domingo, 26 de octubre de 2014

Temer el pecado.


Y no teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; teman más bien al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna. (Mt 10, 28). 

Enseñanza: 

Algunos interpretan que hay que temer a Dios, que es el que puede arrojar el alma y el cuerpo al infierno. Pero el sentido de esta frase es más bien que debemos tener temor del pecado, de los vicios, que luego de matar el alma, la gracia de Dios en el alma, también mata el cuerpo, no sólo con enfermedades ya desde la tierra, sino también lo condena a los tormentos del infierno.
Porque no es Dios el que arroja al infierno, sino que las almas caen en el infierno, van solas a su destino que se han merecido con sus pecados.
Entonces entendamos bien que debemos tener miedo a los vicios y pecados, pero no a los hombres que sólo pueden matarnos el cuerpo, pero no el alma.
Especialmente esto lo debemos tener presente en estos tiempos, en que aumentan las persecuciones y muchos cristianos tienen que dar la vida por Cristo.
Recordemos que ser mártir es el mayor regalo que nos puede conceder Dios, y si miramos el mundo y cómo habla el mundo, nos damos cuenta de que sin quererlo podemos caer también nosotros en el error de que la vida es lo que más vale. Lo que más vale es la vida del alma, es la gracia de Dios, es el alma. Por eso no sigamos al mundo que cree que con la muerte termina todo, sino que nosotros, como cristianos, debemos tener en claro que la muerte es sólo un paso hacia la eternidad, hacia la vida verdadera y eterna de cuerpo y alma.
Veamos a la muerte con estos rasgos y no como la ve el mundo y los medios de comunicación. San Francisco de Asís la llamaba “hermana muerte”, tengámoslo presente para no pensar con criterios mundanos sino cristianos.

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