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lunes, 6 de julio de 2015

Ni por un instante


muerte del justo y pecador3


Ni por un instante.

Hoy puede ser el día de nuestra muerte, ¿y estamos preparados para pasar a la eternidad? Estar preparados significa esencialmente encontrarnos en gracia de Dios. ¿Estamos hoy, ahora mismo, en gracia y amistad de Dios? ¿O en cambio estamos viviendo en pecado mortal?
Alguno puede decir que le cuesta ir a confesarse con un sacerdote y por eso vive en pecado mortal hasta el día que va a confesarse. Pero hay que saber algo de capital importancia y es que nunca, ni por un instante, debemos vivir en pecado mortal, porque hay un medio para ponernos en gracia de Dios hasta que vayamos a confesarnos con el sacerdote.
Cuando hemos cometido el pecado grave o mortal, enseguida debemos arrepentirnos y pedirle perdón a Dios, no por el castigo que merecemos, sino por amor a Dios, porque le hemos causado tanto dolor al Señor, que es tan bueno. Esto es lo que se llama hacer un acto de contrición perfecta, que debe ir acompañado del propósito de ir a confesarnos con el sacerdote cuanto antes podamos.
Por supuesto que no podremos recibir la Sagrada Comunión hasta que no hayamos ido al sacerdote y hayamos confesado todos los pecados mortales o graves cometidos desde la última confesión sacramental bien hecha, pero al menos, si morimos, estaremos en gracia de Dios y nos salvaremos. De modo que jamás, ni siquiera por un instante, hay que vivir en pecado mortal, porque inmediatamente después de pecar, debemos hacer el acto de contrición perfecta. Claro que no debemos postergar indefinidamente el ir a confesarnos con el sacerdote.
Porque hay que saber que si vivimos en pecado mortal, el demonio tiene poder sobre nosotros, sobre nuestras vidas, y tiene modo de influenciarnos para el mal. En cambio si hacemos un acto de contrición perfecta, ya nos ponemos en gracia y amistad de Dios, y el diablo ya no nos puede echar el lazo.
Así, tantas veces como cometamos un pecado grave, tantas otras veces también debemos hacer el acto de contrición perfecta con el propósito de ir a confesarnos con un sacerdote.
Todas las noches, antes de acostarnos a descansar, debemos hacer ese acto de contrición perfecta, por si tuviéramos que partir hacia la eternidad durante el sueño, aunque si durante el día no hemos cometido falta grave, simplemente podemos pedir perdón al Señor por todo lo malo que hemos hecho en la jornada.
Entonces no vivamos ni por un instante en pecado mortal, sino siempre en gracia de Dios.

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