Queridos amigos y hermanos del blog, en la mañana del pasado martes 26, en la oficina de prensa de la Santa Sede, el presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, monseñor Rino Fisichella presentó la primera Exhortación apostólica del papa Francisco: Evangelii Gaudium, en la que el Papa recoge la riqueza de los trabajos del Sínodo dedicado a “La nueva evangelización para la transmisión de la fe” celebrado del 7 al 28 de octubre de 2012. “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús”, escribe el Pontífice al comienzo de la exhortación y añade: “Quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años”.
“Es un lenguaje claro, inmediato, sin retórica ni subterfugios, el que escuchamos en esta Exhortación Apostólica”, dijo monseñor Fisichella en su presentación y señaló que es un documento programático y exhortativo, cuya centralidad es la misionariedad sin fronteras, con carácter universal. Se trata de un fuerte llamamiento a todos los bautizados para que, con fervor y dinamismo nuevos, lleven a los otros el amor de Jesús en un “estado permanente de misión”, venciendo el gran riesgo del mundo actual: el de caer en “una tristeza individualista”.
El papa Francisco, subrayó el presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, va al núcleo de los problemas que vive el hombre de hoy y que, de parte de la Iglesia, exigen mucho más que una simple presencia. A ella se le pide una diligente acción programática y una renovada praxis pastoral que manifieste su compromiso por la nueva evangelización. El Evangelio debe llegar a todos, sin ningún tipo de exclusión. Algunos, sin embargo, son privilegiados. Para evitar equívocos, el Papa presenta en su orientación: “No tanto los amigos y los vecinos ricos, sino especialmente los pobres, los enfermos, aquellos que con frecuencia son despreciados y olvidados, no deben quedar dudas ni subsistir explicaciones que debiliten este mensaje tan claro” .
En la presentación del documento intervinieron, además de monseñor Fisichella, monseñor Lorenzo Baldisseri, secretario general del sínodo de los obispos; y monseñor Claudio Maria Celli, presidente del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales.
Monseñor Celli puso de relieve que su lenguaje sereno, cordial, directo, como viene haciendo desde el comienzo de su pontificado, alienta a “expresar las verdades de siempre en un lenguaje que permita advertir su permanente novedad”, como escribe el mismo Santo Padre, que señala también que “es deseable que cada Iglesia particular aliente el uso de las artes en su tarea evangelizadora, en continuidad con la riqueza del pasado, pero también en la vastedad de sus múltiples expresiones actuales, en orden a transmitir la fe en un nuevo ‘lenguaje parabólico’”.
Por su parte el Secretario General del Sínodo de los Obispos, monseñor Baldisseri, hizo hincapié en la dimensión sinodal de la primera Exhortación Apostólica del Santo Padre, destacando que el obispo de Roma ha reelaborado de forma personal las proposiciones de los Padres sinodales y escribió un documento programático y exhortativo, cuya centralidad es la misionariedad sin fronteras, con carácter universal.
El Santo Padre escribe la palabra ‘alegría’ 59 veces en esta Exhortación Apostólica que cita 27 veces las proposiciones sinodales. Monseñor Badisseri puso de relieve la invitación del Papa a ir a las periferias existenciales, su vivencia personal como arzobispo de Buenos Aires y en la redacción del Documento de Aparecida. Experiencia pastoral que se enriquece con la piedad popular, que en América Latina y el Caribe los obispos denominan también “mística popular”.
Entre los puntos citados por monseñor Baldisseri sobresale la urgencia mundial de la dimensión social de la Evangelización, que destaca el Papa Francisco y a la que dedica una parte consistente de su documento, en el que leemos textualmente: “A continuación procuraré concentrarme en dos grandes cuestiones que me parecen fundamentales en este momento de la historia. Las desarrollaré con bastante amplitud porque considero que determinarán el futuro de la humanidad. Se trata, en primer lugar, de la inclusión social de los pobres y, luego, de la paz y el diálogo social”.
Un programa de pontificado
A lo largo de los 300 puntos que forman la exhortación, el Pontífice habla de su visión de la Iglesia y del mundo, profundizando en ideas que ya viene anunciando durante estos ocho meses.
Francisco expresa su "sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación".
Al comienzo de la exhortación, el Papa convoca a los bautizados para que, con fervor y dinamismo nuevos, lleven a otros el amor de Jesús y para realizar esta tarea, Francisco invita a "recuperar la frescura original del Evangelio", encontrando "nuevos caminos" y "métodos creativos". Del mismo modo habla de "una conversión del papado" para que sea "más fiel al sentido que Jesucristo quiso darle" y "a las necesidades actuales de la evangelización". Sobre las Conferencias Episcopales señala su deseo de que puedan dar una contribución a fin que "el efecto colegial" tenga una aplicación "concreta" que aún "no se realizó plenamente".
Signo de la acogida de Dios es “tener templos con las puertas abiertas en todas partes” para que todos los que buscan no se encuentren “con la frialdad de unas puertas cerradas”. Y “tampoco las puertas de los sacramentos deberían cerrarse por una razón cualquiera", advierte el Santo Padre.
Deteniéndose sobre los retos del mundo contemporáneo, el Papa critica el sistema económico actual al que denomina “injusto en su raíz”. “Esa economía mata” porque predomina “la ley del más fuerte”, dice. La cultura actual del “descarte” hace que “los excluidos no son 'explotados' sino desechos, 'sobrantes'”. Del mismo modo denuncia los “ataques a la libertad religiosa” y las nuevas situaciones de persecución a los cristianos.
También habla de la importancia de la familia, que "atraviesa una crisis cultural profunda" e insiste en "el aporte indispensable del matrimonio a la sociedad".
El papa enumera las “tentaciones de los agentes pastorales”: individualismo, crisis de identidad, caída del fervor. Exhorta a "ser signos de esperanza" poniendo en marcha la "revolución de la ternura" y a vencer la "mundanidad espiritual". El Papa dedica unas líneas para hablar de los que “se sienten superiores a otros” por ser “inquebrantablemente fieles a cierto estilo católico propio del pasado” y, “en lugar de evangelizar" lo que hacen es "clasificar a los demás”. Y también recuerda a quienes tienen un “cuidado ostentoso de la liturgia, de la doctrina y del prestigio de la Iglesia, pero sin preocuparles que el Evangelio tenga una real inserción” en las necesidades de la gente.
A las comunidades eclesiales les advierte del peligro de caer en envidias o en celos “dentro del Pueblo de Dios y en las distintas comunidades". Subraya la necesidad de hacer crecer la responsabilidad de los laicos, mantenidos “al margen de las decisiones” a raíz de “un excesivo clericalismo”. También habla del rol de la mujer, afirmando que "todavía es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia”. Recuerda además a los jóvenes que deben tener “un protagonismo mayor”. Y sobre la escasez de vocaciones en algunos lugares, el Santo Padre alerta que “no se pueden llenar los seminarios con cualquier tipo de motivaciones”.
Por otro lado, el Santo Padre recuerda que “el cristianismo no tiene un único modo cultural” y que el rostro de la Iglesia es “pluriforme”. Del mismo modo reafirma la "fuerza activamente evangelizadora” de la piedad popular e invita a los teólogos a llevar en el corazón “la finalidad evangelizadora de la Iglesia” y a no contentarse con “una teología de escritorio”.
Sobre la forma de predicar, señala Francisco que la homilía “debe ser breve y evitar parecerse a una charla o una clase”, debe saber decir “palabras que hacen arder los corazones”, huyendo de “una predicación puramente moralista o adoctrinadora”.
El Santo Padre indica que "nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas, sin influencia alguna en la vida social". Y en la lucha por la justicia, recuerda que "la opción por los pobres es una categoría teológica" antes que sociológica. Por eso indica, "quiero una Iglesia pobre y para los pobres. Ellos tienen mucho que enseñarnos".
Hay un espacio dedicado también a los más débiles, a quienes -el Papa recuerda- debemos cuidar: "los sin techo, los toxicodependientes, los refugiados, los pueblos indígenas, los ancianos cada vez más solos y abandonados”, los migrantes, las víctimas de la trata de personas, mujeres que sufren situaciones de exclusión. Y deteniéndose en especial en los niños por nacer, recuerda que "no debe esperarse que la Iglesia cambie su postura sobre este tema" y que "no es progresista pretender resolver los problemas eliminando una vida humana".
Francisco también habla de la paz y explica la necesidad de "una voz profética" cuando se quiere construir una reconciliación falsa que “silencie” a los más pobres mientras “algunos no quieren renunciar a sus privilegios”. Indica cuatro principios para la construcción de una sociedad "en paz, justicia y fraternidad": trabajar a largo plazo, sin obsesionarse por resultados inmediatos, obrar para que los opuestos alcancen una unidad pluriforme que engendra nueva vida, evitar que la política y la fe se reduzcan a la retórica y aunar globalización y localización.
La evangelización también implica un camino de diálogo que abre a la Iglesia para colaborar con todas las realidades políticas, sociales, religiosas y culturales, recuerda el pontífice. Señala el ecumenismo como "un camino ineludible de la evangelización" y la importancia del enriquecimiento recíproco. Asimismo, el diálogo interreligioso "es una condición necesaria para la paz en el mundo". Y frente a episodios de violencia invita a “evitar odiosas generalizaciones, porque el verdadero Islam y una adecuada interpretación del Corán se oponen a toda violencia”. Por otro lado subraya que "el debido respeto a las minorías de agnósticos o no creyentes, no debe imponerse de un modo arbitrario que silencie las convicciones de las mayorías creyentes, o ignore la riqueza de las tradiciones religiosas".
Para concluir el Santo Padre habla de los "evangelizadores con Espíritu". Ellos son quienes se "abren sin temor a la acción del Espíritu Santo” que “infunde la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia (parresía), en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso contracorriente”. Son evangelizadores que oran y trabajan, conscientes de que la misión es una pasión por Jesús y por su pueblo. Y recuerda a los fieles: "Si logro ayudar a una sola persona a vivir mejor, eso ya justifica la entrega de mi vida”. Finaliza con una oración especial a María "Madre del Evangelio", "porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño".
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