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martes, 30 de septiembre de 2014

La Palabra de Dios: Un manantial de agua siempre viva y nueva

libro sagrado

 
La Palabra de Dios: Un manantial de agua siempre viva y nueva. En la fiesta de San Jerónimo, el gran difusor de la Palabra de Dios
Texto publicado el 29/9/2014 en la página web de la Editorial Verbo Divino, dentro de la sección “Septiembre, el mes de la Biblia”

Mi contacto más habitual con la Palabra de Dios es en la oración y, en mi condición de sacerdote y de párroco, el de la preparación de las homilías. Prácticamente nunca escribo las homilías. Sí suelo hacer un esquema, que luego guardo cuidadosamente, pero a cuyo archivo casi nunca regreso para rescatar o repetir la predicación. Y si alguna vez las circunstancias me han obligado o aconsejado a ello, las ideas escritas en aquel esquema siempre me han parecido viejas, palabras sueltas y sin alma, agua estancada, en suma.
Y es que, sí, me gusta y necesito el encuentro con la Palabra de Dios en el día y en la hora de cada día y de cada hora porque siempre la Palabra me dice algo nuevo, me interpela de manera distinta, me resuena de otra manera, me ayuda a responder y a entender mejor los signos concretos de cada tiempo y de cada momento. Basta con sea una frase, una idea, una construcción, un tiempo verbal, un personaje, una sugerencia, una intuición que percibo con ojos nuevos, una chispa de la gracia…: la Palabra de Dios es siempre para mí un manantial de agua viva y nueva. En ella, en la Palabra, es como si Dios, el Dios de los cristianos, estuviera mandándome y mandándonos un mensaje concreto y puntual, una ráfaga de luz, un suspiro de esperanza, un hálito de fuerza para el aquí y el ahora.
Lámpara para mis pasos, luz en mi camino, más dulce que la miel de un panal, brisa suave en horas de bochorno, descanso en medio de cansancio y la fatiga, elocuente susurro en medio del silencio, fuego y martillo que golpea la peña, agua que horada la piedra, lluvia que empapa la tierra, la fecunda y la hace germinar… Palabra viva y eficaz y más cortante que espada de doble filo, que penetra hasta la división entre alma y espíritu, articulaciones y médulas, y discierne pensamientos y sentimientos del corazón…
Manantial, sí, de agua siempre viva y nueva, que siempre me dice algo nuevo y bueno, que siempre llega a mí con el esbozo de una respuesta, el motor de una buena acción y la misteriosa, consoladora y certera presencia de un Amigo, que me acoge, me alumbra, me ama y me quiere transformar para que me sepa dar más y mejor a los demás.

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