Etim: del latín "limbus", borde de un vestido.
Los teólogos desarrollaron el concepto de "limbo": un estado de "felicidad natural" después de la muerte que no es ni cielo ni infierno. Dante, en le Divina Comedia (Siglo XIV), puso a los paganos virtuosos y a los filósofos clásicos griegos en el limbo.
El limbo nunca fue doctrina de la Iglesia Católica. Fue una proposición o hipótesis teológica que se propuso a partir del siglo XIII para explicar el destino de los que mueren sin haber cometido pecado mortal pero sin el bautismo. En la pastoral se hablaba del limbo sobre todo en referencia a los niños que morían sin ser bautizados.
Después del Concilio Vaticano II el concepto del limbo fue abandonado. El Catecismo actual confía el destino de los no bautizados en las manos de Dios sin elaborar.
El Catecismo de la Iglesia Catolica, #1261:
En cuanto a los niños muertos sin Bautismo, la Iglesia sólo puede confiarlos a la misericordia divina, como hace en el rito de las exequias por ellos. En efecto, la gran misericordia de Dios, que quiere que todos los hombres se salven y la ternura de Jesús con los niños, que le hizo decir: "Dejad que los niños se acerquen a mí, no se lo impidáis" (Mc 10, 14), nos permiten confiar en que haya un camino de salvación para los niños que mueren sin Bautismo. Por esto es más apremiante aún la llamada de la Iglesia a no impedir que los niños pequeños vengan a Cristo por el don del santo Bautismo.
Hay un rito para bebes no bautizados cuyos padres tenían la intención de bautizarlos.
Algunos puntos sobre el Limbo
Comisión Teológica Internacional con aprobación Benedicto XVI,
Tras años de estudio, el documento «La esperanza de salvación para los niños que mueren sin el bautismo», de 41 páginas, fue publicado el 20 de Abril, 2007. Ofrecemos algunos puntos principales.
Algunos puntos del documento Citas son traducción no oficial del documento en inglés publicado por CNS. P. Jordi Rivero.
- Hay buenas razones para tener esperanza que los bebes que mueren sin ser bautizados vayan al cielo.
- El concepto tradicional de limbo - como lugar donde los bebes no bautizados pasan la eternidad sin comunión con Dios - parece reflejar «una visión demasiado restrictiva de la salvación».
-La Iglesia continua creyendo que, por el pecado original, el bautismo es el camino ordinario de salvación para todos y urge a los padres que bauticen a los bebes.
-Hoy hay una mayor conciencia teológica de que Dios es misericordioso y «quiere que todos los seres humanos se salven».
-La gracia tiene prioridad sobre el pecado y la exclusión de los bebés inocentes del cielo no parece reflejar el amor especial de Jesús por los pequeños.
-No hay una respuesta explícita en las Sagradas Escrituras o la Tradición. En el siglo V S. Agustín especuló que los bebes que morían sin bautizar iban al infierno. En el siglo XIII los teólogos se referían al "limbo de los bebés" como un lugar donde los bebés sin bautizar estaban privados de la visión de Dios pero no sufrían porque no sabían de que estaban privados.
-A través de los años, los papas y los concilios cuidadosamente evitaron definir el limbo como doctrina de fe y dejaron la cuestión abierta.
-Una cuestión clave es la enseñanza de la Iglesia que el bautismo es necesario para la salvación. La enseñanza necesita interpretación, a la luz de que los "bebés... no ponen ningún obstáculo personal a la gracia redentora" En esta situación y en otras, la necesidad del bautismo no es absoluta sino secundaria al deseo de Dios por la salvación de todos. "Dios, por lo tanto, puede dar la gracia del bautismo sin que el sacramento sea conferido". Esto no niega que toda salvación viene por medio de Cristo y en alguna manera por medio de la Iglesia, pero requiere un mayor entendimiento sobre como esto funciona.
- “Junto a la teoría del limbo –que permanece como una posible opción teológica- puede haber otros modos de integrar y salvaguardar los principios de la fe subrayados por la Escritura” #41
Un bebe no bautizado puede ser unido a Cristo:
-En conformidad salvadora con la muerte de Cristo, en casos en que el niño sufre y muere.
-Solidaridad con Cristo de las víctimas de violencia, nacidas o no nacidas, que como los Santos Inocentes asesinados por el Rey Herodes, están en peligro por el "miedo o el egoísmo de otros"
-Dios puede simplemente dar el don de salvación a los bebes sin bautizar, correspondiendo a su don sacramental de salvación a los bautizados.
-Concluyen que los muchos factores que han considerado "presentan serias bases teológicas y litúrgicas para tener esperanza de que los bebés que mueren sin ser bautizados se salvarán y gozarán la visión beatífica" "Enfatizamos que estas son razones para esperar en oración mas que fundamentos para un conocimiento seguro" La Iglesia no tiene conocimiento seguro sobre la salvación de los bebes que muren sin bautizar.
De nuestro Correo:
He leído que el Papa anuló la doctrina sobre el limbo. Entonces, ¿no esta la Iglesia reconociendo que su doctrina puede cambiar con el tiempo?.
RESPUESTA: El documento sobre el limbo ni es del Papa ni es doctrina. Es mas bien la obra de una comisión teológica y no por lo tanto no un documento del magisterio de la Iglesia. Solo pretende ofrecer razones para tener esperanza.
Como podrá ver en nuestro artículo, arriba, el limbo nunca fue doctrina de la Iglesia sino solo una hipótesis de los teólogos. Como tal puede ser revisada. En este caso la revisión ha sido a la luz de una mayor conciencia de la misericordia de Dios.
¿Entonces no es necesario el bautismo? Si lo es. Pero hay situaciones en que la persona no tuvo posibilidad de bautizarse. Entonces Dios puede otorgar las gracias del bautismo en forma extraordinaria. En ningún modo esto justifica el crimen del aborto o el descuidar el bautismo de los hijos. Los padres cristianos que no bautizan a sus hijos pudiendo haberlo hecho, son culpables de haberles negado el camino ordinario para la salvación.
La prensa sensacionalista, como ocurre frecuentemente, ha dicho muchos disparates sobre el documento del limbo. Los católicos debemos estar bien formados no solo para evitar que nos confundan sino también para saber explicar nuestra fe.
Limbo (teología)
En la tradición católica, el limbo es el estado o el lugar temporal de las almas de los buenos creyentes que han muerto antes de la resurrección de Jesús (limbo de los patriarcas), y el estado o lugar permanente de los no bautizados que mueren a corta edad sin haber cometido ningún pecado personal, pero sin haberse visto librados del pecado original mediante el bautismo (limbo de los niños). Teóricamente, al menos según algunas interpretaciones, y a pesar de su nombre, también irían a éste aquellos adultos que, no habiendo cometido pecado personal alguno, no hubieran tenido la oportunidad de conocer la doctrina cristiana ni ser bautizados; aunque el estado de concupiscencia provocado por el pecado original haría muy remota la posibilidad de que un caso así haya llegado a darse.
El significado de «limbo» es ‘borde’ u ‘orla’, y penetró en el lenguaje cuando se quiso indicar que los niños muertos sin pecados personales van a residir en la región fronteriza del infierno, en una especie de nivel superior, adonde no les alcanzaría el fuego. Aunque popularmente se entiende como un sitio «al que las almas van», desde el punto de vista teológico el concepto nunca estuvo completamente definido; era lo que en teología se conoce como teologúmeno. En realidad, el limbo nunca fue declarado dogma por la Iglesia (como sí lo fue el Purgatorio) si bien esta creencia fue ampliamente difundida en el mundo católico. Sí fue declarado dogmáticamente que el pecado original merece las penas del infierno, y que sólo a través del bautismo, en cualquiera de sus formas, puede ser perdonada la culpa que lo acompaña.
Historia
La primera doctrina en ser fijada respecto al destino de los no bautizados fue desarrollada por San Agustín, en el marco de su oposición a la doctrina pelagiana del pecado original, que por su iniciativa fue declarada herética en el Concilio de Cartago (418). Según sus conclusiones, el pecado original merece las penas del infierno, incluidos sus tormentos, por sí solo, y los niños no bautizados no pueden tener otro destino, aunque el propio Agustín afirmaba su convicción de que sólo debían sufrir allí una pena levísima («Mitissima sane omnium poena»), limitada para algunos a la mera privación de la visión beatífica (visión de Dios). La doctrina fue reafirmada en los concilios segundo de Lyon (1274, Denzinger: 464) y de Florencia (1439-1445, Denzinger: 693).
El término limbo fue introducido por Alberto Magno, y la generalización de la doctrina de un lugar específico para los niños, a sumar a las otras mansiones (cielo, infierno, purgatorio y limbo de los patriarcas) se debe a la influencia de Santo Tomás, su discípulo. Nunca fue incorporada al dogma, pero sí administrada luego como una creencia común en las enseñanzas de la Iglesia y figura, por ejemplo, en el catecismo de Ripalda (1616). Los jansenistas, reviviendo la doctrina de Agustín de Hipona, se opusieron al molinismo, las posiciones del jesuita Luis de Molina, acusándole de recuperar la herejía pelagiana, al negar el debido castigo de los infantes no bautizados, y acusando a la teología escolástica de incurrir en pelagianismo por predicar su existencia. El enfrentamiento entre agustinos y jansenistas, por un lado, y jesuitas escolásticos, por otro, terminó cuando Pío VI condenó el jansenismo, no por defender la teoría agustiniana, sino por declarar herética la doctrina del limbo, estableciendo así definitivamente el derecho de los teólogos a defenderla tanto como a la de San Agustín (Denzinger: 1526).
A partir de entonces, la doctrina del limbo ha sido la enseñada regularmente por la Iglesia, aunque no está presente en el Catecismo Romano de Trento, vigente durante cuatro siglos, que expresa la doctrina agustiniana. Los catecismos populares en los siglos XIX y XX, como el del padre Ripalda, mencionan el limbo de los niños como uno de «los infiernos», junto al purgatorio, el limbo de los patriarcas y el infierno de los condenados. Los catecismos modernos, como el de Baltimore, no hacen mención expresa de su nombre, pero, a diferencia del Catecismo de Trento, describen o especulan acerca de un destino especial para los niños muertos sin bautismo («algún lugar semejante al limbo [de los patriarcas]», dice el catecismo de Baltimore).
El vigente Catecismo de la Iglesia Católica (1992), resumen oficial de la doctrina de la Iglesia, dice respecto a este tema:
No expresa pues la doctrina tomista del limbo, pero sí hace referencia a un posible destino especial, que en la forma adoptada («un camino de salvación»), los situaría en el cielo y no en el infierno, en contra de lo que es doctrina de fe (doctrina credenda) desde el siglo V.
El 19 de abril de 2007, la Comisión Teológica Internacional, que fue presidida por Joseph Ratzinger hasta su elección como papa Benedicto XVI, publicó un documento teológico ―que no constituye magisterio pero se emite con la autoridad del Vaticano― que subraya que la existencia del limbo de los niños no es una verdad dogmática, sino solamente una hipótesis teológica, entre otras. El documento considera, como otros muchos en la historia de la Iglesia Católica, un misterio el destino preciso de los niños sin bautizar, expresando la esperanza de encontrar en el futuro una solución teológica que permita creer en su salvación: «Todos los factores que hemos considerado [...] dan serias bases teológicas y litúrgicas a la esperanza de que los niños muertos sin bautismo estén salvos y gocen de la visión beatífica». Ya en las reformas litúrgicas que siguieron al Vaticano II, se había establecido un rito específico para el sepelio de los niños no bautizados.
Bibliografía
- Enrique Denzinger: El magisterio de la Iglesia. Barcelona: Herder, 31.ª edición, 3.ª reimpresión, 1963.
Lee el libro acá sobre el limbo
No hay comentarios:
Publicar un comentario