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miércoles, 2 de abril de 2014

Un juicio en conciencia

Todos nos planteamos en algún momento de nuestra vida la toma de decisión sobre si algún acto concreto es concorde a la voluntad de Dios o no. ¿Qué debemos hacer en esta o aquella situación concreta? Si mi conciencia me dicta honestamente un proceder,¿qué debo hacer? ¿Y si mi conciencia recta me dicta no hacer un acto que todo el resto del mundo aprueba?¿Es siempre lícito un mismo acto?

El Catecismo de la Iglesia, siempre nos ilumina con su enseñanza. Acudimos a él para aclarar estos conceptos:

1790: La persona humana debe obedecer siempre el juicio cierto de su conciencia. Si obrase deliberadamente contra este último, se condenaría a sí mismo. Pero sucede que la conciencia moral puede estar afectada por la ignorancia y puede formar juicios erróneos sobre actos proyectados o ya cometidos.

Cuando tenemos una conciencia recta y bien formada, su dictado se convierte en norma de actuación para nosotros. El examen de conciencia honesto nos debe conducir a tomar una decisión en nuestro obrar, que si está guiada por la buena voluntad de hacer lo correcto, es ley de obligado cumplimiento.

1849: El pecado es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta...

Por tanto, la falta contra el propio dictado de la conciencia es lo que el catecismo define como pecado. De ahí que nuestra conciencia esté rectamente formada, y nuestra voluntad lo suficientemente robustecida para seguirla sin temor.

1776: ... La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que está solo con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella (Gaudium et Spes 16).

En la propia conciencia, el hombre se encuentra a solas con Dios. No hay intermediarios ni barreras. Ni siquiera la Iglesia puede intervenir en el juicio de la conciencia propia. Por tanto, nadie puede juzgar la conciencia ajena en sus actos.

En la vida de todo cristiano, el problema de conciencia se plantea sin cesar, pues nos enfrentamos en un combate con un enemigo poderoso (aunque no imbatible). San Agustín dijo: "Empezaste a creer: prepárate para la guerra".

El mundo actual se vale de poderosas armas para acallar nuestras conciencias:

- "la corriente dominante dice que hay que hacer esto, ¿tú vas a contradecir a todos los demás?".

- "mientras tu conciencia te acusa en este tema, la mía no, así que la cosa termina en empate y que cada uno haga lo que quiera".

- mediante la conveniente tergiversación mediática, cualquier cosa puede venderse como positiva para una conciencia poco formada. No creo que haya tantas personas partidarias seriamente del aborto como poco formadas moralmente sobre sus consecuencias.

- en un mundo sobreabundante de información y de medios, la defensa ante esta "sobredosis" es la pasividad de la conciencia: "unos dicen que está bien, otros dicen que está mal... yo me inhibo".

- El exceso y sobreabundancia de tecnología distrae y adormece las conciencias porfalta de interioridad y reflexión. Hoy los jóvenes no leen libros educativos, no forman sus conciencias, se basan en lo que oyen a sus amigos (igual  o peor formados que ellos) sin que haya una alternativa.

Indefectiblemente podemos percibir que todas estas argumentaciones nos llevan a la falta de libertad, pues lo contrario de una conciencia formada no es una conciencia libre, sino una conciencia sometida al dictado de la mayoría.

Otros artículos interesantes para leer más sobre este tema en el Catecismo de la Iglesia:

1776: la conciencia como ley que el hombre no se da a sí mismo.
1777: la conciencia ordena practicar el bien y evitar el mal.
1778: la conciencia como juicio de discernimiento de la razón.
1779: para oir a la conciencia, interioridad.
1780: nuestros actos nos exigen rectitud de la conciencia moral.
1781: la conciencia implica la responsabilidad de los actos.

(Todos los subrayados y negritas de citas de otros textos son siempre míos y, por lo tanto, no corresponden al texto original. Los títulos resumidos de los artículos citados del Catecismo de la Iglesia también son míos por lo que pueden estar incompletos o responder a mi interpretación de los mismos. Consulta el texto original siempre).

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