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lunes, 25 de septiembre de 2017

Evangelio del Día lunes 25 Septiembre 2017

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Lunes de la vigésima qunita semana del tiempo ordinario

San Fermín de Amiens
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Leer el comentario del Evangelio por
Un sermón atribuido a San Agustín : “Fijaos en cómo escucháis”

Esdras 1,1-6.

En el primer año de Ciro, rey de Persia, para que se cumpliera la palabra del Señor pronunciada por Jeremías, el Señor despertó el espíritu de Ciro, rey de Persia, y este mandó proclamar de viva voz y por escrito en todo su reino:
"Así habla Ciro, rey de Persia: El Señor, el Dios del cielo, ha puesto en mis manos todos los reinos de la tierra, y me ha encargado que le edifique una Casa en Jerusalén, de Judá.
Si alguno de ustedes pertenece a ese pueblo, que su Dios lo acompañe y suba a Jerusalén, de Judá, para reconstruir la Casa del Señor, el Dios de Israel, el Dios que está en Jerusalén.
Que la población de cada lugar ayude a todos los que queden de ese pueblo, en cualquier parte donde residan, proporcionándoles plata, oro, bienes y ganado, como así también otras ofrendas voluntarias para la Casa del Dios que está en Jerusalén".
Entonces los jefes de familia de Judá y de Benjamín, los sacerdotes y los levitas, y todos los que se sintieron movidos por Dios, se pusieron en camino para ir a reconstruir la Casa del Señor que está en Jerusalén.
Sus vecinos les proporcionaron toda clase de ayuda: plata, oro, bienes, ganado y gran cantidad de objetos preciosos, además de toda clase de ofrendas voluntarias.

Salmo 126(125),1-2ab.2cd-3.4-5.6.

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía que soñábamos:
nuestra boca se llenó de risas
y nuestros labios, de canciones.

Hasta los mismos paganos decían:
“¡El Señor hizo por ellos grandes cosas!”.
¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros
y estamos rebosantes de alegría!

¡Cambia, Señor, nuestra suerte
como los torrentes del Négueb!
Los que siembran entre lágrimas
cosecharán entre canciones.

El sembrador va llorando
cuando esparce la semilla,
pero vuelve cantando
cuando trae las gavillas.



Lucas 8,16-18.

Jesús dijo a la gente:
"No se enciende una lámpara para cubrirla con un recipiente o para ponerla debajo de la cama, sino que se la coloca sobre un candelero, para que los que entren vean la luz.
Porque no hay nada oculto que no se descubra algún día, ni nada secreto que no deba ser conocido y divulgado.
Presten atención y oigan bien, porque al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que cree tener".


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por :

Un sermón atribuido a San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte) y doctor de la Iglesia
Cf. Disertación sobre el salmo 139, 15; Sermones sobre san Juan, nº 57

“Fijaos en cómo escucháis”

“Sed todos prontos para escuchar, pero lentos para hablar” (St 1,19). Sí, hermanos, os lo digo francamente…, yo que frecuentemente os hablo a petición vuestra: mi gozo es completo, sin sombra alguna cuando me encuentro en la hilera de los auditores; mi gozo es sin sombra cuando escucho, y no cuando hablo. Es entonces cuando, con toda certeza, saboreo la palabra; mi satisfacción no se ve amenazada por la vanagloria. Cuando uno se encuentra sentado sobre la piedra sólida de la verdad ¿cómo temer el precipicio del orgullo? “Escucharé, dice el salmista, y me llenarás de gozo y alegría” (Sl 50,10). Nunca estoy tan lleno de gozo como cuando os escucho; es nuestro lugar de oyente que nos mantiene en una actitud de humildad.

Por el contrario, si tenemos la palabra… necesitamos una cierta contención; aunque no ceda al orgullo, tengo miedo de hacerlo. Por el contrario, si escucho, nadie puede quitarme mi gozo (Jn 16,22), porque nadie es testigo de ello. Es aquel gozo del amigo del esposo del que san Juan dice: “que esté en pie y escuche” (Jn 3,29). Se mantiene en pie porque escucha. Así también el primer hombre, porque escuchaba se mantenía en pie; desde que escuchó a la serpiente, cayó. El amigo del esposo se llena “de gozo al escuchar la voz del Esposo”; lo que le llena de gozo no es su propia voz de predicador, de profeta, sino la misma voz del Esposo.



Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Lunes XXV del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Lc 8,16-18): En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «Nadie enciende una lámpara y la cubre con una vasija, o la pone debajo de un lecho, sino que la pone sobre un candelero, para que los que entren vean la luz. Pues nada hay oculto que no quede manifiesto, y nada secreto que no venga a ser conocido y descubierto. Mirad, pues, cómo oís; porque al que tenga, se le dará; y al que no tenga, aun lo que crea tener se le quitará».
Comentario: + Rev. D. Joaquim FONT i Gassol (Igualada, Barcelona, España)
«Pone (la lámpara) sobre un candelero, para que los que entren vean la luz»
Hoy, este Evangelio tan breve es rico en temas que atraen nuestra atención. En primer lugar, “dar luz”: ¡todo es patente ante los ojos de Dios! Segundo gran tema: las Gracias están engarzadas, la fidelidad a una atrae a otras: «Gratiam pro gratia» (Jn 1,16). En fin, es un lenguaje humano para cosas divinas y perdurables.

¡Luz para los que entran en la Iglesia! Desde siglos, las madres cristianas han enseñado en la intimidad a sus hijos con palabras expresivas, pero sobre todo con la “luz” de su buen ejemplo. También han sembrado con la típica cordura popular y evangélica, comprimida en muchos refranes, llenos de sabiduría y de fe a la vez. Uno de ellos es éste: «Iluminar y no difuminar». San Mateo nos dice: «(...) para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres para que, al ver vuestras buenas obras, den gloria a vuestro Padre que está en los cielos» (Mt 5,15-16).

Nuestro examen de conciencia al final del día puede compararse al tendero que repasa la caja para ver el fruto de su trabajo. No empieza preguntando: —¿Cuánto he perdido? Sino más bien: —¿Qué he ganado? Y acto seguido: —¿Cómo podré ganar más mañana, qué puedo hacer para mejorar? El repaso de nuestra jornada acaba con acción de gracias y, por contraste, con un acto de dolor amoroso. —Me duele no haber amado más y espero lleno de ilusión, estrenar mañana el nuevo día para agradar más a Nuestro Señor, que siempre me ve, me acompaña y me ama tanto. —Quiero proporcionar más luz y disminuir el humo del fuego de mi amor.

En las veladas familiares, los padres y abuelos han forjado —y forjan— la personalidad y la piedad de los niños de hoy y hombres de mañana. ¡Merece la pena! ¡Es urgente! María, Estrella de la mañana, Virgen del amanecer que precede a la Luz del Sol-Jesús, nos guía y da la mano. «¡Oh Virgen dichosa! Es imposible que se pierda aquel en quien tú has puesto tu mirada» (San Anselmo).

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