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viernes, 28 de octubre de 2011

Himno matutino a Cristo


La tradición hispana es muy rica en sus expresiones litúrgicas, literarias, espirituales. Caló muy hondo la fe y ésta se manifestó en su liturgia, en sus peculiares tradiciones. Prudencio es un poeta del s. V-VI, cuya vida transcurre en la provincia romana de Tarraco, entre Zaragoza y Calahorra. Sus himnos son plegarias para distintos momentos del día o de la cotidianeidad de la vida, así como los himnos en honor de diversos santos. Prudencio nos acompañará en este blog para orar con textos de nuestra primitiva tradición hispana.

Hoy, alabemos a Cristo, por su luz nueva, por la gloria de su Resurrección.

Por esto, en ese tiempo de reposo
en el que alegre canta el gallo,
creemos todos con firmeza
que Cristo resucitó de entre los muertos.

Entonces fue abatida la fuerza de la muerte,
entonces fue la ley del tártaro vencida,
entonces la creciente pujanza
del día forzó la retirada de la noche.

Ya desde ahora sosieguen las maldades,
se aduerma ya la culpa oscura;
que el pecado mortal, al cabo padeciendo
su propio sueño, ya sucumba.

Que el espíritu alerta, por su parte,
a pie firme vigile, trabajando
lo que de tiempo resta
mientras la noche tiene puesta su barrera.

Llamemos a Jesús con nuestras voces,
con lágrimas, con ruegos, con ayunos;
la intensa súplica no deja
que el corazón puro adormezca.

Tiempo asaz, arroscado en el lecho nuestro cuerpo,
estrechó, cargó, rindió
hondo letargo nuestro pensamiento,
que erraba en vanos sueños.

Hay, sí, frivolidades y falsías
que, por amor a la mundana gloria,
hicimos como en sueños;
vigilemos; aquí está la verdad.

El oro, el placer, el gozo, la riqueza,
los honores, la prosperidad, males
de tal jaez nos hinchan de soberbia;
arriba la mañana, y nada es todo ello.

¡Tú, Cristo, disipa nuestro sueño,
destruye Tú los lazos de la noche,
perdona Tú el pecado antiguo
y trae a nuestro pecho la luz nueva!

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