lunes, 2 de diciembre de 2013

San Sabas, Abad

Abad, 5 de diciembre
 
Sabas, Santo
Sabas, Santo

Abad
Diciembre 5



Sabas es el fundador de la llamada Grande Laura al lado del valle de Cedrón, a las puertas de Jerusalén. Había nacido en Mutalasca, cerca de Cesarea de Capadocia, en el 439, y después de pasar algún tiempo en el monasterio de su pueblo, en el 457 se trasladó al de Jerusalén fundado por Pasarión, pero éste no satisfizo sus aspiraciones. Y al contrario de muchos monjes que abandonaban su convento para correr a las grandes ciudades a llevar una vida poco edificante, Sabas, deseoso de soledad, durante una permanencia en Alejandría pidió y obtuvo el permiso para retirarse a una gruta, con el compromiso de regresar todos los sábados y domingos a hacer vida común en el monasterio.

Cinco años después, de regreso en Jerusalén, fijó su domicilio en el valle de Cedrón en una gruta solitaria, a donde entraba por una pequeña escalera hecha con lazos. Por lo visto, esa escalera reveló su escondite a otros monjes deseosos como él de soledad, y en poco tiempo, como en un gran panal, esas grutas inhóspitas en la pared rocosa se poblaron de solitarios pero no ociosos habitantes.

Así nació la Grande Laura, esto es, uno de los más originales monasterios de la antigüedad cristiana. Sabas, con mucha paciencia y al mismo tiempo con indiscutible autoridad, gobernó ese creciente ejército de ermitaños organizándolos según las reglas de vida eremítica ya establecidas un siglo antes por San Pacomio. Para que la guía del santo abad tuviera un punto de referencia en la autoridad del obispo, el patriarca de Jerusalén lo ordenó sacerdote en el 491.

Sabas, a pesar de su predilección por el total aislamiento del mundo, no rehuyó sus compromisos sacerdotales. Fundó otros monasterios, entre ellos uno en Emaús, y tomó parte activa en la lucha contra la herejía de los monofisitas, llegando al punto de movilizar a todos sus monjes en una expedición para oponerse a la toma de posesión de un obispo hereje, enviado a Jerusalén por el emperador Anastasio.
Ante el emperador de Constantinopla, San Sabas puso en escena una representación de mímicas para demostrar con la evidencia de las imágenes coreográficas la triste condición del pueblo palestino agobiado por pesados impuestos y uno en particular, que perjudicaba a los comerciantes, pero sobre todo al pueblo.

Cuando murió, el 5 de diciembre del 532, toda la región quiso honrarlo con espléndidos funerales. En Roma, en el siglo VII, por obra de los monjes griegos surgieron sobre el monte Aventino un monasterio y una basílica dedicados a su memoria, del que toma el nombre el barrio.

Fue uno de los santos más influyentes y significativos del anacoretismo en Oriente.
 
San Sabas, Abad

Año 532

San Sabas, uno de los monjes más famosos de la antigüedad, nació en Turquía en el año 439. Su padre era comandante del ejército, quien partió a lejanas tierras y lo dejó confiado a un tío. Pero este lo trataba muy mal y el niño de ocho años se fue donde otro tío. Mas el segundo peleó con el primero exigiendo que le debían pasar a él la herencia del niño si querían que lo educara. Entonces, el joven Sabas, amigo de la paz, se fue a un monasterio.

Después los dos tíos se arrepintieron de lo mal que lo habían tratado y lo llamaron a que administrara sus cuantiosos bienes, pero él permaneció firme en su llamada al monasterio.

Después varios años de vida monacal ejemplar, partió a a Jerusalén para ser discípulo de los monjes anacoretas. A varios kilómetros de Jerusalén se hizo una celda, cerca de otros monjes y se dedicó a una vida de oración y penitencia. Como era el más joven y forzudo de los monjes, acarreaba el agua desde lejos, conseguía la lecha y trabajaba diez horas al día, haciendo canastos para vender y con eso conseguir los alimentos para los más ancianos y débiles. Había días en que tejía diez canastos.

El más estricto y santo de los monjes de los alrededores, San Eutimio, lo invitó a irse a pasar los 40 días de la cuaresma en el desierto donde ayunó Jesús, y a dedicarse allí a ayunar ellos también. Sabas empezó con gran fervor, pero a los pocos días cayó desvanecido de tanta sed, a cause del intenso calor. San Eutimio oró con fe, y apareció por allí cerca un nacedero de agua y así logró no morir de deshidratación. Después de muerto San Eutimio, repitió Sabas muchas veces en su vida, la práctica de pasar los 40 días anteriores a la Semana Santa, ayunando en el desierto donde ayunó Jesús. Es una terrible penitencia que sólo resisten quienes tienen una gran resistencia física.

Sabas pasó cuatro años seguidos en el desierto sin hablar con nadie. Pero luego empezaron a llegar monjes a pedirle que los dirigiera hacia la santidad y se dedicó a ayudarles a conseguir la perfección. Llegó a guiar a 150 monjes en la proximidad del Mar Muerto. Como por allí faltaba el agua, un día el santo, al observar los movimientos de un asno, mandó excavar en ese sitio y apareció una fuente de agua que dio de beber a muchas gentes por siglos.

Cuando tenía 50 años fue ordenado sacerdote por el Arzobispo de Jerusalén y nombrado jefe de todos los monjes de Tierra Santa.

Con la herencia que le dejaron sus padres construyó dos hospitales.

Por tres veces fue enviado a Constantinopla, residencia del emperador, a obtener que este no apoyara a los herejes y que favoreciera la Tierra Santa. La primera vez como iba vestido tan pobremente, los guardias del palacio dejaron entrar a los demás enviados menos a él. Pero cuando leyó la carta del Arzobispo de Jerusalén en la cual le recomendaba a Sabas como el más santo de los monjes, el emperador preguntó por él y tuvieron que irse a buscarlo. Lo encontraron en un rincón, dedicado a la oración.

El emperador ofreció a los visitantes que pidieran los regalos que quisieran. Cada uno pidió para sí mismo lo que quiso, pero Sabas dijo que él no deseaba nada para su uso personal, pero que lo que pedía era que el emperador no ayudara a los herejes y que concediera varias ayudas que estaban necesitando mucho en Palestina, y que pusiera un puesto de policía cerca de donde estaban los monjes para que los defendieran de los asaltadores. Todo esto se lo concedió el mandatario.

San Sabas llegó a dirigir personalmente a muchísimos monjes y entre sus dirigidos hay cinco santos canonizados (San Juan Damasceno, San Teodoro y otros).

A los noventa y cuatro años de edad, siendo famoso en todo Oriente, y habiendo gastado gran parte de su vida en oración, meditación y dirección espiritual, murió el 5 de diciembre del año 532.

Su monasterio, cerca del Mar Muerto, es uno de los tres monasterios más antiguos que existen en el mundo. La fuente que hizo brotar, todavía surte de agua a los alrededores, y las palmeras hijas de las que él mismo sembró, aún siguen alimentando con sus dátiles a los monjes que allí viven santamente.
La vida de los santos está llena de frutos, dichosos los que se arriman a ellos con el corazón abierto.

Sabas el Santificado

   
 
Icono medieval de San Sabas el Santificado.
Sabas el Santificado (Cesárea de Capadocia, 439 - Mar Saba, 5 de diciembre de 532) fue un sacerdote de Anatolia, es venerado como santo por la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa. Vivió sobre todo en Palestina, dedicándose al eremitorio. Fue el fundador de varios monasterios, entre ellos el principal es Mar Saba.

Biografía

Nació en el Imperio bizantino, en la ciudad de Cesárea de Capadocia (actual Turquía) en el año 439. De familia griega, era hijo de un comandante del ejército bizantino, quien tuvo que partir a lejanas tierras y lo dejó confiado a un tío. Apenas a los ocho años, sufrió el desprecio de sus parientes, los cuales se rehusaban a educarlo. Sabas, se fue a un monasterio, y después de pasar varios años como monje ejemplar en su tierra, decidió partir a Jerusalén para aprender la santidad con los monjes de ese país.
Se dedicó a una vida llena de oración y penitencia. Trabajaba diez horas al día, hacía canastos y los vendía para poder llevar alimentos a los más ancianos y débiles.
Sabas pasó cuatro años seguidos en el desierto sin hablar con nadie. Luego empezaron a llegar monjes a pedirle que los dirigiera hacia la santidad, a lo que accedió. Llegó a tener 150 monjes cerca del mar Muerto, y cuando tuvo 50 años fue ordenado sacerdote por el Arzobispo de Jerusalén, y nombrado jefe de todos los monjes de Tierra Santa. Con la herencia que le dejaron sus padres construyó dos hospitales.
Por tres veces fue enviado a Constantinopla, residencia del emperador, a obtener que este no apoyara a los herejes y que favoreciera la causa de Tierra Santa. Sabas llegó a dirigir personalmente a muchos monjes y entre sus dirigidos hubo varios santos canonizados como San Juan Damasceno y San Teodoro.
Murió el 5 de diciembre del año 532, a los 94 años de edad. Su monasterio, Mar Saba, cerca del mar Muerto, es uno de los tres monasterios más antiguos que existen en el mundo.

Referencias


Velas
5 de Diciembre
 San SabasAbad
Año 532
Jesús es bajado de la CruzEste santo fue uno de los monjes más famosos de la antigüedad.
Nació en Turquía en el año 439.
Era hijo de un comandante del ejército, el cual tuvo que partir a lejanas tierras y lo dejó confiado a un tío. Pero este lo trataba muy mal y el niño de ocho años se fue donde otro tío. Mas el segundo empezó a pelear con el primero exigiendo que le debían pasar a él la herencia del niño si querían que lo educara, y entonces el joven Sabas, amigo de la paz, se fue a un monasterio.
Después los dos tíos se arrepintieron de lo mal que lo habían tratado y lo llamaron otra vez a que administrara sus cuantiosos bienes, pero él ya estaba hastiado del mundo y no quiso volver a él.
Después de pasar varios años como monje muy ejemplar en su tierra, dispuso irse a Jerusalén para aprender la santidad con los monjes de ese país. Y allí a varios kilómetros de Jerusalén se hizo una celda, cerca de los otros monjes anacoretas y se dedicó a una vida de oración y penitencia. Como era el más joven y forzudo de los monjes, acarreaba el agua desde bastantes cuadras de distancia, conseguía la lecha y trabajaba diez horas al día, haciendo canastos para vender y con eso conseguir los alimentos para los más ancianos y débiles. Había días en que tejía diez canastos.
El más estricto y santo de los monjes de los alrededores, San Eutimio, lo invitó a irse a pasar los 40 días de la cuaresma en el desierto donde ayunó Jesús, y a dedicarse allí a ayunar ellos también. Sabas empezó con gran fervor, pero a los pocos días cayó desvanecido de tanta sed, a cause del intenso calor. San Eutimio oró con fe, y apareció por allí cerca un nacedero de agua y así logró no morir de deshidratación. Después de muerto San Eutimio, repitió Sabas muchas veces en su vida, la práctica de pasar los 40 días anteriores a la Semana Santa, ayunando en el desierto donde ayunó Jesús. Es terrible penitencia que sólo resisten quienes tienen una gran resistencia física.
Sabas pasó cuatro años seguidos en el desierto sin hablar con nadie. Pero luego empezaron a llegar monjes a pedirle que los dirigiera hacia la santidad y tuvo que dedicarse a ayudarles a conseguir la perfección. Llegó a tener 150 monjes cerca del Mar Muerto. Como por allí faltaba el agua, un día el santo vio a un asno hocear en el suelo, y mandó excavar en ese sitio y apareció una fuente de agua que dio de beber a muchas gentes por bastantes siglos.
Cuando tenía 50 años fue ordenado sacerdote por el Arzobispo de Jerusalén, y nombrado jefe de todos los monjes de Tierra Santa.
Con la herencia que le dejaron sus padres construyó dos hospitales.
Por tres veces fue enviado a Constantinopla, residencia del emperador, a obtener que este no apoyara a los herejes y que favoreciera la Tierra Santa. La primera vez como iba vestido tan pobremente, los guardias del palacio dejaron entrar a los demás enviados menos a él. Pero cuando leyó la carta del Arzobispo de Jerusalén en la cual le recomendaba a Sabas como el más santo de los monjes, el emperador preguntó por él y tuvieron que irse a buscarlo. Lo encontraron en un rincón, dedicado a la oración.
El emperador ofreció a los visitantes que pidieran los regalos que quisieran. Cada uno pidió para sí mismo lo que quiso, pero Sabas dijo que él no deseaba nada para su uso personal, pero que lo que pedía era que el emperador no ayudara a los herejes y que concediera varias ayudas que estaban necesitando mucho en Palestina, y que pusiera un puesto de policía cerca de donde estaban los monjes para que los defendieran de los asaltadores.
Todo esto se lo concedió el mandatario.
San Sabas llegó a dirigir personalmente a muchísimos monjes y entre sus dirigidos hay cinco santos canonizados. Por ej. San Juan Damasceno y San Teodoro.
A los noventa y cuatro años de edad, siendo famoso en todo Oriente, y habiendo gastado gran parte de su vida en oración, meditación y dirección espiritual, murió el 5 de diciembre del año 532.
Su monasterio, cerca del Mar Muerto, es uno de los tres monasterios más antiguos que existen en el mundo. La fuente que hizo brotar, todavía surte de agua a los alrededores, y las palmeras hijas de las que él mismo sembró, aún siguen alimentando con sus dátiles a los monjes que allí viven santamente.
Gloria a Dios por los grandes santos que le ha dado a su santa Iglesia.

San Sabas, abad
fecha: 5 de diciembre
n.: 439 - †: 532 - país: Israel
otras formas del nombre: Sabas de Mar Saba, Sabas el Santificado, Sabas de Jerusalén
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Cerca de Jerusalén, san Sabas, abad, que, nacido en Capadocia, se retiró al desierto de Judea, donde fundó un nuevo estilo de vida eremítica en siete monasterios que se llamaron «lauras», reuniendo a los solitarios bajo un superior. Vivió durante muchos años en la Gran Laura, que posteriormente llevó su nombre, brillando con el ejemplo de santidad y luchando esforzadamente por la fe de Calcedonia.

San Sabas, uno de los patriarcas más renombrados entre los monjes de Palestina, nació en Mutalaska de Capadocia, no lejos de Cesarea, el año 439. Su padre era un oficial del ejército, que, obligado a partir a Alejandría con su esposa, confió a su cuñado la administración de sus posesiones y el cuidado de su hijo Sabas. La tía de Sabas le maltrató de tal manera que el niño huyó de la casa a los ocho años y se refugió en la casa de su tío Gregorio, hermano de su padre, con la esperanza de ser ahí menos infeliz. Gregorio exigió entonces que se le confiase también la administración de los bienes de su hermano, lo cual dio origen a dificultades y pleitos legales entre los dos tíos de Sabas. El niño, que era de temperamento pacífico y sufría mucho por ser causa de discordias, huyó al monasterio de Mutalaska. Al cabo de algunos años, sus dos tíos, avergonzados de su conducta, decidieron sacarle del monasterio, devolverle sus propiedades y convencerle de que contrajese matrimonio. Pero el joven Sabas había gustado ya la amargura del mundo y la suavidad de Cristo, y su corazón estaba tan apegado a Dios, que no hubo argumento capaz de arrancarle del monasterio. A pesar de que era el más joven de los monjes, en fervor y virtud los aventajaba a todos. En cierta ocasión en que Sabas ayudaba al panadero, éste puso a secar sus vestidos junto al horno, pero los dejó olvidados y se le quemaron. Viendo al pobre monje muy afligido por ello, Sabas comprendió la necesidad de desapegarse de toda posesión, y se trasladó a Jerusalén para tomar ejemplo de los anacoretas de esa región. Pasó el invierno en un monasterio gobernado por el santo abad Elpidio. Los monjes querían que Sabas se quedase con ellos, pero el joven, que deseaba mayor silencio y retiro, prefirió el modo de vida de san Eutimio, quien se había negado a abandonar su celda aislada a pesar de que se había construido un monasterio expresamente para él. Subas pidió a san Eutimio que le aceptase por discípulo; pero el santo, juzgándole demasiado joven para el retiro absoluto, le recomendó a San Teoctisto, el cual era superior de un monasterio que quedaba a unos cinco kilómetros de la colina en la que él vivía.

Sabas se consagró con renovado fervor al servicio de Dios. Trabajaba el día entero y velaba en oración buena parte de la noche. Como era muy vigoroso, ayudaba a los otros monjes en los trabajos más pesados, cortaba leña y acarreaba agua al monasterio. Sus padres fueron a visitarle allí. Su padre quería que ingresara en el ejército y disfrutase de las riquezas que él había amasado. Como el joven se negase, le rogó que por lo menos aceptara algún dinero para poder vivir; pero Sabas sólo aceptó tres monedas de oro y las entregó al abad a su regreso. A los treinta años de edad, Sabas consiguió que san Eutimio le diese permiso de pasar cinco días por semana en una cueva lejana. Empleaba ese tiempo en la oración y el trabajo manual. Partía del monasterio el domingo por la tarde, con una carga de hojas de palma, y regresaba el sábado por la mañana con cincuenta canastas, porque tejía diez canastas al día. San Eutimio eligió a Sabas y a Domiciano para que le acompañasen a su retiro anual en el desierto de Jebel Quarantal, donde, según la tradición, ayunó el Señor durante cuarenta días. Los tres monjes iniciaron su penitencia el día de la octava de la Epifanía y volvieron aI monasterio el Domingo de Ramos. Durante aquel primer retiro san Sabas perdió el conocimiento a causa de la sed. San Eutimio, compadecido de él, rogó a Jesucristo que se apiadase de su fervoroso soldado; acto seguido golpeó la tierra con su bastón e hizo brotar una fuente. Sabas bebió un poco y recobró las fuerzas. Después de la muerte de Eutimio (c. 473), san Sabas se adentró todavía más en el desierto, rumbo a Jericó. Allí pasó cuatro años sin hablar con nadie. Después, se trasladó a una cueva situada frente a un acantilado, al pie del cual, corría el torrente Cedrón. Para subir a la cueva y bajar de ella, el santo empleaba una cuerda. Su único alimento eran las hierbas silvestres que crecían entre las rocas, excepto cuando los habitantes de la región le llevaban un poco de pan, queso, dátiles y otros alimentos. Para tomar un poco de agua, tenía que recorrer una distancia considerable.

Al cabo de algún tiempo, empezaron a acudir muchos monjes que querían servir a Dios bajo la dirección del santo. Éste se resistió al principio; pero finalmente fundó una «laura»1. Una de las primeras dificultades que surgieron fue la escasez de agua, pero el santo, viendo un día a un asno hocear la tierra, mandó excavar en ese sitio, y allí se descubrió una fuente que dio de beber a muchas generaciones. San Sabas llegó a tener ciento cincuenta discípulos; sin embargo, no había entre ellos ningún sacerdote, pues el santo opinaba que ningún religioso podía aspirar a tan alta dignidad sin incurrir en presunción. Ello movió a algunos de sus discípulos a quejarse ante Salustio, patriarca de Jerusalén. El obispo juzgó infundadas las acusaciones que hicieron al santo ; pero, comprendiendo que hacía falta en la comunidad un sacerdote para restablecer la paz, ordenó a san Sabas el año 491. El santo tenía entonces cincuenta y tres años. Su fama de santidad atrajo a los monjes de las regiones más distantes. En la laura del santo había egipcios y armenios, de suerte que éste tomó disposiciones para que pudiesen celebrar los oficios en sus respectivos idiomas. Después de la muerte del padre de Sahas, su madre se trasladó a Palestina y sirvió a Dios bajo su dirección. Con el dinero que su madre había llevado, san Subas construyó dos hospederías, uno para los forasteros y otro para los enfermos; también construyó uno en Jericó y otro en una colina de las alrededores. El año 493, el patriarca de Jerusalén nombró a san Sabas archimandrita de todos los monjes de Palestina que vivían en celdas aisladas (ermitaños) y a san Teodosio de Belén archimandrita de todos los que vivían en comunidad (cenobitas).

Siguiendo el ejemplo de san Eutimio, san Sabas partía de la laura una o más veces al año y, por lo menos, pasaba la cuaresma sin ver a nadie. Algunos de sus monjes se quejaron de ello. Como el patriarca no atendiese a sus quejas, unos sesenta de ellos abandonaron la laura y se establecieron en las ruinas de un monasterio de Tecua, en donde había nacido el profeta Amós. Cuando san Sabas se enteró de que los disidentes se hallaban en grandes dificultades, les envió víveres y los ayudó a reconstruir la iglesia. El santo fue arrojado de su laura por algunos rebeldes; pero san Elías, el sucesor de Salustio de Jerusalén, le mandó volver. Entre otras cosas, se cuenta que el santo se echó una vez a dormir en una cueva que era la madriguera de un león. Cuando la fiera volvió, cogió entre las fauces al santo por los vestidos y le echó fuera. Sin inmutarse por ello, Sabas volvió a la cueva y llegó a domar al león. Pero la fiera puso en aprietos al santo en varias ocasiones, de suerte que Sabas le dijo que, si no podía vivir en paz con él, más valía que retornase a su madriguera. Así lo hizo el león.

Por entonces, el emperador Anastasio apoyaba la herejía de Eutiques (es decir, el monofisismo) y desterró a muchos obispos ortodoxos. El año 511, envió a san Sabas a ver al emperador para que dejase de perseguir a los cristianos. San Sabas tenía setenta años cuando emprendió ese viaje a Constantinopla. Como el santo parecía un mendigo, los guardias del palacio del emperador dejaron pasar a los otros miembros de la embajada, pero no a él. Sabas no dijo nada y se retiró. Una vez que el emperador hubo leído la carta del patriarca, en la que éste se hacía lenguas de Sabas, preguntó dónde estaba éste. Los guardias le buscaron por todas partes hasta encontrarlo en un rincón, orando. Anastasio dijo a los abades que pidieran lo que quisiesen; cada uno de ellos presentó sus peticiones, excepto san Sabas. Como el emperador le urgiese a hacerlo, dijo que no tenía nada que pedir para él y que sólo deseaba que el emperador restableciese la paz en la Iglesia y no molestase al clero. Sabas pasó todo el invierno en Constantinopla. Con frecuencia, visitaba al emperador para discutir con él contra la herejía. A pesar de todo, Anastasio desterró a Elías de Jerusalén y le sustituyó por un tal Juan. Entonces, san Sabas y otro monje partieron apresuradamente a Jerusalén y persuadieron al intruso de que por lo menos no repudiase los edictos del Concilio de Calcedonia. Se cuenta que san Sabas asistió en su lecho de muerte a Elías en una ciudad llamada Aila, junto al Mar Rojo. En los años siguientes, estuvo en Cesarea, Escitópolis y otros sitios, predicando la verdadera fe, y convirtió a muchos a la ortodoxia y a mejor vida.


A los noventa y un años, a petición del patriarca Pedro de Jerusalén, el santo emprendió otro viaje a Constantinopla, con motivo de los desórdenes producidos por la rebelión de los samaritanos y su represión por parte de las tropas imperiales. Justiniano le acogió con grandes honores y le ofreció dotar sus monasterios. Sabas replicó, agradecido, que no necesitaban renta alguna mientras los monjes sirviesen fielmente a Dios. En cambio, rogó al emperador que rebajase los impuestos a los habitantes de Palestina, si tomaba en cuenta lo que habían tenido que sufrir a consecuencias de la rebelión de los samaritanos. Igualmente, le pidió que construyese en Jerusalén un hospital para los peregrinos y una fortaleza para proteger a los ermitaños y a los monjes contra los merodeadores. El emperador accedió a todas sus peticiones. Un día en que éste se ocupaba de los asuntos de san Sabas, el abad se retiró de su presencia a la hora de tercia para decir sus oraciones. Su compañero, Jeremías, le hizo notar que no estaba bien retirarse así de la presencia del emperador. El santo replicó: «Hijo mío, el emperador cumple con su deber y nosotros debemos cumplir con el nuestro». Poco después de regresar a su laura, el santo cayó enfermo. El patriarca logró convencerle de que se trasladase a una iglesia vecina, donde le asistió personalmente. Los sufrimientos del santo eran muy agudos; pero Dios le concedió la gracia de una paciencia y resignación perfectas. Cuando Sabas comprendió que se aproximaba su última hora, rogó al patriarca que mandara trasladarle a su laura. Inmediatamente, procedió a nombrar a su sucesor y a darle sus últimas instrucciones. Después, pasó cuatro días sin ver a nadie, ocupado únicamente de Dios. Murió al atardecer del 5 de diciembre de 532, a los noventa y cuatro años de edad. Sus reliquias fueron veneradas en su principal monasterio, hasta que los venecianos se las llevaron.

San Sabas es una de las figuras señeras del monaquismo primitivo. Su fiesta se celebra en la Iglesia de Oriente y en la de Occidente. Su nombre figura en la preparación de la misa bizantina. El «Typikon» de Jerusalén, que consiste en una serie de reglas sobre la recitación del oficio divino, la celebración de las ceremonias y es la norma oficial en casi todas las iglesias del rito bizantino, se atribuye al santo, lo mismo que una regla monástica; pero, a decir verdad, es dudoso que san Sabas haya sido realmente su autor. El principal de sus monasterios, la Gran laura de Mar Saba (así llamado en honor del santo), existe todavía en la barranca del Cedrón, a unos deciséis kilómetros de Jerusalén, en el desierto que se extiende hacia el Mar Muerto. Entre los monjes famosos de aquel monasterio, se cuentan san Juan Damasceno, san Afrodisio, san Teófanes de Nicea, san Cosme de Majuma y san Teodoro de Edesa. En una época, el monasterio estuvo en ruinas, pero el gobierno ruso lo restauró en 1840. Actualmente está ocupado por monjes de la Iglesia ortodoxa de Oriente, cuya vida no es indigna del ejemplo del santo fundador. Después del monasterio de Santa Catalina en el Monte Sinaí (y tal vez de los monasterios de Dair Antonios y Dair Boulos en Egipto), el de Mar Saba es el más antiguo de los monasterios habitados del mundo y, ciertamente el más notable. El paisaje dersértico en que está situado y la majestad de los edificios, que parecen fortalezas, no ceden a los del monasterio de Santa Catalina. La fuente de San Sabas aún mana agua, sus palmeras todavía producen dátiles, los monjes llaman «pájaros de San Sabas» a las urracas que abundan en el sitio, y les dan de comer.


Nota 1: en la terminología monástica oriental la "laura" (del griego laura=corredor) equivale a lo que en occidente llamamos "claustro", también utilizado metonímicamente como en "ir al claustro", es decir, tomar el hábito, "ir a la laura de [tal monasterio]" equivale a entrar como monje allí (n. de ETF).

La biografía de san Sabas, escrita en griego por Cirilo de Escitópolis, es uno de los más famosos y fidedignos documentos hagiográficos de los primeros tiempos. El texto íntegro se encuentra en Cotelerius, Ecclesiae Graecae Monumenta, vol, III, pp. 220-376, y en la edición que hizo E. Schwartz de Kyrillos von Skytopolis (1939). Existe otra biografía, cuya adaptación se atribuye a Metafrasto; fue publicada por Kleopas Koikylides como apéndice a los dos primeros volúmenes de la revista griega, Nea Sion (1906). Cirilo de Escitópolis era todavía un niño cuando conoció a San Sabas y quedó muy impresionado; según parece, ingresó en el monasterio de San Eutimio el año 544, y pasó al de Mar Saba, poco antes de su muerte, ocurrida en 558. La fotografía es una vista actual de la Gran Laura.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
 

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