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martes, 6 de enero de 2015

La familia, santuario de la vida




Mensaje a las familias

1. Los Obispos de México los saludamos con afecto y esperanza en Jesús Resucitado.

2. El tema de nuestra Asamblea: “La familia, santuario de la vida, buena nueva para el tercer milenio”, nos ha servido para reflexionar, con corazón y mente de pastores, sobre la realidad de la vida humana en la familia, contemplando su misterio y sensibilizándonos acerca de los principales problemas por los que está pasando en este inicio del milenio. Hemos retomado la doctrina de la Iglesia sobre la familia para poner a Cristo en el centro de su vida e iluminarla con su luz. Hemos orado juntos por todas las familias de México, haciendo nuestras sus alegrías y esperanzas, así como sus dolores y sufrimientos.

3. Dios es el Autor del matrimonio y la familia, los cuales constituyen uno de los bienes más preciosos de la humanidad.

La familia es un patrimonio humano. Si llegáramos a perderla, nos privaríamos de la célula vital de la sociedad, pues ella es formadora de las personas y comunidad fundamental sobre la que se apoya el conjunto de las relaciones sociales.

4. Reconocemos el esfuerzo de tantas familias por conservar los principios y valores de su identidad natural y cristiana; valoramos la lucha de muchos esposos por vivir la fidelidad, la indisolubilidad y la santidad del matrimonio, así como la generosidad de los padres por acoger, proteger y educar a sus hijos.

5. Sin embargo, constatamos con dolor que muchas familias se van desintegrando. Algunos ya no valoran el matrimonio como el camino para fundar una familia desde la base del amor de alianza fiel e indisoluble entre un hombre y una mujer. Es significativo en este sentido que hasta se llegue a querer “legitimar” una parodia del matrimonio, como son las llamadas “sociedades de convivencia”.

6. Los adolescentes y los jóvenes viven etapas hermosas de la vida; son tiempos de despertar a la libertad responsable, de ir madurando para el amor, para un proyecto de vida en común. Pero cuando se cede a la tentación de las relaciones prematrimoniales o se sufre la violencia injusta de la violación, se da con mucha frecuencia el hecho de la maternidad adolescente que, a menudo, termina en el aborto. Queremos ayudar a estas jóvenes madres solteras, ofrecerles comprensión, solidaridad y apoyo para que encuentren una solución humana y cristiana, ya sea aceptando generosamente conservar a su hijo o dándolo en adopción. También nos comprometemos a colaborar en la educación para una cultura del respeto mutuo y de la continencia hasta el matrimonio.

7. La sexualidad es un don de Dios, ordenado al amor y con una base biológica natural

El ser humano es varón o mujer, con diferencias biológicas, genéticas, psicológicas y espirituales que les complementan y enriquecen recíprocamente. Con la sexualidad, los esposos entran en comunión y a través de ella se convierten en padres, colaboradores de Dios para la transmisión de la vida. No se puede banalizar la sexualidad reduciéndola sólo a un medio de placer que instrumentaliza a las personas, como en el caso de la explotación de niños y mujeres, además de propiciar la transmisión de graves enfermedades como el sida y el papiloma humano.

8. En el sacramento del matrimonio, el amor de los esposos está llamado a ser único, indisoluble y santo. Esta verdad contrasta con la creciente mentalidad divorcista. Muchos consideran que el matrimonio es un arreglo privado que se puede deshacer cuando quieran.

9. La celebración del sacramento del matrimonio debe ser digna y acercar a todos los participantes al Señor Jesús, Esposo de la Iglesia. Nos preocupa que muchas veces se reduzca sólo a un evento social, no respetando su dignidad, principalmente en lo que se refiere al lugar, al ministro y demás circunstancias canónicas y celebrativas de la liturgia.

10. Dios ha querido que la familia sea el santuario de la vida.

A los esposos toca la decisión del número y espaciamiento de sus hijos, de manera responsable. Es grave que tantos esposos y quienes no lo son, recurran a medios anticonceptivos, llegando incluso a esterilizarse para evitar el embarazo o, lo que es peor, recurrir al aborto. No se puede ser católico y promover el “derecho” al aborto. Exhortamos al conocimiento sin prejuicios de los métodos naturales de regulación de la fecundidad y a la educación para ejercer la paternidad responsable.

11. Los hijos, fruto y signo del amor de los esposos, son un don de Dios. No pueden ser considerados como un “derecho” y recurrir a la procreación asistida por medios inmorales como la “fecundación in vitro” (FIVET). Por otro lado, nos parece injusto que tantos niños sean abandonados a causa del divorcio y queden como huérfanos de padres vivos.

12. Dios ha dado al hombre la capacidad de transformar la naturaleza. Los avances de la ciencia y la biotecnología, orientados éticamente, benefician a la familia. Respetando el estatuto y la integridad del embrión humano y rechazando la clonación humana, la ciencia se mantiene al servicio de la dignidad del hombre y no se frena en su avance. Por eso, lamentamos la existencia de embriones humanos congelados, como si fueran sólo “cosas” a disposición de otros, siendo verdaderos seres humanos.

13. La paz en la familia es fuente de paz para la Nación y la humanidad.

Por eso, nos entristece la presencia frecuente de la violencia intrafamiliar. La pobreza, la miseria y la falta de medios adecuados de salud son una violencia a la que se ven sometidas nuestras familias, provocando el doloroso fenómeno de la migración, que repercute directamente en la desintegración familiar. Lamentamos el asesinato de tantas personas, como por ejemplo el de las mujeres de Cd. Juárez, y que sea otra expresión de impunidad. Otra forma de violencia es el aumento del narcotráfico y la drogadicción que destruye a los adolescentes y jóvenes. En el panorama internacional, la violencia también ha lastimado a tantas familias con la muerte, la separación y el dolor por las guerras que siguen dándose, y la causa de la paz no ha encontrado suficiente eco en los corazones.

14. Ante éstas y muchas otras situaciones que afectan a nuestras familias, los Obispos de México nos sentimos impulsados por el Espíritu Santo a manifestarles la compasión del buen samaritano (cfr. Lc 10, 30-37). No podemos dejarlas a la orilla del camino, llenas de miedo y dolor, amenazadas por ladrones que les quieren quitar la fe, la paz, la unidad y la fidelidad, la alegría de los hijos, la serenidad del diálogo doméstico, la solidaridad con la vecindad, la hospitalidad.

15. Como fruto de nuestra Asamblea y a una sola voz, los Obispos queremos decir: ¡Basta! a toda destrucción de nuestras familias. Nos comprometemos a atender esmeradamente a la familia desde nuestro ministerio. Con toda la fuerza de la Nueva Evangelización, llamamos hoy a nuestros sacerdotes, a los consagrados y a los laicos a establecer un compromiso firme y audaz por anunciar, celebrar y servir el Evangelio del matrimonio, de la familia y de la vida en un espíritu de comunión. Es urgente que todos nos capacitemos. Promoveremos la formación de los agentes necesarios para impulsar esta nueva cultura; crearemos las estructuras indispensables y los proyectos adecuados para que se respete y defienda la vida humana en todas sus fases y se proteja y promueva una cultura ecológica, en la que se honre y ame la vida humana, pues el hombre es el centro de la creación.

16. Reiteramos nuestra opción por la familia, como prioridad básica de nuestra pastoral para que sea santuario de la vida, se promueva la paternidad y maternidad responsables a la luz del Magisterio, se reactive en todas las comunidades la catequesis familiar, se forme oportunamente a los jóvenes para la vida matrimonial y familiar, se acompañe y ayude a los esposos a fortalecer su relación matrimonial, se acoja con amor a las familias que atraviesan por una situación difícil y se acompañe a las personas que se encuentran en situación irregular a vivir un espíritu de conversión en un camino de paz con Dios y con su Iglesia.

17. Llamamos a las universidades, escuelas y maestros católicos a cumplir con su vocación de formar a sus alumnos en la recta conciencia moral sobre los temas de la sexualidad, el matrimonio, la familia y la vida, en comunión y fidelidad al Magisterio de la Iglesia. Asimismo, les pedimos que implementen una investigación permanente sobre estos temas, por caminos éticos y respetuosos de la dignidad de la persona, sin excluir la creación de facultades y consejos de bioética de acuerdo a la doctrina de la Iglesia católica.

18. Nos dirigimos a los medios de comunicación masiva, teniendo en cuenta su enorme influencia en la sociedad. Queremos trabajar con ustedes en un esfuerzo conjunto para la elaboración de contenidos que respeten y promuevan el matrimonio, la familia y la vida.

19. Invitamos a los empresarios a que tomen en cuenta el necesario apoyo a la familia de sus trabajadores no sólo en el aspecto económico, sino también educativo, moral y de sano esparcimiento. Una empresa que apoya a la familia se fortalece y cumple con su compromiso social.

20. Exhortamos a los legisladores a impulsar la creación y aprobación de leyes que promuevan y defiendan los derechos de la familia y la dignidad del ser humano, desde la fecundación del óvulo hasta su muerte natural, como lo establece la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos.

21. Invitamos a nuestras autoridades y a toda la sociedad a hacer de la familia una causa común. Los llamamos a unirnos como una sola familia mexicana para construir nuestra Nación a través de una cultura del amor, del matrimonio, de la familia y de la vida.

22. Hacemos también un llamado a las familias a considerar que son fuente de vocaciones a la vida sacerdotal, consagrada y laical. Les pedimos que oren por las vocaciones y tengan un corazón dispuesto a responder a Dios que llama a consagrarse a Él y a su Iglesia.

23. Familias: no tengan miedo, confíen en Jesucristo y en la intercesión de nuestra Madre de Guadalupe y San José.

Las exhortamos a que generosamente respondan y se comprometan a vivir su identidad y misión a ejemplo de la Sagrada Familia, alimentadas y fortalecidas por la Palabra de Vida y de los sacramentos, especialmente el de la Eucaristía. Sus hermanos Obispos queremos caminar con ustedes y, con corazón de pastores unidos al Buen Pastor, nos comprometemos a trabajar para que tengan vida y la tengan en abundancia (cfr. Jn 10, 10) y sea cada familia un santuario de la vida y una buena nueva para el tercer milenio.

¡Que Jesucristo Resucitado, vencedor de las ataduras del pecado y de la muerte, sea nuestra fuerza para construir todos y juntos la nueva cultura de la vida!

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