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jueves, 9 de enero de 2014

Los valores cristianos tan humanos por ser tan divinos

Ha sido impresionante los debates librados entre Habermas y el Cardenal Ratzinger, después Benedicto XVI. Más impresionante la promoción de los valores de Habermas, sociólogo alemán no creyente. Nos remite a reflexionar en aquella aportación de San Justino: semina Verbi,  es decir: todo ser humano es capaz de encontrar la Verdad de Cristo en cualquier ambiente se desenvuelva su vida porque en la creación de Dios ha quedado marcada la marca de su autor. Entonces ahí donde se contempla la belleza del la naturaleza, el orden del cosmos tan perfecto, el ser humano, se contempla de alguna manera a su Creador. Cuando alguien que no ha conocido a Cristo en un encuentro personal por distintas circunstancias puede ser capaz de encontrarlo en la creación por su bondad y su belleza.
Lo bello y lo bueno le atraen naturalmente al hombre y en ello se deleita. Los valores humanos, el comportamiento bueno es fácil de distinguirse y resulta un espectáculo inigualable. Gandhi promoviendo la independencia pacifica, Luther King en la búsqueda de la igualdad racial, la Beata Teresa de Calcuta entregando su vida por miles de marginados y así podríamos seguir con una lista interminable de hombres y mujeres que heroicamente han practicado los valores, una ética llevada a la vida, llevada al escenario de la historia para ser dignos de imitación.
Esta atracción resulta para todos; no se conoce sociedad aunque fuera la más corrompida que no reconozca las bondades de los virtuosos, rechazarlos sería echar una soga al cuello pues se afirmaría como bueno lo malo y como malo lo bueno trayendo confusión y destrucción total (Is. 5, 20). De esta manera llegamos a afirmar al cristianismo como un promotor fiel de los valores humanos y el primer valor humano es la Dignidad Humana. Esto para reconocer que muchos no creyentes practican el cristianismo, se mueven con maestría sobre este campo de las valores sin profesar a un Dios, bien los podríamos llamar cristianos prácticos, es la contra afirmación de Karl Raner sobre los ateos prácticos: que profesan una fe pero viven como si Dios no existiera, lo mismo podríamos decir de los no creyentes: son cristianos prácticos: no profesan una fe pero viven como si creyeran que Dios existe.
Esto nos mueve a pensar que, lo verdaderamente humano cristianiza, y lo verdaderamente cristiano humaniza. El cristiano que practica las valores evangélicos es un ser humano de calidad el cual alcanza una madurez admirable, de igual manera el humano que practica los valores aún sin creer en Dios pareciera que imita al Maestro con el cual no se ha encontrado, pero cabe señalar como decía Edith Estein: “quien busca la verdad con sincero corazón sin duda va detrás de Jesús de Nazaret“. Así es, quien busca practicar los valores humanos con sinceridad, practica sin duda los valores del Evangelio. Es  a lo que llamamos como Iglesia ley natural, inscrita en el corazón de los hombres bajo la cual actúa todo ser humano obedeciendo a su conciencia la que invita a hacer el bien y a evitar el mal (Cf. GS 16).
La bondad de los valores humanos encuentra su fundamento en Dios Padre creador de todo, que ha querido salvarnos por medio de su Hijo que se hizo hombre (Cf. Jn. 1, 14, Jn. 3, 16). Jesús nos ha manifestado la manera perfecta de ser humanos en plenitud y en la practica de su doctrina se encuentra la plena felicidad, esa que todo ser humano anhela en lo más intimo (Cf. Jn. 15, 11). En fin de cuentas resulta irresistiblemente atractiva su personalidad y bien podríamos describirlo en palabras técnicas: un excelente altruista, amigo sincero, veras, inteligente, sensato, integro de pe a pa. En fin al enunciar tanto se llenarían libros enteros, brotarían de nuestras paginas ríos de vida eterna. Bien lo ha dicho Juan en la conclusión de su evangelio (Jn. 21, 25). Si hincaremos un sondeo para preguntar a los jóvenes de nuestro tiempo, de cualquier credo y de cualquier ideología, si desean a una pareja que no sea casta y fiel en el matrimonio, sobre una amistad falsa llena de hipocresías, sobre un ambiente familiar donde reine la desconfianza y el odio, una sociedad en la cual reine la mentira como fundamento para establecerse, etc. pocos o más bien algunos locos responderían afirmativamente.
Tan humano resulta el valor cristiano que suena como armonía en oídos de cualquier ser humano. Recordemos aquella leyenda de San Francisco frente al sultán en la que le invita a la paz, la respuesta del sultán ensalza el Evangelio que vivía San Francisco, el Evangelio de Jesucristo, al decirle: “si todos los cristianos fueran como tu me convertiría no solo yo, sino todo mi pueblo al cristianismo”. En fin de cuentas, tan humano resultan los valores y tan divinos a la vez pues …”Dios se ha manifestado como hombre y ha querido que el hombre sea el lugar en donde le veamos (Ratzinger Joseph, INTRODUCCIÓN AL CRISTIANISMO, 2007)”.

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