sábado, 21 de diciembre de 2013

¡El prometido está a las puertas!

Mateo 1, 18-24. Adviento. ¡Está ya para llegar nuestro Redentor, el Mesías prometido, nuestro Salvador!
 
¡El prometido está a las puertas!
Del santo Evangelio según san Mateo 1, 18-24

La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto. Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados." Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: "Dios con nosotros." Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer.

Oración preparatoria

Ven, Espíritu Santo, y dame tu luz y fortaleza para abrir mi mente y mi corazón a tus inspiraciones. Gustar estar contigo, contemplarte, alabarte y darte gracias, sin desear otra cosa que el reconocerte como mi Redentor, es lo que busco en esta oración.

Petición

Dame la docilidad de María y de san José, para saberte escuchar y ser siempre fiel a tu voluntad.

Meditación del Papa Francisco

Y José es "custodio" porque sabe escuchar a Dios, se deja guiar por su voluntad, y precisamente por eso es más sensible aún a las personas que se le han confiado, sabe cómo leer con realismo los acontecimientos, está atento a lo que le rodea, y sabe tomar las decisiones más sensatas.
En él, queridos amigos, vemos cómo se responde a la llamada de Dios, con disponibilidad, con prontitud; pero vemos también cuál es el centro de la vocación cristiana: Cristo. Guardemos a Cristo en nuestra vida, para guardar a los demás, salvaguardar la creación. Pero la vocación de custodiar no sólo nos atañe a nosotros, los cristianos, sino que tiene una dimensión que antecede y que es simplemente humana, corresponde a todos. Es custodiar toda la creación, la belleza de la creación, como se nos dice en el libro del Génesis y como nos muestra san Francisco de Asís: es tener respeto por todas las criaturas de Dios y por el entorno en el que vivimos. (S.S. Francisco, 19 de marzo de 2013).

Reflexión

Nos encontramos ya a pocos días de la Navidad. ¡Está ya para llegar nuestro Redentor, el Mesías prometido, nuestro Salvador! Y tal vez todavía no le hemos preparado un lugar digno dentro de nuestro corazón para que nazca en él el día de su llegada.

Angelus Silesius, conocido poeta alemán del siglo XVIII, escribía: "Si Jesús naciera mil veces en Belén, pero no nace en tu corazón, de nada te serviría".

Alcide de Gasperi, estadista italiano de gran valor y clarividencia, salvó a su país de la amenaza comunista en los años de la posguerra. Fue el fundador de la "Democrazia Cristiana" y, además de buen político, era un hombre profundamente católico. Se cuenta que, cuando vivía en Roma, solía preparar con especial devoción, junto con su mujer y sus hijas, el nacimiento y la gruta de Belén. De entre las ovejitas escogían dos, a las cuales les ponían los nombres de las dos hijas, María Romana y Lucía. Cada día de la novena de Navidad, las niñas debían hacer ofrecer un especial sacrificio al Niño Jesús, al cual correspondía un progresivo avance de la respectiva ovejita a la cueva de Belén. Pero si se olvidaban de su ofrecimiento o faltaban en generosidad, las ovejitas venían alejadas cada vez más de la gruta. Era una gran lección de mortificación y de acercamiento al Señor: debían prepararse para el nacimiento de Jesús a través de la oración, el sacrificio y las buenas obras.

También nosotros necesitamos prepararle un lugar digno en nuestro corazón para este 24 de diciembre. Pero fijémonos que Él no tiene grandes pretensiones. Si tuviéramos que conseguirle un palacio, podríamos excusarnos y decirle: "no puedo; no tengo los medios para hacerlo". Pero lo que Jesús necesita es solamente un pesebre. Y eso sí se lo podemos ofrecer. Todos, hasta el más pobre de nosotros. Jesús escogió una gruta para nacer. Y eso mismo es lo que escoge hoy. Él es enemigo de las pompas humanas, de los lujos y vanidades superfluas. Él se contenta con poco. Un pesebre le basta. ¡Qué tremenda enseñanza de humildad, de pobreza y de sencillez la que nos da, sin palabras ni discursos!

Pero, aunque sea pobre nuestro pesebre, debe ser también muy limpio, ordenado y calentito. Y esto sólo lo da la pureza de alma y la de vida de gracia a través de la oración y de los sacramentos.

Belén es también una lección inmensa de bondad y de amor porque Él, siendo el Dios infinito, eterno y todopoderoso, eligió este modo para salvarnos. Nadie hace algo así sólo por amor al arte o por "deporte".

Y si eligió ese modo de nacer fue porque quiso compartir nuestra debilidad, nuestra pobreza y naturaleza humana tan desvalida. Porque quiso abajarse y hacerse uno como nosotros; es más, como el más débil y el más pequeño de nosotros. Él es nuestro Hermano, el protector de los pobres, de los débiles y de los desamparados. En Él todos podemos sentir su amor, experimentar su consuelo en la aflicción, su compañía en la tristeza y soledad.

Y si Jesús Niño es así de bueno con nosotros, no debe haber cabida en nuestra alma para el egoísmo o los intereses particulares. Hay muchas personas a nuestro lado –niños y adultos, hombres y mujeres— que necesitan de nuestro amor y de nuestra ayuda. Ojalá que no pasemos ante sus necesidades con un corazón de piedra. Si así fuera, la Navidad no nos habrá servido de nada, nos dejaría iguales. Seguiría siendo invierno en nuestro interior.

Propósito

Ojalá, pues, que imitemos a Jesús en su amor a los hombres, viviendo esta Navidad y todos los días de nuestra vida, una gran caridad, comprensión y servicio generoso y desinteresado a nuestros semejantes, sobre todo hacia los más pobres y desvalidos.
¿Cómo estás preparándote para el nacimiento del Hijo de Dios, de Jesucristo Niño, que va a llegar dentro de pocos días?

domingo 22 Diciembre 2013

Quinto Domingo de Adviento

San Flaviano Prefecto

 Leer el comentario del Evangelio por
San Aelredo de Rielvaux : “Se le dará el nombre de Emmanuel”

Isaías 7,10-14.
Una vez más, el Señor habló a Ajaz en estos términos:
"Pide para ti un signo de parte del Señor, en lo profundo del Abismo, o arriba, en las alturas".
Pero Ajaz respondió: "No lo pediré ni tentaré al Señor".
Isaías dijo: "Escuchen, entonces, casa de David: ¿Acaso no les basta cansar a los hombres, que cansan también a mi Dios?.
Por eso el Señor mismo les dará un signo. Miren, la joven está embarazada y dará a luz un hijo, y lo llamará con el nombre de Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros"."

Salmo 24(23),1-2.3-4ab.5-6.
Del Señor es la tierra y lo que contiene,
el mundo y todos sus habitantes;
pues él la edifició sobre los mares,
y la puso más arriba que las aguas.

¿Quién subirá a la montaña del Señor?
¿Quién estará de pie en su santo recinto?
El de manos limpias y de puro corazón,
el que no pone su alma en cosas vanas
ni jura con engaño.

Ese obtendrá la bendición del Señor
y la aprobación de Dios, su salvador.
Así es la raza de los que Le buscan,
de los que buscan tu rostro, ¡Dios de Jacob!


San Pablo a los Romanos 1,1-7.
Carta de Pablo, servidor de Jesucristo, llamado para ser Apóstol, y elegido para anunciar la Buena Noticia de Dios,
que él había prometido por medio de sus Profetas en las Sagradas Escrituras,
acerca de su Hijo, Jesucristo, nuestro Señor, nacido de la estirpe de David según la carne,
y constituido Hijo de Dios con poder según el Espíritu santificador. por su resurrección de entre los muertos.
Por él hemos recibido la gracia y la misión apostólica, a fin de conducir a la obediencia de la fe, para gloria de su Nombre, a todos los pueblos paganos,
entre los cuales se encuentran también ustedes, que han sido llamados por Jesucristo.
A todos los que están en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos, llegue la gracia y la paz, que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.

Mateo 1,18-24.
Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.
Mientras pensaba en esto, el Angel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo.
Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados".
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta:
La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel, que traducido significa: "Dios con nosotros".
Al despertar, José hizo lo que el Angel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa,


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por :

San Aelredo de Rielvaux (1110-1167), monje cisterciense
Sermón para la Anunciación

“Se le dará el nombre de Emmanuel”

“Emmanuel, que quiere decir ‘Dios con nosotros’”, ¡Sí, Dios con nosotros! Hasta entonces se había dicho “Dios está por encima de nosotros”, “Dios frente a nosotros”, pero hoy es el “Emmanuel”. Hoy es Dios con nosotros en nuestra naturaleza, con nosotros en su gracia; con nosotros en nuestra debilidad, con nosotros en su bondad; con nosotros en nuestra miseria, con nosotros en su misericordia; con nosotros por amor, con nosotros por lazos de familia; con nosotros por su ternura, con nosotros por su compasión…


¡Dios con nosotros! No le habéis visto vosotros, hijos de Adán, subir al cielo para ser Dios; Dios desciende del cielo para ser Emmanuel, Dios-con-nosotros. ¡Viene a nosotros para ser Emmanuel, Dios-con-nosotros, y nosotros descuidamos de ir a Dios para ser en él! “Oh, vosotros, humanos ¿hasta cuándo ultrajaréis mi honor, amaréis la falsedad y buscaréis el engaño?” (Sl 4,3). Mirad que ha venido la verdad: ¿por qué amáis la falsedad y buscáis el engaño?” Mirad que ha venido la palabra verdadera e inalterable; ¿por qué buscáis el engaño” Aquí tenéis al Emmanuel, aquí tenéis a Dios-con-nosotros.


¿Cómo podía él estar más cerca de mí? Pequeño como yo, débil como yo, desnudo como yo, pobre como yo… en todo se ha hecho semejante a mí, tomando lo que es mío y dando lo que es suyo. Yo yacía muerto, sin voz, sin sentido; ya ni tan sólo poseía la luz de mis ojos. Hoy él ha descendido, este hombre tan grande “este profeta poderoso en obras y palabras” (Lc 24,19). “Ha puesto su rostro sobre mi rostro, su boca sobre mi boca, sus manos sobre mis manos” (2R 4,34) se ha hecho el Emmanuel, ¡Dios-con-nosotros!



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