| El Universo y el hombre. ¿Somos criaturas de Dios o el resultado del azar? | La iluminación de nuestras ciudades nos impide contemplar cada noche el maravilloso espectáculo del cielo estrellado. A cambio, el satélite espacial Hubble nos envía fotografías de lejanas galaxias, estrellas novas y supernovas o misteriosos agujeros negros, situados a años-luz de nuestro planeta.
Si a los antiguos el universo les pareció enorme, el que nos ahora descubrimos es infinitamente más grande, hermoso y variado. No son diversas esferas que rodean nuestro mundo, como pensaban ellos, sino un universo que se expande sin que podamos descubrir y ni siquiera intuir si tiene algún límite.
Todas las civilizaciones pasadas que contemplaron el cielo, reconocieron que necesariamente tenían que existir dioses y fuerzas capaces de realizar tales maravillas, aunque no les fuera dado conocerlos.
Pero si pasamos de la grandeza del cosmos a los misterios del microcosmos, los antiguos no pasaron de designar como elementos a la tierra, al aire, o al fuego. Llamaron átomos, sin ventanas, a las partes más pequeña de la materia y la portentosa hazaña de romper el átomo ya es cosa de nuestro tiempo.
También es cosa de nuestro tiempo la comprobación de que el átomo roto se compone no solo de protones y electrones, sino que, a su vez, cada una de estas piezas se descompone en otras, sin que al parecer se divise algún límite de lo infinitamente pequeño y sus propiedades, como los neutrinos, capaces de atravesar nuestro planeta sin obstáculo.
Los científicos pueden hacer cálculos en años-luz o en nanosegundos, pero a los demás mortales nos cuesta trabajo tener una idea intuitiva de lo que sea una milmillonésima de segundo o la distancia de un año luz, aunque todo esto sea medible y calculable.
Hay quienes se atreven a proponer que todo lo que existe se ha producido por puro azar, pero entre el ciego azar y una creación diseñada por un ser inteligente y poderoso, me reafirmo en mi fe en Dios que todo lo dispuso con “medida, número y peso” (Sab. 11,20)
Pero hay algo más extraño y maravilloso: la existencia del hombre, un ser único entre todos los animales que pueblan el planeta, con capacidad para preguntarse por el universo y por su misma vida, marcada por el ansia de saber de conocer la verdad, aunque a menudo se extravíe y encuentre sufrimiento, muerte y dolor.
Si, como yo creo, somos hechura del mismo Dios que ha hecho el universo, nuestra vida tiene sentido, pero si no somos más que el resultado del azar, somos unos desgraciados, pues negamos que exista Dios para querer serlo nosotros mismos.
Creo también que Dios ha creado el universo y al hombre por amor. Como dijo San Agustín: nos hiciste Señor para ti y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti. | |
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