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lunes, 2 de mayo de 2016

El Santo Evangelio del día lunes 02 Mayo 2016






«También vosotros daréis testimonio»


Hoy, en el evangelio Jesús anuncia y promete la venida del Espíritu Santo: «Cuando venga el Paráclito (…) que procede del Padre, Él dará testimonio de mí» (Jn 15,26). “Paráclito” literalmente significa “aquél que es llamado junto a uno”, y habitualmente es traducido como “Consolador”. De este modo, Jesús nos recuerda la bondad de Dios, pues siendo el Espíritu Santo el amor de Dios, Él infunde en nuestros corazones la paz, la serenidad en las adversidades y la alegría por las cosas de Dios. Él nos hace mirar hacia las cosas de arriba y unirnos a Dios.

Además Jesús dice a los Apóstoles: «También vosotros daréis testimonio» (Jn 15,27). Para dar testimonio es necesario:

1º Tener comunión e intimidad con Jesús. Ésta nace del trato cotidiano con Él: leer el Evangelio, escuchar sus palabras, conocer sus enseñanzas, frecuentar sus sacramentos, estar en comunión con su Iglesia, imitar su ejemplo, cumplir los mandamientos, verlo en los santos, reconocerlo en nuestros hermanos, tener su espíritu y amarlo. Se trata de tener una experiencia personal y viva de Jesús.

2º Nuestro testimonio es creíble si aparece en nuestras obras. Un testigo no es sólo una persona que sabe que algo es verdad, sino que también está dispuesta a decirlo y vivirlo. Lo que experimentamos y vivimos en nuestra alma debemos transmitirlo al exterior. Somos testigos de Jesús no sólo si conocemos sus enseñanzas, sino —y principalmente— cuando queremos y hacemos que otros lo conozcan y lo amen. Como dice el dicho: «Las palabras mueven, los ejemplos arrastran».

El Papa Francisco nos decía: «Agradezco el hermoso ejemplo que me dan tantos cristianos que ofrecen su vida y su tiempo con alegría. Ese testimonio me hace mucho bien y me sostiene en mi propio deseo de superar el egoísmo para entregarme más». Y añadía: «Quiero pediros especialmente un testimonio de comunión fraterna que se vuelva atractivo y resplandeciente». Eso es siempre una luz que atrae.




Lunes de la sexta semana de Pascua

San José María Rubio, San Atanasio

Leer el comentario del Evangelio por
San Cirilo de Alejandría : «También vosotros daréis testimonio»

Hechos 16,11-15.

En aquellos días, nos embarcamos en Tróade y fuimos derecho a Samotracia, y al día siguiente a Neápolis.
De allí fuimos a Filipos, ciudad importante de esta región de Macedonia y colonia romana. Pasamos algunos días en esta ciudad,
y el sábado nos dirigimos a las afueras de la misma, a un lugar que estaba a orillas del río, donde se acostumbraba a hacer oración. Nos sentamos y dirigimos la palabra a las mujeres que se habían reunido allí.
Había entre ellas una, llamada Lidia, negociante en púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios. El Señor le tocó el corazón para que aceptara las palabras de Pablo.
Después de bautizarse, junto con su familia, nos pidió: "Si ustedes consideran que he creído verdaderamente en el Señor, vengan a alojarse en mi casa"; y nos obligó a hacerlo.

Salmo 149(148),1-2.3-4.5-6a.9b.

Canten al Señor un canto nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que Israel se alegre por su Creador
y los hijos de Sión se regocijen por su Rey.

Celebren su Nombre con danzas,
cántenle con el tambor y la cítara,
porque el Señor tiene predilección por su pueblo
y corona con el triunfo a los humildes.

Que los fieles se alegren por su gloria
y canten jubilosos en sus fiestas.
Glorifiquen a Dios con sus gargantas;
ésta es la victoria de todos sus fieles.




Juan 15,26-27.16,1-4a.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
«Cuando venga el Paráclito que yo les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí.
Y ustedes también dan testimonio, porque están conmigo desde el principio.
Les he dicho esto para que no se escandalicen.
Serán echados de las sinagogas, más aún, llegará la hora en que los mismos que les den muerte pensarán que tributan culto a Dios.
Y los tratarán así porque no han conocido ni al Padre ni a mí.
Les he advertido esto para que cuando llegue esa hora, recuerden que ya lo había dicho.»


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por :

San Cirilo de Alejandría (380-444), obispo y doctor de la Iglesia
Comentario al evangelio de Juan, 10

«También vosotros daréis testimonio»


Todo lo que Cristo debía hacer en la tierra se había ya cumplido; pero convenía que nosotros «llegáramos a ser partícipes de la naturaleza divina» del Verbo (2P 1,4), esto es, que abandonásemos nuestra vida anterior para transformarla y conformarla a un nuevo estilo de vida y santidad... Pues mientras Cristo vivía personalmente entre los creyentes, se les mostraba como el dispensador de todos sus bienes; pero cuando llegó la hora de regresar al Padre celestial, continuó presente entre sus fieles mediante su Espíritu, y «habitando por la fe en nuestros corazones» (Ef 3,17).

Este mismo Espíritu transforma y traslada a una nueva condición de vida a los fieles en que habita y tiene su morada. Esto puede ponerse fácilmente de manifiesto con testimonios tanto del antiguo como del nuevo Testamento. Así el piadoso Samuel dice a Saúl: «Te invadirá el Espíritu del Señor, y te convertirás en otro hombre» (1S 10,6). Y san Pablo: «Nosotros todos, que llevamos la cara descubierta, reflejamos la gloria del Señor y nos vamos transformando en su imagen con resplandor creciente; así es como actúa el Señor, que es Espíritu» (2C 3,18).

No es difícil percibir como transforma el Espíritu la imagen de aquello en los que habita: del amor a las cosas terrenas, el Espíritu nos conduce a las esperanza de las cosas del cielo; y de la cobardía y la timidez, a la valentía y generosa intrepidez de espíritu. Sin duda es así como encontramos a los discípulos, animados y fortalecidos por el Espíritu, de tal modo que no se dejaron vencer en absoluto por los ataques de los perseguidores, sino que se adhirieron con todas sus fuerzas al amor de Cristo. Se trata exactamente de lo que había dicho el Salvador: «Os conviene que yo me vaya al cielo» (Jn 16,7). En este tiempo, en efecto, descendería el Espíritu.

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