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domingo, 30 de marzo de 2014

Domingo 4º de Cuaresma A


Domingo 4º de Cuaresma A
1. Preparación
Señor, aquí estoy delante de ti. Ayúdame a tomar conciencia viva de que tú estás conmigo siempre. Esté donde esté, tu presencia amorosa me envuelve. Dame tu gracia para que este rato de oración me sea provechoso. Que vea claro qué quieres de mí. Dame un corazón nuevo, que me guíe por tus caminos de amor. Me pongo en tus manos, Señor. Soy todo tuyo. Haz de mí lo que tú quieras. Amén.
Ahora lee despacio la Palabra de Dios y las reflexiones que se proponen. Déjate empapar de la Palabra de Dios. Si con un punto de reflexión te basta, quédate ahí, no prosigas.
2. La palabra de Dios
En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y sus discípulos le preguntaron: “Maestro, ¿quién pecó: éste o sus padres, para que naciera ciego?” Jesús contesto: -«Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten las obras de Dios. Mientras es de día tengo que hacer las obras del que me ha enviado; viene la noche y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, yo soy la luz del mundo.» Y escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo: -«Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).» Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: -«¿No es ése el que se sentaba a pedir?» Unos decían: -«El mismo.» Otros decían: -«No es él, pero se le parece.» El respondía: -«Soy yo.» Llevaron ante los fariseos al que habla sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo habla adquirido la vista. Él les contestó: -«Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo.» Algunos de los fariseos comentaban:  «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.» Otros replicaban: -«¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?» Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: -«Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?» Él contestó: -«Que es un profeta.» Le replicaron: -«Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?» Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: -«¿Crees tú en el Hijo del hombre?» Él contestó: -«¿Y quién es, Señor, para que crea en él?» Jesús le dijo: -«Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.» Él dijo: -«Creo, Señor.» Y se postró ante él. (Juan 9, 1. 6-9. 13-17. 34-38)
1.      El domingo pasado Jesús se nos presentaba como el Agua viva capaz de saciar nuestra sed de vida, de felicidad, de amor, de justicia... Hoy Jesús se nos presenta como la Luz que puede iluminar nuestras vidas y nuestro mundo que anda a oscuras. ¿No tenemos la impresión de que vivimos en un mundo de ciegos, que no saben a dónde van ni a dónde ir? Nosotros mismos ¿no somos ciegos? Ciegos para ver más allá de nuestros interese egoístas, para ver al otro y sus problemas y necesidades;  ciegos para ver las injusticias de esta sociedad en que vivimos, para ver el auténtico sentido de la vida y  en dónde reside la auténtica felicidad y grandeza del ser humano y sus auténticos valores. Por eso andamos buscando sólo gozar, triunfar, tener más... Y ciegos, sobre todo, para ver el verdadero rostro del Dios que se nos ha revelado en Jesús, y así nos quedamos con un “dios” pequeñito, mezquino, que podemos manejar a nuestro antojo y contentar con cualquier rito vacío, en vez de  acoger al  Dios que nos ama y nos llama a entrar en su amor para hacernos felices. Ciegos... Señor, ciegos para tantas cosas...
2.      Pero nuestra peor ceguera es creer que vemos. Como los fariseos, que se miraban a través a través del prisma de su egoísmo, de su autosatisfacción, de su orgullo, de su religiosidad legalista y vivían muy seguros. Tanto que rechazan a Jesús, que, con sus obras y su mensaje, desestabilizaba su vida: ellos cumplen la ley, ¿quién es Jesús para perturbar su vida religiosa?...  ¿No obramos así nosotros? Nos miramos a través del prisma de nuestros intereses, de nuestra comodidad, de nuestro miedo a comprometernos en la construcción del Reino y de nuestro miedo a cambiar de rumbo... Y miramos nuestra vida y nos parece bien. Y nos decimos: "pues no soy de los peores". Hoy Jesús se nos planta en medio de nuestro camino cuaresmal y nos dice: “Yo soy la luz del mundo”. Y, curando al ciego de nacimiento,  nos dice que ha venido a curar de nuestras cegueras. Pero ¿cómo nos curará, si no reconocemos nuestra ceguera, si  vivimos contentos en ella?  ¿Cómo nos curará si no nos lavamos en las aguas de Siloé, del Enviado (que eso significa Siloé)? Señor, hoy unta mis ojos con el barro de mis pecados, que me vea ciego y sienta la necesidad de buscar lavarme en tus aguas sanadoras Y entonces veré, como el ciego del evangelio de hoy.
3.      Juan J. Bartolomé escribe: “La fortuna del ciego no estuvo tanto en encontrarse con Jesús, a quien no podía ver, sino en obedecerle sin reparos, a pesar de no conocerle; hubiera podido resistirse apelando a sus largos años de invidencia;  de haberlo querido hubiera podido encontrar mil razones para eludir a Jesús. No lo hiso y logró ver: todavía no creía en Jesús, pero ya pudo verlo. Su “obediencia ciega” le curó”. Y cuando más tarde se encuentre con Jesús, le dirá: -«Creo, Señor.» Y se postraré ante él. Hoy, Señor, te pido que tu paso por mi vida en esta cuaresma no sea baldía: Sé mi luz, ilumina mi vida para que escuche lo que dice san Pablo: “Caminad como hijos de la luz.  Toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz". Así, Señor, cuando en la noche de Pascua encienda mi cirio en el cirio pascual, no será un rito vacío, sino algo auténtico y verdadero, porque realmente portaré en mi mano y en mi corazón tu Luz de Resucitado, y tú serás mi camino y mi vida.
3. Diálogo con Dios
A la luz de esta Palabra y estas reflexiones, pregúntate qué te pide el Señor... Háblale como a un amigo. Pídele perdón, dale gracias. … Escucha en tu corazón qué te dice el Señor. Pide que te ayude para poder llevar a la práctica los deseos que han surgido en tu corazón.

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