La palabra «plegaria» designa todas las palabras que podemos decir a Dios e incluso la actitud interior que las reemplaza. Ahora bien, esta palabra (del latín precare, suplicar) concierne a la oración de petición, mientras que en la Biblia la oración principal es la alabanza y la acción de gracias.
En el Antiguo Testamento
La oración de petición se expresa mediante varios términos:
- - pedir (heb. sa’al, gr. aiteo) cualquier cosa a Dios (1 Sam 1,20);
- - suplicar (heb. janán, gr. déomai) para obtener un favor, una gracia* (Ex 33,19), de ahí «súplica, queja» (Sal 130,2);
- - interceder (heb. pala/, gr. proseujomai) por cualquier otro (Job 42,8), después pedir (1 Sam 1,27), de ahí «oración de petición» (heb. tefilá, gr. proseujé). Los tefilim (o filacterias) son dos pequeños estuches que contienen cuatro textos de la Torá que el judío se ata sobre la frente y sobre el brazo izquierdo para recitar «las oraciones de la mañana», según Dt 6,8.
Del mismo modo, la oración de alabanza:
- - alabar (heb. hallal, gr. aiteo), como en hallelu Yah: «Alabad a Yah(vé)», alabanza (tehilá), salmos (tehilim);
- - celebrar (heb. yadáh, gr. eujaristó), de donde «sacrificio de acción de gracias» (heb. todáh, gr. eujaristía);
- - bendecir (heb. barak, gr. eulogo) y bendición (heb. beraká, gr. eulogía).
En el Nuevo Testamento
El marco de la liturgia y de las oraciones judías está muy presente tanto en los relatos de los evangelios como en la vida de las primeras comunidades. El evangelio de la infancia de Lucas está acompasado por tres cánticos, totalmente inspirados en el Antiguo Testamento: los de María (Lc 1,46-55), Zacarías (Lc 1,68-79) Y Simeón (Le 2,29-32). A la petición de sus discípulos: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos», Jesús responde: «Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino…» (Lc 11,1-2). Las menciones de la oración de Jesús, apartado o de noche, dejan adivinar la importancia de estos momentos en los que está con el Padre* (Me 1,35; Lc 6,12), en particular antes de la Pasión: «Orad para que podáis hacer frente a la prueba» (Lc 22,40-46).Pablo comienza cada una de sus cartas con un saludo y una oración de acción de gracias (eujaristía) por aquellos a los que se dirige (p. ej. 1 Cor 1,4-9); a veces cita himnos (Ef 1,3-14; Flp 2,6-11; Col 1,15-20). Para él, la oración cristiana es obra del Espíritu* Santo: «Nosotros no sabemos orar como es debido, y es el Espíritu Santo el que intercede por nosotros con gemidos inefables» (Rom 8,26).
El Apocalipsis*, en el que varias visiones forman una gran liturgia celestial, está jalonado de himnos y de alabanzas a Dios Padre y al Cordero, el Cristo resucitado (4,8-11; 5,9-10; 11,17-18; 19,1-2.6-8).
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