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jueves, 28 de mayo de 2015

Sermones de San Bernardo.

LA VISIÓN DE ISAÍAS: SERMÓN QUINTO, PRIMER DOMINGO DE NOVIEMBRE

 1. Las santas Escrituras nos dicen que Cristo procede del Padre, está en el Padre y con el Padre; que actúa por el Padre y para el Padre, y que también es inferior al Padre. Procede del Padre, por su inefable nacimiento; está en el Padre, por su unión consustancial, y con el Padre por su idéntica majestad. Todo esto es eterno. Ahora bien, si nace del Padre, ¿qué implica estar en el Padre o con el Padre? Podríamos decir que reposa en el Padre y se sienta con el Padre. Y voy a explicaros este reposar y compartir el trono. Estar sentado es sino de majestad; y compartir la sede indica poseer idéntica dignidad; particularmente cuando se dice que está sentado a la derecha del Padre, y no a sus pies ni detrás de él. 
 Por otra parte, si el que está sentado descansa, mucho más el que está recostado. ¿Y qué es más agradable y dulce al Hijo: estar con el Padre o gobernar con él todas las cosas? ¿A cuál de estas dos actividades se debe esa paz infinita de Dios, que supera todo razonar? ¿De cuál modo podemos afirmar con más propiedad que es la fuente incomparable de descanso para Dios? Las palabras se sienten impotentes de expresarlo, pero el corazón sí puede, intuirlo. Y dejando intacta la unidad indivisible de la esencia, podemos tal vez hacer alguna distinción entre la igualdad de su gloria y su unidad sustancial, la misma que puede existir entre reposar y sentarse junto al Padre.
2. La esposa no se contenta con verle sentado: quiere que repose junto a ella. Avísame, dice, amor de mi alma, dónde sesteas al mediodía. Y a cualquier alma, con auténtico paladar espiritual, le gusta mucho más esto que dice el Apóstol: El que se apega a Dios se hace un espíritu con él, que aquello otro que escucharon los apóstoles: Cuando el rey se siente en el trono de su gloria, también vosotros os sentaréis para juzgar. Sí, estar acostados es mucho más placentero que estar sentados. 
 El Hijo nos dice que Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí.Imposible expresar con más claridad su unidad sustancial. Si cada uno está en el otro, es imposible imaginar algo distinto fuera o dentro de ellos: tenemos que aceptar la más absoluta unidad sustancial entre ambos. Algo semejante nos quiere decir aquella otra frase: Quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios con él. Aquí se trata más bien de una unión espiritual-lo mismo que en el texto antes citado: el que se apega a Dios se hace un espíritu con él-, y no de una misma cosa o una misma sustancia. Allí, en cambio, se expresa claramente la unidad natural y sustancial. Por eso leemos en el Evangelio: El Padre y yo somos uno.
 Siguiendo, pues, con la metáfora, aquello es algo así como la alcoba del Unigénito, el reposo más exquisito del Señor. Y si nosotros fomentamos la unión de voluntades y la adhesión del espíritu, fruto de la caridad, también compartirá con nosotros el Primogénito la intimidad de su alcoba y su descanso.
3. Cuando se dice que es enviado por el Padre, lo vemos como un peregrino, y pensamos en su adviento, que con su gracia lo celebraremos muy en breve. Él nos ha dicho: Viene de parte de Dios y estoy aquí. Apareció en el mundo y vivió entre los hombres; estuvo entre nosotros y no lo conocimos; fue el verdadero Emmanuel, o Dios con nosotros y uno de nosotros. Pero vivía para el Padre, cumpliendo su voluntad. Míralo colgado de la cruz, contempla a Cristo crucificado y qué sumisión tan profunda la suya hacia el Padre. Con esto manifestó de una manera evidente y clarísima la humildad de su naturaleza humana, como él mismo dijo: El Padre es mayor que yo.
 ¿Y nos atreveremos a afirmar que vivió un solo momento sin su Padre? Lejos de nosotros cosa semejante. Pero fue él mismo quien exclamó: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Allí todo hablaba de un abandono absoluto: la necesidad era extrema y no aparecían los signos de poder, ni las huellas de la majestad. 
4. Ahí tenemos a Jesucristo: nace del Padre, reposa en el Padre, está sentado junto al Padre, actúa por el Padre y vive para el Padre; está colgado por sumisión al Padre y, en cierto modo, muere abandonado de su Padre. ¿Cómo le vió Isaías cuando exclamó: Vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso? ¿Y cómo le contemplaba cuando sollozaba: Lo vimos totalmente desfigurado y abatido, y lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado? En ambos casos ve a la misma persona, pero no la ve del mismo modo; casi diríamos que ve a otra persona distinta. Allí lo contempla amoratado de heridas, saciado de oprobios, agotado por los tormentos y colmado de insultos. Lo ve despreciable, colgado de un madero, agonizando por nosotros y exclama: Fue triturado por nuestros crímenes, y sus cicatrices nos curaron. Allí está el despreciado y evitado de los hombres. Aquí, en cambio, llena el mundo entero con su gloria. Allí el hombre de dolores acostumbrado al sufrimiento, aquí el Señor en su trono.
 En aquello que vieron muchos se usa un verbo en plural; esto otro es totalmente exclusivo y sublime. Allí habla en nombre de la multitud y dice: Vimos. Aquí está totalmente aislado y solitario, y exclama transportado en éxtasis: Vi al Señor sentado, etc. Al que ve sentado le da, con toda justicia, el título de Señor. Estar sentado pertenece al que preside, al que domina y reina. Y estar sentado sobre un trono es la cumbre del señorío. Porque a veces decimos solamente sentarse, como sinónimo de humillación. En fin, el que disfruta en el seno del Padre, se siente como Señor con el Padre. Allí es el esposo amable, aquí el Señor admirable. Dios es glorioso en su santuario y resplandeciente por su majestad. 
5. Volvamos al Profeta: Vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso; la tierra estaba llena de su gloria, y lo que estaba debajo de él llenaba el templo. ¿Qué había debajo de él? ¿El trono? Aunque era alto y excelso, estaba debajo de él. Porque si él está sentado en un trono, éste está debajo de él. ¿Y es posible que ese trono llenara el templo? Si la tierra ya estaba llena de su gloria, ¿cómo llenaba el templo? Ten en cuenta que aquí no se refiere a un edificio material, sino a una criatura angélica. Si el alma del justo es sede de la sabiduría, ¿cuánto más los ángeles santos? Este es el trono de su gloria: sublime por su naturaleza, y mucho más encumbrado aún por la gracia. Su condición natural los hizo maravillosos, y los elevó aún más la gracia de la confirmación, de la cual se dice: Con la palabra del Señor se reafirman los cielos.
 Así, pues, estos ejércitos de ángeles, en los que Dios se sienta y que están debajo de él, llenan el templo; lo cual no impide que la tierra esté llena de su gloria. Su reino, su imperio y su gloria lo abarcan todo; pero no así su gracia. Su voluntad buena, agradable y perfecta no es tan aceptada por todos como su poder. Por eso decimos: Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Su voluntad se cumple sobre todas las cosas, y por todas; pero no en todas. Se cumple la voluntad de Dios en los espíritus bienaventurados, cuando su voluntad se identifica con la suya. Esta unión espiritual culmina en un solo espíritu; recordad un ejemplo: La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma.
 Todo cuanto estaba debajo de él llenaba el templo. Lo llenaba con toda clase de bendición espiritual y consuelos divino, con inmensa variedad de gracia y frutos de santidad, porque tu casa exige santidad. Lo llenaba con múltiples carismas; con el espíritu de sabiduría y entendimiento, de consejo y de fortaleza, de ciencia y de piedad; y con el espíritu del temor del Señor.
6. Unos Serafines estaban encima de él. Así llamamos al orden más excelso, y perfecto de los ángeles, que están sobre todos los demás. Aunque superan a todos asisten al Señor soberano, y le ofrecen un fervoroso ministerio y la más generosa reverencia. El Señor, el ángel y el hombre tienen su propia actitud. A Cristo le devora el celo por su Padre; busca la gloria de su Padre; y como verdadero Unigénito y Primogénito del Padre, ayuda a los adoptivos por amor a su Padre. Esteban lo vio de pie y sintió su ayuda. El Profeta le rogaba que se levantara y viniera en su auxilio. ¡Levántate, Señor: ayúdanos! 
 La actitud de los ángeles es la de servir, como lo dice el Profeta: Miles y miles le servían, millones estaban a sus órdenes. Y la de los hombres es perseverar, conservar la fuerza del espíritu y ser fiel a los propósitosMoisés se puso ante el Señor cuando la sedición para apartar su cólera. Finés se levantó y lo aplacó.
 Unos Serafines estaban en pie sobre él. Por qué dice el profeta que vio dos Serafines, y no uno o muchos? Porque, con lo que añade, nos indica claramente que se le aparecieron dos: Uno tenía seis alas y el otro otras seis. Y con razón habla de dos, pues ¡Ay del sólo, porque si cae no tiene quien lo levante! ¡Ay de ti, espíritu soberbio, que siempre quieres ser el único y presumir de todo! Claudicaste de la verdad, y te han expulsado. Los pies del soberbio se desploman. Quisiste ser el único en poseer el trono y te precipitaste del cielo como un rayo, sin esperanzas de que nadie te levante.
7.Uno tenía seis alas y el otro otras seis. ¿Para qué tantas alas?Dice el profeta que con dos alas cubrían su rostro, con dos alas cubrían sus pies y con las otras dos se cernían. Nos hallamos ante un gran misterio y un profundo sacramento. Estas palabras exigen que escuchéis atentamente y que no me exprese con toda claridad y de una manera totalmente espiritual. Me lanzo a manifestaros mi pensamiento, sin atreverme a sostenerlo como verdadero, sino como mera opinión y conjetura. ¿No podemos imaginar que, al caer Lucifer, los Serafines montaron una continua vigilancia, lo mismo que cuando pecó el hombre, Dios colocó a los Querubines como custodios? Y me parece muy bien que los Querubines empuñaran una espada llameante; de este modo alejaban la mano del hombre del árbol de la vida, con los medios que a él más le aterran: el fuego y la incisión. Los Serafines, en cambio, con sus alas cubren y oscurecen el ojo espiritual. Además se nos dice que con dos alas cubrían su rostro y con otras dos sus pies, es decir, impedían que aquel malvado contemplara la grandeza de Dios o sus profundos misterios. Ya llegará el momento en que aparecerá la gloria del Señor, pero no sucederá hasta que se cumpla lo que está escrito: Desaparezca el malvado, y no vea la gloria de Dios. Mientras tanto se le cubren el rostro y los pies. A él se le puede ver la parte central, pero queda privado de toda visión. Y le cubren con alas para defenderle a él y reprimir o alejarse de ellos. 
8. Antes, sin embargo, debemos explicar cuáles son esas dos alas con que vuelan. Para mí son la naturaleza y la gracia; recordad que anteriormente las aplicamos al trono alto y excelso. La naturaleza les ha dotado de una inteligencia muy sutil, y la gracia de un afecto muy ardiente. Por ello se sienten impulsados y atraídos hacia aquel que está sobre ellos. Y como dijimos, permanecen estables por su ministerio, y el anhelo les hace volar. 
 Podemos también decir que cubren el rostro y los pies del Señor, mas no por eso dejan de verlos, porque no cesan de volar y revolotear en torno a él, sondeando las maravillas de su poder y las profundidades de su sabiduría. Y están muy lejos de ser escudriñadores de la majestad, oprimidos por el peso de su gloria. Su amor es tan grande como su conocimiento, porque los dirige,  actúa en ellos el Espíritu que sondea hasta las profundidades de Dios. Pero ese soberbio Lucifer escogió solamente brillar y no quiso arder; utilizó únicamente un ala, y en vez de volar se estrelló. Presumió de ser muy luminoso y no se preocupó de ser ferviente y ardiente como significa su nombre de Serafín. 
 No pudo mantenerse en pie porque despreció, y no pudo volar porque presumió. Su perspicacia natural lo elevó; mas fue para su propia perdición, porque le faltó la gracia y se hundió al instante. Lo mismo ocurrió a los que conocieron a Dios y no le glorificaron ni le dieron gracias: cayeron en una inadmisible mentalidad y se oscureció su corazón insensato. Lo mismo ocurre a su cabecilla: tiene un velo que anula su agudeza natural y no puede contemplar el rostro y los pies del que está sentado en el trono. Los Serafines que están de pie y muy atentos cubren con dos alas su rostro, y con otras dos sus pies. 
9. Pero la esencia divina no es una realidad corpórea, ni tiene miembros corporales como los hombres. Dios es espíritu, y todo cuanto afirmamos de él hay que tomarlo en sentido espiritual. ¿Quién nos revelará, pues, este rostro y estos pies, cubiertos por sendas alas de Serafines? El Espíritu, que conoce todo lo que hay en él y sondea hasta las realidades más sublimes de Dios. Yo creo que eso es lo que aquí se quiere indicar al mencionar el rostro. Y según esta interpretación, su rostro sería su majestad, su poder, su fortaleza eterna y su divinidad. El Profeta nos habla así de ese rostro: Tu justicia, como los montes de Dios. Y después añade: Tus juicios, como el hondo abismo.Nosotros nos atrevemos a aplicarlo a sus pies. Porque en sus pies podemos ver sus caminos inescrutables, sus designios insondables, el abismo de su sabiduría y sus decisiones tan irreprensibles como incomprensibles. 
 En estos pies veo yo incluido de manera especial el misterio de la encarnación del Señor, y la obra entera de nuestra salvación. ¡Qué justicia tan sublime aquella! El Profeta la compara a los montes de Dios. La nuestra, a su lado, si existe es una justicia muy pobre: auténtica, sin duda, pero llena de impurezas. A no ser que nos tengamos por mejores que nuestros padres, que decían con toda sinceridad y humildad: Nuestra justicia es correo un paño lleno de sangre. ¿Podemos hablar de una justicia total, donde todavía es posible recaer en la culpa? La justicia del hombre actual puede ser auténtica, si no consiente en el pecado ni le permite apoderarse de su persona. En cambio, la del primer hombre al principio fue auténtica y total, porque tenía el privilegio de no sentir siquiera el pecado. Pero como no estaba bien consolidada, perdió fácilmente su integridad y dejó de ser auténtica.
 La justicia, en cambio, de los ángeles es auténtica, pura e inconmovible; es algo extraordinario, aunque muy inferior a la de Dios. No es innata en ellos, sino recibida de Dios; de tal modo que por su propia naturaleza puede inclinarse a la justicia o a la injusticia. Esta es la maldad que la justicia divina encontró en los ángeles. Ningún viviente es justo ante ti, dice uno que conocía muy bien la justicia divina. 
 Y fijémonos que no dice: ningún hombre, sino ningún viviente.Con lo cual no quedan exceptuados ni los mismos espíritus angélicos. También ellos viven, y tanto más cuanto más cerca están del que es la fuente de la vida. Y también son justos, pero por él y no por estar ante él; por un don gratuito de él, no por compararse con él. Él es su propia justicia, porque su voluntad no es solamente recta, sino la rectitud, y ambas coinciden con su esencia. En una palabra, esta justicia es como una montaña; es recta, pura e inmutable; es su misma sustancia. ¡Qué cumbres más sublimes hay en esa cabeza! ¡Cuánta gloria y majestad inunda ese monte umbrío y frondoso. 
10. ¿Y con qué alas cubren los Serafines ese rostro para que el ojo perverso no pueda percibir el resplandor de la luz verdadera, ni aunque se valga de su extraordinaria naturaleza o de su sutilísima inteligencia? Esas alas son, a mi aparecer, su propia gloria y su felicidad. Gozan de manera inefable al contemplarle extasiados, y su mayor orgullo es rendirle veneración. El malvado sintió admiración, pero no tuvo veneración; y al no venerarle en adoración, no pudo permanecer en el éxtasis de la admiración. Acabó trocando la admiración en emulación, y en vez de adorarle intentó igualarse a él. ¿Cuánto más dichosos son los Serafines, que siguen admirando, y su misma veneración los hace también venerables!Toda su gloria les viene de aquel que convierte a sus siervos en reyes, y ensalza a los que se humillan ante él.
 Escucha, asimismo, cómo cubren los Serafines la cabeza del Señor con estas dos alas, para impedir que la vea el maligno. Si mira hacia arriba le confunde inmediatamente la felicidad y gloria de los ángeles; sus ojos se llenan de un flujo fatal, y de una lividez tan espantosa que le es imposible distinguir nada. Ante estos dos velos que le impiden contemplar las grandezas divinas se siente rabiosamente encadenado; y se consume al sentirse acosado por el vigor de la felicidad o de la gloria de aquellos que siente, con dolor, que son superiores a él. ¿Existe un flujo más pernicioso a los ojos que la envidia? El mayor tormento de un corazón envidioso es la gloria y felicidad ajena. La miseria, en cambio, como suele decirse, nunca es envidiosa. 
11. Los Serafines cubren también con dos alas los pies del Señor. En ellos están simbolizados el abismo impenetrable de sus juicios y los caminos insondables de sus designios. Por mi parte, afirmo que los cubren con la prudencia y la fidelidad. Como ministros fieles y prudentes disponen tan perfectamente los asuntos de Dios y buscan con tanto interés el bien de los elegidos, que el maligno se ve totalmente amordazado. Por haber estado cubiertos los pies no conoció al Señor de la gloria y lo hizo crucificar. Por este mismo motivo sucede que coopera, sin saberlo y muy a pesar suyo, a nuestra salvación; y después se lamenta de que quiso pejudicar y en realidad coopera a nuestro bien. Así anulan su astucia estos espíritus tan serviciales: su fidelidad y su prudencia no les permite descubrir jamás los designios de la providencia divina para con nosotros. 
12. El maligno, por sus dos alas superiores, gozó del don de la admiración, pero no supo manifestarla en la adoración. Con las alas del centro la naturaleza le concedió la inteligencia espiritual, pero la gracia no le otorgó el afecto. Y en las inferiores podemos advertir que le faltó la fidelidad, aunque manifestó algo de prudencia. No creo que tú estés pensando en Otro distinto del que ha sido identificado con la serpiente, el más astuto de todos los animales. Por otra parte, su desastre fue irrevocable e irreparable porque en el lado derecho no tenía ningún ala, y en el izquierdo no le faltaba ninguna. 
 ¡Qué distintos aquellos otros dos, que nos describe la visión profética en pie y asistiendo al Señor de la majestad! Con dos alas, volvemos a repetirlo, le cubren el rostro; una es la admiración que les llena de gozo, y la otra es la adoración, que es su mayor orgullo. Con otras dos alas, la fidelidad y la prudencia, le cubren los pies, y con las otras dos vuelan, es decir, con la vivacidad de su naturaleza y la destreza de la gracia. Dejan lo que podíamos llamar la parte central, libre y visible; y yo veo en ella la generosidad y benevolencia divina que ofrece a los hombres la conversión. Todos pueden ver, en efecto, cómo hace salir el sol sobre malos y buenos manda la lluvia sobre justos e injustos. Con esta caridad cubrió el verdadero Salomón la parte central de su cuerpo, en atención a las hijas de Jerusalén. Ya que no pueden contemplar las realidades sublimes ni comprender los misterios, ejercítanse al menos en las más sencillas, y de ese modo merecerán alcanzar la contemplación de las realidades más sublimes y espirituales. Al maligno, en cambio, esta visión le atormenta terriblemente ahora, y le torturará más aún en el futuro. En primer lugar, porque le da envidia la infinita benevolencia de que gozamos nosotros, y además porque ve que no puede aprovechar esa gracia y conseguir el perdón. 

RESUMEN Y COMENTARIO
Cristo procede del Padre y es inferior al Padre, pero comparte el mismo trono. Mientras uno permanece sentado el otro está recostado. También comparten el mismo templo. Es una tranquilidad infinita que supera nuestra capacidad de razonamiento. 
 Es más cómodo permanecer recostado y cobijado que estar sentado. Por otra parte, el que está sentado tendrá, algún día, y según nos dicen las Escrituras, el deber de juzgar.  Pero Padre e Hijo son un mismo ser. Debemos unirnos a ellos de tal forma que también formemos parte de esa comunidad espiritual. Por eso la Iglesia quiere unirse a esa relación tan íntima. 
 Cristo siempre permaneció unido a su Padre, mirando hacia él, pero sufrió el abandono del mismo, llegó a preguntarle que por qué lo había abandonado. Así era de profunda su naturaleza humana.
 Nuevamente podemos verlo lleno de gloria o de sufrimientos, más divino o más humano, pero siempre al lado del Padre.
 Su gloria lo cubre todo, lleno de ángeles y de bienaventurados, pero su gracia no ocupa todo lo que hay bajo su trono porque hay seres que rechazan su gracia. 
 El Hijo, los serafines y los hombres cumplen misiones distintas. El primero busca la ayuda de su Padre y ayuda a los espíritus adoptivos. Los Serafines obedecen las órdenes y las personas perseveran en la virtud. Es importante que sean dos ángeles, al menos, para que ninguno de ellos se crea único e intente alcanzar, par sí, el trono de Dios. 
 Los Serafines cubren los pies y el rostro de Dios para que los malvados no puedan verlo. Esa puede ser la explicación de los dos pares de alas empleadas en estos menesteres mientras otros ángeles alejan, con espadas de fuego, a los espíritus maléficos. Al malvado no le está permitido ni el acercamiento y la visión de la gracia. 
 Las dos alas significan la naturaleza y la gracia. Ambas son necesarias para volar. Lucifer sólo utilizó el conocimiento, la naturaleza y no pudo volar o su vuelo fue muy corto. Los que conocen a Dios pero no le glorifican es como si intentaran volar con una sola ala y ésto es imposible.
 Sólo el Espíritu nos permitirá acercarnos al rostro y a los pies de Dios. Allí se encuentran sus designios y la auténtica justicia. Todo ser viviente puede actuar justa e injustamente excepto Dios. 
 Estas alas que cubren el rostro de Dios están hechas de gloria y de felicidad. La ausencia de veneración, o adoración, impiden contemplar su gloria. Al mismo tiempo, la falta de felicidad produce una profunda envida que enturbia la propia vista. 
 Las alas que cubren los pies significan la prudencia y la fidelidad. El maligno no puede conocer la voluntad ni los designios de Dios. Debido a ello se opone a sus designios, puesto que desconoce el resultado final de sus inútiles esfuerzos, colaborando con nuestra labor de purificación y salvación, sin ni siquiera saberlo. 
 En definitiva, las alas superiores permiten admiración, pero no veneración. Las alas inferiores están faltas de fidelidad y las centrales permiten una inteligencia sin afecto. En realidad todavía falta más, puesto que los pares de alas están incompletas. A todas ellas les falta la verdadera adoración si ánimo de emular la gloria. A su vez, el comprende todas estas incapacidades y mutilaciones alegóricas es causa de un intenso y profundo sufrimiento.

LA VISIÓN DE ISAÍAS. SERMÓN CUARTO, PRIMER DOMINGO DE NOVIEMBRE

 Dice el Profeta que los Serafines estaban de pie, y añade: Cada uno tenía seis alas. ¿Qué simbolizan estas alas, hermanos? ¿Acaso, pasado ya el invierno y cuando el Rey imperaba desde su trono, los Serafines tenían que volar para atender a las múltiples necesidades de los suyos, librarles de los peligros inminentes, animar a los fatigados y consolar a los afligidos? No, en el reino de la felicidad eterna se desconoce la necesidad, el peligro, el cansancio o la angustia. Allí huelga toda preocupación por tales cosas. Entonces ¿para qué son las alas? Esa postura me agrada. Yo también quiero estar siempre en esa actitud, y no admito nada que ponga en peligro la estabilidad. 
 Pero también sé, Isaías, que tú eres profeta y tienes el espíritu del que, en su inmensa misericordia, desborda los méritos y deseos de los hombres. Que nadie toque mi entrañable estabilidad: pero si estas alas pueden acrecentar mi felicidad, ¡enhorabuena! Y en ese sentido creo que en el estar de pie se promete la perseverancia, y en el gesto de volar el entusiasmo; con eso se salva toda especie de estabilidad insensible y marmórea. 
 Posiblemente se te ocurrirá pensar por qué tantas alas, o cuál es su misión. Sigue escuchando: Con dos alas se cubrían el rostro, con otras dos el cuerpo, y con las otras dos volaban. En estas palabras yo veo explicado de una manera más explícita lo que antes ha dicho sobre su actitud de estar firmes y dispuestos a volar. ¿A dónde van a volar los Serafines, sino hacia aquel cuyo amor les inflama? Fíjate en la llama: parece que vuela y no cambia de sitio. Así son los Serafines: están quietos y vuelan; no paran de volar y no se mueven.
2. Y como hemos dicho a dónde dirigen su vuelo, vuestra piadosa curiosidad parece reclamar cuáles son las dos alas con que vuelan. El más indicado y fiel para hablar de esto es el que ha tenido la suerte de verlo. Yo creo que en estas alas podemos ver el conocimiento y la devoción, con las cuales los Serafines se lanzan hacia aquel que está sobre ellos. El ala del conocimiento los eleva, sí, pero ella sola no basta. Caen muy pronto, y al intentar volar solamente con un ala, cuanto más se elevan más fatal es la caída. Ahí tenemos a los filósofos paganos que llegaron a conocer a Dios, y en vez de glorificarle como se merecía, su razonar se dedicó a vaciedades y su mente insensata se obnubiló. Al fin cayeron en una mentalidad horrorosa y se anegaron en las más increíbles pasiones. Se donfirma una vez más aquella sentencia: El que conoce el bien y no lo hace, está en pecado.
 Lo mismo ocurre con la devoción desprovista de sabiduría: cuanto más impetuosa es, más peligro hay de que se estrelle si se desvía y choca. En cambio, cuando el amor acompaña al conocimiento y la ciencia tiene por compañera a la devoción, vuele sin miedo y no cese de volar, porque vuela a la eternidad. 
3. En cuanto al hecho de cubrir la cabeza y los pies, nos dicen los Santos Padres que los Serafines ocultan la cabeza y los pies de Dios, porque se desconoce lo que fue antes del mundo y lo que sucederá al final del mismo. Esto si seguimos la lectura de los códices latinos que dicen: la cabeza y los pies de él. Nuestro exégeta afirma que la palabra hebrea tiene varios sentidos: puede traducirse "de él" o "suya". Y según eso, los Serafines, por la ambigüedad del hebreo, pueden cubrir el rostro o los pies de Dios, o su propio rostro y pies. Y es curioso advertir que de esas dos interpretaciones eligió la que menos se adapta al conjunto de la visión. Aquí acepta el comentario se adapta al conjunto de la visión. Aquí acepta el comentario de Orígenes, según el cual los Serafines, a la vez que vuelan, cubren la cabeza y los pies del que está sentado en el trono.
4. Si intentáramos pintar a estos Serafines, con la cabeza y los pies cubiertos, sólo aparecería el tronco del cuerpo, y éste incluso parcialmente, porque habría que ponerles las otras alas con que vuelan. Yo veo esa especie de cabeza, tronco y pies en estas palabras del Apóstol: "A los que eligió, Dios los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo; y a los que predestinó, los llámo; y a los que llamó, los rehabilitó; y a los que rehabilitó, les comunicó su gloria. La primera iniciativa es pura gracia, y yo no he hecho nada para ser predestinado ni llamado. En cambio, no ocurre lo mismo en la rehabilitación, que es obra de la gracia y mía. A los Serafines podríamos ponerlos en un plano intermedio. La glorificación también es fruto exclusivo de la gracia, y yo no puedo gloriarme en absoluto de haberla secundado o haber cooperado con ella.
 Así, pues, los Serafines cubren su cabeza con dos alas cuando reconocen y confiesan humildemente que la misericordia actuó previamente en ellos. Cubren también con dos alas sus pies, si proclaman y agradecen esa misericordia que recibirán más adelante. Pero tampoco deben ahora olvidar cubrirse la cabeza y los pies, aunque lo deben hacer de una manera especial cuando el Juez se siente en el trono. Porque en ese momento les comunicará un conocimiento inefable de la verdad, y los inflamará con las llamas impetuosas de la caridad. 
 Que esa misericordia de que hemos hablado se digne unirnos a ellos y a nosotros, indignos siervos suyos. Es una misericordia eterna para todos los elegidos. Hay un momento central en que aparece el libre albedrío con la gracia de merecer, pero al principio y al fin dependen por completo del que es nuestra Alfa y Omega. Dios nuestro Señor. Por eso decimos con todo derecho: No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria. Amén.
RESUMEN Y COMENTARIO
El hecho de tener seis alas causa perplejidad. Puede significar entusiasmo y constancia. No necesitan tantas alas, pues ya están donde quieren (en la presencia de Dios). También se nos dice que dos alas cubren la cara y otras dos el cuerpo. Igualmente, que no paran de volar y están en el mismo sitio.
 Esas dos alas que utilizan para volar, una representa la sabiduría y la otra la devoción. El conocimiento permite elevarnos pero sólo de una forma muy transitoria. La devoción a secas tampoco sería suficiente para un vuelo auténtico y duradero. Es la combinación de las dos alas la que nos permite alcanzar las alturas.
 Con las cuatro alas restantes caben dos interpretaciones: que cubran la cabeza y los pies de Dios o las de los propios ángeles. Pensamos que se refieren a los de Dios, pues es imposible para la mente humana conocer su origen y su evolución. No podemos ni siquiera imaginar cúal es el origen de Dios ni cual será su destino. Al menos de momento, esos grandes secretos lo seguirán siendo.
 La otra interpretación es que las alas recogidas es una forma de reconocer que, en un principio, la misericordia actuó en nosotros, como una dádiva especial y singular del altísimo, comenzando así nuestra vida espiritual. A partir de ese momento actuó nuestro libre albedrío pero hubiera sido imposible sin esa intervención inicial. Por eso podemos decir con toda claridad: Non Nobis Domine, Non Nobis, Sed Nomine Tua Da Gloriam. No por nosotros Señor, no por nosotros, todo por ti y por tu gloria. Por esa gloria que tan gratuitamente nos ofreciste.

LA VISIÓN DE ISAÍAS. SERMÓN TERCERO, PRIMER DOMINGO DE NOVIEMBRE

 Espero que no hayáis olvidado que nuestro sermón de hoy versaría sobre los dos Serafines de que nos habla Isaías. Después de decir que vió al Señor sentado en un trono, añade que unos Serafines se mantenían de pie por encima de él. Como habéis oído muchas veces, queridos hermanos, llamamos serafines a esos espíritus supremos, que son los más excelsos y perfectos de los nueve coros celestiales. Pero este texto creo que no intenta salzar su dignidad: porque son una multitud incontable y aquí sólo habla de dos Serafines. Yo, usando la libertad de interpretación que todos tenemos, veo en estos dos Serafines las dos criaturas racionales: el ángel y el hombre. Y no extrañe que haga del hombre un Serafín: recuerda que el Creador y Señor de los Serafines se hizo hombre.
 ¡Qué afrenta tan enorme la tuya! Por tu soberbia no mereciste vivir entre tus compañeros los ángeles; y he aquí que nuestro Rey viene a la tierra a crear otros nuevos ángeles. Y para que te atormentes y te consumas de envidia, no creará unos ángeles cualesquiera o del orden más ínfimo, sino Serafines. Escucha lo que acaba de decir: He venido a traer fuego a la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido! Sí, quiere hacer Serafines, y que estén allí mismo donde tú estabas y te perdiste.
 Dice la Escritura que unos Serafines estaban de pie encima de él. Más tú, Lucero matutino, no fuiste capaz de mantenerte en la verdad, porque no eras un auténtico Serafín. Porque Serafín significa el que arde, el que se abrasa. Y tú, miserable, tenías luz, pero carecías de ardor. Te hubiera sido más provechoso arder que brillar. Y si estabas tan frío, ¿por qué no elegiste la región más glacial, en vez de obsecarte por tu ansia apasionada de brillar? Recuerda lo que dijiste: Escalaré la cima de las nubes, y me sentaré en el vértice del cielo. Lucero, ¿por qué quieres amanecer tan pronto? ¿Te crees superior a los demás astros porque te parece que brillas algo más que ellos? ¡Qué fugaz va a ser tu presención! Ahí tienes ya al sol de justicia -eso que tu creías aparecer-y ante su fuego y su resplandor vas a desaparecer por completo. No trames tampoco una venganza cuando venga el Señor al fin del mundo como sol verdadero. No intentes adelantarte ni ponerte por encima de todo lo que se llama Dios o es objeto de culto para engañar al hombre caído, porque el fulgor de su presencia te aniquilará.
2. ¡Cuánta más sensatez y sabiduría demostró ese otro lucero, Juan Bautista! Fue el precursor del Señor, pero no por propia presunción, ni como un ladrón o bandido, sino por autorización de Dios Padre. Así está escrito: He aquí que yo envío mi mensajero delante de ti. Y en un salmo leemos también:Preparé una lámpara para mi Ungido. Era una antorcha que ardía e iluminaba, y los judíos quisieron disfrutar una hora de su luz. Pero él se negó. ¿Por qué motivo? Pregúntaselo a él y que se aclare. El amigo del esposo, responde él, está siempre con él y se alegra mucho de oír su voz. Juan persevera: no una caña sacudida por el viento. Persevera porque es su amigo, y porque es un fuego que arde. Y por eso los Serafines están en pie. Sí, es un auténtico amigo del esposo, porque no siente celos de la gloria del que procede del trono; le prepara el camino, predica su amor gratuito, y sólo aspira a participar también él de su plenitud.
 Juan alumbra, y alumbra con tanta mayor claridad cuanto más arde. Y cuanto menos desea brillar tanto más verdadera es su luz. Es un auténtico lucero que no viene a suplantar al Sol de justicia, sino a proclamar su resplandor. Escuchémosle: Yo no soy el Mesías. Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo, y yo no merezco ni agacharme para desatarle la correa de las sandalias. Yo os bautizo con agua, y él os va a bautizar con Espíritu Santo y fuego. Este lucero quiere decirnos sin rodeos: ¿por qué os detenéis a contemplar mi resplandor? Yo no soy el sol. Vais a ver a otro que es incomparablemente mayor. Junto a él yo no soy luz, sino tinieblas. Yo, como lucero de la mañana, os regalo el rocío matinal. El os inundará con sus rayos de fuego, derretirá los hielos, secará los pantanos, calentará a los que están yertos, y será el vestido de los pobres. Las palabras del Precursor concuerdan con las del juez: el fuego que promete Juan, Cristo lo derrama: He venido a encender fuego en la tierra.
3. Puedes replicarme que tan esencial le es al fuego despedir llamas como resplandores. No te lo niego, aunque las llamas creo que le son mucho más esenciales. Escuchemos nuevamente del Señor cuál es la propiedad por excelencia del fuego: He venido a encender fuego en la tierra y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo. Ahí tienes su deseo. Tampoco ignoras que vivir es cumplir su voluntad, y que el empleado que conoce el deseo de su señor y no lo cumple recibirá muchos palos. ¿Por qué quieres brillar tan pronto? Todavía no ha llegado el momento en que los justos brillarán como el sol en el Reino del Padre. Actualmente es muy peligrosa esa ansia de brillar. Es muchísimo más interesante arder. 
 Mas si te consume el deseo de iluminar y ser visto, preocúpate ante todo de arder, y ten por cierto que vivirás envuelto en la luz. En caso contrario pierdes el tiempo, pues brillar sin arder es pura ilusión. La luz que no nace del fuego es falsa y artificial. Y lo que no es tuyo propio no puedes retenerlo mucho tiempo. Además del bochorno que supone presumir de lo que no es tuyo. Dicen que la luna tiene luz sin tener fuego, y que la recibe prestada del sol. Por eso está siempre cambiando y muda continuamente de cara. Lo mismo ocurre entre los hombres: el necio cambia como la luna y el sabio se mantiene firme como el sol. El necio por excelencia fue aquel a quien por su esplendor perdió la sabiduría, es decir, se ofuscó con tanta luz. 
4. Cayó, pues, Lucifer como un rayo del cielo. En cambio, unos Serafines estaban de pie por encima de él. Sí, se mantenían en pie porque el amor no pasa nunca. Están atónitos y extáticos, contemplando al que está sentado en el trono; viven en una eterna inmutabilidad y en una inmutable eternidad. Tú, oh malvado, quisiste sentarte allí, y por eso diste un mal paso y resbalaron tus pisadas. El único digno de ocupar el trono es el Hijo, el Señor del universo, que todo lo juzga con inmensa moderación. Solamente la Trinidad puede sentarse, la única que posee la inmortalidad, y no tiene fases ni períodos de sombra. 
 También los Serafines perseveran inmutables, pero a otro nivel muy distinto del Señor. Están abiertos y absortos en aquel que no se cansan de contemplar. El que intentó sentarse quiso vivir satisfecho de sí mismo. Ahora sólo busca la maldad, y es lo único que tiene de su propia cosecha. Cuando dice la mentira le sale de dentro, porque es falso y padre de la mentira. Ten en cuenta que la mentira incluye también la maldad. Pero aunque se complace perversamente en el mal, jamás vivirá plenamente satisfecho. La única que está sentada es la inefable Trinidad, porque existe en sí misma y tiene la plenitud del ser. Su gozo es ella misma; no necesita de nadie y ella es su propia plenitud.
RESUMEN Y COMENTARIO
Serafín significa el que arde. Tenemos que elegir entre arder o lucir. No intentemos lucir sino quemarnos en el amor a Dios. No intentemos escalar al trono de Dios y suplantarle sino quemarnos en nuestras emociones. 
 Juan el Bautista es un gran ejemplo del que se quema y, sin quererlo, luce con un extraordinario brillo. No quería suplantar a Cristo, sino preparar su llegada que es el auténtico fuego.
 No debemos intentar lucir y tampoco intentar quemarnos para lucir. El lucimiento debe ser una consecuencia natural no buscada. Forma parte de la falsa sabiduría. El fuego es real y fijo, el lucimiento buscado cambia, falsamente, de un momento a otro. Es sólo un lavado de cara, un aspecto reluciente para mostrar a los otros.
 Los Serafines contemplan a Dios absortos y en éxtasis. Están de pie y no pretenden ocupar su trono. Otros, en cambio, quisieran desplazarlo y sentarse donde solamente la Trinidad puede hacerlo. Estos viven en la maldad, que camina junto a la mentira. Vivir así, con esas ansias, nunca nos dejará satisfechos. 

LA VISIÓN DE ISAÍAS. SERMÓN SEGUNDO. PRIMER DOMINGO DE NOVIEMBRE


1. Cuando nuestro gran contemplativo ve al que está sentado en el trono, exclama: Toda la tierra está llena de su gloria. ¡Venga, Señor, tu reino, y llena la tierra de tu gloria, lo mismo que llenas el cielo! El jefe de este mundo está loco de alegría, porque la tierra está en poder de los malvados. Es su hora y el dominio de las tinieblas. No os preocupéis: el que fue expulsado del cielo, también será eliminado de la faz de la tierra y encadenado en las mazmorras del abismo. Por eso el profeta David, después de ensalzar la felicidad de los santos, añade esta frase contra el maligno y sus ángeles cómplices: No así los malvados, no así: serán paja que el viento se lleva de la haz de la tierra. 
 Desde ese instante ya no habrá posibilidad de tentar, ni permisión para turbar, ni capacidad de hacer daño. El mundo entero estará lleno de su gloria, porque nadie quebrantará su voluntad, y las criaturas se verán liberadas de la esclavitud a la corrupción, por la que ahora lanzan un gemido universal con los dolores de parto. Habrá un cielo nuevo y una tierra nueva, y doquiera dirijas tu mirada el rostro de cada criatura será un nítido espejo de la majestad divina. 
2. Pero tienes otra tierra mucho más cerca de ti, y que te exige un cuidado mayor y más obligado. Porque nadie odia su propia carne. Consuélala,  repítele que la gloria del Señor llenará toda la tierra, y así descansará serena. 
 ¿Es posible, hermanos, que la gloria divina pueda llenar ahora nuestro cuerpo, cuando un hombre tan grande como Pablo, que poseía las primicias del Espíritu, gemía inconsolable diciendo:Veo claro que en mi cuerpo no anida nada bueno? El pecado, ciertamente, ya no dominaba en su cuerpo mortal. Pero fíjate cómo se atribuye un cuerpo mortal y niega únicamente el dominio del pecado. Él sentía en sí mismo esa ley del pecado, que será suprimida cuando llegue la plenitud de la gloria. Más aún: como último enemigo aniquilará a la muerte. 
 Así, pues, nuestra tierra quedará inundada de la gloria del Señor cuando desaparezca todo vestigio de pecado y pena de muerte. Nuestra tierra, insisto, se llenará de la majestad del Señor cuando se revista de la gloria de la resurrección, luzca la estola de la inmortalidad y se identifique con el cuerpo glorioso de Cristo. Pues aguardamos un Salvador, que transformará la bajeza de nuestro ser reproduciendo en nosotros el resplandor del suyo. ¿Todavía murmuras, carne miserable? ¿Por qué sigues tan rebelde y tienes apetencias contrarias al espíritu? Si te humilla, castiga, esclaviza, es porque busca su bien con tanto interés como el suyo. ¿Por qué envidias a aquellos que se degradan pidiendo prestada esa gloria tan poco gloriosa de los gusanos de seda o de las pieles de musaraña? Con una compostura indigna, de varones, y totalmente prohibida a las mujeres, en vez de adornarse se degradan. Deja que ellos reformen, o más bien deformen su cuerpo. Tú procura vivir en humildad y el artista que te formó te reclamará. Si eres sensato, confía en esa mano que reconstruirá lo que él mismo creó. 
3. Mas sigue escuchando lo que acontece en esa visión del Profeta: y cuanto estaba debajo de él llenaba el templo. Por eso dije antes que te humillaras ante la mano poderosa de Dios, para que te levante a su tiempo. Intenta someterte a él si deseas estar con él. ¿O crees que admitirá indistintamente a los hombres en ese templo tan glorioso, en el que no permitió morar a tantos ángeles? ¿No seleccionará cuidadosamente al que es un puñado de arcilla, el que selecciona las mismas estrellas? Si examinó y rechazó el oro, con mayor razón observará la plata. ¿Y podrá encontrar un hombre capaz de ocupar el lugar del ángel maldito? Tiene que ser un hombre libre de toda culpa, sobre todo de aquella que hizo reo al ángel, no de una ofensa leve o de una ira pasajera, sino del odio eterno. La soberbia hizo tambalear aquel reino, sacudió sus murallas y derribó gran parte de ellas, ¿creéis que volverá a ser admitida fácilmente? En aquella ciudad existe un odio implacable contra esta peste tan horrorosa. 
 Tened por cierto, hermanos, que quien no perdonó a los ángeles tampoco se compadecerá de los hombres. Es imparcial y no tiene acepción de personas: sus juicios son todos idénticos. Lo que más le agrada, tanto en el ángel como en el hombre, es la humildad; y desde su trono real solamente escoge para llenar el templo a los sumisos. Lo dice la Escritura: ¿Quién como el Señor Dios nuestro que se eleva en su trono, y se abaja para mirar al cielo y la tierra? ¿No es éste el grito de Miguel contra aquel soberbio que vociferaba: Me igualaré al Altísimo? Porque Miguel significa: ¿Quién como Dios?
4. El Profeta ha dicho que vio al Señor sobre un trono alto y excelso. Mas para evitar que el trono excelso se lo apliques al que dijo: escalaré la cima de las nubes, o el trono alto a los hombres llenos de soberbia, añade: Y cuanto estaba a sus pies llenaba el templo. Con ello quiere recomendar, no esa grandeza que se yergue contra Dios, sino esas otras criaturas que están debajo de él, en el templo o junto a su trono. Unas son eminentes por su estabilidad incomparable, y otras han sido elevadas del abismo por la misericordia divina. 
 Y no repliques que todas las cosas están sometidas a su imperio, o que la expresión lo que está debajo de él, es muy indeterminada. Lo que realmente quiere inculcar y ensalzar es la sumisión a Dios plenamente voluntaria, y que brota del fervor de la caridad. Por eso continúa hablando de los serafines, de los cuales diremos a su tiempo lo que el Señor nos inspire. 
5. Y todo lo que estaba a sus pies llenaba el templo. En el principio Dios creó a los ángeles para hacer con ellos su templo santo. Muchos no le agradaron porque, como dice la Escritura:En sus mismos ángeles descubre faltas. Uno gritó: Me sentaré en el vértice del cielo, y sus palabras arrastraron a otros muchos. ¡Desdichado de él, que prefirió alejarse de Dios antes que someterse a él! Y desdichados también aquellos otros que vieron a un ladrón y le siguieron. Los desgraciados se marcharon, y dejaron su sitio vacío y disponible para otros. 
 Tú, alma mía, ¿no vas a someterte a Dios? En caso contrario no tendrás un sitio en el templo, pues todo lo que estaba debajo de él llenaba el templo. Es inútil que las muchachas necias llamen o griten; cuando la sala del banquete se llene de comensales la puerta se cerrará para siempre. ¡Desgraciada el alma que es excluida de esas bodas! Desgraciado al que se le diga: Desaparezca el malvado y no vea la gloria de Dios. ¿De qué le valió a esa infeliz ver la luz de este mundo, si no puede contemplar esa otra gloria? Si voy a estar privado de esa visión -Dios no lo permita-, preferiría no haber visto jamás nada de este mundo. Que los soberbios disfruten y se hinchen de orgullo; que se envanezcan y engrían y aspiren a subirse a la cima. Ya vendrá el justo nivelador y serán arrojados al vacío.
 Alma mía tú no vivas así. Sométete a Dios, sométete libremente, sométete con el amor más ferviente, porque los serafines estaban junto a él. Hermanos, quedémonos hoy nosotros con ellos, y no nos movamos de este templo donde todos aclaman con un grito unánime: ¡Gloria! Porque contemplan la gloria de nuestro Señor Jesucristo, que es el Dios Soberano, bendito por siempre.
RESUMEN Y COMENTARIO
La visión de Dios no es exclusivamente contemplativa o, mejor dicho, es una contemplación activa en la que su presencia implica la  inundación por su bondad, el desplazamiento del mal y de los malvados en todas sus formas.
 Conseguir que el pecado no nos domine, no significa la ausencia del mismo. Lo afirmaba San Pablo con otras palabras. Todo nuestro ser convive con un mundo de maldad. Por eso esperamos un futuro en el que la gloria de Dios aniquilará a la misma muerte. Es como si el artista que nos hizo necesitara completar su obra con la participación de nuestra voluntad.
 En ese templo de la contemplación no entrarán los soberbios, sino los que se someten a la voluntad de Dios. 
 No hay sitio, en ese templo, para los que quieren escalar el trono  y compararse a Dios, para los que buscan alcanzar su poder, sino para los que se someten a Dios con fervor.  
 Incluso parte de los propios ángeles se volvieron contra Dios y tuvieron que abandonar el templo, perdiendo la presencia de Dios. La visión de Isaías lo dice muy claro: "los que estaban debajo de él llenaban el templo". 
 En definitiva este sermón es un canto a la libertad del hombre, último responsable de sus decisiones, aunque la gracia de Dios nos indique, claramente, hacia dónde deben dirigirse nuestros pasos. 

LA VISIÓN DE ISAÍAS: SERMÓN PRIMERO-PRIMER DOMINGO DE NOVIEMBRE


SERMONES DEL PRIMER DOMINGO DE NOVIEMBRE
SERMÓN PRIMERO

LA VISIÓN DE ISAÍAS
1."Vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso; y la tierra estaba llena de su gloria". El Profeta nos describe aquí una sublime visión. "Vi al Señor sentado". ¡Qué espectáculo tan grandioso, hermanos! ¡Dichosos los ojos que pudieron contemplarlo! ¿Quién no arde en deseos de contemplar una gloria tan majestuosa? Este fue el deseo único de todos los santos, y lo que los ángeles ansían contemplar. Porque la vida eterna consiste en verle a él.
 Pero también recuerdo, hermanos, aquellas otras palabras del mismo Profeta, y aquella otra estampa tan distinta del Señor: Es el mismo Isaías quien dice en otro lugar: "Lo vimos sin aspecto atrayente; nosotros le tuvimos por leproso, etc". Lo primero que debemos advertir es que una afirmación es general, y la otra propia del carisma profético. Por eso en una se dice "vimos", y la otra es una gracia especialísima. Herodes le vio sin figura ni belleza, y le despreció; también le vieron así los judíos, y contaron todos sus huesos. Pero sobre esa otra inefable visión el Profeta es categórico: "Desaparezca el malvado y no vea la gloria de Dios".
2. Dios habló por los profetas en múltiples ocasiones y de muchas maneras. Y ellos le vieron a él. David reconoció al Señor hecho menor que los ángeles. Jeremías lo contempló en el mundo y viviendo entre los hombres. Isaías unas veces en un trono alto, y otra muy por debajo de los ángeles y de los mismos hombres: tanto, que le pareció un leproso; es decir, no sólo un hombre, sino un hombre pecador.
 Si tú quieres contemplar al Señor de la majestad, acércate primero al Jesús humilde. Clava tus ojos en la serpiente levantada en el desierto, y después podrás ver al Rey sentado en su trono. Humíllate con esa imagen y serás ensalzado con la otra. Que una reviente tu hinchazón, y así la otra colmará y saciará tus deseos. ¿Lo contemplas anonadado? No te parezca una visión inútil, porque si no, no lo verás glorioso. No te asustes, y lo verás también glorioso. Cuando lo veas tal cual es, serás semejante a él. Hazte ahora igual que él y contémplale tal y como se hizo por ti. Si no te apartas de él en su humildad, merecerás compartir su misma gloria. Al que ha sido solidario suyo en el sufrimiento él no le negará la participación en su triunfo. Es tan fiel en admitir a su reino al que participa en su Pasión, que recibe inmediatamente en el paraíso al ladrón arrepentido. A los Apóstoles se les dice claramente: "Vosotros os habéis mantenido a mi lado en mis pruebas, y yo os confiero realeza".
 Si compartimos sus sufrimientos compartiremos también su gloria. Meditemos, pues, hermanos, sin cesar en Cristo crucificado. Grabémosle como un sello en nuestro corazón y en nuestro brazo. Abracémosle con los dos brazos del amor, y sigamos sus pisadas empeñados en una vida santa. Este es el camino por donde él mismo se nos dará a conocer como salvación de Dios. Entonces ya no lo veremos desfigurado y sin belleza, sino tan radiante de gloria que su majestad llenará toda la tierra.
3. La primera visión tuvo lugar en invierno. Por eso se nos dice con mucho acierto que su escenario no fue un trono, sino otro lugar más modesto y humilde. Y es que las casas solariegas suelen tener una doble vivienda: la de verano en la planta superior, y la de invierno en la inferior. Por este motivo, cuando los corazones de los discípulos estaban ateridos de frío, y Pedro intentaba calentar junto a unas brasas su corazón y su cuerpo congelados, no era el momento de vivir en la sala del trono, ni de comparecer públicamente en ella. Pero cuando resuene aquel cantar: "Ya pasó el invierno, y los campos se visten de flores", subiremos a la sala regia, porque el Señor habitará en la altura.
4. Podemos afirmar, pues, que Isaías vio con mirada profética aquella gloria y dijo: "Vi al Señor sentado sobre un trono excelso, etc". ¿De qué trono se trata aquí, hermanos? Porque el Altísimo no habita en edificios visibles, construidos por hombres. No existe ninguna materia idónea para ese trono y para ese personaje. Este edificio espiritual se levanta con piedras vivas, porque la Vida eterna y verdadera la llena graciosamente con su presencia. Y si las criaturas angélicas, diezmadas por los desertores, no bastan para construir este maravilloso edificio, levante del polvo al desvalido y alce de la basura al pobre, para sentarlo con los príncipes y se complete el trono real.
 El vidente habla de un trono excelso y alto. Tal vez quiere indicar con ello la excelencia invariable de los ángeles y la misericordiosa elevación de los hombres. Lo que sigue nos exige nos exige una consideración más atenta. Por hoy bástenos haber comenzado la materia.

RESUMEN
Podemos ver a Dios de muchas maneras. Es posible que el malvado, al contemplarlo, no pueda apreciar su esplendor. También es cierto que debemos contemplarlo en su humildad para comprender, después, su gloria. Quizás, por eso, debiéramos imaginarlo sufriendo crucificado. Pero al final, como una primavera que llega, podremos contemplarlo en todo su esplendor. Lo veremos sentado sobre un trono de piedra, pero esas "piedras" serán piedras vivas hechas de los propios ángeles y de los que hayan alcanzado su misericordia.

EL QUE QUIERA SERVIRME

El que quiera servirme que me siga. Algunos, en vez de seguir a Cristo, huyen de él. Otros, en lugar de seguirle, le preceden; otros le siguen, pero no le alcanzan; y otros, finalmente, le siguen y le alcanzan.
 No le siguen y huyen de él los que no renuncian al pecado, como dice la Escritura: El que obra mal detesta la luz. Los que se alejan de ti perecerán.
 No le siguen, sino que le preceden, quienes prefieren su criterio a la doctrina de los maestros. Pedro es un buen ejemplo, cuando reprende al Señor, que está decidido a morir por nuestra salvación: ¡Lejos de ti, Señor, hacer eso!
 Le siguen sin alcanzarlo los que viven con tibieza y negligencia, o quienes no perseveran hasta el final y se retiran a mitad del camino. A esos se refiere el Apóstol: Fortaleced los brazos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, plantad los pies en sendas llanas, para que la pierna coja no se disloque sino que cure.
 Le siguen y le alzanzan quienes se abrazan a sus ejemplos de humildad con perseverancia y con todo el fervor de su espíritu. A esos dice el Señor: El que quiera servirme, que me siga, es decir, me imite. ¿Y con qué fruto? Escuchémosle: Y allí donde esté yo, esté también mi servidor. Así pues, el fruto de esta imitación es vivir en la felicidad eterna.

RESUMEN Y COMENTARIO

Este sermon nos plantea un "fácil" reto: seguir a Cristo. Primero hay que querer seguirlo, después tener fuerzas para ello. Finalmente no tener la soberbia de querer ir por delante del Señor. El camino de seguirlo e imitarlo se antoja, en realidad, muy difícil pero tenemos la sensación de que, iniciado ese camino, es un alimento que no produce saciedad y del que siempre querremos más. Para seguirlo es preciso que Él quiera que los sigamos y que nos otorgue las fuerzas oportunas para ello. En nuestra libertad, siempre quedará el criterio de usar, o no, la invitación y los dones recibidos.

SOBRE LAS PALABRAS DEL EVANGELIO: "EL QUE QUIERA VENIRSE CONMIGO", ETC.


El que quiera venirse conmigo, por mí y hasta míConmigo porque soy la verdad; por mi porque soy el camino; y hasta mí porque soy la vida. El que quiera venirse conmigo, que reniegue de sí mismo, cargue con su cruz y me siga. Tres cosas propone Cristo, fuerza y sabiduría de Dios, y Ángel del gran consejo, el alma racional, creada a imagen de la Trinidad: espíritu de servicio, desprecio de sí y sobriedad. En la negación de sí mismo se indica el espíritu de servicio, el propio desprecio en el hecho de llevar la cruz, y la sobriedad en la imitación de Cristo. De este modo quien perdió por la desobediencia el triple gozo que poseía, vuelva a levantarse por la obediencia, humillado con la aflicción de otra triple miseria.
 Había caído de su propia dignidad, de la compañía de los ángeles y de la visión de Dios; o en otras palabras, había perdido la libertad, la dignidad y la felicidad. Escuche, pues, este consejo: niéguese a sí mismo, o a su voluntad propia, y recuperará la libertad; cargue con su cruz, crucíficando su carne con sus vicios y concupiscencias por la continencia, y volverá a disfrutar de la compañía de los ángeles; y siga a Cristo, imitando su pasión, y gozará de la visión de su gloria, porque si sufrimos con él reinaremos con él.

RESUMEN Y COMENTARIO

¿Por qué queremos acompañarlo?
-Conmigo porque soy la verdad.
-Por mí porque soy el camino.
-Hasta mi porque soy la vida.

Propone tres cosas:
-Espíritu de servicio, que se incluye en la negación de sí mismo.
-Desprecio de sí. Se incluye en el hecho de llevar la cruz. Crucifiquemos nuestra carne con sus vicios y concupiscencias. Que no sean esos el centro de nuestras vidas.
-Sobriedad. Se incluye en la imitación de Cristo.

Y de ahí obtenemos una promesa: los que sufran con él, reinarán con él.

TRIPLE CAÍDA DEL HOMBRE Y SU TRIPLE RETORNO


1. Para volver a Dios existe un camino en sentido inverso a la caída del hombre. Cuando Adán vivía en el paraíso lo primero que perdió fue la presencia de Dios. Afirma San Agustín que el tentador nunca habría expulsado del paraíso al hombre, si antes no se hubiera introducido en su alma un movimiento de orgullo. La Escritura es categórica: Delante de la ruina va un corazón soberbio. En segundo lugar perdió la justicia, obedeciendo a la voz de su mujer antes que a Dios. Sabemos que la justicia es la virtud que da a cada uno lo suyo. En tercer lugar perdió la rectitud de juicio: reprendido de su pecado, atribuyó astutamente su culpa al Creador a través de su mujer y dijo: La mujer que tú me diste por compañera me ofreció el fruto del árbol y lo comí.
 Para volver de su actual destierro, el hombre debe recorrer los mismos grados de virtud de que antes se privó y mereció ser expulsado del paraíso. En primer lugar debe practicar el juicio, después realizar la justicia, y finalmente intensificar la presencia. El juicio nos lo debemos a nosotros mismos, para purgarnos y acusarnos; la justicia se la debemos al prójimo, y a Dios la atención.
2. El profeta Miqueas nos muestra este camino de retorno con estas palabras: Hombre, te voy a decir lo que está bien y lo que el Señor desea de ti: que defiendas el derecho y ames la misericordia, y que vivas solícito con tu Dios. El Apóstol afirma que Cristo enseñó este mismo sendero: La gracia de Dios nuestro Salvador se hizo visible a todos los hombres; nos enseñó a rechazar la vida impía y los deseos mundanos, y a vivir en este mundo son sobriedad, rectitud y piedad. Con sobriedad por lo que se refiere a nosotros, con rectitud para con el prójimo, y con piedad para con Dios. Sigue explicando con más claridad la atención a Dios: Aguardando la dicha que esperamos, la venida gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro.
 Este mismo itinerario y plan de vida lo podemos encontrar en otros muchos textos de la Sagrada Escritura. Como por ejemplo:Dichoso el hombre que permanece en la Sabiduría y medita en la justicia; el que presta atención a la presencia de Dios.Permanece en la sabiduría y es sabio el que se juzga ahora sin cesar, para librarse del juicio eterno de Dios. Como dice el Apóstol: Si nos juzgáramos debidamente nosotros, no seríamos juzgados. Aunque si el Señor nos juzga es para corregirnos, para que no salgamos condenados con este mundo. Es un verdadero sabio, pero no con la sabiduría de este mundo, sino con aquella que procede de las realidades ocultas. La obra admirable de Dios hace que los elegidos sean ahora tallados a base de golpes y tribulaciones, para ser colocados después en el templo del verdadero Saloimón sin el más mínimo ruido de martillos.

RESUMEN Y COMENTARIO

Encontrar a Dios es realizar un camino de retorno, abandonando la soberbia. La historia bíblica de Adán y Eva refleja, perfectamente, este camino con sus dos sentidos. Aquellos primeros padres, y después todo el género humano, optaron por el camino de la autosuficiencia y el olvido de Dios. Debemos volver, entonces, a la naturaleza primigenia de nuestro Creador. Para ello viviremos con sobriedad en cuanto a nosotros mismos, rectitud en cuanto a nuestra relación con los demás y piedad cuando nos dirigimos a Dios. Ejercitar esos principios es la verdadera sabiduría. De alguna forma misteriosa, apartarnos de esos senderos nos somete a golpes y tribulaciones sin número. El cincel del escultor construye, así, poco a poco, casi sin ruido, el verdadero templo de Salomón.

Elementos del triple retorno: 

-Juicio (hacia nosotros mismos). La respuesta es la sobriedad
-Justicia amorosa y compasiva hacia todo ser creado. Rectitud con ellos.
-Piedad. Vivir la presencia de Dios

VIVIMOS EN LA ESPERANZA

San Bernardo de Claraval, Sermón 7 sobre el salmo 90



San Bernardo de Claraval,
Sermón 7 sobre el salmo 90
(1.3.5.6.12: Opera omnia, edit Cister. t. 4, 1966, 412-416. 421)



Vivimos en la esperanza



Vivimos, hermanos, en la esperanza y no nos desanimamos en la prueba presente, pues vivimos a la espera de los gozos indefectibles. Y esta nuestra espera no es vana ni incierta, apoyada como está en las promesas de la eterna verdad. Además, la comprobación de los dones presentes afianza la espera de los futuros, y la eficacia de la gracia presente hace en alto grado creíble la felicidad de la gloria prometida, que indudablemente ha de seguirle. En efecto, el Señor de los ejércitos, él es el Rey de la gloria.



Por lo cual, la piedad ha de sostener varonilmente en este siglo la confrontación, y habrá de padecer con ánimo sereno cualquier persecución. ¿Cómo no va a tolerarlo todo la piedad, ella que es útil para todo, y que tiene en su haber la promesa de la vida presente y de la futura? Resista esforzadamente al impugnador, pues el propugnador asistirá incansable al que resiste, ni faltará al que triunfa el liberalísimo remunerador. Su verdad te rodeará como un escudo.



Glorificad, pues, amadísimos, y llevad entretanto a Cristo en vuestro cuerpo, carga deleitable, peso suave, equipaje saludable, aun cuando a veces pueda antojársenos pesado, aun cuando en ocasiones golpee el costado y flagele al que se muestra recalcitrante, aun cuando alguna vez dome su brío con freno y brida y lo frene para colmo de felicidad. Escuchad, y escuchad en la alegría de vuestro corazón, lo que parece pertenecer a la promesa de la vida futura y es objeto de vuestra esperanza. Donde está vuestro tesoro, allí esté vuestro corazón.



Escuche, pues, el que, con el pensamiento y la avidez, se acerca ya al puerto de salvación; el que habiendo lanzado ante sí, cual áncora, su esperanza, parece haberse firmemente aferrado a aquella tierra envidiable, aguardando todos los días que dura su servicio a que le llegue el relevo. Este es sin ningún género de duda el principal y más seguro acercamiento al puerto; este tipo de vida, en que os desenvolvéis, es una preparación para la partida, es decir, para la llamada de Dios.



Esta, finalmente, es la gracia y la misericordia de Dios para con sus siervos y la visitación para sus santos: que como desentendiéndose de momento de su izquierda,
centre toda su solícita protección sobre la derecha. Es lo que el profeta testifica
de sí mismo: Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. ¡Ojalá estés, oh buen Jesús, siempre a mi derecha! ¡Ojalá me agarres la mano derecha! Pues sé y estoy cierto de ello que no me dañará ninguna adversidad, si no
me domina ninguna maldad.
RESUMEN: Con el Señor a mi derecha, agarrando mi mano, no vacilaré pues me guiará hacia el puerto de la salvación, protegiéndome de maldades y adversidades. Los bienes espirituales que cada día recibimos son anticipo y esperanza de la verdad eterna. Prestemos atención al camino de la salvación como un camino. Si nos llevan por la mano derecha es la vía correcta. La vía izquierda es el camino de perdición. Por otra parte lo que vamos viendo durante el camino, nos anuncia que el final es el esperado y deseado.

AMO PORQUE AMO, AMO POR AMAR


Amo porque amo, amo por amar



El amor basta por sí solo, satisface por sí solo y por causa de sí. Su mérito y su premio se identifican con él mismo. El amor no requiere otro motivo fuera de él mismo, ni tampoco ningún provecho; su fruto consiste en su misma práctica. Amo porque amo, amo por amar. Gran cosa es el amor, con tal de que recurra a su principio y origen, con tal de que vuelva siempre a su fuente y sea una continua emanación de la misma. Entre todas las mociones, sentimientos y afectos del alma, el amor es lo único con que la criatura puede corresponder a su Creador, aunque en un grado muy inferior, lo único con que puede restituirle algo semejante a lo que él le da. En efecto, cuando Dios ama, lo único que quiere es ser amado: si él ama, es para que nosotros lo amemos a él, sabiendo que el amor mismo hace felices a los que se aman entre sí.

El amor del Esposo, mejor dicho, el Esposo que es amor, sólo quiere a cambio amor y fidelidad. No se resista, pues, la amada en corresponder a su amor. ¿Puede la esposa dejar de amar, tratándose además de la esposa del Amor en persona? ¿Puede no ser amado el que es el Amor por esencia?

Con razón renuncia a cualquier otro afecto y se entrega de un modo total y exclusivo al amor el alma consciente de que la manera de responder al amor es amar ella a su vez. Porque, aunque se vuelque toda ella en el amor, ¿qué es ello en comparación con el manantial perenne de este amor? No manan con la misma abundancia el que ama y el que es el Amor por esencia, el alma y el Verbo, la esposa y el Esposo, el Creador y la criatura; hay la misma disparidad entre ellos que entre el sediento y la fuente.



Según esto, ¿no tendrá ningún valor ni eficacia el deseo nupcial, el anhelo del que suspira, el ardor del que ama, la seguridad del que confía, por el hecho de que no puede correr a la par con un gigante, de que no puede competir en dulzura con la miel, en mansedumbre con el cordero, en blancura con el lirio, en claridad con el sol, en amor con aquel que es el amor mismo? De ninguna manera. Porque, aunque la criatura, por ser inferior, ama menos, con todo, si ama con todo su ser, nada falta a su amor, porque pone en juego toda su facultad de amar. Por ello, este amor total equivale a las bodas místicas, porque es imposible que el que así ama sea poco amado, y en esta doble correspondencia de amor consiste el auténtico y perfecto matrimonio. Siempre en el caso de que se tenga por cierto que el Verbo es el primero en amar al alma, y que..la ama con mayor intensidad.



San Bernardo de Claraval, Sermón 83 sobre el libro del Cantar de los cantares
(4-6: Opera omnia, ed. Cist. 2, 1958, 300-302)




RESUMEN:



El amor no necesita explicación pues es origen y causa. Nos hace semejante a nuestro Creador, aunque sea a una enorme distancia, pues el hombre es obra del Amor de Dios. Es una relación tan sublime la que el amor establece que podemos compararla con la sed y la fuente. El Verbo es el primero en amar al alma, pero en esa relación nupcial no puede compararse la blancura con el lirio, la mansedumbre con el cordero y la claridad con el sol; pero aunque la cantidad pueda ser tan diferente, nuestro ser se manifiesta por entero y nada importa que no puedan correr a la par un hombre y un gigante.

SERMÓN 15. SOBRE LA SABIDURÍA


San Bernardo, abad
Sermón 15 sobre diversas materias: PL 183, 577-579

Trabajemos para tener el manjar que no se consume: trabajemos en la obra de nuestra salvación. Trabajemos en la viña del Señor, para hacernos merecedores del denario cotidiano. Trabajemos para obtener la sabiduría, ya que ella afirma: Los que trabajan para alcanzarme no pecarán. El campo es el mundo –nos dice aquel que es la Verdad–; cavemos en este campo; en él se halla escondido un tesoro que debemos desenterrar. Tal es la sabiduría, que ha de ser extraída de lo oculto. Todos la buscamos, todos la deseamos.

Si queréis preguntar –dice la Escritura–, preguntad, convertíos, venid. ¿Te preguntas de dónde te has de convertir? Refrena tus deseos, hallamos también escrito. Pero, si en mis deseos no encuentro la sabiduría –dices–, ¿dónde la hallaré? Pues mi alma la desea con vehemencia, y no me contento con hallarla, si es que llego a hallarla, sino que echo en mi regazo una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. Y esto con razón. Porque, dichoso el que encuentra sabiduría, el que alcanza inteligencia. Búscala, pues, mientras puede ser encontrada; invócala, mientras está cerca.

¿Quieres saber cuán cerca está? La palabra está cerca de ti: la tienes en los labios y en el corazón; sólo a condición de que la busques con un corazón sincero. Así es como encontrarás la sabiduría en tu corazón, y tu boca estará llena de inteligencia, pero vigila que esta abundancia de tu boca no se derrame a manera de vómito.

Si has hallado la sabiduría, has hallado la miel; procura no comerla con exceso, no sea que, harto de ella, la vomites. Come de manera que siempre quedes con hambre. Porque dice la misma sabiduría: El que me come tendrá más hambre. No tengas en mucho lo que has alcanzado; no te consideres harto, no sea que vomites y pierdas así lo que pensabas poseer, por haber dejado de buscar antes de tiempo. Pues no hay que desistir en esta búsqueda y llamada de la sabiduría, mientras pueda ser hallada, mientras esté cerca. De lo contrario, como la miel daña –según dice el Sabio– a los que comen de ella en demasía, así el que se mete a escudriñar la majestad será oprimido por su gloria.

Del mismo modo que es dichoso el que encuentra sabiduría, así también es dichoso, o mejor, más dichoso aún, el hombre que piensa en la sabiduría; esto seguramente se refiere a la abundancia de que hemos hablado antes.

En estas tres cosas se conocerá que tu boca está llena en abundancia de sabiduría o de prudencia: si confiesas de palabra tu propia iniquidad, si de tu boca sale la acción de gracias y la alabanza y si de ella salen también palabras de edificación. En efecto, por la fe del corazón llegamos a la justificación, y por la profesión de los labios, a la salvación. Y además, lo primero que hace el justo al hablar es acusarse a si mismo: y así, lo que debe hacer en segundo lugar es ensalzar a Dios, y en tercer lugar (si a tanto llega la abundancia de su sabiduría) edificar al prójimo.

RESUMEN:
La sabiduría es como el que trabaja en el campo buscando un tesoro. Debemos buscarla refrenando nuestros deseos y con corazón sincero. La sabiduría es como una miel tan deliciosa que el hecho de comerla ocasiona más hambre. Notaremos que poseemos la auténtica sabiduría cuando ocurran tres cosas: si confiesas de palabra tu propia iniquidad, si sale de tu boca la acción de gracias y palabras de edificación. En definitiva el justo se acusa a si mismo, ensalza a Dios y edifica al prójimo.

UN TRIPLE CORAZÓN


Acérquese el hombre a un corazón elevado, y Dios será ensalzado. Existe el corazón elevado, el ínfimo y el intermedio. El Profeta dice: Rebeldes, volved a vuestro corazón. La primera aproximación es la del siervo rebelde a un corazón ínfimo, al cual se acerca por el juicio. La segunda es la del mercenario a un corazón intermedio, y se realiza por la llamada del consejo. La tercera es la del hijo a un corazón elevado, y es el deseo quien lo eleva.
 Entonces es ensalzado Dios, esto es, se muestra muy por encima del corazón, porque la razón es incapaz de comprenderle y sólo es posible desearlo por los afectos y el amor.
 Observa que estos acercamientos o ascensos se realizan en el corazón. Por eso dice el Profeta: Aunque vivía en este valle de lágrimas se ha decidido a elevarse en su corazón. Algunas veces, en cambio, el hombre interior supera la razón es el éxtasis del espíritu.
 En consecuencia, podemos decir que esta subida tiene cuatro etapas: la primera es hacia el corazón, la segunda en el corazón, la tercera desde el corazón y la cuarta por encima del corazón. La primera consiste en temer a Dios, la segunda en escucharle como consejero. La tercera en desearle como a esposo y la cuarta en verle como a Dios.

RESUMEN Y COMENTARIO

Cuando hablamos del corazón estamos hablando de emociones. Nuestra vida espiritual está regida por ellas y superan al raciocinio, a la inteligencia humana capaz de comprender el Universo. El hombre que asciende emocionalmente, en su búsqueda de Dios, pasa por cuatro etapas:
1. La primera es hacia el corazón y consiste en temer a Dios.
2. La segunda es en el corazón y consiste en escucharle como consejero.
3. La tercera es desde el corazón y consiste en desearle como esposo.
4. La cuarta es por encima del corazón y consiste en verle como a Dios.
También podríamos hablar de un corazón ínfimo (basado en el juicio o raciocinio), un corazón intermedio (basado en el consejo) y un corazón elevado (basado en el deseo de Dios).
En cualquier caso somos emoción espiritual y debemos profundizar en ella como camino hacia nuestro Señor.

CUATRO GRADOS DEL AMOR

Hay dos amores fundamentales: el carnal y el espiritual. De ellos proceden estas cuatro maneras distintas de de amar: amar carnalmente el espíritu, amar espiritualmente la carne y amar espiritualmente el espíritu. Se puede precisar una especie de camino y escala del inferior al superior. Al principio los hombres sólo saben amar carnalmente la carne. Y por ello, para que lleguen incluso a amar espiritualmente a Dios, él se hizo carne, conversó y convivió con los hombres y se hizo amar carnalmente de ellos. 
 Cuando quiso entregar la vida por sus amigos ya amaban su espíritu, aunque todavía de una manera carnal. Y en ese sentido se manifestó Pedro al anunciarles su pasión: "¡No se te ocurra eso. Ten compasión de ti mismo!". Mas una vez que comprendieron que el misterio de la redención se realizaría por esa pasión, amaron espiritualmente su carne en la pasión. Y finalmente, al resucitar y ascender aman espiritualmente su espíritu y cantan llenos de júbilo: Antes conocíamos a Cristo según la carne, pero ahora ya no lo conocemos así.. 
 Algo semejante nos ocurre a nosotros. Amamos carnalmente nuestra carne cuando seguimos sus deseos. Amamos carnalmente el espíritu si lo afligimos en la oración, llorando, suspirando y gimiendo. Amamos espiritualmente la carne si la sometemos al espíritu, la ejercitamos en las buenas obras y la vigilamos con discreción. Y amamos espiritualmente el espíritu cuando por caridad posponemos nuestras ocupaciones espirituales al bien del prójimo. 

RESUMEN Y COMENTARIO
 Empezamos por amar nuestra carne, seguimos por amarla espiritualmente y, en fases finales amamos el espíritu, incluso haciendo concesiones a las aficiones carnales. Es el mismo camino de Nuestro Señor Jesucristo, que se hizo carne para enseñarnos el camino del amor que va de lo intranscendente a lo transcendente: de lo cotidiano a lo universal, de lo carnal a lo espiritual. 
Grado I: amar carnalmente nuestra carne.
Grado II: amar carnalmente el espíritu. 
Grado III: amar espiritualmente la carne.
Grado IV: amar espiritualmente el espíritu.

EN LA DEDICACIÓN DE LA IGLESIA. SERMÓN SEXTO






Sobre la exclamación de Jacob: Realmente, Dios está aquí


La dedicación de nuestra casa es una fiesta familiar para nosotros; pero es mucho más íntima la consagración de nuestras personas. Nosotros fuimos los rociados, bendecidos y consagrados por las manos de los santos Pontífices; y hoy celebramos su aniversario con fervientes alabanzas. A Dios no le interesan las piedras. De hecho no son los muros sino los hombres quienes dicen: Él se cuida de nosotros. Jacob era hombre y vió en sueños subir y bajar a los ángeles. Más aún, nos asegura que también estaba presente el Señor de los ángeles: Realmente, el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía. Admira esta gracia y le abruma semejante condescendencia. 
 Mucho más temible es este lugar, donde Dios reside de una manera más cierta y evidente: porque aquí no sólo hay dos o tres, sino muchos que perseveran reunidos por su amor. Que ninguno de vosotros lo desconozca ni lo ignore: Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios; así conocemos los dones que Dios nos ha hecho. Sí, este lugar inspira temor y respeto: lo habitan hombres fieles, lo visitan los ángeles santos, y el mismo Dios que está aquí presente. 
 ¿Es posible que un Patriarca como éste ignorara que Dios está en todas partes? Tal vez s amiraba de algo más grande al decir:Realmente, el Señor está aquí. Allí está real y verdaderamente donde se reúnen por su amor, los ángeles y los hombres. Es cierto que Dios lo trasciende todo y está en todo lugar; pero si decimos: Padre nuestro, que estás en los cielos, es porque allí se manifiesta de un modo distinto y propio. Él no cambia pero se revela de diversas maneras. Está en todas partes, lo abraza y dirige todo; pero cada cosa con un plan particular. A los malos les da la vida y los encubre; a los elegidos les ayuda y los conserva. Es el banquete y reposo de los del cielo, y el juicio y condenación de los del infierno.
 Hace salir su sol sobre buenos y malos; pero mientras disimula la actitud de los malos, allí no aparece la verdad. Por eso me atrevo a afirmar que en los malos Dios es ficción, en los justos verdad, en los ángeles felicidad y en los condenados crueldad. ¿Os asusto al hablar de crueldad? Yo tiemblo ante su ira y su furor, y digo: Señor, no me reprendas con ira. Eso mismo dijo Jacob: Realmente Dios está aquí. Cuando hace llover sobre buenos y malos es padre y padre misericordioso que espera la conversión de los hombres. Cuando condena a los obstinados es juez, y es horrendo caer en manos del Dios vivo. Cuando reposa es esposo, y dichosa el alma a quien él introduce en su alcoba. 
 También podemos decir que Dios está realmente aquí si le servimos en espíritu y verdad. Porque el Señor no estaba realmente en aquellos a quienes les decía: ¿Por qué me invocáis Señor, Señor, y no hacéis lo que os digo? El texto sagrado nos cuenta que el primer Adán fue colocado en el paraíso para que lo guardara y lo cultivara. Lo mismo hace el segundo Adán en la iglesia de los Santos, en la asamblea de los suyos, en el jardín de las delicias. Su complacencia es morar entre los hombres, y el Señor está en este lugar para guardarlo y cultivarlo.
 De otro modo, si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles. Y si el señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas. Esta visión del Patriarca nos enseña que los ángeles están aquí, subiendo y bajando. Suben al contemplar el rostro del padre y bajan cuando nos atienden a nosotros. Vosotros me diréis cómo debemos vivir aquí y cuál será nuestro en este lugar que Dios protege y perfecciona, y donde los ángeles suben y, bajan. Vivamos en la penitencia y en la esperanza. Olvidemos lo de atrás, liberémonos, rechacemos y examinemos nuestra vida con espíritu contrito; y en adelante pensemos y deseemos ardientemente en lo que está delante. A esto venimos y para esto estamos aquí. Esto es lo que se nos exige: borrar los pecados pasados y esperar los premios futuros. 
RESUMEN
Lo fundamental en los templos son los hombres fieles que los habitan. Pero realmene Dios está allí y el mismo Jacob vió a los Ángeles, en sueños, subir y bajar. Está en todas partes y podemos sentirlo como padre o temerlo como juez. Debemos vivir en la penitencia y en la esperanza, pensando más en el futuro que en el pasado. 

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