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martes, 13 de enero de 2009

Mi alma.

Mi alma.

Antes de escribir una poesía sobre el alma hay que preguntarse ¿Qué es el alma y para donde vamos?
Hoy en día hay una dicotomía con el yo mismo de cada uno es como si estuviera el cuerpo, la psiquis y el Alma separadas por eso están los problemas de hoy según mi parecer, separación de estos elementos trae consigo una tremenda división con el yo interior, es como la figura el hombre lucha con su alma y su cuerpo, el caballo blanco es el alma y el caballo negro es el cuerpo y los dos quieren ir en distinta dirección es por eso el problema la infelicidad , no luchemos juntemos estos caballos para que vayan en una sola dirección, en una sola esencia el yo personal y único e irrepetible frente a los demás, únicos.

El hombre constituye un todo único, compuesto de materia, vida y alma (espíritu).
Cada hombre constituye un microcosmos en el cual se refleja todo el universo.
El hombre es persona en la unidad sustancial de cuerpo y alma. La persona no es solo el alma, es el compuesto.
Ø El alma humana es creada por Dios e infundida en el cuerpo en el instante en que este la pueda recibir.
Ø El alma humana es incorruptible e inmortal.
Ø El alma humana se une al cuerpo como su forma substancial y le da el ser viviente, de animal y de hombre.
Ø Las facultades propias del hombre son inteligencia y voluntad. El intelecto es una facultad inorgánica intrínsicamente independiente del órgano que le sirve de apoyo.
Ø El hombre es un ser libre, porque no está condicionado por los bienes particulares.
Ø El hombre se trasciende por el conocimiento y el amor.
Ø La perfectividad es propia de lo humano.
Ø La plenitud del hombre se halla solo en Dios.

¿Te preguntaras entonces donde puedo encontrar mi alma? Solo dentro de ti, solo tienes que buscarla.


Oh también buscar tu alma gemela para que seas feliz, eso
depende de que alma estés buscando no te parece.

El cuerpo y el alma como unidad.

“Si ambos se separan uno de la otra, ya no hay una persona, ya no hay una realidad viva y subsistente hecha a imagen y semejanza de Dios. El `matrimonio` del cuerpo y alma en una persona es una de las cosas que hacen del hombre una imagen de Dios; y lo que Dios ha unido, ningún hombre puede separar sin peligro para su cordura.”
New sedes of Contemplatión, 27.

Como ser humano, tengo un alma. Es lo que me hace distinta de otras criaturas vivientes en el planeta. Tengo una naturaleza espiritual que desea alcanzar el Misterio de Dios. Tengo una naturaleza que se preocupa por mi mundo y por los demás.

Esta naturaleza espiritual habita un cuerpo único para mí. Sin este cuerpo, no podría conectarme con el mundo tal como fue creado. El cuerpo es mi puente para contactarme con otras personas, con la tierra y con el universo. Mediante mi encarnación, puedo tocar a otras personas físicamente. Puedo dar expresión a la pasión de Dios en mí, por medio de cantos, danzas y palabras; y mis emociones tienen un vehículo en mis miembros y nervios, mediante los cuales expresan los movimientos de mi vida interior.

Si yo fuera sólo espíritu, no tendría un modo concreto de hablar al mundo sobre mi existencia y pensamientos. Muchos filósofos y espiritualistas a través de los siglos han tratado de rebajar la importancia del cuerpo en la vida espiritual. No reconocieron la necesidad de sus propios cuerpos para registrar sus ideas acerca del viaje espiritual. Estaban confundidos y temerosos por los impulsos y los abusos de personas cuya encarnación les producía conflictos. El miedo de una mala elección los hacía negar sus cuerpos, como si éstos fueran la fuente del mal que ellos percibían.

Pero ¿Cómo podría sentir alegría sin un corazón palpitante, sin ojos mediante los cuales ver el mundo y un cerebro a través del que puedo descifrar su mensaje?¿Cómo podría comunicar esta maravilla de mi alma sin una lengua para hablar y sin otros que escuchen desde sus propios seres encarnados?

El cuerpo necesita de mi espíritu para ayudarlo a canalizar sus energías hacia expresiones sanas. El espíritu necesita de mi cuerpo para expresarse en el mundo, de manera que pueda tener una vida comunitaria, en comunicación con otras personas. Thomas Merton dijo: “Si los dos están separados uno del otro, ya no hay una persona… hecha a imagen y semejanza de Dios.” Este “matrimonio” es lo que nos hace humanos a imagen de Dios, capaces de trascender mediante nuestro espíritu y de expresar esa relación mediante nuestro cuerpo.

Estamos llamados a una vida armoniosa con las variadas dimensiones de nuestra humanidad. Se nos exige que reconozcamos todos los dones de esa humanidad: cuerpo, alma y mente. Hay un constante diálogo de comunicación dentro de cada uno de nosotros, por el cual podemos ver, reflexionar y reconocer el sentido del mundo que Dios nos ha dado. Si no nos respetamos a nosotros mismos y nos ha dado. Si no nos respetamos a nosotros mismos y no apreciamos todos los aspectos de nuestra humanidad, corremos el riesgo de traicionar y degradar la imagen de Dios en nosotros.

“Porque tú mis riñones has formado,
me has tejido en el vientre de mi madre;
yo te doy gracias por tantas maravilla:
prodigio soy, prodigios son tus obras.
Mi alma conocías cabalmente,
y mis huesos no se te ocultaban,
cuando yo era formado en lo secreto,
tejido en las honduras de la tierra.”
Salmos 139, 13-15.

Oración:

Amado Creador, mi cuerpo a veces me confunde con sus necesidades e impulsos. Pero en mi interior sé que este impulso es para tu honor y tu gloria, así que puedo buscarte con todo mi ser. Gracias por mis miembros, mis ojos, mi lengua y por las palabras mediante las que puedo alcanzarte en el mundo y tocar lo que has creado. Permite que tu Espíritu me guíe en mis expresiones de amor y me lleve a una armonía conmigo mismo y contigo.
Sacado del Libro Meditando con Thomas Merton.
Poesía Canción de mi Alma.
Primera parte.

MI YO Y EL HOMBRE.

CANCIÓN DE MI ALMA.

Alma, te busco
Como el arroyo a sus piedras,
Como el polen a su alcoba viajera,
Como el frío a su noche.
Alma, mi alma:
No estás conmigo,
No estás con mis manos,
Y yo… estoy triste.

Canto primero.

Silencio.
Silencio palpitante,
Llegas hacia mí,
Oscuro
Y alejado;
Dime si conoces a mi alma;
Silencio,
Nave solitaria,
Piedra azul,
Ave de alas duras,
Roca profunda, silencio,
Dulce canto de mis manos,
Lenta lágrima de niño
Entre mejillas pálidas:
Te conozco,
Te siento
Y tú me ignoras.
Silencio:
Soy el llano más extenso
Que acaricia tu semblante,
Como el frío a las hojas
Desprendidas.
Hacia ti voy;
A veces, te encuentro,
A veces te palpo,
Y quiero conversar contigo;
Silencio solitario,
Vacilante
Como palabra de niño.

Canto segundo.


Frío.
Como un silbido
Desgarrado,
Llegas hasta mí.
Frío, me acompañas.
Lejos de mi alma
Azotas con más fuerza;
Yo no estoy con mi alma
Y tú me acompañas.
Amo tu concierto extraviado,
Amo el dulce dolor que me causas,
Amo al silencio que me traes,
Amo la angustia que me arrancas;
Frío, ave negra,
A mi alma no llegas,
Pero te busco
Y estoy alegre
Como una mirada cariñosa,
Como el despertar de un capullo
O como el canto de una madre.
(Amo a mi alma
y te amo sin mi alma,
frío solitario).

Canto tercero.
Noche.
Hacia ti voy,
A escuchar tu canto
Y sentir los quejidos
Agresivos del silencio,
A derramar la lágrima
Cálida
Sobre el rostro candente de la roca
Y las miradas heladas de tristeza.
Noche:
Aunque no quiero,
Me acompañas,
(te encuentro siempre sola,
alejada de mi alma),
y siento tu bóveda
como la palabra indecisa
del silencio
y repentina
como un grito entre tormentas.
Noche,
Mi alma
Hasta ti no llega
Y tú, triste y confusa, me acompañas.

Canto cuarto.


Alegría.
Alegría, suave murmullo,
Te busco
Y no llego hasta
Tu lecho,
Alegría,
Palabra extraña,
No siento que te encuentro,
No estás entre mis venas
Y mi vista no te halla,
Pareces una hoja en el viento,
Una rosa entre bruma,
Pero yo
No te encuentro,
Y mi alma
Está lejos.
(Alma, amo a la tristeza).

Canto quinto.

Tristeza.
Veo tu rostro
En mi alma ausente,
En los despojos del deseo,
En la esperanza
Diluida en la brisa,
Entre los alimentos muertos,
Entre la lágrima insegura,
En mis manos,
En mi vista,
Tristeza,
Me asaltan tus brazos
Y yo los acepto:
Son míos
Y los amo,
Siento su helada caricia,
Siento su suave llanto
Y siento a mi alma ausente.
(Tristeza, te pareces a mi alma).

Canto Sexto.
Soledad.
Sin querer voy contigo.
Soledad,
Me inundas,
Lentamente,
Como mi alma triste,
Como mi único amigo.
Te amo
Y voy por tus senderos largos,
Extraños,
Pero eres mía,
Eres mi alma,
Mi alma huida,
Mi alma lejana que no encuentro.
Soledad,
Hermosa flor,
Me acompañas
Como el hombre a la lágrima,
Como tierna brisa matinal…
Y yo te amo
Como a mi alma,
Como a mi alma ausente,
Como a mi alma ausente que busco,
Como a mi alma ausente que no encuentro.

Canto Séptimo.
Grito.
Te hallo en los vestigios
De las miradas
Que me asaltan
Como pétalos ensangrentados
Que me buscan agresivos.
Y yo los siento
Rebotar como el eco
En mi pecho,
En el abismo de mi alma oculta,
En mi silencio
Que amo y no es mío,
En mi soledad
Que me acompaña
Y que arrastro
Como la noche a sus estrellas.
Grito:
Delicada espina,
Me asaltas
Y no te siento.
(Ya eres mío)

Final.


Alma mía,
Lejana
Como las galerías del oro,
Ven hasta mí;
Alma, mi alma,
Profunda y solitaria
Como la roca de cuarzo,
Triste como el llamado
De los truenos,
Te busco:
Con el silencio solitario,
Con el rumor extraviado;
Y no estás,
No existes
En mis manos,
Y yo… estoy triste.
(Aún te busco y te amo alma mía).

Jorge Ballet Pacheco.

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