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viernes, 26 de septiembre de 2014

SEÑORA DEL SILENCIO








Madre del Silencio y de la Humildad.
Tú vives perdida y encontrada
en el mar sin fondo del Misterio del Señor.

Eres disponibilidad y receptividad.
Eres fecundidad y plenitud.
Eres atención y solicitud por los hermanos.

Estás vestida de fortaleza.
En Tí resplandecen la madurez humana
y la elegancia espiritual.

Eres señora de Ti misma
antes de ser señora nuestra.
No existe dispersión en Tí.
En un acto simple y total,
tu alma, toda inmóvil,
está paralizada e identificada con el Señor.

Estás dentro de Dios y Dios dentro de Tí.
El Misterio Total te envuelve y te penetra,
te posee, ocupa e integra todo tu ser.

Parece que todo quedó paralizado en Tí,
todo se identificó contigo:
el tiempo, el espacio, la palabra,
la música, el silencio, la mujer, Dios.

Todo quedó asumido en Tí, y divinizado.
Jamás se vio estampa humana
de tanta dulzura, ni se volverá a ver en la tierra
mujer tan inefablemente evocadora.

Sin embargo, tu silencio no es ausencia
sino presencia.
Estás abismada en el Señor,
y al mismo tiempo,
atenta a los hermanos, como en Caná.

Nunca la comunicación es tan profunda
como cuando no se dice nada,
y nunca el silencio es tan elocuente
como cuando nada se comunica.

Haznos comprender
que el silencio
no es desinterés por los hermanos
sino fuente de energía e irradiación;
no es repliegue sino despliegue,
y que, para derramarse,
es necesario cargarse.

El mundo se ahoga
en el mar de la dispersión,
y no es posible amar a los hermanos
con un corazón disperso.

Haznos comprender que el apostolado,
sin silencio,
es alienación;
y que el silencio,
sin el apostolado,
es comodidad.

Envuélvenos en el manto de tu silencio,
y comunícanos la fortaleza de tu Fe,
la altura de tu Esperanza,
la profundidad de Tu Amor.

Quédate con los que quedan,
y vente con los que nos vamos.
¡Oh Madre Admirable del Silencio!

(Libro Encuentro P. Ignacio Larrañaga)


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