La oración presentada a Dios "en espíritu y verdad" (Jn 4, 23) es una realidad incorpórea e indestructible. En el plano psicológico, es posible que, inmersos en el torbellino de la vida, olvidemos a aquel a quien hemos orado, pero Dios guarda eternamente en su memoria nuestra oración. En el día de la resurrección y del juicio, todo lo bueno que hayamos hecho a lo largo de la vida estará a nuestro lado para justificarnos; por el contrario, todo lo malo que hayamos hecho y de lo que no nos hayamos arrepentido estará allí para acusarnos. Por más que parezca extraño e incluso lógicamente imposible, las lágrimas de arrepentimiento de nuestra alma pueden limpiar las acciones perversas y malas palabras. Las consecuencias del pecado, nefastas para nosotros, se curan; la energía negativa de las acciones que hemos cometido contra el prójimo desaparece. Por la fuerza divina se restaura la plenitud de la Vida; no por una intervención unilateral de Dios, sino siempre en unión con el arrepentimiento y la disposición del hombre. Dios no hace nada con el hombre sin el hombre.
*"Deja el amor del mundo y sus dulcedumbres, como sueños de los que uno despierta; arroja tus cuidados, abandona todo pensamiento vano, renuncia a tu cuerpo. Porque vivir de la oración no significa sino enajenarse del mundo visible e invisible. Nada. A no ser el unirme a Ti en la oración de recogimiento. Unos desean la gloria; otros las riquezas. Yo anhelo sólo a Dios y pongo en Ti solamente la esperanza de mi alma devastada por la pasión"
jueves, 13 de octubre de 2011
EL ARREPENTIMIENTO
La oración presentada a Dios "en espíritu y verdad" (Jn 4, 23) es una realidad incorpórea e indestructible. En el plano psicológico, es posible que, inmersos en el torbellino de la vida, olvidemos a aquel a quien hemos orado, pero Dios guarda eternamente en su memoria nuestra oración. En el día de la resurrección y del juicio, todo lo bueno que hayamos hecho a lo largo de la vida estará a nuestro lado para justificarnos; por el contrario, todo lo malo que hayamos hecho y de lo que no nos hayamos arrepentido estará allí para acusarnos. Por más que parezca extraño e incluso lógicamente imposible, las lágrimas de arrepentimiento de nuestra alma pueden limpiar las acciones perversas y malas palabras. Las consecuencias del pecado, nefastas para nosotros, se curan; la energía negativa de las acciones que hemos cometido contra el prójimo desaparece. Por la fuerza divina se restaura la plenitud de la Vida; no por una intervención unilateral de Dios, sino siempre en unión con el arrepentimiento y la disposición del hombre. Dios no hace nada con el hombre sin el hombre.
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