Benedicto XVI dedicó la catequesis de la audiencia general de los miércoles al debate que mantuvieron en el siglo XII San Bernardo de Claraval, representante de la teología monástica y Abelardo, que propugnaba la teología escolástica. El Papa recordó en primer lugar que la teología es "la búsqueda de una comprensión racional, por cuanto sea posible, de los misterios de la Revelación cristiana creídos por fe: (...) la fe que busca la inteligibilidad". Pero, "mientras San Bernardo (...) pone el acento en la fe, Abelardo insiste (...) en la comprensión por medio de la razón".
"Para Bernardo -explicó- la fe misma está dotada de una íntima certeza, fundada en el testimonio de la Escritura y en la Enseñanza de los Padres de la Iglesia. (...) En el caso de duda o ambigüedad, la fe está protegida e iluminada por el Magisterio eclesial. El abad de Claraval sostiene que "la teología tiene un sólo objetivo: promover la experiencia viva e íntima de Dios". Abelardo, "a quien se debe el término teología tal y como lo entendemos hoy, (...) se ocupó primero de filosofía y después aplicó los resultados alcanzados con esta disciplina a la teología". Era "un espíritu religioso, pero su personalidad era inquieta y su existencia estuvo llena de sorpresas: contestó a sus maestros, tuvo un hijo con una mujer culta e inteligente: Eloisa, (...) fue sometido a condenas eclesiásticas, aunque murió en plena comunión con la Iglesia, a cuya autoridad se sometió con espíritu de fe".
"El uso excesivo de la filosofía- observó el Santo Padre- hizo peligrosamente frágil la doctrina trinitaria de Abelardo" y "también en ámbito moral su enseñanza no carecía de ambigüedad: insistía en considerar la intención del sujeto como la única fuente para describir la bondad o malicia de los actos morales, olvidando el significado objetivo y el valor moral de las acciones". "Este es un aspecto muy actual para nuestra época, en la que la cultura se caracteriza a menudo por una tendencia creciente al relativismo ético (...). Pero "tampoco hay que olvidar los grandes méritos de Abelardo, que (...) contribuyó decididamente al desarrollo de la teología escolástica", ni "algunas de sus intuiciones, como la de que en las tradiciones religiosas no cristianas hay ya una preparación a la acogida de Cristo, al Verbo divino".
"¿Qué podemos aprender del debate entre Bernardo y Abelardo, (...) y en general entre la teología monástica y la escolástica?", se preguntó el Papa. "Ante todo, la necesidad de una sana discusión teológica en la Iglesia, especialmente cuando las cuestiones debatidas no están definidas por el Magisterio, que es, siempre, una punto de referencia ineludible". "En ámbito teológico debe haber siempre un equilibrio entre lo que podemos llamar los principios arquitectónicos que nos dio la Revelación y que conservan por lo tanto su importancia prioritaria y los interpretativos sugeridos por la filosofía, es decir, por la razón y que tienen una función importante, pero solo instrumental. Cuando ese equilibrio (...) se rompe, la reflexión teológica corre el peligro de viciarse con los errores y entonces el Magisterio debe ejercer el necesario servicio a la verdad que le es propio".
"La confrontación teológica entre Bernardo y Abelardo concluyó con una plena reconciliación. (...) Prevaleció en ambos lo que importa realmente cuando nace una controversia teológica, es decir, salvaguardar la fe de la Iglesia y hacer triunfar la verdad en la caridad".
"Que el ejemplo de la vida y la enseñanza de Juan Pablo II nos inspire por el camino de la santidad"
"Para Bernardo -explicó- la fe misma está dotada de una íntima certeza, fundada en el testimonio de la Escritura y en la Enseñanza de los Padres de la Iglesia. (...) En el caso de duda o ambigüedad, la fe está protegida e iluminada por el Magisterio eclesial. El abad de Claraval sostiene que "la teología tiene un sólo objetivo: promover la experiencia viva e íntima de Dios". Abelardo, "a quien se debe el término teología tal y como lo entendemos hoy, (...) se ocupó primero de filosofía y después aplicó los resultados alcanzados con esta disciplina a la teología". Era "un espíritu religioso, pero su personalidad era inquieta y su existencia estuvo llena de sorpresas: contestó a sus maestros, tuvo un hijo con una mujer culta e inteligente: Eloisa, (...) fue sometido a condenas eclesiásticas, aunque murió en plena comunión con la Iglesia, a cuya autoridad se sometió con espíritu de fe".
"El uso excesivo de la filosofía- observó el Santo Padre- hizo peligrosamente frágil la doctrina trinitaria de Abelardo" y "también en ámbito moral su enseñanza no carecía de ambigüedad: insistía en considerar la intención del sujeto como la única fuente para describir la bondad o malicia de los actos morales, olvidando el significado objetivo y el valor moral de las acciones". "Este es un aspecto muy actual para nuestra época, en la que la cultura se caracteriza a menudo por una tendencia creciente al relativismo ético (...). Pero "tampoco hay que olvidar los grandes méritos de Abelardo, que (...) contribuyó decididamente al desarrollo de la teología escolástica", ni "algunas de sus intuiciones, como la de que en las tradiciones religiosas no cristianas hay ya una preparación a la acogida de Cristo, al Verbo divino".
"¿Qué podemos aprender del debate entre Bernardo y Abelardo, (...) y en general entre la teología monástica y la escolástica?", se preguntó el Papa. "Ante todo, la necesidad de una sana discusión teológica en la Iglesia, especialmente cuando las cuestiones debatidas no están definidas por el Magisterio, que es, siempre, una punto de referencia ineludible". "En ámbito teológico debe haber siempre un equilibrio entre lo que podemos llamar los principios arquitectónicos que nos dio la Revelación y que conservan por lo tanto su importancia prioritaria y los interpretativos sugeridos por la filosofía, es decir, por la razón y que tienen una función importante, pero solo instrumental. Cuando ese equilibrio (...) se rompe, la reflexión teológica corre el peligro de viciarse con los errores y entonces el Magisterio debe ejercer el necesario servicio a la verdad que le es propio".
"La confrontación teológica entre Bernardo y Abelardo concluyó con una plena reconciliación. (...) Prevaleció en ambos lo que importa realmente cuando nace una controversia teológica, es decir, salvaguardar la fe de la Iglesia y hacer triunfar la verdad en la caridad".
"Que el ejemplo de la vida y la enseñanza de Juan Pablo II nos inspire por el camino de la santidad"
Al final de la audiencia general, el Papa recordó que hoy es la memoria litúrgica de San Carlos Borromeo, "obispo insigne de la diócesis de Milán, que animado por un ardiente amor a Cristo, fue un incansable maestro y guía de sus hermanos". Dirigiéndose a los peregrinos polacos, Benedicto XVI dijo que en este día, "recordamos a mi predecesor, el Siervo de Dios Juan Pablo II", que celebraba su onomástico. "El ejemplo de su vida y su enseñanza -pidió- nos confirmen en la fe y nos inspiren por el camino de la santidad".
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