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sábado, 11 de febrero de 2012

Milagros del Padre Pío.


Un milagro que se ha atribuido como el primero del Padre Pío ocurrió en 1908. En ese momento él vivía en el convento de Montefusco. Un día en que él fuè al bosque a coleccionar los alazanes en una bolsa; Él quiso enviársela en Pietrelcina a su tía Daría. Ella siempre había sido muy afectuosa con él. La mujer recibió y comió los alazanes y guardó la bolsa de recuerdo. Tía Daría días después, estaba buscando algo en un cajón dónde su marido normalmente tenía polvo. Era de noche, y ella se alumbraba con una vela, cuando de repente; el cajón se incendió. Tía Daría fuè alcanzada por el fuego. En un instante, ella agarrò la bolsa que contuvo los alazanes del padre Pío y se la puso en la cara. Inmediatamente, su dolor desapareció y ninguna herida o marca de la quemadura permanecían en su cara.

Durante la segunda guerra mundial, en Italia, el pan se racionó. En el convento del Padre Pío había siempre muchos invitados más los pobres que siempre iban allí pidiendo comida. Un día los Frailes se encontraron con que apenas tenían dos libras aproximadamente de pan. Todos los hermanos oraron antes de sentarse a comer. El Padre Pío entró en la Iglesia, y rato después regresó con muchísimo pan en sus manos. El Superior le preguntó al Padre Pío: “¿Dónde usted ha encontrado pan?” El Padre Pío contestó: “me los dìò un peregrino en la puerta”. Nadie habló, pero todos pensábamos que sólo el Padre Pío podía encontrar a ese peregrino.

Una vez en el convento del Padre Pío, un fraile se olvidó de organizar el personal para la Sagrada Comunión. Por esta razón habían solamente unas pocas personas disponibles. Pero después que terminó de confesar; el Padre Pío organizó a las personas para impartir la Sagrada Comunión; y permaneciendo en el servicio, fueron mucho más de las que anteriormente habían.

Una hija espiritual del Padre Pío estaba leyendo una carta del Padre Pío en el borde del camino. El viento se llevó la carta, hasta el declive de un prado. La carta ya estaba lejos, cuando de pronto se detuvo, debajo de una piedra. De esta manera la mujer pudo recuperar su carta. El día, en que después ella encontró al Padre Pío éste le dijo:“Usted tiene que prestar más atención al viento la próxima vez. Si yo no hubiera puesto mi pie en la carta, ésta se hubiera perdido.”

La señora Cleonice, hija espiritual del Padre Pío dijo: – “Durante la segunda guerra mundial mi sobrino estaba prisionero. Nosotros no habíamos recibido noticias durante un año; y creíamos que él estaba muerto. Sus padres pensaban lo mismo. Su madre fue un día a ver al Padre Pío y se arrodillaba delante del fraile que estaba en el confesionario. “Por favor Padre, dígame si mi hijo está vivo. Yo no me marcharé, hasta que UD no me conteste”. El Padre Pío simpatizó con ella y teniendo piedad de sus lágrimas le dijo: “Levántese, y quédese tranquila”. “Días después yo no resistía el dolor que los padres estaban sufriendo, por lo que yo decidí pedirle un milagro, al Padre Pío. Yo dije fielmente: “voy a escribir una carta a mi sobrino Giovannino. Solamente escribiré su nombre en el sobre, porque nosotros no sabemos donde está. Usted y su Ángel Guardián llevarán le llevarán la carta. “El Padre Pío no contestó, yo escribí la carta, y la dejé en mi mesa de noche, para por la mañana siguiente entregarla al Padre Pío. Para mi gran sorpresa, asombro y miedo; la carta se desapareció. Inmediatamente le dì gracias al Padre Pío y él me dijo: “Dé sus gracias a Nuestra Señora”. Casi quince días después nuestro sobrino contestó la carta. Entonces todos en nuestra familia estábamos contentos; y dando gracias a Dios y al Padre Pío.”

Durante la segunda guerra mundial, el hijo de la señora Luisa; Oficial de la Marina Real Británica, era motivo de angustia para su madre; pues ésta oraba todos los días por la conversión y la salvación de su hijo. Un día llegó un peregrino inglés a San Giovanni Rotondo, y trajo algunos periódicos ingleses. Luisa quiso leerlos. Ella leyó la noticia del hundimiento del barco en que su hijo viajaba Llorando va a ver al Padre Pío quien la consoló inmediatamente: ¿Quién le ha dicho que su hijo está muerto? De hecho, el Padre Pío; le pudo explicar exactamente el nombre y la dirección del hotel en dónde estaba su hijo, después de que él escapó del naufragio en el Atlántico. Él se acomodó en ese Hotel, mientras esperaba un nuevo cargo. Inmediatamente Luisa le envió una carta; y a los 15 días, su hijo le respondió.

Había una mujer tan noble y buena en San Giovanni Rotondo que el Padre Pío dijo que era imposible, de encontrar cualquier falta en su alma, para perdonar. En otros términos; ella vivió para ir al cielo. Al final de la Cuaresma, Paolina, estaba tremendamente enferma. Los doctores no daban esperanzas. Su marido y sus cinco niños fueron al convento a orar al Padre Pío y pedirle ayuda. Dos de los cinco niños tiraron del hábito del Padre Pío y lloraron. ¡Pío Padre se perturbó; e intentó consolarlos y prometió orar por ellos, nada más! Algunos días después, al principio de la Séptima hora, las cosas cambiaron. De hecho él pidió por Paulina, para que sanara y dijo a todos: “Ella se recuperará el Día de Pascua. Pero durante el viernes santo, Paolina perdió la conciencia, y el sábado entró en estado de coma; finalmente, después de algunas horas Paolina murió. Algunos de sus parientes tomaron su traje de novia para ponérselo según una vieja tradición. Otros parientes corrieron al convento para pedirle un milagro al Padre Pío. Él les contestó: “Ella resucitará” y fuè al altar para dar la Santa Misa. Cuando el Padre Pío empezó a cantar el Gloria y el sonido de las campanillas que anuncian la resurrección de Cristo, la voz del Padre Pío rompió en llanto y sus ojos estaban llenos de lágrimas. En el mismo momento Paolina resucitó y sin ninguna ayuda ella bajó de la cama, ella se arrodilló y oró tres veces el Credo. Luego se levantó y sonrió. “Ella resucitó”. De hecho el Padre Pío no había dicho, “ella se recuperará” sino “ella resucitará”. Cuando le preguntaron, que le pasó durante el tiempo que ella estaba muerta; contestó: “Yo subí, subí, subí; hasta que entré en una gran luz, y de pronto regresé.

Testimonio de una madre: “Mi primera hija, nació en 1953; el Padre Pío, le salvó la vida en forma repentina y milagrosa, hace 18 meses. En la mañana del 6 de enero de 1955 mi marido y yo estábamos en la iglesia para asistir a la Santa Misa y nuestra hija estaba en casa con su abuelo. Repentinamente aconteció un accidente, y nuestra hija se quemó con una olla de agua caliente. La quemadura era tan grande como grave; le abarcaba desde el estómago hasta la parte de atrás. El doctor recomendó hospitalizarla inmediatamente; porque podía morirse debido a su estado de suma gravedad... Por esta razón él no nos dio ninguna medicina. Desesperada al ver moribunda a mi hija, en lo que el doctor se fuè; invoqué fuertemente al Padre Pío, que interviniera urgentemente, mientras me preparaba para llevarla al hospital, ya casi era la hora del medio día; cuando de pronto la niña que estaba sola en su cuarto me llamó “Mamà, mamà, ya no tengo ninguna herida”. ¿Y quién ha desaparecido tus heridas, pregunté asustada y con gran curiosidad? Ella contestó. “mamà el Padre Pío vino, él sanó mis heridas poniendo sus manos llagadas sobre mi quemadura”. Para asombro de todos, realmente no había ninguna seña ni marca de que hubiera alguna quemada; el cuerpo de mi hija estaba completamente sano, y pensar que unos minutos antes el medico la desahució.

Los campesinos de San Giovanni Rotondo recuerdan con gran alegría el evento siguiente. Era en primavera, florecieron los árboles de almendras prometiendo una buena cosecha. Pero desgraciadamente millones de orugas voraces llegaron y devoraron las hojas y las flores. No dejaron ni siquiera la cáscara. Después de dos días y después de intentar detener esa invasión, los campesinos estaban muy preocupados, ya que para muchos de ellos las almendras eran el único recurso económico – decidieron contarle al Padre Pío el problema. El Padre Pío tenía una hermosa vista de los árboles a través de su ventana en el convento y decidió bendecirlos. Se puso las sagradas vestiduras y empezó a orar. Cuando terminó, tomó el agua bendita e hizo la señal de la Cruz en el aire, en dirección a los árboles. De inmediato desaparecieron las orugas, y al día siguiente de que las orugas habían desaparecido, los árboles de almendras, parecían nuevamente tener los retoños. Era un desastre; la cosecha estaba perdida. ¡Lo que pasó luego es realmente increíble! Teníamos de repente la cosecha más abundante; ¿Cómo es posible que tuviéramos una cosecha más abundante que las que normalmente teníamos? Antes nunca, en tiempos normales habíamos tenido una cosecha así. Los científicos nunca han podido dar una explicación a éste fenómeno.

En el jardín del convento habían varios tipos de árboles; los cipreses, algunos de fruta y algún pino. Sobre todo por las tardes de verano, el Padre Pío disfrutaba del clima, en la sombra, junto con sus amigos, y algún invitado, Una vez cuando el Padre Pío estaba hablando con algunas personas, repentinamente muchísimos pájaros comenzaron a cantar y a hacer ruido a la sombra de los árboles. Los pájaros habían compuesto una sinfonía allí; Mirlos, gorriones, y otras especies. El Padre Pío se molestó por la sinfonía, y mirando a los pájaros les dijo: “silencio “ En ese mismo instante, los pájaros, los grillos y las cigarras se quedaron callados. ¡Las personas que estaban en el jardín, se encontraban profundamente sorprendidas! De hecho el Padre Pío había hablado a los pájaros, al igual que San Francisco.

Otro testimonio, de un señor que contó: “Mi madre vino de Foggia y era una de las primeras hijas espirituales del Padre Pío. Ella le había pedido al Padre Pío la conversión y protección de mi padre”; cuando en abril de 1945 lo iban a fusilar. Él se encontraba delante del pelotón de fusilamiento; cuando de pronto viô al padre Pío delante de él para protegerlo. El comandante del pelotón dìò la orden de disparar; pero ningún tiro se disparó de los rifles que lo apuntaban Los siete miembros del pelotón y su comandante, sorprendidos, verificaron sus rifles y no encontraron ningún problema. Así que el pelotón; apuntó de nuevo a mi padre, y el comandante pidió a sus soldados; disparar de nuevo, Y nuevamente ocurre lo mismo. Los rifles no funcionaron. Esta realidad misteriosa e inexplicable interrumpió la ejecución. Mi padre regresó a casa y se convirtió, recibió los santos sacramentos en San Giovanni Rotondo cuando fuè a agradecer al Padre Pío. De esta manera mi madre obtuvo los milagros que ella siempre había pedido al Padre Pío: ¡la conversión de su marido!

Testimonio del Padre Honorato: “Yo fui a San Giovanni Rotondo con un amigo en motocicleta. Llegué al convento algunos minutos antes del mediodía. Dando mis respetos al superior, me dirigí al confesionario a saludar al Padre Pío y besar su mano. Debe tenerse en cuenta que mi modelo de motocicleta se llamaba “avispa”. Al verme el Padre Pío me dijo: “Muchacho, ¿la “avispa” lo pinchó? ” Yo estaba bastante sorprendido: de hecho el Padre Pío no me había visto cuando llegué al convento, pero él sabía qué tipo de transporte yo usaba. La mañana siguiente de que nosotros dejamos a San Giovanni Rotondo con mi “avispa” y partimos a San Miguel, el pueblo cercano a San Giovanni Rotondo. El tanque de gasolina iba vacío, por lo que nosotros decidimos llenarlo en Monte San Angelo. Pero en cuanto nosotros alcanzáramos ese pueblo pequeño se nos presentó un problema: todas las bombas de gasolina estaban cerradas. De manera que decidimos regresar a San Giovanni Rotondo. Realmente nosotros esperamos encontrar a alguien en el camino que pudiera darnos un poco de gasolina. En primer lugar yo estaba angustiado por mis hermanos del convento, porque iba a llegar tarde a la hora del almuerzo; cosa que no es gentil... Pero sin la gasolina, a los pocos kilómetros, la moto empezó a hacer ruido y se detuvo. Verificamos el tanque, y estaba vacío. Con tristeza le dije a mi amigo, que teníamos sólo diez minutos para llegar al convento y almorzar con nuestros hermanos. No encontrábamos ninguna solución, y por esta razón, mi amigo, dìò un puntapié al pedal. ¡Increíble! ¡La motocicleta arrancó de nuevo! Emprendimos inmediatamente el viaje a San Giovanni Rotondo sin preguntarnos la razón de porque la motocicleta había arrancado sin gasolina. Cuando llegamos a mitad del convento la motocicleta paró de nuevo. Destapamos el tanque y vimos que todavía estaba seco. Asombramos miramos nuestros relojes: era diez minutos antes de la hora del almuerzo. Significaba que nosotros, habíamos cubierto quince kilómetros en un promedio de 180 kilómetros por hora. ¡Sin la gasolina! Yo entré al convento mientras los hermanos estaban bajando para el almuerzo, y cuando Fui a buscar al padre Pío, éste; se quedó mirándome y se reía.

En mayo de 1925. María tenía su bebé enfermo de nacimiento. María estaba muy angustiada por su bebé. De hecho, después de una visita médica, le dijeron que su niño tenía una enfermedad muy complicada. No había esperanzas para él: jamás se podría recuperar. María decidió ir en tren a San Giovanni Rotondo. Ella vivía en un pueblo pequeño al sur de Puglia, pero escuchando los milagros del Padre Pío, del fraile que tenía los estigmas de Jesús y que hacía milagros, a los enfermos y daba esperanza a los desgraciados; surgió en ella una gran fe e inmediatamente se fuè de viaje, pero durante el trayecto el bebé se murió. Ella había vigilado su cuerpecito toda la noche, y lo puso en la maleta y la cerró... Al día siguiente de ver morir a su hijo, estaba en el convento de San Giovanni Rotondo. ¡Ya no había ninguna esperanza! El niño estaba muerto. Pero Maria no había perdido su fe. Por la tarde estaba delante del Padre Pío. Se encontraba en la fila de la confesión y tenía en sus manos la maleta que contenía el cadáver de su hijo. Se había muerto veinticuatro horas antes. Se arrodilló delante del Padre Pío y lloró desesperadamente suplicándole ayuda. Él la miró profundamente. La madre abrió la maleta, y le mostró el cadáver de su hijo al Padre Pío. El pobre Padre se condolió hasta las entrañas por el dolor de ésta madre. Tomó el pequeño cuerpo y puso sus manos estigmatizadas en su cabeza, y entonces oró mirando al cielo. Después de un rato, la pobre criatura estaba viva de nuevo. Un gesto, un movimiento de los pies, los brazos... parecía dormido y simplemente se despertó después de un sueño largo. Hablando a la madre le dijo: “¿Mima, por qué usted está llorando? Su hijo está durmiendo ” La madre y los gritos de la muchedumbre llenaron la iglesia. ¡Todos hablaban sobre el gran milagro!

Un ingeniero decidió quedarse hasta tarde en el convento, pero cuando decide irse comenzó a llover... Así que él le dijo al Padre Pío: “Yo no tengo ningún paraguas ” “¿Podría quedarme aquí hasta por la mañana? Si no, me mojaré.” – “Yo lo siento mi estimado, no es posible. ¡Pero no se preocupe! ¡Yo lo acompañaré! “le contestó el Padre Pío. Pero el ingeniero pensó que habría sido mucho mejor no hacer esa penitencia, sin embargo, podría ser menos riguroso con la ayuda del Padre Pío. Se puso su sombrero, y empezó a caminar dos millas entre el convento y el pueblo. Pero en cuanto él salió viô con sorpresa que ya no estaba lloviendo. Simplemente había un pequeño rocío cuando llegó a su casa. “Mi Dios”, la mujer exclamó, cuando abrió la puerta “Usted también debe estar mojado hasta los huesos” “en absoluto” el ingeniero contestó – “no está lloviendo”. Los campesinos que estaban enmudecen: “¿Qué! ya no está lloviendo? ¡Está vertiendo! ¡Escuche! “ellos abrieron la puerta de nuevo y estaba lloviendo demasiado fuerte Y le contaron que había estado lloviendo durante una hora sin interrupción. “¿Cómo usted pudo venir sin mojarse? Ellos le preguntaron. El ingeniero contestó: “El Padre Pío me dijo, que me acompañaría”; entonces, los campesinos comprendieron que había sido un milagro más del Padre Pío. “Ahora todo está claro, y se encontraron en la cocina para cenar cuando la mujer dijo: “Con seguridad la compañía del Padre Pío es mucho mejor que un paraguas “

Un señor de Ascoli Piceno (una ciudad italiana) dijo: “Hacia el fin de los años 1950, yo fuì a San Giovanni Rotondo con mi esposa, a la confesión, y antes de que yo recibiera la absolución, después del consejo del Padre Pío y efectuada la penitencia. Por la tarde estaba todavía en el convento y el Padre Pío me viô de nuevo y me dijo: ¿Usted todavía está aquí? “Mi ratón no arrancó” le contesté: ¿Qué es exactamente el ratón? el Padre Pío preguntó “Es mi automóvil” contesté. “Vamos y démosle una mirada” me dijo. Él me invitó a dejar el monasterio, cosa que nosotros hicimos sin ningún problema. Nosotros viajamos toda la noche y por la mañana siguiente, lo llevé al mecánico. Quién me dijo, después del chequeo; que el sistema eléctrico del automóvil estaba descompuesto. Y él no me creyó cuando le dije que yo había viajado con el automóvil toda la noche. De hecho era imposible cubrir doscientas millas, entre San Giovanni Rotondo y Ascoli Piceno, con el carro en aquél estado, entonces yo comprendí que el Padre Pío me había ayudado, yo le agradecí en mi mente, y estoy seguro que me ha escuchado.

Testimonio de una buena mujer pero algo tímida. Nunca era necesario repetir la misma frase al Padre Pío. Bastaba con pedírselo mentalmente. El esposo de esta buena mujer se encontraba muy enfermo. Ella corre al convento en busca de ayuda. Pero no sabía como localizar al Padre Pío, pues para una confesión, había que esperar hasta 3 días. Así durante la Santa Misa ella estuvo todo el tiempo de pie y caminaba de un lado al otro de la Iglesia. Finalmente decidió decirle su problema, y pidió en ese instante la ayuda del Padre Pío a Nuestra Señora. Así, al final de la Santa Misa, cruzó nuevamente la iglesia para hablar con él... Finalmente ella logró alcanzar el corredor por donde el pasaría. En cuanto el padre Pío la miró, le dijo: “mujer que poca fe, ¿cuándo usted pedirá mi ayuda finalmente? ¿Usted piensa que yo soy sordo? Usted ya me lo ha dicho cinco veces, cuando usted estaba delante de mí, detrás de mí, a mi derecha y a mi izquierda. ¡Yo entendí! ¡Yo entendí! ¡Vaya a su casa! Todo està bien. Cuando llegò a su casa; su esposo estaba completamente sanado.

En la crónica del convento, en la fecha del 23 de octubre de 1953, se puede leer esta anotación.

“Esta mañana la Señorita Amelia Z., ciega nata, de 27 años, ha venido desde la provincia de Vicenza y ha recibido la vista. Después de su confesión ella le ha preguntado al Padre Pío por su vista. El Padre le ha contestado: “Ten fe y ruega mucho”. En el mismo instante la joven chica vio al Padre Pío: el rostro, la mano que bendijo, los medios guantes que escondieron los estigmas. La vista ha ido rápidamente aumentando, hasta que la joven ya vio bien de cerca. Le dijeron al Padre Pío acerca del milagro y él dijo: “Demos gracias a Dios.”

Luego la joven los preguntó al padre Pío si tendría la vista completa y contestó: “poco a poco vendrá todo.”

QUE DIOS TE BENDIGA

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