado ministerio. La salud no
le acompaña y las tentaciones más aviesas le atormentan por
dentro. Inútil es insistir a los papas que se suceden
le liberen de sus obligaciones, nombren otro obispo y acepten
su dimisión. Erre que erre ha de seguir en el
tajo de obispo sacando adelante la parcela de la Iglesia
que tiene bajo su pastoreo. Vendió las mulas de su
carro para ayudar a los pobres porque no había de
dónde sacar cuartos ni alimentos, visita la diócesis andando por
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Hugo de Grenoble, Santo |
los caminos, estuvo presente en concilios y excomulgó al antipapa
Anacleto; recibió al papa Inocencio II -que tampoco quiso aceptar
su renuncia- cuando huía del cismático Pedro de Lyon y
contribuyó a eliminar el cisma de Francia.
Ayudó a san Bruno
y sus seis compañeros a establecerse en la Cartuja que
para él fue siempre remanso de paz y un consuelo;
frecuentemente la visita y pasa allí temporadas viviendo como el
más fraile de todos los frailes.
Como él fue fiel y
Dios es bueno, dio resultado su labor en Grenoble a
la vuelta de más de medio siglo de trabajo de
obispo. Se reformaron los clérigos, las costumbres cambiaron, se ordenaron
los nobles y los pobres tuvieron hospital para los males
del cuerpo y sosiego de las almas. Al final de
su vida, atormentado por tentaciones que le llevaban a dudar
de la Divina Providencia, aseguran que perdió la memoria hasta
el extremo de no reconocer a sus amigos, pero manteniendo
lucidez para lo que se refería al bien de las
almas. Su vida fue ejemplar para todos, tanto que, muerto
el 1 de abril de 1132, fue canonizado solo a
los dos años, en el concilio que celebraba en Pisa
el papa Inocencio.
No tuvo vocación de obispo nunca, pero fue
sincero, honrado en el trabajo, piadoso, y obediente. La fuerza
de Dios es así. Es modelo de obispos y de
los más santos de todos los tiempos.
Hugo de Grenoble
San Hugo de Grenoble |
Vitral de la Catedral de Nuestra Señora, Grenoble |
Nacimiento |
1053
Châteauneuf-sur-Isère |
Fallecimiento |
1 de abril de 1132 |
Venerado en |
Iglesia Católica |
Canonización |
22 de abril de 1134
Inocencio II |
Festividad |
1 de abril |
San Hugo de Grenoble o Hugo de Châteauneuf nació en ( Châteauneuf-sur-Isère hacia el año 1053 y murió el 1 de abril de 1132.
Fue un eclesiástico nombrado canónigo en la ciudad de Valence y después obispo de Grenoble de 1080 a 1132. Ferviente defensor de la reforma gregoriana. Canonizado en 1134 por Inocencio II. Su memoria se recuerda cada 1 de abril.
Biografía
Manifiesta desde su joven edad una piedad extraordinaria y una gran
facilidad para la teología. Siendo aún laico fue investido como canónigo
de Valence. Su piedad era tal que había personas que decían que
solamente se había percatado de una mujer en toda su vida.
En el concilio de Aviñon de 1080, fue elegido como obispo de
Grenoble, aún sin haber estado ordenado. La Sede de Grenoble había caído
en un estado lamentable y San Hugo llegó para introducir en esta
diócesis la reforma gregoriana. Conducido a Roma por un delegado
pontificio, fue ordenado por el mismo Gregorio VII. Desde su regreso, se consagra a la tarea de reformar los abusos que ocurrían en su nueva diócesis.
Al cabo de 2 años había podido aumentar la devoción, quiso entonces
renunciar a su obispado y retirarse a un monasterio benedictino, pero el
Papa le ordena continuar su trabajo en la diócesis.
Por el resto del siglo XI, su episcopado fue marcado por el conflicto con Guigues III de Albon por la posesión de los territorios eclesiásticos de Grésivaudan.
Hugo apoyaba que el conde de Albon había usurpado los terrenos del
obispado de Grenoble con la ayuda del obispo Mallen. Para reforzar de
reclamar lo que les correpondia por derecho, Hugo escribe una historia
al obispo diciendo que parte de la diócesis de Grenoble fue capturada en
la guerra de religión por manos de los Sarracenos. Este era el
preámbulo de una serie de documentos para establecer el derecho de su
diócesis sobre sus terrenos documentos conocidos como « Cartulaires de
Saint Hugues ». Un acuerdo entre San Hugo y Guigues se consolido solo
hasta 1099. Guigues aceptaba ceder los territorios en litigio mientras
que San Hugo admitía la autoridad temporal del Conde en todos los
alrededores de Grenoble.
San Hugo también contribuyó a la fundación de la Orden los Cistercienses. En 1084 recibió a San Bruno
de Colonia quien había sido, probablemente, su propio maestro en otros
tiempos, con otros 6 acompañantes, después de haberlos visto en sueños
como una constelación de 7 estrellas única en el firmamento. Los instala
en un paraje nevado y rocoso en los Alpes llamado La Gran Cartuja (La
Chartreuse), donde fundan un monasterio y consagran sus vidas a la
oración y el estudio, recibiendo la visita de San Hugo quien adopta una
gran parte de su modo de vida.
En 1130, a la edad de 77 años, se llena de valor de ir al encuentro del Papa Inocencio II
que venia de Italia para acompañarlo hasta la localidad francesa de Le
Puy donde debía de reunirse un importante Concilio para ser reconocido
por los soberanos de Europa y para pronunciar la excomunión de su
usurpador Anacleto II.
Fue canonizado el 22 de abril de 1134 por el Papa Inocencio II a solamente 2 años de su muerte.
Su cuerpo, depositado en una caja de plata quedo expuesta a la
veneración de los fieles durante 4 siglos. En junio de 1562, durantes
las Guerras de Religión, su cuerpo fue quemado por el Baron de Adrets y
por los Hugonotes en la plaza de Notre-Dame en Grenoble.
Se le representa con hábitos episcopales y por debajo se hace notar
su casulla blanca (por tener relaciona con la Orden del Cister)
Referencias
- Vie de Saint Hugues, évêque de Grenoble, par Albert du Boys, 1837 [1]
- Vie de Saint Hugues, par Guigues le Chartreux, XIIe siècle
Enlaces externos
- Este artículo fue creado a partir de la traducción del artículo Hugues de Grenoble de la Wikipedia en francés, bajo licencia Creative Commons Atribución Compartir Igual 3.0 y GFDL.
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- VIDAS DE SANTOS - SAN HUGO DE GRENOBLE
Hay por lo menos 16 santos o beatos que llevan el
nombre de Hugo. Los dos más importantes vivieron a poca distancia de
tiempo y de lugar y su vida presenta también otros aspectos comunes. Se
trata de San Hugo abad de Cluny, que vivió del 1024 al 1109, y San Hugo
obispo de Grenoble, que vivió del 1053 al 1132. Ambos abrazaron muy
pronto, aunque entre uno que otro contraste, la vida religiosa y el
sacerdocio y se les confiaron graves responsabilidades: Hugo de Cluny
fue ordenado sacerdote a los 20 años, y poco después fue nombrado prior
mayor, y a los 25 años sucedió al abad Odilón. Fue abad durante 60
años. Hugo de Grenoble, después de haber estudiado en Valencia y en
Reims, en donde estuvo a la escuela de Incmaro y San Bruno, a los 27
años de edad fue nombrado por Gregorio VII obispo de Grenoble, y
desempeñó ese cargo durante 52 años a pesar de sus protestas y sus
reiteradas tentativas de retirarse.
Ambos fueron eficaces colaboradores de los Papas,
sobre todo de Gregorio VII, Urbano II, Pascual II e Inocencio II, a
quienes apoyaron en la lucha por la reforma y contra la simonía y la
corrupción del clero. Ambos fueron de los primeros en dar testimonio
personal de renovación y de compromiso interior. Ambos fueron
propulsores de la vida monástica: Hugo de Cluny fue tino de los
principales artífices de la expansión de la reforma cluniacense en los
monasterios de media Europa. Y en los monasterios cluniacenses se
hacían las cosas en serio, como lo atestiguó el riguroso San Pedro
Damián, que visitó a Cluny en 1063: «¿Qué debemos decir de la severidad
de la ascética, de la disciplina de la Regla, del respeto por el
monasterio y el silencio? Durante el tiempo del estudio, del trabajo o
de la «lectio divina» nadie se atreve a ir por los corredores o a
hablar, sino en caso de necesidad... El servicio de Dios llena
totalmente la jornada hasta el punto de que, a más de los trabajos
necesarios por los hermanos, queda sólo una media hora para una simple
conversación y los coloquios necesarios. Hablan muy rara vez. Durante
el silencio de la noche y, en los lugares regulares (cocina, sacristía,
dormitorio, comedor y claustro), aun de día sólo se habla a señas, que
son escogidas con tanta severidad que no dan lugar a la ligereza».
Por su parte, San Hugo de Grenoble fue uno de los
artífices de la fundación de la Gran Cartuja: fue él, en efecto, quien
recibió a su exmaestro San Bruno y puso a su disposición la montaña de
Cartuja, cerca de Grenoble, sobre la que él, golpeando la roca con el
bastón, como un nuevo Moisés, hizo brotar una fuente de agua.
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1 de abril
¡Ay de vosotros los que ahora reís! porque os lamentaréis y lloraréis. (San Lucas, 6, 25).
Los
júbilos eternos son la recompensa del llanto que San Hugo vertía oyendo
las confesiones de sus penitentes. Fue obispo de Grenoble durante 52
años, y cumplió sus deberes con celo cada vez mayor. Por espacio de
treinta años soportó con paciencia una dolorosa enfermedad; durante
cuarenta años resistió al demonio que le sugería blasfemias contra Dios.
Tuvo la dicha de recibir en su diócesis a San Bruno y a sus compañeros,
y de visitarlos con frecuencia en el yermo de la Cartuja. Murió el 1º
de abril de 1132, próximo a los 80 años de edad.
MEDITACIÓN
ACERCA DEL MODO
DE GOBERNAR LOS OJOS
I. Pon
los ojos en las miserias de esta vida: mira cuántos pobres, cuántos
enfermos, cuántas personas afligidas; a la vista de tantos sufrimientos,
te conmoverás y exclamarás: ¿Qué hice yo, oh Dios amabilísimo, para ser
preservado de estas aflicciones? Agradece a Dios esta merced; humíllate
viendo que no puedes o que no quieres soportar nada, mientras tantas
otras personas sufren tan crueles dolores.
II. Mira
a los que el mundo llama dichosos, a los que, reuniendo en sí los
bienes de la naturaleza y de la fortuna, parece estuvieran a cubierto de
toda miseria común al resto de los mortales. Cuando hayas considerado a
estos favoritos del mundo, pregúntate a ti mismo: ¿Cuánto durará esta
aparente felicidad? ¿Cuántas penas, deseos, remordimientos de
conciencia, aprensiones terribles, acompañan a estas riquezas y a estos
placeres? ¡Ah! ¡cuántas miserias y tristezas se esconden bajo el oro y
la púrpura! Brillan por afuera, por adentro no son sino miseria.
(Séneca).
III.
Cuando te tiente el espíritu de orgullo, mira la tierra, y di en ti
mismo: ¿De qué te enorgulleces tú, que pronto estarás encerrado en una
tumba y serás pisado por los transeúntes? Si estás afligido, mira el
cielo, anímate y di: ¡Ah! esta vida no durará siempre, iré al cielo,
donde Dios enjugará mis lágrimas y calmará mis penas. Busquemos,
amemos ardientemente los bienes que permanecen para los que los
hallaron, que no pueden ser arrebatados a los que los adquirieron. (San Gregorio).
La modestia
Orad por Por los que se hallan
en pecado mortal.
ORACIÓN
Oh
Dios omnipotente, haced que la augusta solemnidad del bienaventurado
Hugo, vuestro confesor y pontífice, aumente en nosotros el espíritu de
devoción y el deseo de la salvación. Por J. C. N. S. Amén.
San Hugo de Grenoble, obispo
fecha: 1 de abril n.: 1053 - †: 1132 - país: Francia canonización: C: Inocencio II 22 abr 1134
En
Grenoble, ciudad de Burgundia, san Hugo, obispo, que trabajó
denodadamente en la reforma de las costumbres del clero y del pueblo, y,
amante de la soledad, durante su episcopado ofreció a san Bruno,
maestro suyo en otro tiempo, y a sus compañeros, el lugar de la Cartuja,
que presidió como primer abad, rigiendo durante cuarenta años esta
Iglesia con esmerado ejemplo de caridad.
patronazgo: protector contra dolores de cabeza.
San Hugo nació en Cháteauneuf, cerca de Valences del Delfinado, en
1052. Su padre, Odilón, que se había casado dos veces, entró en la
Cartuja y murió a los cien años de edad en brazos de su propio hijo,
quien le administró el santo viático. Hugo empezó su educación en
Valences y la terminó brillantemente en el extranjero. Aunque era
todavía laico, obtuvo una canonjía en la catedral de Valences, pues en
aquella época se conferían ciertos beneficios eclesiásticos a los
estudiantes que aún no habían recibido las sagradas órdenes. Hugo,
obispo de Die, quedó conquistado por las cualidades de nuestro santo y
decidió tomarlo a su servicio. Nada tiene esto de extraño, pues san Hugo
era muy joven, simpático y extremadamente tímido; por otra parte, su
cortesía y su modestia, que le llevaban a ocultar su talento y su
ciencia, le habían ganado los corazones. El obispo de Die tuvo pronto
ocasión de comprobar las excelentes cualidades de su protegido, en unas
difíciles negociaciones de la campaña contra la simonía. En 1080, Ie
llevó consigo al sínodo de Aviñón, que se había reunido, entre otras
cosas, para tomar medidas contra los abusos que se habían introducido en
la sede vacante de Grénoble. Tanto el concilio como los delegados de
Grénoble vieron en el canónigo Hugo al hombre capaz de poner fin a los
desórdenes de Grénoble, pero tuvieron gran dificultad en hacerle aceptar
esa elección unánime. El delegado pontificio le confirió las órdenes
sagradas y le llevó consigo a Roma para que recibiese la consagración
episcopal de manos del Sumo Pontífice. La bondadosa acogida que le
dispensó san Gregorio VII,
movió a san Hugo a consultarle acerca de las tentaciones de blasfemia
que le asaltaban con frecuencia, pues naturalmente le hacían sufrir
mucho y, según pensaba él, le hacían inepto para la dignidad episcopal.
El papa le tranquilizó, explicándole que Dios permitía esas pruebas para
purificarle y convertirle en un instrumento más apto para la
realización de sus planes. San Hugo fue presa de las mismas tentaciones
hasta su última enfermedad, pero jamás cedió a las instigaciones del
demonio.
La condesa Matilde regaló al nuevo obispo, que no tenía más que
veintiocho años, el báculo pastoral y algunos libros, entre los que se
contaban el «De officiis ministrorum» de san Ambrosio y un salterio que
contenía algunos comentarios de san Agustín. San Hugo partió a su
diócesis inmediatamente después de la consagración y quedó aterrado al
ver el estado de su grey. Se cometían abiertamente los más graves
pecados; la simonía y la usura abundaban; el clero hacía caso omiso de
la obligación del celibato; el pueblo carecía de instrucción; los laicos
se habían apoderado de las propiedades de la Iglesia y la sede estaba
en bancarrota. La tarea que el santo tenía frente a sí era inmensa.
Durante dos años luchó contra los abusos, predicando incansablemente,
denunciando a los culpables, ayunando rigurosamente y orando sin
interrupción. Sin embargo, los excelentes resultados que consiguió con
ello eran patentes a todos, excepto para él; no veía sino los fracasos,
que atribuía a su ineptitud. Desalentado, se retiró furtivamente a la
abadía cluniacense de Chaise-Dieu, donde tomó el hábito benedictino.
Pero su retiro no duró mucho, ya que el papa le ordenó que volviese a
Grénoble a continuar en el gobierno de su diócesis. A su vuelta de la
soledad, san Hugo, como Moisés cuando bajó de la montaña, predicó con
mayor fervor y éxito que antes. San Bruno
y sus compañeros acudieron a él, decididos a abandonar el mundo, y el
santo obispo les regaló el desierto de Chartreuse, del que la nueva
orden tomó el nombre de Cartuja. San Hugo concibió gran cariño por los
monjes; gustaba mucho de ir a visitarlos en la soledad, se les unía en
los ejercicios de piedad y en los más humildes oficios. Algunas veces se
quedaba tanto tiempo con ellos, que san Bruno se veía obligado a
recordarle sus deberes pastorales.
Esos períodos de retiro eran como claros oasis en una existencia dura
y agitada. San Hugo tuvo gran éxito con el clero y el pueblo, pero los
nobles le opusieron resistencia hasta el fin de su vida. Por otra parte,
durante los últimos cuarenta años sufrió de terribles dolores de cabeza
y trastornos gástricos y se vio atormentado por tremendas tentaciones.
Pero Dios no dejó de concederle algunos consuelos espirituales que le
llenaban de gozo. Cuando San Hugo predicaba, no era raro que llorasen
todos sus oyentes y que algunos se sintiesen movidos a hacer confesiones
públicas. El santo tenía gran horror al pecado; las calumnias le
disgustaban tanto, que tenía dificultad en cumplir su deber de leer los
informes oficiales y cerraba los oídos a las noticias del día. Las cosas
temporales le parecían tediosas en comparación con las espirituales en
las que tenía puesto el corazón. En vano rogó a varios papas que le
diesen permiso de renunciar al gobierno de su diócesis; siempre recibió
negativas rotundas. Honorio II, a quien se quejó de su edad y su
debilidad, replicó que prefería tenerle a él, viejo y enfermo, en el
gobierno de la sede de Grénoble, que al hombre más fuerte y más sano que
pudiese encontrar.
San Hugo era muy generoso con los pobres. En una época de hambre,
vendió un cáliz de oro y muchas joyas y piedras preciosas de su iglesia.
Su ejemplo movió a los ricos a combatir el hambre del pueblo y a
contribuir a las necesidades de la diócesis. Hacia el fin de su vida,
san Hugo sufrió una dolorosa enfermedad, pero jamás habló de ello ni
pronunció una sola palabra de queja. Olvidado de sí mismo, sólo se
preocupaba por los demás. Su humildad era tanto más extraordinaria,
cuanto que todos le manifestaban la mayor reverencia y afecto. Alguien
le preguntó un día: «¿Por qué lloras tan amargamente, tú que no has
ofendido jamás a Dios a sabiendas?» El santo respondió: «La vanidad y
los afectos desordenados bastan para condenar a un hombre. Sólo la
misericordia de Dios puede salvarnos, de suerte que no debemos dejar de
implorarla». Poco antes de su muerte, perdió totalmente la memoria,
excepto para la oración, y pasaba el tiempo repitiendo el salterio y el
Padrenuestro. Su muerte ocurrió el 1° de abril de 1132, dos meses antes
de que cumpliese ochenta años, después de haber gobernado su diócesis
durante cincuenta y dos años. El papa Inocencio II le canonizó dos años
más tarde.
La principal fuente sobre la vida
de San Hugo es la biografía latina, escrita por Guigo, prior de la
Grande Chartreuse, quien murió cinco años después de san Hugo. Puede
verse dicha biografía en Acta Sanctorum, abril, vol. I y en otras
partes. Ver también Albert du Boys, Vie de St. Hugues (1827); Bellet, en
Bulletin Soc. Archéol. Drome (1894), XXVIII, 5-31, y Marion, Circulaire
de l'Eglise de Grénoble (1869) . San Hugo se cuenta entre los
escritores eclesiásticos sobre todo por su contribución a los
cartularios; en la biblioteca de Grénoble existen algunas copias, con
curiosas notas históricas. Con frecuencia se cita a San Hugo con San
Bruno como cofundador de la «Grande Chartreuse».
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Invensibles de la sierra
ResponderEliminarAltamira tlaxco puebla
ResponderEliminarInvensibles de la sierra
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