Queridos amigos y hermanos del blog: la Oficina de Prensa de la Santa Sede ha comunicado que la reliquia que ha sido expuesta para la veneración de los fieles, con motivo de la beatificación de Juan Pablo II el pasado domingo, es una pequeña muestra de su sangre insertada en un relicario que ha sido preparado por la Oficina de Celebraciones Litúrgicas del Vaticano.
Creo que es importante, como explicación previa al caso concreto de esta reliquia del Beato Juan Pablo II conocer la doctrina general sobre las reliquias de los beatos y santos y su culto y devoción.
¿Qué es una Reliquia?
La palabra reliquia viene de “restos”; la reliquia de los santos son los restos del cuerpo o de una vestimenta de quien fuera ya en la tierra una persona con vida de santidad y luego haya sido así proclamada por la Iglesia, es decir, alguien que vivió en serio el mensaje evangélico y se jugó la vida de manera heroica, por el Señor.
La veneración a las reliquias comenzó a darse muy fuertemente con el culto de los mártires, durante el periodo de las persecuciones, en las catacumbas. Las catacumbas eran cementerios donde eran enterrados los cristianos. En ese lugar se sentían más protegidos para celebrar la Eucaristía y también allí guardaban, celosamente, para la veneración de los fieles las reliquias de aquellos que habían sido martirizados. Esta veneración de los restos se fue ampliando en la Iglesia a todos los que de una manera u otra se les consideró “santos”.
Tipos de reliquias
“Reliquias de 1º Clase”: en esta clasificación se encuentran los cuerpos de personas santas o cualquiera de sus partes integrantes, como miembros, cenizas y huesos.
“Reliquias de 2º Clase”: son los objetos que han entrado en contacto físico con santos vivientes y han santificado por eso, los instrumentos que han tocado los santos (por ejemplo, los instrumentos con los que un mártir fue torturado, las cadenas que los limitaron, la ropa que él llevó, los objetos él usó).
“Reliquias de 3º Clase”: son los pedazos de tela que se ha tocado a una reliquia de la primera clase.
¿Por qué los católicos creemos en reliquias de santos cuando la Biblia enseña que sólo debemos recurrir a Jesucristo?
Estamos de acuerdo que todo poder viene de Jesús. Pero la Biblia enseña que Jesús confirió su poder a los suyos para que cooperen con El. Convocando a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades (cfr. Lucas 9,1). Dice Jesús: “Mirad: os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os hará daño alguno” (Lucas 10,20).
Desde el principio los cristianos acudieron a los Apóstoles para con ellos acercarse a Jesús. Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones. El temor se apoderaba de todos, pues los apóstoles realizaban muchos prodigios y señales (Hechos 2,42-43).
No solo los Apóstoles sino también todos los miembros de la Iglesia podemos y debemos ayudarnos mutuamente ya que somos un cuerpo en Jesucristo. Esta facultad de ayudarnos no termina con la muerte. Los santos en el cielo tienen aún más poder por su unión más íntima con Cristo.
Las reliquias representan a la persona con la que está asociada.
Recordemos la mujer enferma que acudió a Jesús y tocó su manto: “habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y tocó su manto. Pues decía: ‘Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré’. Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que quedaba sana del mal” (Marcos 5,27-29). Ella no tocó el manto por el valor intrínseco del manto sino por tocar a Jesús. De la misma forma, tocamos las reliquias y las veneramos no por ellas mismas sino por el santo al que representan.
Dios puede concedernos milagros por intercesión de los santos, pero más importante es acercarnos a los santos para inspirarnos en sus vidas e imitarlos con el deseo de también nosotros vivir en santidad y llegar al cielo. Vosotros, en cambio, os habéis acercado al monte Sión, a la ciudad de Dios vivo, la Jerusalén celestial, y a miríadas de ángeles, reunión solemne y asamblea de los primogénitos inscritos en los cielos, y a Dios, juez universal, y a los espíritus de los justos llegados ya a su consumación (Hebreos 12, 22-23).
Las reliquias en la Biblia
Eliseo recibe de Elías el manto con el cual hace milagros (cfr. II Reyes 2, 9-14).
Un muerto resucita al tocar los huesos de Eliseo: “Estaban unos sepultando un hombre cuando vieron la banda y, arrojando al hombre en el sepulcro de Eliseo, se fueron. Tocó el hombre los huesos de Eliseo, cobró vida y se puso en pie” (II Reyes 13,21).
“Dios obraba por medio de Pablo milagros no comunes, de forma que bastaba aplicar a los enfermos los pañuelos o mandiles que había usado y se alejaban de ellos las enfermedades y salían los espíritus malos” (Hechos 19,11-12).
En estos tres casos las reliquias de hombres santos fueron instrumentos para obrar milagros. Jesús prometió a los Apóstoles que harían milagros. Dios puede utilizar las cosas naturales de forma sobrenatural (Cfr. Tb. 11, 7-15).
No sólo reliquias sino que hasta la sombra de Pedro curaba a los enfermos: “hasta tal punto que incluso sacaban los enfermos a las plazas y los colocaban en lechos y camillas, para que, al pasar Pedro, siquiera su sombra cubriese a alguno de ellos” (Hechos 5,15). Dos versículos después vemos que los fariseos llenos de envidia ante los milagros se opusieron a estas prácticas.
La reliquia con la sangre del Beato Juan Pablo II
El Vaticano ha precisado que “es necesario explicar brevemente el origen de esta reliquia” y ha declarado que en los últimos días de la enfermedad de Juan Pablo II, el personal médico realizó varias extracciones de sangre al Pontífice para poner a disposición en el Centro de Transfusiones del Hospital 'Bambino Gesú' en caso de que Karol Wojtyla necesitara de nuevo una trasfusión de sangre.
No obstante, ha relatado que no fue necesario realizar ninguna trasfusión al Pontífice, por lo que la muestra de sangre permaneció conservada en cuatro pequeñas ampollas. Dos de ellas se pusieron a disposición del secretario particular de Juan Pablo II, el ahora cardenal Stanislaw Dziwisz y las otras dos permanecieron “devotamente” custodiadas en el Hospital 'Bambino Gesú'.
Con motivo de la beatificación, las dos primeras ampollas, a disposición del Cardenal Dziwisz, han sido presentadas para la veneración de los fieles durante la ceremonia y posteriormente serán conservadas en el 'Sagrario', que se encuentra en el interior de la Basílica de San Pedro y donde es habitual colocar las reliquias 'oficiales' de santos y beatos proclamados por la Iglesia Católica.
Las otras dos ampollas permanecerán en el Hospital 'Bambino Gesú', donde se han guardado desde el fallecimiento de Juan Pablo II, el 2 de abril de 2005.
Además, la Oficina de Prensa de la Santa Sede indica que la sangre del Pontífice “se encuentra en estado líquido, una circunstancia que se explica por la presencia de una sustancia anticoagulante que estaba presente en los tubos antes de realizar los análisis”.
Por tanto, la reliquia de Juan Pablo II que se ha expuesto a la veneración de los fieles el pasado 1 de mayo con motivo de su beatificación es una pequeña ampolla con sangre del papa Wojtyla, colocada en un artístico relicario fabricado para la ocasión, (vemos varias fotos de la misma que acompañan este artículo).
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