DIA PRIMERO
Por la señal de la santa cruz, etc.
Acto de contrición
Pésame, Dios mío, y me arrepiento de todo corazón de haberos
ofendido. Pésame por el infierno que merecí y por el cielo que perdí. Pero
mucho más me pesa porque pecando ofendí a un Dios tan bueno y tan grande como
vos. Antes querría haber muerto que haberos ofendido. Y propongo firmemente no
pecar más y evitar todas las ocasiones próximas de pecado. Amén..
Oración al Padre Eterno
PARA TODOS LOS DÍAS DE LA
NOVENA
Padre celestial, Padre amorosísimo, que para salvar las
Almas quisiste que tu Hijo unigénito, tomando carne humana en las entrañas de
una Virgen purísima, se sujetase a la vida más pobre y mortificada, y derramase
su Sangre en la cruz por nuestro amor: Compadécete, de las benditas almas del
Purgatorio y líbralas de sus horrorosas llamas. Compadécete también de la mía,
y líbrala de la esclavitud del vicio. Y si tu Justicia divina pide satisfacción
por las culpas cometidas, yo te ofrezco todas las obras buenas que haga en este
Novenario. De ningún valor son, es verdad; pero yo las uno con los méritos
infinitos de tu Hijo divino, con los dolores de su Madre santísima, y con las
virtudes heroicas de cuantos justos han existido en la tierra. Míranos, vivos y
difuntos, con compasión, y haz que celebremos un día tus misericordias en el
eterno descanso de la gloria. Amén.
MEDITACIÓN
Existencia del Purgatorio
Punto Primero.-Es
un artículo de fe que las almas de los que mueren con alguna culpa venial, o
sin haber satisfecho plenamente a la Justicia divina por los pecados ya
perdonados, están detenidas en un lugar de expiación que llamamos Purgatorio.
Así lo enseña la santa Madre Iglesia, columna infalible de la verdad: así lo
confirma la más antigua y constante tradición de todos los siglos; así lo
aseguran unánimemente los santos Padres griegos y latinos, Tertuliano, San
Cirilo, San Cipriano, San Juan Crisóstomo, San Ambrosio, San Agustín, y tantos
otros; así lo han definido los sagrados Concilios de Roma, de Cartago, de
Florencia, de Letrán y de Trento, dirigidos por el Espíritu Santo. Y aunque la
Iglesia no lo enseñase así ¿no lo dice bastante la razón natural?
Supongamos que sale de este mundo un alma con algún pecado
venial; ¿qué hará Dios de ella? ¿La arrojará al infierno, y siendo su hija y
esposa amadísima la confundirá con los réprobos y espíritus infernales? Eso
repugna a la Justicia y Bondad divinas. ¿La introducirá en el cielo? Eso se
opone igualmente a la santidad y pureza infinita del Creador; pues sólo aquel cuyas manos son inocentes, y cuyo
corazón está limpio, subirá al monte del Señor. Nada manchado puede entrar
en aquel reino purísimo. ¿Qué hará, pues, Dios de aquella alma? Ya nos lo dice
por Malaquías: La pondré como en un
crisol, esto es, en un lugar de penas y tormentos, de donde no saldrá hasta
que haya plenamente satisfecho a la Justicia divina.
¿Crees tú esto, cristiano? Creas o no creas, te burles o no te
burles de ello, la cosa es, y será así. Negar el Purgatorio, sólo poner en duda
deliberadamente su existencia, es ya pecado grave. ¿Crees tú esta verdad, y con
esa indiferencia miras tan horribles penas? ¿Crees en el Purgatorio, y con tus
culpas sigues amontonando leña para arder en el más terrible fuego? Medita un poco sobre lo dicho.
Punto Segundo.-Es
también un artículo de fe que nosotros podemos aliviar a aquellas almas
afligidísimas. Sí; en virtud de la Comunión de los Santos, hay plena comunicación
de bienes espirituales entre los Bienaventurados que triunfan en el cielo, los
cristianos que militamos en la tierra, y las almas que sufren en el Purgatorio.
En virtud de esta comunicación de bienes, podemos con mucha facilidad, y mérito
nuestro, bajar al Purgatorio con nuestros sufragios, y a imitación de
Jesucristo, después de su muerte, librar a aquellas almas, y alegrar al cielo
con un nuevo grado de gloria accidental, procurando nuevos príncipes y
moradores a aquella patria felicísima.
!Oh admirable disposición de la Sabiduría divina! ¡Oh, que
dicha y felicidad la nuestra! Viéndose Dios obligado a castigar a aquellas sus
hijas muy amadas, busca medianeros que intercedan por ellas, a fin de conciliar
así el rigor de la Justicia con la ternura de Misericordia infinita. Y nosotros
somos estos dichosos medianeros y corredentores; de nosotros depende la suerte
de aquellas pobres almas.
Haz, pues, cristiano, con fervor este santo novenario. No
faltes a él ningún día; ¿quién sabe si abrirás el cielo a alguno de tus
parientes y amigos ya difuntos? ¿Y serás tan duro e insensible que le niegues
este pequeño sacrificio, pudiéndoles hacer ese gran favor a tan poca costa?
Medita un poco lo dicho; encomienda a Dios
las Animas de tu mayor obligación, y pide, por la intercesión de María
Santísima, la gracia que deseas conseguir en esta novena.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria
ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
Oh María, Madre de misericordia: acuérdate de los hijos que
tienes en el purgatorio y, presentando nuestros sufragios y tus méritos a tu
Hijo, intercede para que les perdone sus deudas y los saque de aquellas
tinieblas a la admirable luz de su gloria, donde gocen de tu vista dulcísima y
de la de tu Hijo bendito.
Oh glorioso Patriarca San José,
intercede juntamente con tu Esposa ante tu Hijo por las almas del purgatorio.
Amén.
Dáles, Señor el descanso
eterno y brille para ellas la Luz que no tiene fin.
Que descansen en paz.
Amén.
Que las almas de todos los
fieles difuntos, por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.
Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío.
San José, ruega por nosotros.
El Señor esté con vosotros.
Y con tu espíritu.
Os bendiga Dios todopoderoso, el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo.
Amén.
DIA
SEGUNDO
MEDITACIÓN
sobre la pena de sentido en general
Punto Primero.-Ven,
mortal; tú, que vives como si después de esta vida no te quedase nada que
temer, ni que esperar: ven; penetra con el espíritu en aquellos horrendos
calabozos donde la Justicia divina acrisola las almas de los que mueren con
algún pecado venial; mira si, fuera del infierno, pueden darse penas mayores,
ni aun semejantes a las que allí se padecen.
Considera todos los dolores que han sufrido los enfermos en
todos los hospitales y lugares del mundo; ¿igualarían todos ellos a los dolores
que padece un alma en el Purgatorio? No, dice San Agustín; pues éstos exceden a
todo cuanto se puede sentir, ver o imaginar en este mundo.
Añadamos a todos estos males los suplicios y tormentos que
la crueldad de los Nerones, Dioclecianos, Decios y demás perseguidores de la
Iglesia inventó contra los cristianos, ¿igualarían al Purgatorio? Tampoco, dice
San Anselmo, pues la menor pena de aquel lugar de expiación es más terrible que
el mayor tormento que se pueda imaginar en este mundo.
Entonces, ¿qué
penas serán aquéllas? Son tales, dice San Cirilo de Jerusalén, que cualquiera de aquellas almas querría más
ser atormentada hasta el día del juicio con cuantos dolores y penas han
padecido los hombres desde Adán hasta la hora presente, que no estar un solo
día en el Purgatorio sufriendo lo que allí se padece. Pues todos los tormentos
y penas que se han sufrido en este mundo, comparados con los que sufre un alma
en el Purgatorio, pueden tenerse por consuelo y alivio.
Punto Segundo -
¿Y quiénes son esas Almas tan horriblemente atormentadas en el Purgatorio? Este
es un tema profundo para hacernos reflexionar. Son obra maestra de la mano del
Omnipotente, y vivas imágenes de su divinidad; son amigas, hijas y esposas del
Señor; ¡y no obstante, son severamente purificadas! Dios las amó desde toda la
eternidad, las redimió con la sangre de sus venas, ahora las ama con un amor
infinito, como que están en su gracia y amistad divina: ¡y no obstante sufren
penas imponderables!
El Purgatorio. ¡Qué claramente nos manifiesta la justicia y
santidad de Dios! ¡Cuánto horror debe inspirarnos al pecado! Porque si con
tanto rigor trata Dios a sus almas amadas por faltas ligeras, ¿cómo seremos
tratados nosotros, pecadores; nosotros, que vivimos tantas veces abandonados al
arbitrio de las pasiones?
Si con el árbol verde
hacen esto, con el seco ¿qué harán? Si el hijo y heredero del cielo es
castigado por faltas que a muchos parecen virtudes, ¿cómo seremos castigado
nosotros, pecadores y enemigos de Dios, por nuestros vicios y pecados tan
horrendos y abominables? Pensémoslo bien, y enmendemos nuestras vidas.
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DIA TERCERO
MEDITACIÓN
sobre el fuego del Purgatorio
Punto Primero. -
Considera, amado cristiano, el tormento que causa a las almas el fuego
abrasador del Purgatorio. Si el fuego de este mundo, creado para servicio del
hombre, y efecto de la bondad divina, es ya el más terrible de todos los
elementos; si es ya tal su virtud, que consume bosques, abrasa edificios,
calcina mármoles durísimos, hace saltar piedras y murallas, derrite metales y
ocasiona terribles estragos, ¿qué será el fuego del Purgatorio, encendido por
un Dios santísimo y justísimo, para con él demostrar el odio infinito que tiene
al pecado?
Es tal, dice San Agustín, que el
fuego de este mundo, comparado con él, no es más que pintado. Ahora bien; si tener el dedo en la
llama de una vela sería para nosotros insoportable dolor, ¿qué tormento será
para aquellas almas sepultadas en un fuego que es, dicen Santo Tomás y San
Gregorio, igual en todo, menos en la duración, al del infierno?
Sí; escuchémoslo bien, almas tibias, y estremezcámonos: Con el mismo fuego se purifica el elegido y
arde el condenado; con la única diferencia, que aquél saldrá cuando haya
satisfecho por sus culpas, y éste arderá allí eternamente. ¿Y continuamos
nosotros en nuestra tibieza?
Punto Segundo. -
Consideremos cuáles son las faltas por las que Dios, infinitamente bueno y
misericordioso, castiga a sus amadísimas Esposas con tanto rigor, y veremos que
son faltas leves, y a veces un solo pecado venial. Qué mal tan grave debe ser
éste delante de Dios, cuando es tan severamente castigado en el Purgatorio!
En efecto; el pecado venial es leve, si se lo compara con el
mortal, pero en sí es un mal mayor que la ruina de todos los imperios y que la
destrucción del universo: es un mal tan espantoso, que excede en malicia a
todas las desgracias y calamidades del mundo: es un mal tan grande, que si
cometiéndolo pudiésemos convertir a todos los pecadores, sacar a todos los
condenados del infierno, librar a todas las almas del Purgatorio, aun entonces
no deberíamos cometerlo, pues todos estos bienes no igualarían la malicia del
pecado más leve: porque aquellos son males de la criatura, y éste es un mal y
una ofensa hecha al mismo Creador. ¿Podemos oír esto sin horrorizarnos y sin
cambiar de conducta?
Pero ¿qué es nuestra vida, sino una serie in-interrumpida de
pecados? ¡Pecados cometidos con los ojos, con los oídos, con la lengua, con las
manos, con todos los sentidos! !Cuántas culpas por la ignorancia crasa y olvido
voluntario de nuestras obligaciones! ¡Cuántas indiscreciones por la distracción
de nuestro espíritu; por la violencia de nuestro genio; por la temeridad de
nuestros juicios; por la malicia de nuestras sospechas! ¡Cuántas faltas por no
querer mortificarnos, ni sujetarnos a otro, por nuestra ligereza en el hablar!
Lloremos, nuestra ceguera; y a la claridad del fuego
espantoso del Purgatorio, comprendamos por último qué gran mal es cometer un
pecado venial.
Si, es un mal tan grande; ¡y nosotros, lejos de llorarlo, lo
cometemos sin escrúpulo a manera de juego, pasatiempo y diversión!
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DIA CUARTO
MEDITACIÓN
sobre la pena de daño
Punto Primero. -
Por horrorosos que sean los tormentos que padecen las Animas en el Purgatorio,
por espantosas que sean las llamas en que se abrasan, no igualarán jamás la
pena vivísima que sienten al verse privadas de la vista clara de Dios.
En efecto; aquéllas constituyen la pena de sentido; ésta, la
de daño; aquéllas son limitadas; ésta, infinita; aquéllas privan a las Almas de
un bien accidental, cual es el deleite; por ésta, carecen de un bien esencial a
la bienaventuranza, en el cual consiste la felicidad del hombre, y es la
posesión beatífica de Dios.
Ahora no comprenderemos esta pena; pero ella es atroz,
incomprensible, infinita.
¡Pobres Animas! Ustedes conocen a Dios, no con un
conocimiento oscuro, como nosotros, sino con una luz clara y perfectísima; ven
que es el centro de vuestra felicidad, que contiene todas las perfecciones
posibles, y en grado infinito; saben que si cayera en el infierno una sola gota
de aquel océano infinito de delicias que en sí encierra, bastaría para
extinguir aquellas llamas y hacer del infierno el paraíso más delicioso.
Comprenden todo esto perfectísimamente, y así se lanzan
ustedes hacia aquel Bien infinito con más fuerza que una enorme piedra separada
de la montaña se precipita a lo profundo del valle; ¡y no obstante, no lo
pueden abrazar ni poseer? ¡Qué pena! ¡Qué gran tormento!
Punto Segundo. -
Si tan horrible pena sienten las Animas, viéndose privadas del hermosísimo
rostro de Dios, ¿cuál debería ser nuestro desconsuelo como pecadores, si
vivimos privados de su gracia y amistad?
Las almas benditas del Purgatorio no poseen aún a Dios, es
verdad; pero están seguras de poseerlo un día, porque son amigas, hijas y
esposas suyas muy queridas. Pero hay mucho que saben que viviendo como viven,
no poseerán jamás a Dios. Saben que, desde el momento que se rebelaron contra
El perdieron su gracia, y con ella la rica herencia de la gloria. ¿Cómo dicen: Padre nuestro, que estás en los cielos?
¡Cuántos se engañan! Dios ya no es su padre, ni su señor ni
su rey. Ojalá no nos encontremos nosotros en tal situación.
Y si así fuera, deberíamos hacer una buena confesión para
recuperar la amistad divina, y poder estar en paz, sabiendo que el Señor será
nuestro deleite para siempre.
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DIA QUINTO
MEDITACIÓN
Remordimiento de un Anima en el
Purgatorio
Imaginemos hoy una persona que haya llevado en este mundo
una vida semejante a la nuestra: que haya vivido tibia, inmortificada,
distraída en los ejercicios de piedad como nosotros, sin tener horror más que
al pecado mortal y al infierno, en el mejor de los casos. Supongamos, no
obstante, que haya tenido la dicha de hacer una buena confesión, morir en
gracia e ir al Purgatorio. ¿Qué pensará en medio de aquellas penas y tormentos?
Seguramente dos pensamientos la afligirán enormemente.
Primer Pensamiento. -
Pude librarme de estas penas, y no quise. ¡Yo mismo he encendido estas
llamas! ¡Yo soy la causa de estas penas! Dios no hace más que ejecutar la
sentencia que yo en el mundo pronuncié contra mí mismo.
¡Cuántos medios me proporcionó Dios para evitarme esto!
Caricias, amenazas, beneficios, todo lo había agotado; gracias singularísimas
de inspiraciones, buenos ejemplos, libros piadosos, padres vigilantes,
confesores celosos, maestros y predicadores fervorosos, remordimientos
continuos, todo lo había empleado.
Pero, ¡qué locura tan grande la mía! ¡Por no privarme de un
frívolo pasatiempo, por ir a bailes, por divertirme o jugar con tal compañía,
por no abstenerme de una mirada, de un vil gusto, de una vana complacencia, por
hablar de los defectos del prójimo, me sujeté voluntariamente a tantas penas y
tormentos! Me lo decían todos los años, me lo predicaban y repetían: ¡pero yo
no hacía caso!...
¡Dichoso San Pablo, primer ermitaño; dichosas Gertrudis,
Escolástica, y tantos otros Santos que, habiendo satisfecho a la Justicia
divina en el mundo, subieron al cielo sin pasar por el Purgatorio! ¡Yo podía
hacer lo que ellos hicieron, pero no quise! ¡Locuras mundanas, conversaciones
frívolas, pasatiempos, vanidad, qué caro me cuestan ahora! Podría fácilmente
haber evitado todo eso y no lo hice. Y sólo porque no quise.
El Segundo
Pensamiento que aflige al alma tibia que vivió como nosotros vivimos, es
este: Yo querría librarme ahora del
Purgatorio, y no puedo. ¡Si pudiera yo ahora volver al mundo!, dirá cada
una de aquellas Almas, ¡con qué gusto me sepultaría en los desiertos con los
Hilariones y Arsenios! Haría penitencias más espantosas que las de un Ignacio
en la cueva de Manresa, que las de un Simeón Estilita y de un San Pedro de
Alcántara; pasaría noches enteras en oración, como los Antonios, Basilios y
Jerónimos; me arrojaría en estanques helados y me revolcaría entre espinas,
como los Benitos y los Franciscos; etc.
Pero, en realidad no era necesario nada de esto; con mucho
menos podrían haber evitado esas llamas.
Sin hacer más que lo que debían hacer cada día, pero
haciéndolo con perfección, evitaban todo esto. Sí; los mismos Sacramentos, pero
recibidos con mejores disposiciones; las mismas misas, pero oídas con más
recogimiento y atención; las mismas devociones, pero practicadas con más
fervor; las mismas mortificaciones, ayunos y obras de misericordia, pero hechas
con menos ostentación, únicamente por agradar á Dios, no sólo les hubieran
librado de todas esas penas, sino también asegurado a ellas y a muchas otras
almas la posesión del reino de los cielos.
Pero ahora sus deseos son inútiles: ya no es tiempo de
merecer: ha llegado para ellas aquella noche intimada por San Juan, en la que
nadie puede hacer obra alguna meritoria: ahora es necesario padecer, y sufrir
penas inexplicables, y sufrirlas sin mérito alguno. ¡Y yo lo he querido! ¡Pude
fácilmente evitar estos tormentos, y no quise! ¡Quisiera poder evitarlos ahora,
y no puedo!
¡Dichosos nosotros que oímos esto! Tenemos tiempo todavía:
aún no llegó para nosotros aquella noche tenebrosa. ¿Y seguiremos perdiendo el
tiempo, y los días tan preciosos? ¿No tomaremos la seria resolución de
confesarnos bien y de enmendar nuestra vida?
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DIA SEXTO
MEDITACIÓN
Paciencia y resignación de las benditas
Almas del purgatorio
Punto Primero.
-Es Verdad que las almas del Purgatorio padecen imponderables penas, y sin
mérito: pero las padecen con una paciencia y resignación admirables. Conocen a
Dios con luz perfectísima, lo aman con amor purísimo, y desean ardentísimamente
poseerlo: pero al ver sus faltas, bendicen y adoran la mano justa y amorosa que
las castiga.
¡Y con cuánta más resignación que los hermanos de José,
exclaman: Merito haec patimur! Con
mucha razón padecemos, Señor; pues cuando pecamos no temimos tu poder y tu
justicia, frustramos los designios de tu amor y de tu sabiduría, despreciamos
tu majestad y tu grandeza, y ofendimos tus perfecciones infinitas. Justo es que
padezcamos.
Hombres sin conocimiento de la verdadera religión fueron
agradecidos a sus bienhechores; Faraón hizo a José virrey de Egipto porque le
interpretó un sueño misterioso. Asuero elevó a Mardoqueo a los primeros empleos
de Persia porque le descubrió una conspiración; hasta los osos y los leones y
otras fieras salvajes agradecidas defendieron a sus bienhechores; y nosotros,
creados a tu imagen, redimidas con tu Sangre, honradas y exaltadas con tantos
dones de la gracia, ingratos te abandonamos en vida. Sí; purifícanos en este
fuego; ¡por ásperas que sean nuestras penas, bendeciremos y ensalzaremos tu
justicia y misericordia infinitas. “Justo
eres, Señor, y son rectos todos tus juicios”.
Todavía más: es tanta la fealdad
del pecado, por leve que sea, que si Dios abriera a esas almas las puertas del
cielo, no se atreverían a entrar en él, manchadas como están; sino que
suplicarían al Señor las dejara purificarse primero en aquellas llamas. Igual
que una juven escogida por esposa de un gran monarca si el día de las bodas
apareciese una llaga horrible en su rostro, no se atrevería a presentarse en la
Corte, y suplicaría al Rey que difiriese las bodas hasta que estuviera
perfectamente curada.
¿Oh pecado, por leve que parezcas, qué tan grave mal eres
que las mismas almas preferirían los horrores del Purgatorio antes que entrar
en el cielo con la menor sombra de tu mancha!
Punto Segundo. –
Miremos ahora en nosotros si puede darse incoherencia mayor que la nuestra ...
Nos reconocemos merecedores de horribles penas por parte de la Justicia divina,
debido a los enormes pecados que cometimos en la vida pasada, y debido a las
innumerables faltas en que al presente caemos todos los días; reconocemos,
además, que no basta confesarse, ya que la absolución borra sí la culpa, pero
no quita toda la pena, y por esto sabemos que es preciso satisfacer a la
Justicia divina o en éste, o en el otro mundo; y sin embargo, jamás nos
preocupamos por hacer penitencia.
Ahora podríamos expiar nuestras culpas fácilmente, y con
gran mérito nuestro: una confesión bien hecha, una misa bien oída, un trabajo
sufrido con paciencia, una ligera mortificación, una limosna, una indulgencia,
un Vía Crucis hecho con devoción,
podría evitarnos espantosos suplicios: y nosotros todo lo descuidamos, todo lo
dejamos para la otra vida.
¿Acaso Hemos olvidado lo horribles que son y cuánto tiempo
duran aquellos tormentos? ¿No sabemos que, según afirman ciertos autores,
fundados en revelaciones muy respetables, varias de aquellas almas han estado
siglos enteros en el Purgatorio, y otras estarán allí hasta el día del juicio
final?
¡Qué gran insensatez la nuestra! Las Álmas, dice San Cirilo
de Jerusalén, querrían mejor sufrir hasta el fin del mundo todos los tormentos
de esta vida, que pasar una sola hora en el Purgatorio; y nosotros queremos más
arder siglos enteros en el Purgatorio, que mortificarnos en esta vida un solo
momento. ¡Qué gran absurdo!
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DIA SÉPTIMO
MEDITACIÓN
Descuido de los mortales en aliviar a las
Ánimas del Purgatorio
Punto Primero. -
¡Pobres almas! ¡Están padeciendo tormentos y penas inexplicables: no pueden
merecer, ni esperar alivio sino de los vivos; y éstos, nosotros, ingratos, no
cuidamos de ellas! Tienen ellas en el mundo tantos hermanos, parientes y
amigos, y no hallan, como José, un Rubén piadoso que las saque de aquella
profunda cisterna. Sus tinieblas son más dolorosas que la ceguedad de Tobías, y
no encuentran un Rafael que les dé la vista deseada, para contemplar el rostro
hermosísimo de Dios. Se abrasan en más ardiente sed que el criado de Abraham, y
no hallan una solícita Rebeca que se la alivie. Son infinitamente más
desgraciadas que el caminante de Jericó y el paralítico del Evangelio. Pero no
encuentran un samaritano u otra persona compasiva que las consuele.
¡Pobres almas! ¡Qué gran tormento es para ustedes este
olvido de los mortales! ¡Podrían tan fácilmente aliviarlas y libertarlas del
Purgatorio; bastaría una misa, una Comunión y un Vía Crucis, una indulgencia que aplicasen; y nadie se preocupa de
ofrecerlas por ustedes!
¿Y quiénes son esos ingratos? ¡Son sus mismos parientes y
amigos, sus mismos hijos!. Ellos se alimentan y recrean con los bienes o
posibilidades que ustedes les dejaron, y ahora, como desconocidos, no se
acuerdan ya de ustedes.
¡Pobres almas! Con mucha más
razón que David pueden ustedes decir: si alguien que no hubiese nunca recibido
ningún favor de mi parte, si un enemigo me tratara así por doloroso que me
fuera, podría soportarlo con paciencia: ¡pero tú, hijo mío, hermano, pariente,
amigo, que me debes tantos beneficios; tú, hijo mío, por quien pasé tantos
dolores y noches tan malas; tú, esposo; tú, esposa mía, que tantas pruebas
recibiste de mi amor, siendo objeto de mis desvelos y blanco de mis incesantes
favores: que tú me trates así; que, descuidando los sufragios que tanto te
encargué me dejes en este fuego, sin querer socorrerme! ¡Ésta sí que es una
ingratitud y crueldad superior a todo lo que podemos pensar!
Punto Segundo.-
¡Pobres almas! Pero más pobres e infelices seremos nosotros, si no las
socorremos. Acuérdate, nos gritan los difuntos a nosotros, de cómo he sido yo
juzgado: porque así mismo lo serás tú: A
mí ayer; a ti hoy. Tú también serás del número de los difuntos, y tal vez
muy pronto. Y por rico y poderoso que seas, ¿qué sacarás de este mundo? Lo que
nosotros sacamos, y nada más: las obras. Si son buenas, ¡qué consuelo! Si
malas, ¡qué desesperación! Como tú hayas hecho con nosotros, harán contigo.
¿Lo oyes? Si ahora eres duro e insensible con las benditas
Almas del Purgatorio, duros e insensibles serán contigo los mortales, cuando tú
hayas dejado de existir. Y no es éste el parecer de un sabio; es el oráculo de
la Sabiduría infinita, que nos dice en San Mateo: Con la misma medida con que midiereis, seréis medidos. Sí; del
mismo modo que nos hubiésemos portado con las almas de nuestros prójimos, se
portarán los mortales también con nosotros. ¡Ay de aquel que no hubiese practicado misericordia, porque le espera,
dice el apóstol Santiago, un juicio sin
misericordia. ¿Y no tiemblas tú, insensible para con los difuntos? Si lleno
de indignación, el Juez supremo arroja al infierno al que niega la limosna a un
pobre, que tal vez era enemigo de Dios por el pecado, ¿con cuánta justicia y
rigor condenará al que niegue a sus amadísimas esposas los sufragios de los
bienes que les pertenecían?
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DIA OCTAVO
MEDITACIÓN
Cómo recompensará el Señor a los devotos de
las benditas Animas
Punto Primero.-Supongamos
que, movidos por estas meditaciones, hacemos una sincera y completa confesión,
y ganando la indulgencia plenaria de este santo novenario, sacamos un alma del
Purgatorio. ¡Qué grande será nuestra dicha! Si perseveramos, ¡qué gran
retribución recibiremos en el cielo! Si los reyes de la tierra, siendo
miserables mortales, recompensan con tanta generosidad al que libra a uno de
sus súbditos de un gran peligro, o expone su vida sirviendo generosamente a los
apestados, ¿cómo será el premio que dará el Señor al que libre a una o más
almas de las llamas del Purgatorio?
Hagamos esta comparación: Padres y madres, si un hijo de
ustedes cayese en un río o en un fuego, y alguien lo rescatara y se los
devolviese vivo, ¿cómo lo agradecerían? Si ustedes fueran ricos y potentados, y
esa persona fuera pobre, ¿cómo lo premiarían?
Ahora bien: ¿qué comparación puede haber entre el cariño del
padre más amoroso con el amor que Dios profesa a aquellas almas, que son sus
hijas amadas? ¿Qué son todos los peligros y males de este mundo, comparados con
las penas del Purgatorio? ¿Y qué comparación puede haber entre el poder y la
generosidad de un miserable mortal y el poder y la generosidad infinitos de
Dios, que promete un inmenso premio de gloria por la visita hecha a un preso, a
un enfermo, o por un vaso de agua dado a un pobre por su amor?
¡Cristianos! No dudemos decir que se ve como asegurada
nuestra salvación, si logramos sacar una sola alma del Purgatorio. Sabiendo
esto, ¿no haremos lo posible para lograrlo?
Punto Segundo. -
No pensemos que estas sean sólo unas reflexiones piadosas; es una promesa
formal de Jesucristo, Verdad Eterna, que no puede faltar a su palabra. ¿No nos
dice en el sagrado Evangelio: Bienaventurados
los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia? Fundado en estas
palabras infalibles, dice San Gregorio: "Yo no sé que se haya condenado
ninguno que haya usado de misericordia con el prójimo".
Dios quiere mucho a las almas; todo cuanto se hace por
ellas, lo mira, agradece y premia como si a El mismo se le hiciera; En verdad os digo que todo cuanto habéis hecho
con uno de esos pequeños hermanos míos, lo habéis hecho conmigo. Qué
dichosos somos los cristianos; si socorremos a las pobres Ánimas del
Purgatorio, un día nos dirá nuestro generosísimo Juez: “venid, benditos de mi
Padre. Aquellas pobres almas tenían hambre, y vosotros comulgando las habéis
alimentado con el pan de vida de mi sacratísimo Cuerpo; morían de sed, y
asistiendo o haciendo celebrar misas, les habéis dado a beber mi Sangre
preciosísima; estaban desnudas, y con vuestras oraciones y sufragios las habéis
vestido con una estola de inmortalidad; gemían en la más triste prisión, y con
vuestros méritos e indulgencias las habéis sacado de ella”.
"Y no es precisamente a las Ánimas a quienes habéis
hecho estos favores; a Mí me los habéis hecho: Conmigo lo hicisteis: pues todo cuanto hicisteis por ellas, Yo lo
miro por tan propio como si lo hubieseis hecho por Mí mismo. Por tanto, venid,
benditos de mi Padre, a recibir la corona de gloria que os está preparada en el
cielo".
¿No quisiéramos, cristianos, lograr semejante dicha? Está en
nuestras manos.
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DIA NOVENO
MEDITACIÓN
Agradecimiento de las benditas
Animas para con sus devotos
Punto Primero. –
Llegamos hoy al día feliz; hoy, con las Comuniones y sufragios que los fieles
han ofrecido al Señor, no sólo en ésta, sino en tantas otras iglesias, muchas
de aquellas almas, ayer tan afligidas y desgraciadas, han pasado a ser dichosos
habitantes y príncipes felices de la Corte celestial. Ya ven cara a cara la
Hermosura y Majestad infinita; ya poseen a Dios, que contiene en sí cuanto hay
de amable, de grande, delicioso y perfecto. Su entendimiento ya no puede
experimentar ni más alegría, ni más suavidad, ni más dicha.
Si pudiésemos entrar hoy en aquella dichosa patria y
contemplar el paso de aquellos Bienaventurados! ¡Qué alegría, qué abrazos se
dan tan afectuosos! ¡Qué cánticos entonan en acción de gracias al Dios de las
misericordias y a los generosos cristianos que las han sacado del Purgatorio!
¡Cómo dan por bien empleadas las penas que en este mundo padecieron!
¡Con qué alegría está diciendo cada una de ellas: Dichosas
confesiones y comuniones; dichosas las misas que oía, las limosnas, oraciones,
penitencias y obras buenas que yo practicaba; dichosas las burlas y escarnios
que yo sufría por ser practicante! !Y con qué generosidad pagas, Señor, hasta
los sacrificios más pequeños e insignificantes que hice por tu amor!
¿No quisiéramos nosotros tener nosotros la misma suerte?
Entonces luchemos contra las pasiones; que sin luchar no se
alcanza la victoria; sin pena, no hay felicidad.
Punto Segundo.-
!Y qué dicha, cristiano, la tuya, si has logrado librar del Purgatorio a alguna
de aquellas almas! El cielo debe a tus sufragios el nuevo regocijo y la nueva
gloria accidental que ahora experimenta. Y aquellas almas dichosas te deben la
libertad, y con ella la posesión de una felicidad infinita. ¿Cómo no suplicarán
fervorosamente a Dios por ti? ¿Cómo no van a socorrerte en cualquier necesidad
que te encuentres? ¿Qué empeño pondrán en conseguirte las gracias necesarias
para vencer las tentaciones, adquirir las virtudes y triunfar de los vicios?
Y si alguna vez te vieres en peligro de pecar y de caer en
el infierno, ¡con cuánto celo esas almas dirán al Señor: ¿Vas a permitir, oh
Dios, que se pierda eternamente un cristiano que me ha librado a mí de tan horribles
penas? ¿No prometiste que alcanzarían misericordia los que la tuvieran con el
prójimo?
¿Consentirías ahora que cayese en el infierno aquel que con
sufragios me abrió las puertas del cielo?
¡Dichoso cristiano, cuántos envidian tu dicha! Persevera, y
tienes segura la palma de la gloria.
Ir a pag. 3.
Aprobación de Su Eminencia el Cardenal de Lisboa
Palacio Cardenalicio, Lisboa, 4 de marzo de 1936.
Aprobamos y recomendamos con todo el corazón este librito
"Léeme o Laméntalo", por EDM (Engant de Marie, iniciales con las que
se identifica el Padre O'Sullivan).
Aunque pequeño, está destinado a hacer grandes cosas entre
los católicos, muchos de los cuales están increíblemente ignorantes acerca de
la gran doctrina del Purgatorio. Como consecuencia, ellos hacen poco o nada
para evitarlo para sí mismos y tampoco ayudan a las Almas Sufrientes que están
en terribles tormentos, esperando por las Misas y las oraciones ofrecidas por
ellos.
Es nuestro mas caro deseo que cada católico debiera leer
este librito y que lo comunicara por todas partes, tanto como le sea posible.
Prefacio:
"Léeme o laméntalo"
El título es algo alarmante. Aún, estimado lector, si tú
escudriñas este pequeño libro, verás por tí mismo cuán merecido es. El libro
nos cuenta cómo salvarnos a nosotros mismos y a otros de un sufrimiento
inenarrable. Algunos libros son buenos y algunos otros pueden ser de provecho.
Otros son mejores y deben ser leídos sin falta.
Hay, sin embargo, libros de tan excelente mérito por razón
de sus consejos, la convicción que acarrean y la acción urgente a la que nos
impulsa, que sería cabalmente alocado no leerlos.
"léeme o laméntalo" pertenece a esa clase de
libros. Es por tu mayor interés, estimado amigo, que lo leas y releas, para
ponderarlo bien y profundamente en sus contenidos. Nunca te arrepentirás de
ello, por el contrario, grande y amargo será tu arrepentimiento si tú fallas en
estudiarlo en sus sustanciosas páginas.
¡AUXILIO,
AUXILIO, SUFRIMOS MUCHO!
I.
Nunca llegaremos a comprender lo suficientemente claro
que una limosna, pequeña o grande, dada en favor de las almas sufrientes, se la
damos directamente a Dios. El acepta y recuerda como si se la hubieran dado
directamente a Él mismo. Así, todo lo que hagamos por ellas, Dios lo acepta
hecho para El. Es como si lo aliviáramos o liberáramos a Él mismo del
Purgatorio. En qué manera nos pagará!
II.
No hay mayor famelia, sed, pobreza, necesidad, pena,
dolor, sufrimiento que se compare a los de las Almas del Purgatorio, por lo
tanto no hay limosnas más merecidas, ni más placenteras a Dios, ni mérito más
alto para nosotros, que rezar, pedir celebraciones de Misas, y dar limosnas en
favor de las pobres Santas Almas.
III.
Es muy posible que algunos de nuestros más cercanos y
queridos parientes estén todavía sufriendo las purificantes penas del
Purgatorio y llamándonos entre lastimosos gemidos para que los ayudemos y
aliviemos.
IV.
¿¿No es terrible que seamos tan duros que no podamos
pensar en ellos, ni tampoco podemos ser tan crueles que deliberadamente los
olvidemos??!!!
Por el amor de Cristo, hagamos todo, pero todo, lo que
podamos por ellas.
Cada católico debería unirse a la Asociación de las Animas
Benditas.
PURGATORIO:
"Tengan piedad de mí, tengan piedad de mí, por lo menos
ustedes mis amigos, porque la mano del Señor me ha tocado" (Job 19:21).
Esta es la conmovedora súplica que la Iglesia Purgante envía
a sus amigos en la tierra.
Tierra, comiencen, imploren su ayuda, en respuesta a la
angustia mas profunda. Muchos dependen de sus oraciones.
Es incomprensible como algunos católicos, aún aquellos que
de una u otra forma son devotos, vergonzosamente desatienden a las almas del
Purgatorio. Pareciera que no creen en el Purgatorio. Ciertamente es que sus
ideas acerca de ello son muy difusas.
Días y semanas y meses pasan sin que ellos reciban una Misa
dicha por ellas!
Raramente también, oyen Misa por ellos, raramente rezan por
ellos, raramente piensan en ellos! Entretanto están gozando la plenitud de la
salud y la felicidad, ocupados en sus trabajos; divirtiéndose, mientras las
pobres almas sufren inenarrables agonías en sus lechos de llamas. Cuál es la
causa de esta horrible insensibilidad? Ignorancia: gruesa, inexplicable
ignorancia.
La gente no se da cuenta de lo que es el Purgatorio. No
conciben las espantosas penas, ni tienen idea de los largos años que las almas
son retenidas en esas horribles llamas. Como resultado, hacen poco o nada para
evitarse a sí mismos el Purgatorio, y aún peor, cruelmente ignoran a las pobres
almas que ya están allí y que dependen enteramente de ellos para ser
auxiliadas.
Estimado lector, lee detenidamente este pequeño libro con
cuidado y bendecirás el día que cayó en tus manos.
CAPITULO UNO: QUE ES EL PURGATORIO
Es una prisión de fuego en la cual casi todas las almas
salvadas son sumergidas después de la muerte y en la cual sufren las más
intensas penas.
Aquí está lo que los más grandes doctores de la iglesia nos
dicen acerca del Purgatorio.
Tan lastimoso es el sufrimiento
de ellas que un minuto de ese horrible fuego parece ser un siglo. Santo Tomás
Aquino, el príncipe de los teólogos, dice que el fuego del Purgatorio es igual
en intensidad al fuego del infierno, y que el mínimo contacto con él es más
aterrador que todos los sufrimientos posibles de esta tierra!
San Agustín, el más grande de todos los santos doctores,
enseña que para ser purificadas de sus faltas previo a ser aceptada en el
Cielo, las almas después de muertas son sujetas a un fuego más penetrante y más
terrible que nadie pueda ver, sentir o concebir en esta vida.
Aunque este fuego está destinado a limpiar y purificar al
alma, dice el Santo Doctor, aún es más agudo que cualquier cosa que podamos
resistir en la Tierra.
San Cirilo de Alejandría no duda en decir que "sería
preferible sufrir todos los posibles tormentos en la Tierra hasta el día final
que pasar un solo día en el Purgatorio".
Otro gran Santo dice: Nuestro fuego, en comparación con el
fuego del Purgatorio, es una brisa fresca".
Otros santos escritores hablan en idénticos términos de ese
horrible fuego.
¿CÓMO ES QUE LAS PENAS DEL PURGATORIO SON TAN SEVERAS?
1.
El fuego que vemos en la Tierra fue hecho por la bondad
de Dios para nuestra comodidad y nuestro bienestar. A veces es usado como
tormento, y es lo mas terrible que podemos imaginar.
2.
El fuego del Purgatorio, por el contrario, está hecho
por la Justicia de Dios para penar y purificarnos y es, por consiguiente,
incomparablemente más severo.
3.
Nuestro fuego, como máximo, arde hasta consumir nuestro
cuerpo; hecho de materia, por el contrario el fuego del Purgatorio actúa sobre
el alma espiritual, la cual es inexplicablemente más sensible a la pena.
4.
Cuanto mas intenso es el fuego, más rápidamente
destruye a su víctima; la cual por consiguiente cesa de sufrir; por cuanto el
fuego del Purgatorio inflinge el más agudo y la más violenta pena, pero nunca
mata al alma ni le quita sensibilidad.
5.
Tan severo como es el fuego del Purgatorio, es la pena
de la separación de Dios, la cual el alma también sufre en el Purgatorio, y
esta es la pena más severa. El alma separada del cuerpo anhela con toda la
intensidad de su naturaleza espiritual estar con Dios. Es consumida de intenso
deseo de volar hacia Él. Aún es retenida, y no hay palabras para describir la
angustia de esa aspiración insatisfecha.
Qué locura, entonces, es para un ser inteligente como el ser
humano negar cualquier precaución para evitar tal espantoso hecho.
Es infantil decir que no puede ser así, que no lo podemos
entender, que es mejor no pensar o no hablar de ello. El hecho es que, ya sea lo
creamos o no, todas las penas del Purgatorio están más allá de lo que podamos
imaginar o concebir. Éstas son las palabras de San Agustín.
Capítulo 2: Sobre el purgatorio, ¿Puede todo esto
ser verdad?
La existencia del Purgatorio es tan cierta que ningún
católico ha tenido nunca una duda acerca de ello.
Fue enseñado desde los tiempos más remotos por la Iglesia y
fue aceptada con indubitable fe cuando la Palabra de Dios fue predicada. La
doctrina es revelada en la Sagrada Escritura y creída por millones y millones
de creyentes de todos los tiempos.
Aún, tal como lo hemos remarcado, las ideas de algunos son
tan vagas y superficiales en este tema tan importante, que son como personas
que cierran sus ojos y caminan deliberadamente en el filo de un precipicio.
Harían bien en recordad que la mejor manera de acortar
nuestra estadía en el Purgatorio - o aún más, evitarlo- es tener una clara idea
de ello, y de pensar bien en ello y adoptar los remedios que Dios nos ofrece
para evitarlo.
No pensar en ello es fatal. Es cavarse a sí mismos la fosa,
y prepararse para ellos mismos un terrorífico, largo y riguroso Purgatorio.
El Príncipe Polaco:
Hubo un príncipe polaco, que por una razón política, fue
exiliado de su país natal, y llegado a Francia, compró un hermoso castillo
allí.
Desafortunadamente, perdió la Fe de su infancia y estaba, a
la sazón, ocupado en escribir un libro contra Dios y la existencia de la vida
eterna.
Dando un paseo una noche en su jardín, el se encontró con
una mujer que lloraba amargamente. Le preguntó el porqué de su desconsuelo.
¡Oh, príncipe, ella replicó, soy la esposa de John Marie, su
mayordomo, el cual falleció hace dos días. El fue un buen marido y un devoto
sirviente de Su Alteza. Su enfermedad fue larga y gasté todos los ahorros en
médicos, y ahora no tengo dinero para ir a ofrecer una Misa por su alma".
El príncipe, tocado por el desconsuelo de esta mujer, le
dijo algunas palabras, y aunque profesaba ya no creer más en la vida eterna, le
dio algunas monedas de oro para tener la Misa por ella y su difunto esposo.
Un tiempo después, también de noche, el Príncipe estaba en
su estudio trabajando febrilmente en su libro.
Escuchó un ruidoso tocar a la puerta, y sin levantar la
vista de sus escritos, invitó a quien fuese a entrar. La puerta se abrió y un
hombre entró y se paró frente al escritorio de Su Majestad.
Al levantar la vista, cuál no sería la sorpresa del Príncipe
al ver a Jean Marie, su mayordomo muerto, que lo miraba con una dulce sonrisa.
Príncipe, le dijo, "vengo a agradecerle por las Misas
que usted permitió que mi mujer pidiera por mi alma. Gracias a la Salvadora
Sangre de Cristo, ofrecida por mí, Voy ahora al Cielo, pero Dios me ha
permitido venir aquí y agradecerle por sus generosas limosnas".
Luego el agregó solemnemente "Príncipe, hay un Dios,
una vida futura, un Cielo y un Infierno". Dicho esto, desapareció.
El Príncipe cayó de rodillas y recitó un ferviente Credo
("Creo en Dios Padre Todopoderoso...")
SAN ANTONINO Y SU AMIGO
Aquí hay una narración de diferente clase, pero no menos
instructiva.
San Antonino, el ilustre Arzobispo de Florencia, relata que
un piadoso caballero había muerto, el cual tenía un amigo en un convento
Dominicano en el cual el Santo residía. Varias Misas fueron sufragadas por su
alma.
El Santo se afligió mucho cuando, después de un prolongado
lapso, el alma del fallecido se le apareció, sufriendo muchísimo.
"Oh mi querido amigo" exclamó el Arzobispo, estás
todavía en el Purgatorio, tú, que llevaste tal piadosa y devota vida???"
"Así es, y tendré que permanecer aquí por un largo
tiempo" replicó el pobre sufriente, "pues en mi vida en la Tierra fui
negligente en ofrecer sufragios por las almas de Purgatorio. Ahora, Dios por su
justo juicio aplica los sufragios que debían ser aplicados por mí, en favor de
aquellos por los cuales debí haber rezado".
"Pero Dios, también, en su justicia, me dará todos los
méritos de mis buenas obras cuando entre al Cielo; pero, primero de todo, tengo
que expiar mi grave negligencia de no acordarme de los otros".
Tan ciertas son las palabras de Nuestro Señor "Con la
vara con que mides serás medido".
Recuerda, tú que lees estas líneas, el terrible destino de
ese piadoso caballero será el de aquellos que desechan orar y rehúsan ayudar a
las Santas Almas.
Capítulo 3: ¿Cuánto tiempo las almas permanecen en
el Purgatorio?
La extensión en tiempo por la
cual las almas permanecen en el Purgatorio depende de: a) el número de sus
faltas;
b) la malicia
y la deliberación con que éstas fueron realizadas;
c) la
penitencia hecha, o no, la satisfacción hecha, o no, por los pecados cometidos
durante la vida;
d) Y también
depende de los sufragios ofrecidos por ellos después de sus muertes.
Lo que se puede decir con seguridad es que, el tiempo que
las almas pasan en el Purgatorio es, por regla general, mucho más larga que la
gente puede imaginar.
Extraeremos algunas citas de libros que hablan de la vida y
las revelaciones de los Santos.
San Luis Bertrand: su padre era un ejemplar cristiano, como
naturalmente se podía esperar, siendo el padre de tan gran Santo. En un tiempo
deseó llegar a ser un Monje Cartujo, hasta que Dios le hizo ver que no era Su
voluntad.
Cuando murió, luego de largos años de practicar cada virtud
cristiana, su hijo completamente al cuidado de los rigores de la justicia
Divina, ofreció algunas Misas y elevó las más fervientes súplicas por el alma
del cual el amó tanto.
Una visión de su padre en el Purgatorio lo obligó a
multiplicar centenares de veces sus sufragios. Agregó las más severas penas y
largos ayunos a sus Misas y oraciones. Aún ocho años completos pasaron antes
que obtuviera la liberación de su padre.
San Malaquías tenía una hermana todavía en el Purgatorio, lo
cual hizo que redoblara sus esfuerzos, y asimismo, a pesar de las Misas,
oraciones y heroicas mortificaciones ofrecidas por el Santo, permaneció varios
años retenida!!!
Se cuenta que una santa monja en Pamplona, la cual logró
liberar varias Carmelitas del Purgatorio, las cuales permanecieron allí por el
término de 30 a 40 años!!!
Monjas Carmelitas en el Purgatorio por 40, 50 o 60 años!
Cuál será el destino de aquellos que viven inmersos en las tentaciones del
Mundo, y con sus cientos de debilidades?
San Vicente Ferrer, después de la muerte de su hermana, oró
con increíble fervor por su alma y ofreció varias Misas por su liberación. Ella
apareció al Santo al final de su Purgatorio, y le contó que si no fuera por su
poderosa intercesión ante Dios, ella hubiera estado allí interminable tiempo.
En la Orden Dominicana es regla general orar por los
Superiores en el aniversario de sus muertes. Algunos de estos han muerto varios
siglos atrás! Ellos fueron hombres eminentes por su piedad y sabiduría. Esta
regla no sería aprobada por la Iglesia si no fuera necesaria y prudente.
No queremos significar con esto que todas las almas están
retenidas por tiempos iguales en los fuegos expiatorios. Algunas han cometido
faltas leves y han hecho penitencia en vida. Por lo tanto, su castigo será
mucho menos severo.
Todavía, las citas que hemos puesto aquí son muy oportunas.
Si esas almas, quienes gozaron del trato, quienes vieron, siguieron, y tuvieron
la intercesión de grandes santos, son retenidas largo tiempo en el Purgatorio,
qué será de nosotros que no gozamos ninguno de esos privilegios?
¿POR QUÉ UNA EXPIACIÓN TAN PROLONGADA?
Las razones no son difíciles de entender.
1.
La malicia del pecado es muy grande. Lo que a nosotros
nos parece una pequeña falta en realidad una seria ofensa contra la infinita
bondad de Dios. Es suficiente ver cómo los Santos se condolieron sobre sus
faltas.
Somos débiles, es nuestra tendencia. Es verdad, pero
entonces Dios nos ofrece generosamente abundantes gracias para fortalecernos;
nos da la luz para ver la gravedad de nuestras faltas, y la fuerza necesaria
para conquistar la tentación. Si todavía somos débiles, la falta es toda
nuestra. No usamos la luz y la fortaleza que Dios nos ofrece generosamente; no
rezamos, no recibimos los Sacramentos como debiéramos.
2.
Un eminente teólogo remarca que si las almas son
condenadas al Infierno por toda la eternidad por el pecado mortal, no hay que
asombrarse que otras almas debieran ser retenidas por largo tiempo en el
Purgatorio quienes han cometido deliberadamente incontables pecados veniales,
algunos de los cuales son tan graves que al tiempo de cometerlos el pecador
escasamente distingue si son mortales o veniales. También, ellos pueden haber
cometido algunos pecados mortales por los cuales tuvieron poco arrepentimiento
e hicieron poca o ninguna penitencia. La culpa ha sido remitida por la
absolución, pero la pena debida por los pecados tendrá que ser pagada en el
Purgatorio.
Nuestro Señor nos enseña que deberemos rendir cuentas por
cada palabra que decimos y que no dejaremos la prisión hasta que no hayamos
pagado hasta el último céntimo.(Mt 5:26).
Los Santos cometieron pocos y leves pecados, y todavía ellos
sienten mucho y hacen severas penas. Nosotros cometemos muchos y gravísimos
pecados, y nos arrepentimos poco y hacemos poca o ninguna penitencia.
PECADOS VENIALES:
Sería dificultoso calcular el inmenso número de pecados
veniales que un católico comete.
!) Hay un infinito numero de faltas en el amor, egoísmo,
pensamientos, palabras, actos de sensualidad, también en cientos de variantes;
faltas de caridad en el pensamiento, palabra, obra, y omisión.
Holgazanería, vanidad, celos, tibieza y otras innumerables
faltas.
2)
Hay pecados por omisión que no pagamos. Amamos tan poco
a Dios, y Él clama cientos de veces por nuestro amor. Lo tratamos fríamente,
indiferentemente y hasta con ingratitud.
Él murió por cada uno de nosotros. Le hemos agradecido como
se debe? Él permanece día y noche en el Santísimo Sacramento del Altar,
esperando por nuestras visitas, ansioso de ayudarnos. Cuan a menudo vamos a Él?
Él ansía venir a nosotros en la Santa Comunión, y lo rechazamos. El se ofrece a
Si Mismo por nosotros cada mañana en el Altar en la Misa y da océanos de
gracias a aquellos que asisten al Santo Sacrificio. Aún algunos son tan
holgazanes de ir a Su Calvario! Qué abuso de gracias!
3)
Nuestros corazones están llenos de amor a sí mismos,
duros. Tenemos hogares felices, espléndida comida, vestido, y abundancia de
todas las cosas. Muchos de nuestros prójimos viven en el hambre y la miseria, y
le damos tan poco, mientras que vivimos en el despilfarro y gastamos en nosotros
mismos sin necesidad.
4)
La vida nos fue dada para servir a Dios, para salvar
nuestras almas. Muchos cristianos, sin embargo, están satisfechos de rezar
cinco minutos a la mañana y cinco a la noche!! El resto de las 24 horas están
dedicados al trabajo, descanso y placer. Diez minutos a Dios, a nuestras almas
inmortales, al gran trabajo de nuestra salvación. Veintitrés horas y cincuenta
minutos a esta transitoria vida! Es justo para Dios?
Nuestros trabajos, nuestros descansos y sufrimientos
deberían ser hechos para Dios!
Así debería ser, y nuestros méritos serían por supuesto
grandes. La verdad es que hoy día pocos piensan en Dios durante el día. El gran
objetivo de sus pensamientos son ellos mismos. Ellos piensan y trabajan y
descansan para satisfacerse a sí mismos. Dios ocupa un pequeñísimo espacio en
sus días y sus mentes. Esto es un desaire a Su Amantísimo Corazón, el cual
siempre piensa en nosotros.
Y AHORA, LOS PECADOS MORTALES:
5)
Muchos cristianos cometen, desafortunadamente, pecados
mortales durante sus vidas, pero aunque los llevan al Sacramento de la
confesión, no hacen satisfacción por ellos, como ya hemos dicho.
San Beda el venerable, opina que aquellos que pasan gran
parte de su vida cometiendo graves pecados y confesándolos en su lecho de muerte,
pueden llegar a ser retenidos en el Purgatorio hasta el Día Final. Santa
Gertrudis en sus revelaciones dice que aquellos que cometen muchos pecados
graves y que no hayan hecho penitencia no gozan de ningún sufragio de la
Iglesia por un considerable tiempo!
Todos esos pecados, mortales o veniales, se acumulan por 20,
30, 40, 60 años de nuestras vidas. Todos y cada uno deberán ser expiados para
después de la muerte.
Entonces, es de asombrarse que algunas almas tengan que
estar en el Purgatorio por tanto tiempo?
CAPITULO 4: ¿POR QUÉ Y PARA QUÉ REZAR POR LAS
ÁNIMAS BENDITAS DEL PURGATORIO?
El gran Mandamiento de Nuestro Señor Jesucristo es que nos
amemos los unos a los otros, genuina y sinceramente. El Primer Gran Mandamiento
es amar a Dios sobre todas las cosas. El Segundo, o mejor dicho el corolario
del Primero, es amar al prójimo como a nosotros mismos. No es un consejo o un
mero deseo del Todopoderoso. Es Su Gran Mandamiento, la base y esencia de Su
Ley. Es tanta la verdad encerrada en esto que El toma como donación todo
aquello que hacemos por nuestro prójimo, y como un rechazo hacia El cuando
rechazamos a nuestro prójimo.
Leemos en el Evangelio de San Mateo ( Mt 25:34-46), las
palabras de Cristo que dirigirá a cada uno en el Día del Juicio Final.
Algunos católicos parecen pensar que su Ley ha caído en
desuso, pues en estos días existe el egoísmo, el amor a sí mismo, y cada uno
piensa en sí mismo y en su engrandecimiento personal.
"Es inútil observar la Ley de Dios en estos días",
dicen, "cada uno debe mirar por sí mismo, o te hundes". No hay tal
cosa! La ley de Dios es grandiosa y todavía y por siempre tendrá fuerza de ley.
Por eso, es mas que nunca necesaria, mas que nunca nuestro deber y por nuestro
mayor interés.
ESTAMOS MORALMENTE OBLIGADOS A ROGAR POR LAS
ÁNIMAS BENDITAS
Siempre estamos obligados a amar y ayudar al otro, pero
cuanto mayor es la necesidad de nuestro prójimo, mayor y más estricta es
nuestra obligación. No es un favor que podemos o no hacer, es nuestro deber;
debemos ayudarnos unos a otros.
Sería un monstruoso crimen, por caso, rehusar al poder y
desposeído el alimento necesario para mantenerse vivo. Sería espantoso rehusar
la ayuda a alguien en una gran necesidad, pasar de largo y no extender la mano
para salvar a un hombre que se está hundiendo. No solamente debemos ayudar
cuando es fácil y conveniente, sino que debemos hacer cualquier sacrificio para
socorrer a nuestro hermano en dificultades.
Ahora, qué puede estar más urgido de caridad que las almas
del Purgatorio? Qué hambre o sed o sufrimiento en esta Tierra puede compararse
con sus mas terribles sufrimientos? Ni el pobre, ni el enfermo, ni el sufriente
que vemos a nuestro alrededor necesitan de tal urgente socorro. Aún encontramos
gente de buen corazón que se interesa en los sufrientes de esta vida, pero,
escasamente encontramos a gente que trabaja por las Almas del Purgatorio!
Y quién puede necesitarnos más? Entre ellos, además, pueden
estar nuestras madres, nuestros padres, amigos y seres queridos.
DIOS DESEA QUE LAS AYUDEMOS.
Ellas son los amigos más queridos. El desea ayudarlos; El
desea mucho tenerlos cerca de Él en el Cielo. Ellas nunca más lo ofenderán, y
están destinadas a estar con Él por toda la Eternidad. Verdad, la Justicia de
Dios demanda expiación por los pecados, pero por una asombrosa dispensación de
Su Providencia El pone en nuestras manos la posibilidad de asistirlos, El nos
da el poder de aliviarlas y aún de liberarlas. Nada le place más a Dios que les
ayudemos. El está tan agradecido como si le ayudáramos a El.
NUESTRA SEÑORA QUIERE QUE LOS AYUDEMOS:
Nunca, nunca una madre de esta tierra amó tan tiernamente a
sus hijos fallecidos, nunca nadie consuela como María busca consolar sus
sufrientes niños en el Purgatorio, y tenerlos con Ella en el Cielo. Le daremos
gran regocijo cada vez que llevamos fuera del Purgatorio a un alma.
LAS BENDITAS ÁNIMAS DEL PURGATORIO NOS DEVUELVEN
EL MIL POR UNO:
Pero qué podremos decir de los sentimientos de las Santas
Almas? Sería prácticamente imposible de describir su ilimitada gratitud con
para aquellos que las ayudan! Llenas de un inmenso deseo de pagar los favores
hechos por ellas, ruegan por sus benefactores con un fervor tan grande, tan
intenso, tan constante, que Dios no les puede negar nada. Santa Catalina de
Bologna dice:"He recibido muchos y grandes favores de los Santos, pero
mucho mas grandes de las Santas Almas (del Purgatorio)". Cuando finalmente
son liberadas de sus penas y disfrutan de la beatitud del Cielo, lejos de
olvidar a sus amigos de la Tierra, su gratitud no conoce límites. Postradas
frente al Trono de Dios, no cesan de orar por aquellos que los ayudaron. Por
sus oraciones ellas protegen a sus amigos de los peligros y los protegen de los
demonios que los asechan.
No cesan de orar hasta ver a sus benefactores seguros en el
Cielo, y serán por siempre sus más queridos, sinceros y mejores amigos.
Si los católicos solamente supieran cuan poderosos
protectores se aseguran con sólo ayudar a las Animas benditas, no serían tan
remisos de orar por ellos.
LAS ÁNIMAS BENDITAS DEL PURGATORIO PUEDEN ACORTAR
NUESTRO PROPIO PURGATORIO:
Otra gran gracia que obtenemos por orar por ellas es un
corto y fácil Purgatorio, o su completa remisión! San Juan Massias, sacerdote
dominicano, tenía una maravillosa devoción a las Almas del Purgatorio. El
obtuvo por sus oraciones (principalmente por la recitación del Santo Rosario) la liberación de un millón cuatrocientas mil almas!!! En retribución, el obtuvo para sí
mismo las más abundantes y extraordinarias gracias y esas almas vinieron a
consolarlo en su lecho de muerte, y a acompañarlo hasta el Cielo.
Este hecho es tan cierto que fue insertado por la Iglesia en
la bula de decretaba su beatificación.
El Cardenal Baronio recuerda un evento similar.
Fue llamado a asistir a un moribundo. De repente, un
ejército de espíritus benditos aparecieron en el lecho de muerte, consolaron al
moribundo, y disiparon a los demonios que gemían, en un desesperado intento por
lograr su ruina. Cuando el cardenal les preguntó quiénes eran, le respondieron
que eran ocho mil almas que este hombre había
liberado del Purgatorio gracias a sus oraciones y buenas obras. Fueron
enviadas por Dios, según explicaron, para llevarlo al Cielo sin pasar un solo
momento en el Purgatorio.
Santa Gertrudis fue ferozmente tentada por el demonio cuando
estaba por morir. El espíritu demoníaco nos reserva una peligrosa y sutil
tentación para nuestros últimos minutos. Como no pudo encontrar un asalto lo
suficientemente inteligente para esta Santa, el pensó en molestarla su
beatífica paz sugiriéndole que iba a pasar larguísimo tiempo en el Purgatorio
puesto que ella desperdició sus propias indulgencias y sufragios en favor de
otras almas. Pero Nuestro Señor, no contento con enviar Sus Ángeles y las miles de
almas que ella había liberado, fue en Persona para alejar a Satanás y
confortar a su querida Santa. El le dijo a Santa Gertrudis que a cambio de lo
que ella había hecho por las ánimas benditas, le llevaría directo al Cielo y
multiplicaría cientos de veces todos sus méritos.
El Beato Enrique Suso, de la Orden Dominicana, hizo un pacto
con otro hermano de la Orden por el cual, cuando el primero de ellos muriera,
el sobreviviente ofrecería dos Misas cada semana por su alma, y otras oraciones
también. Sucedió que su compañero murió primero, y el Beato Enrique comenzó
inmediatamente a ofrecer las prometidas Misas. Continuó diciéndolas por un
largo tiempo. Al final, suficientemente seguro que su santamente muerto amigo
había alcanzado el Cielo, cesó de ofrecer las Misas. Grande fue su
arrepentimiento y consternación cuando el hermano muerto apareció frente a él
sufriendo intensamente y reclamándole que no hubo celebrado las Misas
prometidas. El Beato Enrique replicó con gran arrepentimiento que no continuó
con las Misas, creyendo que su amigo seguramente estaría disfrutando de la
Visión Beatífica pero agregó que siempre lo recordaba en sus oraciones.
"Oh hermano Enrique, por favor dame las Misas, pues es la Preciosísima
Sangre de Jesús lo que yo más necesito" lloraba la sufriente alma. El
Beato recomenzó a ofrecerlas, y con redoblado fervor, ofreció Misas y ruegos
por su amigo hasta que recibió absoluta certeza de su liberación. Luego fue su
turno de recibir gracias y bendiciones de toda clase por parte de su querido
hermano liberado, y muchas más veces que las que hubiera esperado.
CAPITULO CINCO: COMO PODEMOS AYUDAR A LAS BENDITAS
ANIMAS DEL PURGATORIO:
1. La primera medida es unirse a la Asociación de las Santas
Almas. Las condiciones son simples.
a) Tener tu
nombre registrado en el Libro de la Asociación.
b) Oír Misa
una vez a la semana (basta con la Misa del domingo) por las Santas Almas.
c) Rezar
y promover la devoción a las Ánimas Benditas.
d) Contribuir
una vez al año con un donativo a la Asociación, lo cual permite a la Asociación
tener Misas perpetuas cada mes.
(Si se desean Misas espaciales por las Animas Benditas, es
importante mencionar cuántas Misas se quieren).
Aquellos que desean unirse y no tienen la Asociación en sus
Parroquias, pueden enviar sus nombres, direcciones y limosnas anuales a la
Asociación de las Santas Almas, Hermanas Dominicas del Perpetuo Rosario,
Monasterio Pio XII, Rua do Rosario 1, 2495, Fatima, Portugal. Esta Asociación
está aprobada por el Cardenal Arzobispo de Lisboa.
2. La segunda
medida para ayudar a las Animas Benditas, es pidiendo Misas ofrecidas por
ellas. Esta es ciertamente la más eficaz de las medidas para liberarlas.
3. Aquellos
que no puedan ofrecer Misas, deberían asistir a cuanta Misa fuera posible por
su intención.
Un hombre joven que ganaba un salario muy modesto le contó
al autor de este libro: "Mi esposa murió unos años antes. Tengo 10 misas
ofrecidas por ella. No puedo hacer más por ella, pero oí 1000 misas por su
querida alma.
4. La
recitación del Santo Rosario (con sus grandes indulgencias) y hacer el Vía
Crucis (el cual es ricamente dador de indulgencias), son excelentes vías de
ayuda a las almas. San Juan Masias, como vimos, liberó del Purgatorio más de un
millón de almas, principalmente recitando el Santo Rosario y ofreciendo sus
indulgencias por ellas.
5. Otra fácil
y eficaz forma de ayuda es la recitación constante de oraciones breves que
contengan indulgencias (aplicando dichas indulgencias en favor de las almas del
Purgatorio)
Mucha gente tiene la costumbre de decir 500, ó 1000 veces
cada día la pequeña jaculatoria "Sagrado Corazón de Jesús, en Vos
confío", o la sola palabra "Jesús". Estas son las más
consoladoras devociones; ellas traen océanos de gracias a quien las practican y
dan inmenso alivio a las Santas Almas.
Aquellos que digan las jaculatorias 500, ó 1000 veces, ganan
300.000 días de indulgencias (ochocientos
veintiún años de indulgencias)!!! Qué multitud de almas podemos liberar!!!
Cuánto no será la cantidad de almas liberadas al cabo de un mes, de un año, de
cincuenta años? Y a los que no dicen las jaculatorias... que inmenso número de
gracias y favores habrán perdido! Es bastante posible-aunque no fácil- decir
esas jaculatorias 1000 veces al día. Pero si no puedes decir 1000, por lo menos
dilas 500, o 200 veces diarias.
6. Todavía
otra poderosa oración es:
"Padre Eterno, te ofrezco la Preciosísima Sangre de
Jesús, con todas las Misas dichas en el mundo en este día, por las Almas del
Purgatorio".
Nuestro Señor mostró a Santa Gertrudis un vasto número de
almas dejando el Purgatorio (cerca de 1000 cada
vez que se la recitaba!) y yendo al Cielo como resultado de esta oración,
la cual la Santa acostumbraba decir frecuentemente durante el día.
7. El acto
heroico: consiste en ofrecer a Dios en favor de las Almas del Purgatorio todos
los trabajos de satisfacción que practicamos en nuestra vida y todos los
sufragios que serán ofrecidos para nosotros después de nuestra muerte. Si Dios
premia tan abundantemente la mas insignificante limosna dadas por un pobre
hombre en Su nombre, que inmensa recompensa Él no dará a aquellos que ofrecen
sus trabajos de satisfacción en vida y muerte por las Almas que Él ama tanto.
Este acto no evita que los sacerdotes ofrezcan Misas por las
intenciones que ellos deseen, o que los laicos no recen por algunas personas u
otras intenciones. Aconsejamos a todos realizar este acto.
LAS LIMOSNAS AYUDAN A LAS SANTAS ALMAS:
San Martín dio la mitad de su manto a un pobre mendigo, sólo
para darse cuenta después que se lo había dado a cristo. Nuestro Señor apareció
al Santo y le agradeció.
El Beato Jordan de la Orden Dominica, nunca podía rehusar
dar limosnas cuando se lo pedían en el nombre de Dios. Un día el se había
olvidado su monedero. Un pobre hombre imploraba una limosna por el amor de
Dios. En vez de descartarlo, Jordan, por entonces un estudiante, le dio su mas
preciado cinturón, el cual el apreciaba mucho. Poco tiempo después, el entró a
una Iglesia y encontró su cinturón circundando la cintura de una imagen de
Cristo Crucificado. El también, había dado sus limosnas a Cristo. Todos damos
limosnas a Cristo.
CONCLUSIÓN:
Dar todas las limosnas que podamos.
Pedir todas las Misas que estén en nuestro poder.
Escuchar todas las Misas, cuantas mas, mejor.
Ofrecer todas nuestras penas y sufrimientos por la
liberación de las Almas del Purgatorio.
Liberaremos incontable cantidad de Almas del Purgatorio, las
cuales nos pagarán 10000 veces mas.
CAPITULO 6: LO QUE HACEN LAS ANIMAS BENDITAS POR
AQUELLOS QUE LAS AYUDAN.
San Alfonso María Liguori decía que, aunque las santas Almas
no pueden ya lograr méritos para sí mismas, pueden obtener para nosotros
grandes gracias. No son, formalmente hablando, intercesores, como lo son los
Santos, pero a través de la dulce Providencia de Dios, pueden obtener para
nosotros asombrosos favores y librarnos de los demonios, enfermedades y
peligros de toda clase.
Está más allá de toda duda, como ya hemos dicho, que nos
devuelven miles de veces cada cosa que hagamos por ellos.
Los siguientes hechos, unos pocos de todos los que podríamos
mencionar, son suficientes para mostrar cuán poderosas y generosas amigas son
estas Almas.
COMO UNA NIÑA ENCONTRÓ A SU MADRE:
Una pobre niña sirvienta en Francia llamada Jeanne Marie
escuchó una vez un sermón sobre las Santas Almas, el cual dejó una impresión
indeleble en su mente. Fue profundamente movida por el pensamiento del intenso
e incesante sufrimiento que soportaban las pobres Almas, y se horrorizaba al
ver cuán cruelmente eran olvidadas y dejadas de lado por sus amigos de la
Tierra.
Otra cosa que la impresionó profundamente es oír que hay
muchas almas que están tan cerca de su liberación, que una sola Misa sería
suficiente para ellas; pero que son retenidas largo tiempo, hasta años, sólo
porque este último y necesario sufragio fue olvidado o negado!
Con una fe simple, Jeanne Marie resolvió que, costara lo que
costara, ella tendría una Misa por las Pobres Almas cada mes, especialmente por
las más cercanas al Cielo. Ella ahorraba un poquito, y a veces con dificultad,
pero nunca falló en su promesa.
En una ocasión fue a París con su patrona, y la niña cayó
enferma, por lo cual se vio obligada a ir al Hospital. Desafortunadamente, la
enfermedad resultó ser de largo tratamiento, y su patrona tuvo que regresar a
casa, deseando que su mucama pronto se reuniera con ella. Cuando al final la
pobre sirvienta pudo dejar el hospital, y allí había dejado todos sus ahorros,
de manera que sólo le quedaba en la mano un franco.
Qué hizo? A dónde ir? De repente, un pensamiento cruzó su
mente y se acordó que no había ofrecido ese mes una Misa en favor de las Pobres
Almas. Pero tenía sólo un franco! Apenas le alcanzaría para comer. Como tenía
confianza que las Almas del Purgatorio le ayudarían, fue hasta una Iglesia y
pidió hablar con un sacerdote, para que ofrezca una Misa, en favor de las Almas
del Purgatorio. El aceptó, aunque jamás imaginó que la modesta suma que la niña
ofreció era el único dinero que la pobre niña poseía. Al terminar el Santo Sacrificio,
nuestra heroína dejó la Iglesia. Una cierta tristeza nubló su rostro, y se
sintió totalmente perpleja.
Un joven caballero, tocado por su evidente decepción, le
preguntó si tenía algún problema y si podía ayudarla. Ella le contó su historia
brevemente, y finalizó diciendo cuanto deseaba trabajar.
De alguna manera se sintió consolada por la forma en que el
joven la escuchaba, y recobró la confianza.
"Será un placer ayudarte" dijo."Conozco una
dama que en este momento está buscando una sirvienta. Ven conmigo". Y
dicho esto le guió hasta una casa no muy lejos de allí y le pidió que ella
tocara el timbre, asegurándole que encontraría trabajo.
En respuesta al toque de timbre, la dama de la casa abrió
ella misma la puerta y preguntó a Jeanne Marie que quería. "madam"
dijo ella, "Me dijeron que usted está buscando una mucama. No tengo
trabajo y me agradaría tener el puesto".
La dama estaba perpleja y replicó: "Quién pudo haberte
dicho que necesitaba una mucama? Hace sólo un par de minutos que acabo de
despedir a la que tenía, acaso te has encontrado con ella?"
"No, Madam. La persona que me informó que usted necesitaba
una mucama fue un joven caballero". "Imposible!, exclamó la señora,
"Ningún joven, de hecho nadie, pudo haberse enterado que necesitaba una
mucama".
"Pero madam", dijo la niña, apuntando un cuadro en
la pared "ése es el hombre que me lo dijo".
"No, mi niña, ese es mi único hijo, que ha muerto hace
ya más de un año!
"Muerto o no" aseguró la niña," el fue el que
me trajo hasta aquí, y aún me guió hasta la puerta. Vea la cicatriz en la
frente. Lo reconocería donde fuera". Luego, le contó toda la historia, con
su último franco, y de cómo ella obtenía Misas por las Santas Almas,
especialmente por las más cercanas al Cielo. Convencida al final de la
veracidad de la historia de Jeanne Marie, la dama la recibió con los brazos
abiertos. "Ven, pero no como mi sirvienta, sino como mi querida hija. Tú
has enviado a mi queridísimo hijo al Cielo. No tengo duda que él fue el que te
trajo a mí".
COMO UN NIÑO POBRE LLEGO A OBISPO, A CARDENAL Y A
SANTO.
San pedro Damián perdió a su
padre y madre apenas nació. Uno de sus hermanos lo adoptó, pero lo trataba con
aspereza, forzándolo a trabajar muy duro y alimentándolo muy mal y con escasa
ropa. Un día encontró una moneda de plata, que representaba para él una pequeña
fortuna. Un amigo le aconsejó que lo usara para sí mismo, pues el dueño no
podría ser hallado.
Para Pedro era difícil establecer en que lo gastaría, ya que
tenía todo tipo de necesidades. Pero
cambiando de pensar en su joven mente, decidió que lo mejor
que podía hacer era pedir una Misa por las Almas del Purgatorio, en especial
por las almas de sus queridos padres. A costa de un gran sacrificio, transformó
su pensamiento en hechos y las Misas fueron ofrecidas.
Las almas del Purgatorio devolvieron su sacrificio más
generosamente. Desde ese día en adelante notó un gran cambio en su destino.
Su hermano mayor lo llamó a la casa donde él vivía, y
horrorizado por el maltrato que padecía, lo llevó a vivir consigo. Lo trató
como a su propio hijo, y lo educó y cuidó con el más puro afecto. Bendición
sobre bendición, los mas maravillosos talentos de Pedro salieron a la luz, y
fue rápidamente promovido al sacerdocio; algún tiempo después el fue elevado a
la dignidad de Obispo, y finalmente, Cardenal. Además, muchos milagros
atestiguan su santidad, tanto que luego de su muerte fue canonizado y declarado
Doctor de la Iglesia.
Estas maravillosas gracias vinieron a él después de una Misa
ofrecida por las Santas Almas.
UNA AVENTURA EN LOS APENINOS
Un grupo de sacerdotes fueron convocados a Roma para tratar
un asunto de gravedad. Eran portadores de importantes documentos, y una gran
suma de dinero les fue confiada para el santo Padre. Atentos al hecho que los
Apeninos, los cuales habían de cruzar, estaban infestados de forajidos,
eligieron un guía de confianza. No había por aquel entonces túneles ni trenes
para cruzar las montañas.
Se encomendaron a la protección de las Animas Benditas del
Purgatorio, y decidieron recitar el De Profundis cada hora por ellas.
Cuando llegaron al corazón de las montañas, el que iba más
adelante de todos dio la voz de alarma a la vez que espoleaba a los caballos a
todo galope. Mirando alrededor, los sacerdotes vieron a ambos lados del sendero
fieras bandas de forajidos fuertemente armados y apuntándoles. Se vieron en una
emboscada y estaban a la completa merced de los delincuentes.
Después de una hora de temerario avance, el guía paró y
mirando a los sacerdotes, dijo:" No puedo entender cómo escaparon. Esta
gente nunca perdona a nadie".
Los padres estaban convencidos que debían su seguridad a las
Santas Almas, como luego se confirmaría con un hecho que disiparía toda duda.
Cuando concluyeron su misión en Roma, uno de ellos fue
destinado a la Ciudad Eterna, como capellán de una prisión. No mucho después,
uno de los más feroces bandidos en Italia fue capturado, y condenado a muerte
por una larga serie de asesinatos y esperaba la ejecución en su celda.
Ansioso de ganar su confianza, el capellán le contó sus
aventuras, entre ellas las de los Apeninos. El criminal manifestó gran interés
en la historia. Cuando terminó el curita su relato, el asesino exclamó:
"YO FUI el líder de esa banda! Estábamos seguros de que ustedes portaban
dinero y estábamos decididos a matarlos y saquearlos. Pero una fuerza invisible
nos impidió disparar, pues queríamos hacerlo pero no podíamos".
El capellán luego le contó al delincuente cómo se habían
encomendado a la protección de las Almas del Purgatorio, y que ellos atribuían
su liberación a su protección.
El bandido no tuvo dificultad en creer. De hecho, hizo su
conversión mucho más fácil. Murió con arrepentimiento.
COMO PIO IX SE CURÓ DE SU MALA MEMORIA:
El venerable pontífice Pío IX designó a un Santo y Prudente
religioso llamado Tomaso como Obispo de la Diócesis. El sacerdote, alarmado por
la responsabilidad puesta sobre el, comenzó encarecidamente a excusarse.
Sus protestas fueron en vano. El Santo Padre sabía de sus
méritos.
Agobiado por la aprehensión, el humilde religioso solicitó
una audiencia con el Santo Padre y le confesó que tenía mala memoria, lo que
resultaba ser un grave impedimento en el alto oficio encomendado a él. Pío IX
respondió con una sonrisa: "Su diócesis es muy pequeña en comparación con
la Iglesia Universal, la cual yo llevo sobre mis hombros. Tus cuidados son
livianos en comparación con los míos." Agregó: "Yo también sufría un
grave defecto de la memoria, pero prometí decir una ferviente oración diaria
por las Animas Benditas, las cuales, en retribución, han obtenido para mí una
excelente memoria. Usted debería hacer lo mismo, estimado Padre, y tendrá en
qué regocijarse".
CUANTO MÁS DAMOS, MÁS RECIBIMOS.
Un hombre de negocios en Boston se unió a la Asociación de
las Santas Almas y dio una alta suma de dinero anual para Misas y oraciones en
favor de éstas.
El Director de la Asociación se sorprendió de la generosidad
del caballero, pues sabía que no era un hombre rico. El le preguntó amablemente
un día si las limosnas que él generosamente daba eran completamente suyas o
eran colectas que el realizaba de otros.
El hombre respondió: "Todo lo que doy es mi propia
ofrenda. No se alarme. No soy rico, usted piensa que doy mas de lo que tengo.
No es así, lejos de perder con mi caridad, las Animas Benditas ven que gano considerablemente
mas de lo que doy; a ellas no les gana nadie en generosidad".
EL IMPRENTERO DE COLONIA:
William Freyssen, da su testimonio de como su hijo y esposa
recobraron la salud gracias a las Almas del Purgatorio. Un día le encargaron
imprimir un librito sobre el Purgatorio. Cuando realizaba las tareas de
corrección del texto, su atención fue captada por los hechos narrados en el
libro. El aprendió por primera vez las maravillas que las Santas Almas pueden
obrar por sus amigos.
Por aquel tiempo su hijo cayó gravemente enfermo, y pronto
su estado se volvió desesperante. Recordando lo que había leído acerca del
poder de las Santas Almas, Freyssen hizo la promesa solemne de imprimir mil
libritos a su propia expensa, con su firma impresa. Fue a la iglesia y, una vez
dentro, hizo un voto solemne. En ese momento una sensación de paz y confianza
inundaron su alma. A su retorno a casa, su hijo, que no podía tragar ni una
gota de agua, pidió algo de comer. Al día siguiente estaba fuera de peligro y
pronto, completamente curado.
Al mismo tiempo, Freyssen ordenó imprimir los libros del
Purgatorio para ser distribuidos, sabiendo que la mejor forma de obtener ayuda
para las almas sufrientes, era interesando a mucha gente sobre el tema.
Nadie que sabe sobre el sufrimiento de estas pobres almas,
niega una oración a ellas.
El tiempo pasó, y una nueva tristeza se cernía sobre este
imprentero. Esta vez su amada esposa cayó enferma y a pesar de todos los
cuidados iba cada vez peor. Perdió el uso de razón y quedó casi completamente
paralizada, de modo que los doctores no le dieron muchas esperanzas.
El marido, recordando todo lo que las Almas del Purgatorio
habían hecho a su pequeño hijo, corrió otra vez a la Iglesia y prometió
solemnemente, como otrora, imprimir 200 de los libros del Purgatorio, en
principio, como urgente socorro de las Animas benditas. Imposible de relatar.
La aberración mental de su esposa cesó, y comenzó a mover su lengua y
extremidades. En un corto período ella estaba perfectamente sana.
LA CURA DEL CÁNCER.
Joana de Menezes nos contará de su cura. Ella estaba
sufriendo de un cáncer en la pierna y sumergida en un profundo dolor.
Recordando lo que había oído sobre el poder de las Almas del
Purgatorio, ella resolvió poner toda su confianza en ellas y ofrecer nueve
Misas por ellas. Prometió publicar en el diario su curación, si esta se llevaba
a cabo.
Gradualmente el tumor y el cáncer desaparecieron.
UN ESCAPE DE UN ASALTO:
El Padre Luis Manaci, un celoso misionero, tenía gran
devoción a las Almas del Purgatorio. Se encontró una vez realizando un viaje
peligroso, pero con mucha confianza pidió a las Animas Benditas que lo
protegieran de los peligros que se iría encontrando. Su camino bordeaba una
zona desértica, en la cual se sabía que estaba infestada de peligrosas
gavillas. Cuando se encontraba rezando el Santo Rosario por las Almas, cuál no
fue su sorpresa, de verse rodeado de una custodia de espíritus benditos. Pronto
el descubrió la razón. Había pasado por una emboscada, pero las Santas Almas lo
rodearon y lo taparon, tornándolo invisible para los miserables que buscaban su
vida. Lo acompañaron hasta que estuvo seguro y fuera de peligro.
VOLVER A LA VIDA:
El Prior de Cirfontaines nos cuenta su historia: "Un
joven de mi parroquia cayó enfermo de fiebre tifoidea. Sus padres vencidos por
la pena y me pidieron que lo encomendara a las oraciones de los miembros de la
Asociación de Santas Almas. Era un sábado. El chico estaba a las puertas de la
muerte. Los doctores probaron todos los recursos, todos los remedios. Fue en
vano. No podían hallar nada para mejorarlo. Yo era el único que tenía
esperanzas. Sabía del poder de las Santas Almas pues había visto lo que podían
hacer. El domingo rogué a los Asociados de las Santas Almas para que rogaran
fervientemente por nuestro amigo enfermo. El lunes el peligro había pasado. El
muchacho estaba curado".
LÉELO Y DESPIERTA!
"En mi larga vida", escribe un sacerdote, "vi
muchas manifestaciones de generosidad de los católicos por los pobres y
necesitados, de acuerdo con lo que Nuestro Señor nos mandó hacer”.
"También noté que algunos católicos son, por supuesto,
muy generosos y buenos. Algunos se preocupan por los pobres, otros por los
enfermos. Leprosos, pacientes de cáncer, deficientes mentales, todos tienen
amigos. Algunos prefieren ayudar a los jóvenes, los corazones de otros
prefieren a los ancianos". "Lo más extraño de todas las cosas, es que
nunca encontré ni un hombre, ni una mujer que se haya dedicado por completo, de
todo corazón, a la más grande de las caridades, por los mas necesitados, esto
es, por las santas Almas del Purgatorio. Debe haber algunos que lo hacen, pero
en mi larga y variada experiencia, no encontré ninguno".
Y las palabras de este sacerdote son pura verdad!
Apelamos a aquellos que todavía no se han dedicado a sí
mismos a alguna forma particular de caridad, para que se dediquen con todas sus
energías a las Ánimas Benditas. Hagan todo lo que puedan personalmente, e
induzcan a otros a hacer lo mismo.
La mejor manera es practicar los
consejos incluidos en este librito, y esparcir cientos de copias, y hacer
cientos de Almas amigas en el Purgatorio y luego en el cielo. Pues... quién
puede leerlo y rehusarse a ayudarlas?
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