Un monje meditaba en el desierto cuando se le acercó un mendigo:
-Necesito comer -dijo el mendigo.
-Ve a la ciudad y pide a otros -afirmó el monje-. Estoy intentando comunicarme con los ángeles.
-Dios se arrodilló ante el hombre, le lavó los pies, dio su vida por él y nadie lo reconoció -continuó el mendigo-. Aquel que dice amar a un Dios invisible y se olvida de su hermano visible está mintiendo.
Y el mendigo se transformó en un ángel.
-Qué pena, casi lo habías conseguido -comentó antes de irse de allí.
*"Deja el amor del mundo y sus dulcedumbres, como sueños de los que uno despierta; arroja tus cuidados, abandona todo pensamiento vano, renuncia a tu cuerpo. Porque vivir de la oración no significa sino enajenarse del mundo visible e invisible. Nada. A no ser el unirme a Ti en la oración de recogimiento. Unos desean la gloria; otros las riquezas. Yo anhelo sólo a Dios y pongo en Ti solamente la esperanza de mi alma devastada por la pasión"
jueves, 13 de octubre de 2011
El mendigo hambriento
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