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lunes, 7 de diciembre de 2015

LOS ÁNGELES Y LOS PASTORES


Las primeras personas que supieron que en Belén había nacido Jesús, fueron unos pastores que se encontraban en el campo, cuidando sus rebaños de ovejas y de cabras. Dios envió unos ángeles para que les dieran la gran noticia, la noticia más importante que ha habido y que habrá:
“Había en la misma comarca unos pastores… Se les presentó el ángel del Señor, la gloriadel Señor los envolvió en su luz y se llenaron de temor. El ángel les dijo: – No teman, pues les anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto les servirá de señal: encontrarán un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.  Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial que alababa a Dios diciendo:
– Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace” (Lucas 2, 8-14).
Sorprendidos y muy alegres, los pastores reunieron sus rebaños, recogieron sus ropas ysus provisiones, apagaron el fuego que habían encendido para calentarse, y, sin pensarlo mucho, salieron juntos a buscar lo que el ángel les había dicho. Nunca antes habían escuchado nada igual, y su corazón saltaba lleno de felicidad, una felicidad que nunca habían sentido.
No tardaron mucho en encontrar lo que buscaban. El lugar no estaba lejos de donde habían acampado: era una gruta que en las noches de lluvia y de nieve, les servía de refugio a ellos y a sus rebaños. María y a José estaban en silencio, contemplando a Jesús que dormía plácidamente, acostado entre pajas; un buey y una burra le daban calor con su aliento.
Entraron con cuidado para no despertar al niño, y contaron a sus padres lo que el Ángel de Dios les había comunicado; María y José los escuchaban en silencio; en su corazón sonaban campanas de gozo, que se reflejaban en sus ojos claros y limpios. Después agradecieron su visita y sus regalos: la leche de sus cabras, miel y pan, buenos alimentos para calmar el hambre que se había adormecido por la emoción de los últimos acontecimientos.
Y el Evangelio termina:
“Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho” (Lucas 2, 20).
“María – y sin duda también José –, por su parte, guardaba todas estas cosas en su corazón” (Lucas 2, 19).

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