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domingo, 7 de junio de 2015

EL EVANGELIO DE HOY: DOMINGO 7 DE JUNIO 2015 - CORPUS CHRISTI



Texto del Evangelio (Mc 14,12-16.22-26): 
El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dicen sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a hacer los preparativos para que comas el cordero de Pascua?». Entonces, envía a dos de sus discípulos y les dice: «Id a la ciudad; os saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua; seguidle y allí donde entre, decid al dueño de la casa: ‘El Maestro dice: ¿Dónde está mi sala, donde pueda comer la Pascua con mis discípulos?’. Él os enseñará en el piso superior una sala grande, ya dispuesta y preparada; haced allí los preparativos para nosotros». Los discípulos salieron, llegaron a la ciudad, lo encontraron tal como les había dicho, y prepararon la Pascua. 

Y mientras estaban comiendo, tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio y dijo: «Tomad, éste es mi cuerpo». Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio, y bebieron todos de ella. Y les dijo: «Ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos. Yo os aseguro que ya no beberé del producto de la vid hasta el día en que lo beba de nuevo en el Reino de Dios». 

Y cantados los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos.

Comentario: Mons. Josep Àngel SAIZ i Meneses Obispo de Terrassa (Barcelona, España)
Éste es mi cuerpo. Ésta es mi sangre

Hoy, celebramos solemnemente la presencia eucarística de Cristo entre nosotros, el “don por excelencia”: «Éste es mi cuerpo (...). Ésta es mi sangre» (Mc 14,22.24). Dispongámonos a suscitar en nuestra alma el “asombro eucarístico” (San Juan Pablo II).

El pueblo judío en su cena pascual conmemoraba la historia de la salvación, las maravillas de Dios para con su pueblo, especialmente la liberación de la esclavitud de Egipto. En esta conmemoración, cada familia comía el cordero pascual. Jesucristo se convierte en el nuevo y definitivo cordero pascual sacrificado en la cruz y comido en Pan Eucarístico. 

La Eucaristía es sacrificio: es el sacrificio del cuerpo inmolado de Cristo y de su sangre derramada por todos nosotros. En la Última Cena esto se anticipó. A lo largo de la historia se irá actualizando en cada Eucaristía. En Ella tenemos el alimento: es el nuevo alimento que da vida y fuerza al cristiano mientras camina hacia el Padre.

La Eucaristía es presencia de Cristo entre nosotros. Cristo resucitado y glorioso permanece entre nosotros de una manera misteriosa, pero real en la Eucaristía. Esta presencia implica una actitud de adoración por nuestra parte y una actitud de comunión personal con Él. La presencia eucarística nos garantiza que Él permanece entre nosotros y opera la obra de la salvación.

La Eucaristía es misterio de fe. Es el centro y la clave de la vida de la Iglesia. Es la fuente y raíz de la existencia cristiana. Sin vivencia eucarística la fe cristiana se reduciría a una filosofía.

Jesús nos da el mandamiento del amor de caridad en la institución de la Eucaristía. No se trata de la última recomendación del amigo que marcha lejos o del padre que ve cercana la muerte. Es la afirmación del dinamismo que Él pone en nosotros. Por el Bautismo comenzamos una vida nueva, que es alimentada por la Eucaristía. El dinamismo de esta vida lleva a amar a los otros, y es un dinamismo en crecimiento hasta dar la vida: en esto notarán que somos cristianos.

Cristo nos ama porque recibe la vida del Padre. Nosotros amaremos recibiendo del Padre la vida, especialmente a través del alimento eucarístico.


domingo 07 Junio 2015



San Roberto de Newminster

Leer el comentario del Evangelio por
Himno antiguo para el Sábado Santo: « Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos »

Exodo 24,3-8.
Moisés fue a comunicar al pueblo todas las palabras y prescripciones del Señor, y el pueblo respondió a una sola voz: "Estamos decididos a poner en práctica todas las palabras que ha dicho el Señor".
Moisés consignó por escrito las palabras del Señor, y a la mañana siguiente, bien temprano, levantó un altar al pie de la montaña y erigió doce piedras en representación a las doce tribus de Israel.
Después designó a un grupo de jóvenes israelitas, y ellos ofrecieron holocaustos e inmolaron terneros al Señor, en sacrificio de comunión.
Moisés tomó la mitad de la sangre, la puso en unos recipientes, y derramó la otra mitad sobre el altar.
Luego tomó el documento de la alianza y lo leyó delante del pueblo, el cual exclamó: "Estamos resueltos a poner en práctica y a obedecer todo lo que el Señor ha dicho".
Entonces Moisés tomó la sangre y roció con ella al pueblo, diciendo: "Esta es la sangre de la alianza que ahora el Señor hace con ustedes, según lo establecido en estas cláusulas".

Salmo 116(115),12-13.15-16.17-18.
¿Con qué pagaré al Señor
todo el bien que me hizo?
Alzaré la copa de la salvación
e invocaré el nombre del Señor.

¡Qué penosa es para el Señor
la muerte de sus amigos!
Yo, Señor, soy tu servidor,
tu servidor, lo mismo que mi madre:
por eso rompiste mis cadenas.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
e invocaré el nombre del Señor.
Cumpliré mis votos al Señor,
en presencia de todo su pueblo.




Hebreos 9,11-15.
Cristo, en cambio, ha venido como Sumo Sacerdote de los bienes futuros. El, a través de una Morada más excelente y perfecta que la antigua -no construida por manos humanas, es decir, no de este mundo creado-
entró de una vez por todas en el Santuario, no por la sangre de chivos y terneros, sino por su propia sangre, obteniéndonos así una redención eterna.
Porque si la sangre de chivos y toros y la ceniza de ternera, con que se rocía a los que están contaminados por el pecado, los santifica, obteniéndoles la pureza externa,
¡cuánto más la sangre de Cristo, que por obra del Espíritu eterno se ofreció sin mancha a Dios, purificará nuestra conciencia de las obras que llevan a la muerte, para permitirnos tributar culto al Dios viviente!
Por eso, Cristo es mediador de una Nueva Alianza entre Dios y los hombres, a fin de que, habiendo muerto para redención de los pecados cometidos en la primera Alianza, los que son llamados reciban la herencia eterna que ha sido prometida.

Marcos 14,12-16.22-26.
El primer día de la fiesta de los panes Acimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús: "¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida pascual?".
El envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: "Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo,
y díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: '¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?'.
El les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario".
Los discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron todo como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua.
Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen, esto es mi Cuerpo".
Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella.
Y les dijo: "Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos.
Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios".
Después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos.


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por :

Himno antiguo para el Sábado Santo
Borgia, Frammenti eucaristici antichissimi, p. 46-50

« Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos »

Hoy, sobre el altar hemos contemplado a nuestro Señor Jesucristo.

Hoy, hemos sido alimentados con el carbón de fuego, a la sombra del cual cantan los Querubines (Is 6,2s).

Hoy hemos oído la voz poderosa y suave que nos dice:


Este cuerpo quema las espinas de los pecados, ilumina el alma de los hombres.

Este cuerpo ha sido tocado por la mujer que padecía flujos de sangre y ha sido curada de su enfermedad.

Este cuerpo, con sólo verlo, curó a la hija de la Cananea.

Este cuerpo, la pecadora, con todo el ardor de su alma se acercó a él y fue liberada del barro de sus pecados.

Este cuerpo, lo tocó Tomás y lo reconoció exclamando: «Mi Señor y mi Dios»

Este cuerpo, grande y muy alto, es el fundamento de nuestra salvación.


Antaño, el que es el Verbo y la Vida nos declaró:

«Esta sangre ha sido derramada por vosotros y entregada para la remisión de los pecados.

Hemos bebido, amados míos, la sangre santa e inmortal.

Hemos bebido, amados míos, la sangre que fluyó del costado del Señor, que cura toda enfermedad, que libera a todas las almas.

Hemos bebido la sangre con la que hemos sido rescatados.

Hemos sido comprados e instruidos, hemos sido iluminados.

¡Mirad, hermanos, qué cuerpo hemos comido!

¡Mirad, hijos, qué sangre nos ha embriagado!

Mirad la alianza pactada con nuestro Dios, por miedo a enrojecer en el día terrible, en el día del juicio (cf 1C 11,29).


¿Quién está en condiciones de glorificar el misterio de la gracia?Hemos sido juzgados dignos de participar del don.

Vigilémonos hasta el fin a fin de poder escuchar su voz bendita, dulce y santa:

«Venid, benditos de mi Padre, recibid en herencia el reino preparado para vosotros» (Mt 25,34)...

Amados míos, celebramos las maravillas del bautismo de Jesús (cf Mc 10,38),

su santa y vivificante resurrección,

por la que el mundo ha recibido la salvación.

Aguardamos todos la dichosa realización

por la gracia y la benevolencia de nuestro Señor Jesucristo:

a él sean dadas la gloria, el honor y la adoración.

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