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viernes, 27 de diciembre de 2013

Fiesta de los Santos Inocentes (28 de diciembre).


Detalle de la “Matanza de los Inocentes” de Duccio di Buoninsegna, siglo XIV. -   Internet Agencia

   Hoy celebramos el recuerdo de entre veinte y treinta niños inocentes que murieron por el empeño de Herodes de hacer una demostración de su poder, y nos acordamos también de los niños maltratados y abortados, de todos los tiempos.
   Ejercicio de lectio divina de MT. 2, 13-18.
   Lectura introductoria: SAL. 41, 2-4.

   1. Oración inicial.

   Iniciemos este encuentro de oración y meditación, en el Nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo.
   R. Amén.
   Orar es pedirle al Espíritu Santo que nos instruya en el conocimiento de la Palabra de Dios y la voluntad divina.
   Orar es permanecer atentos al cumplimiento de la voluntad de Dios, aunque la misma sea incomprensible para nosotros, cuando vivamos determinadas circunstancias.
   Orar es permanecer dispuestos a hacer lo que Dios nos diga, y a ir adonde nos envíe, para cumplir la misión que nos encomiende.
   Orar es hacer el bien en beneficio de los hijos de Nuestro Padre celestial, para que todos progresen al nivel espiritual y al nivel material, para que ningún descendiente de Herodes, asesine al Dios que llevan dentro.
   Orar es evitar las ocasiones de hacer el mal, tal como la Sagrada Familia huyó de Belén sin dejar huella alguna, que les sirvieran a los soldados del Rey, para encontrar al pequeño Jesús.
   Orar es confiar en la plena seguridad que nos aporta la fe en Dios, cuando tenemos que sobrevivir a nuestras inseguridades temporales.
   Así como la Sagrada Familia debió aprovechar la oscuridad nocturna para ir a Egipto sin ser vista, convirtamos las causas que nos hacen sufrir, en oportunidades de superarnos, a nosotros mismos.
   Orar es vivir buscando las respuestas que necesitamos encontrar, estudiando y meditando la Palabra de Dios, poniendo en práctica lo que aprendamos haciendo el bien, y practicando el arte de la oración.
   Definitivamente los liturgos autorizados y otros que amamos el arte de transmitir la Palabra de Dios parecemos estar de acuerdo en amargarle la Navidad a todo el mundo, así pues, se nos ha ocurrido rodear la Natividad de Jesús de fiestas cuyos protagonistas padecieron y fueron martirizados injustamente, de forma que parece ser que le damos más importancia al dolor que a la alegría cristiana que siempre nos ha caracterizado en estos últimos días del año cívico. Las anteriores palabras no me las he inventado yo, pues las he recibido por correo electrónico, y son de una de mis lectoras, que dice estar hecha un lío, y que no comprende por qué los católicos veneramos tanto a los que ya han muerto.
   ¡Claro que veneramos a quienes han sido capaces de dar la vida por Cristo! ¿Qué pensaríamos si nuestros familiares más queridos perdieran su vida para evitar nuestro fallecimiento?­
   ¡Ya quisiéramos nosotros ser tan fuertes como lo fueron Juan, Esteban, y otros tantos Santos hermanos nuestros de todos los tiempos del Cristianismo!
   La segunda pregunta que me hizo la citada lectora de mis publicaciones, nos sirve para recordar el Martirio de los pequeños Santos Niños Inocentes de Belén. Contemplando este trágico acontecimiento desde diversas ópticas, a todos nos es muy difícil comprender cuál fue la razón por la que Dios sólo se limitó a salvar la vida de su Primogénito, dejando que los demás niños fueran víctimas de la cobardía de Herodes. Ya que el ángel bajó del cielo para proteger la vida del Mesías, ¿no hubiera podido hacer un esfuerzo extra para salvar a aquellos menores de dos años? No estamos hablando de un accidente de tráfico producido por la embriaguez de alguien que conduce siendo consciente del peligro a que se expone, sino de aquellas víctimas herodianas, que fueron actores involuntarios de una escenificación que ha pasado a la historia, debido al carácter teológico del drama humano.
   Nos preguntamos cual es la causa por la que Dios parece que golpea a los justos inmisericordemente. Ignoramos -o fingimos que no sabemos- cuál es la causa por la que no podemos sumergirnos en el océano del silencio de Dios, para por fin poder escuchar la voz de nuestro Padre celestial...
   Si volvemos la vista al periodo de Adviento que concluimos el pasado día veinticuatro, nos viene a la mente un hecho paradójico, así pues, podemos comprobar cómo en los días anteriores a la Navidad Dios clamaba pidiéndonos que le prestáramos atención, y, cuando ha nacido el Niño de Belén, cuando suponemos haber vivido un intenso mes de preparación para ser mejores cristianos de lo que hemos sido hasta el día de hoy, nos encontramos con que somos nosotros quienes pedimos la ayuda misericordiosa de nuestro Padre celestial. Efectivamente, están transcurriendo los días de Navidad, pero nosotros sabemos que no hemos allanado los montes de nuestro orgullo, que nuestras depresiones son tres cuartos de lo que eran antes de que Jesús naciera -o renaciera nuevamente en nuestros corazones-...
   Oremos:
   Dado que Dios no permitirá que vivamos situaciones que no podamos soportar (1 COR. 10, 13), alegrémonos al saber que somos probados, para que ejercitemos adecuadamente nuestros dones y virtudes a través de las circunstancias que erróneamente consideramos adversas (ST. 1, 2).
   No somos probados porque hemos pecado ni porque dios necesita cerciorarse de que le somos fieles, sino para conocer nuestra entereza.
   Investigar las razones por las que dios permite que suframos, es perder el tiempo divagando sin llegar a conclusiones útiles, probablemente, aumentando nuestro malestar, y haciendo que se nos debilite la fe. Las dificultades que tenemos nos son útiles, a la medida que dejamos de verlas como situaciones insufribles, y las convertimos en oportunidades de aumentar nuestro aprendizaje vital, superándolas, en conformidad con las posibilidades, con que contamos para ello (ST. 1, 12).
   No pensemos que dios nos prueba por medio del mal (ST. 1, 13), porque las pruebas que vamos a superar, consisten en vencer nuestras limitaciones, y en abrirnos puertas en este mundo.

   2. Leemos atentamente MT. 2, 13-18, intentando abarcar el mensaje que San Mateo nos transmite en el citado pasaje de su Evangelio.

   2-1. Permanecemos en silencio unos minutos, para comprobar si hemos asimilado el pasaje bíblico que estamos considerando.
   2-2. Repetimos la lectura del texto dos o tres veces, hasta que podamos asimilarlo, en conformidad con nuestras posibilidades de retener, si no todo el texto, las frases más relevantes del mismo.

   3. Meditación de MT. 2, 13-18.

   3-1. Seamos receptivos a la Palabra de Dios contenida en la Biblia (MT. 2, 13).
   Los personajes que son mencionados al principio del texto evangélico que estamos considerando, son los astrólogos orientales, que adoraron al Señor, a quienes recordamos en la celebración, de la Epifanía del Señor (MT. 2, 1-12).
   El ángel del Señor del que nos habla San Mateo, puede ser cualquiera de los ángeles, o el mismo Dios, que se le reveló a San José, para indicarle que debía huir con su Familia para evitar la muerte de Jesús, pues, en la biblia, la expresión "el ángel de Yahveh", puede indicar, una epifanía -o revelación-, del mismo Dios.
   ¿Por qué perseguía Herodes al Niño Jesús para asesinarlo? Dado que los Reyes Magos llegaron a Jerusalén preguntando por el Rey de Israel que había nacido, porque habían visto su estrella, -recordemos que existía la creencia de que los grandes personajes tenían sus propias estrellas-, aunque no tenía por qué temer una rebelión de los judíos, quiso asesinar al que se suponía iba a ser el liderador de una posible revuelta, para calmar los ánimos, de sus posibles seguidores.
   Es curioso constatar cómo la gente de Jerusalén, en vez de alegrarse por causa del Nacimiento de su Redentor, se turbó pensando cómo reaccionaría Herodes, si su furia era provocada. Los jerosolimitanos tenían razones fundadas para temer la ira de aquel asesino sin escrúpulos que tenían por Rey, pero carecían de una fe en Dios, de la que se pudiera decir, que pudiera ser estable.
   Aunque José no era el padre natural de Jesús, era el padre legal del Hijo de Dios y María, y por ello estaba obligado a protegerlo por la Ley de Israel, pues tuvo al Mesías, como si hubiera sido, su hijo carnal.
   Dios se les revela a aquellos de quienes sabe que terminarán sometiéndose al cumplimiento de su voluntad, aunque, por ser humanos, cometan errores. ¿Somos receptivos a la Palabra de Dios contenida en la biblia?
   3-2. La huida y permanencia en Egipto de la Sagrada Familia (MT. 2, 14-15).
   Así como Jacob y sus hijos se fueron a vivir a Egipto en tiempos de carestía, y posteriormente volvieron a su tierra guiados por Moisés y Josué, la Sagrada Familia se fue a Egipto para salvar la vida del pequeño Jesús, y volvió a Palestina, cuando falleció Herodes.
   José y María hubieran querido volver a vivir a Belén, pero, al saber que estarían cerca de Arquelao, -cuya manera de gobernar era tiránica-, prefirieron volver a Nazaret, a pesar de que ello les suponía tener que convivir con las burlas y rumores, de quienes pensaban que María ejerció la prostitución, y que José no quiso denunciarla para que fuera lapidada, con tal de evitar un escándalo, que acabó difundiéndose.
   En MC. 5, 1-20, se narra la curación de un endemoniado por parte de Jesús, el cual, después de recuperar la salud, y pedirle al Señor que lo llevara consigo como discípulo, recibió la orden del Mesías de quedarse en su tierra, y evangelizar a sus convecinos, transmitiéndoles lo que el Señor hizo con él, y logró muchas conversiones. ¿Por qué a veces la vida nos conduce adonde menos deseamos ir?
   3-3. Herodes ordenó la matanza de los niños betlemitas menores de dos años (MT. 2, 16).
   Cuando Herodes supo por medio de los Magos orientales que existía la posibilidad de que sus súbditos esperaran el nacimiento de un personaje de quien deseaban que fuera su Rey, decidió localizar al pequeño Jesús para exterminarlo, no porque temía que sus súbditos se revelaran contra él, sino para acabar con su esperanza de librarse de él, a fin de que se vieran obligados, a permanecerle sumisos.
   Con respecto a la matanza de los niños, no sabemos por qué fue Jesús el único de los pequeñuelos que fue librado de la muerte, pues, el hecho de pensar que pudo huir porque es Dios, no responde la cuestión que nos planteamos. La huida de la Sagrada Familia del alcance de los soldados de Herodes, nos insta a pensar, que nadie puede alterar los planes de Dios.
   Jesús no quería reinar en el reinado de Herodes, sino ser el Rey de la vida del citado Rey. ¿Evitamos cumplir la voluntad de Dios y las prescripciones de la denominación cristiana a que pertenecemos, porque tememos que se nos aligeren los bolsillos, y/o se nos prive de nuestra identidad?
   3-4. La profunda tristeza de los habitantes de Belén (MT. 2, 17-18).
   Raquel fue la esposa más amada de Jacob, uno de los grandes Patriarcas de Israel, que tuvo doce hijos, de los cuales, ascendieron las doce tribus, de Israel. Raquel fue sepultada cuando murió en las cercanías de Belén (GN. 35, 19), y la profecía citada en el texto que estamos meditando, procede de JER. 31, 15.
   3-5. Si hacemos este ejercicio de lectio divina en grupos, nos dividimos en pequeños subgrupos para sacar conclusiones tanto del texto bíblico que hemos meditado como de la reflexión que hemos hecho del mismo, y, finalmente, los portavoces de los subgrupos, hacen una puesta en común, de las conclusiones a que han llegado todos los grupos, tras la cual se hace silencio durante unos minutos, para que los participantes mediten sobre lo leído y hablado en los grupos, individualmente.
   3-6. Si hacemos este ejercicio individualmente, consideramos el texto evangélico y la meditación del mismo expuesta en este trabajo en silencio, con el fin de asimilarlos.

   4. Apliquemos la Palabra de Dios expuesta en MT. 2, 13-18 a nuestra vida.

   Respondemos las siguientes preguntas, ayudándonos del Evangelio que hemos meditado, y de la consideración que aparece en el apartado 3 de este trabajo.
   3-1.
   ¿Qué personajes son mencionados al principio del Evangelio que hemos considerado en el presente trabajo?
   ¿Cuándo celebramos la Epifanía del Señor?
   ¿Qué significa la palabra epifanía?
   ¿A qué ángel del Señor se menciona en el Evangelio que meditamos este día?
   ¿Por qué razones recibió San José tres revelaciones angélicas?
   ¿Por qué perseguía Herodes al Niño Jesús para asesinarlo?
   ¿Por quién preguntaron los Reyes Magos en Jerusalén en presencia de Herodes?
   ¿Por qué pudieron calcular los citados astrólogos la fecha aproximada del Nacimiento de Jesús a partir del nacimiento de una estrella?
   ¿Por qué quiso Herodes asesinar a Jesús, si no tenía por qué temer una revelación llevada a cabo por sus súbditos?
   ¿Por qué se turbaron los habitantes de Jerusalén al conocer lo que los Magos le dijeron a Herodes,  y no se alegraron pensando que al fin había nacido el Mesías cuyo advenimiento habían esperado durante siglos?
   ¿Por qué estaba José obligado a cuidar y proteger a Jesús?
   ¿A quiénes se revela Dios? ¿Por qué?
   ¿Somos receptivos a la Palabra de dios contenida en la biblia?
   3-2.
   ¿Quién fue Jacob?
   ¿Qué semejanza hay entre la vivencia de los hebreos en Egipto y su retorno a la tierra prometida, y entre la inmigración de la Sagrada Familia, y su retorno a Palestina?
   ¿Por qué no retornó la Sagrada Familia a Belén después de regresar de Egipto?
   ¿Qué les suponía a María y José el hecho de volver a habitar en Nazaret?
   ¿Por qué no le permitió Jesús al enfermo que sanó en Gerasa que lo siguiera como discípulo suyo, y en cambio le ordenó que evangelizara a sus vecinos, transmitiéndoles cómo fue curado por el Mesías?
   ¿Por qué a veces la vida nos conduce adonde menos deseamos ir?
   3-3.
   ¿A través de quiénes supo Herodes dónde nacería el esperado Rey de Israel?
   ¿Por qué ordenó Herodes la matanza de los niños betlemitas menores de dos años?
   ¿Por qué quiso Herodes exterminar a Jesús?
   ¿Por qué fue Jesús el único Niño que fue librado de la matanza?
   ¿Qué pensamos al recordar la huida de la Sagrada Familia del alcance de los soldados de Herodes?
   ¿Quería Jesús reinar en el reinado de Herodes, o ser el Rey de la vida de Herodes?
   ¿Evitamos cumplir la voluntad de Dios y las prescripciones de la denominación cristiana a que pertenecemos, porque tememos que se nos aligeren los bolsillos, y/o se nos prive de nuestra identidad?
   3-4.
   ¿Quién fue Raquel?
   ¿De quiénes proceden las doce tribus de Israel?
   ¿Dónde fue sepultada Raquel?

   5. Lectura relacionada.

   Leemos y meditamos 1 COR. 13, pensando cómo el amor hace soportable el dolor, porque, aunque no lo elimina, lo hace más llevadero, cuando no lo vivimos aislados.

   6. Contemplación.

   Visualicemos a los enfermos, desempleados, carentes de hogar y familiares...
   Contemplemos a quienes sufren interrogándose respecto de las cuestiones relativas al sufrimiento.
   No olvidemos nunca que no podemos averiguar la razón por la que existe el padecimiento desde el punto de vista religioso, pero sí podemos mitigar el sufrimiento de mucha gente, a veces, haciendo gestos sencillos, que ni siquiera nos suponen realizar esfuerzo alguno, ni invertir dinero.
   Hagamos por los demás lo que nos gustaría que los tales hicieran por nosotros, si viviéramos circunstancias semejantes a las suyas (MT. 7, 12).
   7. Hagamos un compromiso que nos impulse a vivir las enseñanzas que hemos extraído de la Palabra de Dios, expuesta en MT. 2, 13-18.
   Comprometámonos a orar por quienes sufren, y a acompañarles y ayudarles, en cuanto nos sea posible.
   Escribamos nuestro compromiso para recordarlo constantemente, y, según lo cumplamos, aumentará nuestro amor a Dios, y a sus hijos los hombres.
   8. Oración personal.
   Después de hacer unos minutos de silencio, expresamos verbalmente lo que pensamos, con respecto al texto bíblico que hemos considerado, y a la reflexión del mismo que hemos hecho.
   Ejemplo de oración personal:
   Señor Jesús: Sé mi fortaleza cuando me aflija el dolor, y hazme sensible al padecimiento de tus hermanos, para que sienta deseo de acompañarlos, y busque la manera de ayudarlos, en cuanto me sea posible.
   9. Oración final.
   Leamos y meditemos el Salmo 22, confiándonos al cuidado amoroso -o providencial- del Dios, que acoge a los que sufren.

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