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lunes, 26 de enero de 2015

EL EVANGELIO DE HOY: LUNES 26 DE ENERO DEL 2015



Un reino no puede estar dividido
Tiempo Ordinario

Marcos 3, 22-30. Tiempo Ordinario. Aprendamos a perdonar, para que seamos perdonados en el amor de Dios, en el Espíritu Santo. 




Del santo Evangelio según san Marcos 3, 22-30
Los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: «Está poseído por Beelzebul» y «por el príncipe de los demonios expulsa los demonios». El, llamándoles junto a sí, les decía en parábolas: «¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Si un reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede subsistir. Si una casa está dividida contra sí misma, esa casa no podrá subsistir. Y si Satanás se ha alzado contra sí mismo y está dividido, no puede subsistir, pues ha llegado su fin. Pero nadie puede entrar en la casa del fuerte y saquear su ajuar, si no ata primero al fuerte; entonces podrá saquear su casa. Yo os aseguro que se perdonará todo a los hijos de los hombres, los pecados y las blasfemias, por muchas que éstas sean. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón nunca, antes bien, será reo de pecado eterno». Es que decían: «Está poseído por un espíritu inmundo».

Oración introductoria
Gracias, Padre mío, por recordarme la importancia de la unidad. Tú conoces mis limitaciones y mis miserias y sabes cuánto falta me hace tu gracia para crecer en el amor y ser factor de unidad en todas mis relaciones familiares y sociales. Concédeme tu luz en esta oración para que sea la caridad la que me mueva siempre a buscar la unión contigo y con los demás.

Petición
Jesús, ayúdame a conocer, vivir y transmitir tu amor.

Meditación del Papa Francisco
Debemos trabajar también por la unidad de todos los cristianos, ir por el camino de la unidad que es el que Jesús quiere y por el que ha rezado.
Frente a todo esto, debemos hacer seriamente un examen de conciencia. En una comunidad cristiana, la división es uno de los pecados más graves, porque la hace signo no de la obra de Dios, sino de la del diablo, el cual es por definición el que separa, que rompe las relaciones, que insinúa prejuicios... La división en una comunidad cristiana, ya sea una escuela, una parroquia o una asociación, es un pecado gravísimo, porque es obra del demonio. Dios, sin embargo, quiere que crezcamos en nuestra capacidad de acogernos, de perdonarnos, de querernos, para parecernos cada vez más a Él que es comunión y amor.  En esto está la santidad de la Iglesia: en el reconocer a imagen de Dios, colmada de su misericordia y de su gracia.»(S.S. Francisco, 27 de agosto de 2014).
Reflexión
Cuando una persona se apasiona por un ideal, no sólo lo lleva a cabo, sino que contagia a los que están a su alrededor.

Cristo reunía en torno a sí más gente que los escribas. Y, claro, la manera más común entre los envidiosos y egoístas para quitar la atención de la gente de su adversario es la calumnia. Esto es lo que hacen los escribas. Temen enfrentarse a Jesús cara a cara y le calumnian. Pero Cristo les da una lección. Primero les dice que su razonamiento está equivocado cuando se refieren a la división interna de un reino. Cristo no pertenece al mismo reino que el diablo. Aquí está su error. Y se lo explica con una parábola.

Luego les pone en guardia contra el peor pecado que pueda cometer un hombre, que es el negar el Espíritu Santo. Aquel que niegue o rechace al Espíritu Santo es reo de condenación eterna por propia elección. La razón es porque en el amor de Dios es donde nos salvamos y somos perdonados. Porque la misericordia de Dios sobre nosotros depende del infinito amor que nos tiene. Por tanto, si una persona rechaza este amor, el Espíritu de Amor, el Espíritu Santo, está rechazando al mismo Dios. En otras palabras, está prefiriendo su condenación.

Aprendamos hoy a perdonar, para que seamos perdonados en el amor de Dios, en el Espíritu Santo. Perdonemos aquellos que nos ofenden o que no nos agradan tanto. Dios en su infinito amor nos perdona. Imitémosle amando y perdonando de corazón, olvidando las ofensas.

Propósito
Reconciliar a todos los cristianos en la unidad de una sola y única Iglesia de Cristo, supera las fuerzas y las capacidades humanas, por eso hoy haré una oración por la unidad.

Diálogo con Cristo
Una iglesia dividida, como cualquier familia, no puede subsistir. La persona misma, dividida interiormente, tampoco puede subsistir. El pecado, particularmente aquel que hiere la caridad, causa división. Los primeros cristianos me dan ejemplo clarísimo de cómo vivir la unidad. Ellos superaron las barreras sociales, económicas y culturales. Rezaban por los demás y se animaban unos a otros a perseverar en la fe en Jesucristo. Ayúdame, Señor, a vivir así la caridad, no permitas que hiera nunca la unidad. Que todas mis palabras y acciones sean para construir la caridad.

lunes 26 Enero 2015

Memoria de santos Timoteo y Tito, obispos, compañeros de san Pablo

San Timoteo y Tito

Leer el comentario del Evangelio por
San Agustín : El dueño de la casa

San Pablo a Timoteo 2 1,1-8.
Pablo, Apóstol de Jesucristo, por la voluntad de Dios, para anunciar la promesa de Vida que está en Cristo Jesús,
saluda a Timoteo, su hijo muy querido. Te deseo la gracia, la misericordia y la paz que proceden de Dios Padre y de nuestro Señor Jesucristo.
Doy gracias a Dios, a quien sirvo con una conciencia pura al igual que mis antepasados, recordándote constantemente, de día y de noche, en mis oraciones.
Al acordarme de tus lágrimas, siento un gran deseo de verte, para que mi felicidad sea completa.
Porque tengo presente la sinceridad de tu fe, esa fe que tuvieron tu abuela Loide y tu madre Eunice, y estoy convencido de que tú también tienes.
Por eso te recomiendo que reavives el don de Dios que has recibido por la imposición de mis manos.
Porque el Espíritu que Dios nos ha dado no es un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de sobriedad.
No te avergüences del testimonio de nuestro Señor, ni tampoco de mí, que soy su prisionero. Al contrario, comparte conmigo los sufrimientos que es necesario padecer por el Evangelio, animado con la fortaleza de Dios.

Salmo 96(95),1-2a.2b-3.7-8a.10.
Canten al Señor un canto nuevo,
cante al Señor toda la tierra;
canten al Señor, bendigan su Nombre.
Día tras día, proclamen su victoria,

anuncien su gloria entre las naciones,
y sus maravillas entre los pueblos.
Aclamen al Señor, familias de los pueblos,
aclamen la gloria y el poder del Señor;

aclamen la gloria del nombre del Señor.
Digan entre las naciones: “¡El Señor reina!
el mundo está firme y no vacilará.
El Señor juzgará a los pueblos con rectitud”.



Lucas 10,1-9.
El Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir.
Y les dijo: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.
¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos.
No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino.
Al entrar en una casa, digan primero: '¡Que descienda la paz sobre esta casa!'.
Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes.
Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa.
En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan;
curen a sus enfermos y digan a la gente: 'El Reino de Dios está cerca de ustedes'."


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por :

San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Sermón 101; PL 38, 605S

El dueño de la casa

El evangelio que acabamos de leer nos invita a buscar cuál es esta cosecha que nos dice el Señor: “La cosecha es abundante, los obreros son pocos. Pedid al dueño de la casa que mande obreros a su cosecha”. Es entonces cuando envió, además de los doce discípulos a quienes nombró apóstoles (“enviados”), a otras setenta-y-dos  personas. Tal como se desprende de sus propias palabras, a todos los envió a una cosecha ya preparada. ¿A qué cosecha? Seguro que no iban a cosechar entre los paganos donde nadie había sembrado. Es, pues, de pensar, que la cosecha se hizo entre los judíos; es para esta cosecha que vino su propio dueño. A los otros pueblos no manda cosechadores sino sembradores. Entre los judíos, pues, la cosecha; en otras partes, la siembra. Y es, ciertamente, cosechando entre los judíos que ha escogido a los apóstoles; era el tiempo de la cosecha, ésta estaba madura porque antes, los profetas, habían sembrado entre ellos…


El Señor dijo a sus discípulos: “¿No decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo: esto: Levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega” (Jn 4,35): Y les dijo también: “Otros sudaron y vosotros recogéis el fruto de sus sudores” (v 38). Abraham, Isaac, Jacob, Moisés y los profetas sudaron; sudaron para sembrar el grano. A su venida, el Señor ha encontrado madura la cosecha, y ha enviado segadores con la hoz del Evangelio.

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