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jueves, 24 de septiembre de 2015

Mensaje eucarístico




EUCARISTIA


Motor.
Nuestro motor en la vida espiritual y en la vida apostólica, debe ser la Comunión recibida, adorada y contemplada, porque es desde la Eucaristía que el Señor nos da la fuerza para emprender todas las obras apostólicas que tengamos que realizar, y también de allí nos viene la fuerza para reformar nuestra vida, practicando las virtudes.
Por eso no dejemos jamás, por ningún motivo, el acercarnos a comulgar cada domingo, y de ser posible todos los días, porque cada vez que comulgamos con las debidas disposiciones, adquirimos una fortuna inmensa, de modo que sólo en el Cielo comprenderemos lo valiosa que era cada Santa Comunión eucarística.
¡Y nosotros, que por tan vanos y pobres motivos dejamos de ir a Misa, y de recibir al Señor Sacramentado!
En esto podemos ver una astucia del enemigo del alma, que quiere mantenernos apartados del Bien, que es la Comunión; y si no logra hacernos caer en pecado mortal y mantenernos en ese estado para que no nos acerquemos a comulgar, al menos trata de infundirnos tibieza y dejadez, de manera que por nosotros mismos dejamos de asistir a la iglesia, y así ya nos tiene atrapados entre sus lazos.
Cueste lo que cueste volvamos a recibir a Jesús Sacramentado, al menos todos los domingos, y si podemos, también entre semana, porque ya lo ha dicho el Señor en el Evangelio: “Sin Mí, nada podéis hacer”. Es decir que sin la Eucaristía, no podemos hacer nada, absolutamente, de bien.

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