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martes, 23 de agosto de 2016

Hablando Consigo Mismo

Hay muchas maneras distintas de hablarnos a nosotros mismos.  Una forma es afirmándonos.  Por ejemplo, antes de una fiesta nos pudiésemos sentir un poco nerviosos así que nos decimos: “Todo está bien, todo va a salir bien”.
Otra manera de hablarnos a nosotros mismos es darnos consejo ó instrucción.  Por ejemplo: “en la fiesta, enfoquémonos en animar a la gente a compartir de sí mismos”.
Otra posible manera de hablarnos a nosotros mismos es condenándonos.  “Me veo malísimo; soy un perdedor”.
O pudiéramos hacernos una pregunta.  En camino a la fiesta, pudiésemos preguntarnos: “¿Qué puedo hacer esta noche que la haría genuinamente divertida?”
De todas las posibles maneras de hablarnos a nosotros mismos, el hacernos preguntas es la más poderosa.  Las preguntas dirigen nuestra mente y ponen en movimiento trenes de pensamiento.  Eso es lo que las hace poderosas.  Las preguntas son generativas; generan pensamientos.  Y porque son tan poderosas, realmente hace la diferencia ponerle atención a las pregunta que nos hacemos a nosotros mismos y hacernos buenas preguntas.
Hacernos una mala pregunta antes de una fiesta, por ejemplo, pueden crear ansiedad excesiva y una experiencia negativa.  Por ejemplo: “¿Y qué si no puedo pensar en nada que decir?  ¿Y si meto la pata?  ¿Y qué si soy un perdedor por el resto de mi vida y nunca me caso y vivo solo y despreciado por el mundo?”  Las preguntas de “qué pasaría si” están creando una cadena de pensamientos e imágenes angustiosos que producen sentimientos de ansiedad.  Con pensamientos como estos en nuestra mente, llegamos a la fiesta sintiéndonos nerviosos y apartados.  No podemos pensar en nada agradable que decir (porque nuestros propios pensamientos angustiosos ocupan nuestra mente) y nos dejamos mal a nosotros mismos con nuestra torpeza.  Mantengamos esto y nuestras tristes predicciones de una vida solitaria se volverán realidad—no porque seamos estúpidos ó feos ó tengamos fallas de carácter, sino tan sólo porque nunca prestamos atención a las preguntas que nos hacemos y nunca intentamos hacernos preguntas de alta calidad.
¿Qué constituye una buena pregunta?  Esa es la obvia siguiente pregunta, ¿verdad?  ¿Qué hace de una pregunta, una buena pregunta?  La respuesta es sencilla.  Una pregunta de alta calidad tiene un buen resultado.  Enfoca nuestra atención en algo que nos hace efectivos.  Dirige nuestra mente hacia algo que nos ayuda a manejar exitosamente la situación.  Una pregunta es buena si nos lleva a un buen resultado.
Mala pregunta: ¿Y qué si no les gusto?  Buena pregunta: ¿Qué cosa puedo hacer ahora mismo que me haga más atractivo?
Mala pregunta: ¿Y qué si fracaso en alcanzar mi meta?  Buena pregunta: ¿Que es lo más importante que pudiera hacer para asegurarme que alcanzo mi meta?
Una pregunta de alta calidad es una que produce un resultado final deseado.  Revisemos las preguntas que nos hacemos (tendremos que prestar atención ya que nuestros pensamientos pasan automáticamente la mayoría del tiempo) y entonces hacer esta pregunta: “¿Cuál será el resultado de hacerme esta pregunta?”
Si el resultado no es bueno, preguntémonos: “¿Qué resultado queremos?”  Y cuando decidimos el resultado, preguntémonos: “¿Qué pregunta puedo hacerme que me ayude a alcanzar ese resultado?”  ¡No nos conformemos con la primera cosa que nos venga a la mente!  Pensemos en ello; forcémonos a pensar en diez posibles buenas preguntas.
Entonces, escojamos la mejor pregunta—la que produzca el mejor resultado—y practiquemos haciéndonos esa pregunta.  Practiquemos literalmente… hagámonos esa pregunta muchas veces.  Acostumbrémonos a hacérnosla… hagámosla familiar, cómoda y automática.
Hay ciertos momentos en que ayudaría hacernos esa pregunta; practiquemos hacérnosla en esos tiempos.
Por ejemplo, cuando Katie se prepara para una entrevista, no quiere obsesionarse con sus preguntas automáticas: “¿Y qué si no me quieren?” y “¿Y qué si quedo como una tonta durante la entrevista?”  Ella está consciente de que esas preguntas no la ponen en su mejor estado mental para tener una entrevista exitosa.
Ella decide que una buena pregunta a considerar es: “¿Cómo puedo ayudar a esta gente?”  Aquello la coloca en la actitud correcta para una entrevista.  Esa es una pregunta que producirá un buen resultado.  Así que mientras se viste para ir a la entrevista, se hace a sí misma esa pregunta.  La considera.  Cuando su mente divaga, regresa a esa pregunta.  Y en el auto, camino a la entrevista, piensa sobre ella un poco más buscando maneras en que puede ayudar a sus futuros empleadores.  Cada vez que su mente se distrae hacia sus preocupaciones, ella se pregunta a sí misma: “Sí, ¿pero cómo puedo ayudar a esta gente?”  Y aún mientras camina hacia la entrevista, se sigue preguntando cómo puede ayudarles.
¿Qué pensamos sería la diferencia entre Katie sentada para una entrevista pensando: “¿Y qué si no me quieren?” en contraste con preguntarse: “¿Cómo puedo ayudar a esta gente?”  ¿Qué diferencia habría en su actitud?  ¿En su modo de conducirse?  ¿En el nivel de sus hormonas del estrés?  ¿En su enfoque—enfoque hacia afuera en vez de hacia adentro?  Creo que podemos ver que sería obviamente una diferencia grande y visible.  La segunda pregunta la haría mucho más efectiva en la entrevista y probablemente la lleve a un buen resultado.
Hacernos una buena pregunta es una herramienta poderosa.  ¿Qué grandes cosas pensamos que esto nos puede llevar a alcanzar?  Buena pregunta.
Hagámonos preguntas a nosotros mismos que nos lleven a buenos resultados.

El pensamiento de hoy es realmente una joya ya que nos anima a ser mucho más efectivos en la comunicación que sostenemos con nosotros mismos.  La verdad es que seamos conscientes o no, nos estamos hablando a nosotros mismos todo el tiempo… y el contenido y enfoque de esa conversación va a afectar de manera extraordinaria no sólo nuestra vida sino también la de aquellos que están a nuestro alrededor.  Creo que vale la pena que pongamos atención a los consejos del autor y pongamos en práctica sus sugerencias… estoy convencido que de que todos saldremos edificados y listos para bendecir a otros.  Adelante y que Dios les bendiga.

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