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jueves, 28 de mayo de 2015

Para dialogar con Dios


De intercambios y consultas

– Realizo la ascesis, pero en lo referente a la oración, me falta atención, en seguida mi mente se descentra.

– ¿Adónde se va tu atención cuando oras? Quizá haya una clave allí. La temática que te hace desatender…

En general son tensiones que nos quedan como saldo de las acciones realizadas. Y por automatismo de la mente. Estas tensiones tratan de distenderse, usando para ello la divagación sobre el suceso, ocurrido o por ocurrir. Por eso es casi involuntario interesarse por lo no resuelto.

¿Qué hacer entonces? Bueno, primero tratar de involucrarse solo en cosas necesarias, no superfluas, hacer la vida simple.

Pero aun así esto persistirá un tanto, por lo cual la entrega y confianza es el remedio. Al saber y confiar en que es Dios el que resuelve las cosas según su parecer, nosotros hacemos y luego olvidamos, los resultados no son de nuestro control.

Eso me da personalmente, mucho silencio en la oración. El silencio es algo exterior, interior y un deseo profundo. Es un querer solo ocuparse de lo que es importante, esto es: Dios y Su voluntad.

Cuando el deseo de Dios es intenso, la vida se va silenciando. Pero es un proceso simultáneo, no va una cosa junto a la otra sino al mismo tiempo.

– Pero a veces esa vida está llena de ruidos. Y si a eso le añadimos una mente inclinada a pensar y reflexionar en exceso…

– Sí. Pienso que por supuesto, hay vidas con más ruidos que otra, debido a las circunstancias. Pero recuerda, lo que hace ruido es la implicación con los estímulos, no los estímulos mismos.

Y bueno, esta implicación, librarse de ella es parte del proceso de ir confiando cada vez más en Dios. Lleva su tiempo.

– Sí creo que esa confianza en Dios es clave, pero ¿y la oración?

– La oración es el medio de diálogo con Dios más eficaz que conozco. Las mociones de las que hemos hablamos en otras ocasiones se dan mucho en medio de la oración, como inspiraciones, ideas, certezas…

Pero quién se pone a orar ya tiene algo de fe y confianza en Dios o en que Él lo escucha. Cuanto mayor sea la fe, más oración hará la persona, porque sabe que su oración es verdadero diálogo.

Luego, todo lo que se hace puede ser un modo de orar, si es realizado con unción. Y lleva su tiempo, es como cocinar, hay que esperar el punto justo con paciencia.

– Me pasa que gran parte de la oración es esfuerzo, más acentuado en los primeros minutos en donde se ha de tener la certeza de que se está dialogando con Él.

– Claro sí, así es. Es un esfuerzo sobre todo “cortar” con aquello en lo que se está implicado, e irse a orar. Es muy difícil al principio. La oración parece estéril y menos eficaz que la propia acción.

– Hay demasiados estímulos externos, es como una droga.

– Sí, lo entiendo. Es como una vorágine que nos lleva, un viento que no para.

Pero ahí, en medio de la vorágine hay que preguntarse, algo así como: ¿qué me estoy creyendo acerca de la importancia de esto? ¿Es tan decisivo? ¿Está sólo en mis manos? ¿Dios no intervendrá con su providencia en mi vida?

Y cosas similares, para recapacitar acerca de cómo uno se engancha con cosas que pueden tratarse mañana, o en el momento en donde la acción es requerida por el deber.

Cuando no hay un deber en el momento, la divagación es ociosa y debe reemplazarse por la oración. La oración continua tiene el sentido de ir ocupando el sitio de la divagación.

Y la idea del abandono en el Señor es importante para poder alimentar el deseo de entrega y confianza, imprescindibles para la oración, para dialogar con Dios.


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