Era un tipo que nunca había aprendido a leer ni a escribir, no tenia ninguna otra actividad ni oficio…
Era el Portero del Prostíbulo
Un día, se hizo cargo del prostíbulo un joven con muchas inquietudes, muy creativo y emprendedor, que decidió modernizar el negocio. Hizo cambios y cito al personal para dar las nuevas instrucciones.
Al portero, le dijo:
- " A partir de hoy, usted, además de estar en la puerta, va a preparar un reporte semanal donde registrara la cantidad de personas que entran y además anotara sus comentarios y recomendaciones sobre el servicio".
- " Me encantaría complacerlo, señor, pero no se leer ni escribir".
- " Como?... cuanto lo siento, pero tendré que prescindir de sus servicios".
- " Pero señor, usted no me puede despedir, yo trabaje en esto toda mi vida!"
"Mire, yo comprendo, pero no puedo hacer nada por usted, le vamos a dar una indemnización hasta que encuentre otra cosa. Lo siento y que tenga buena suerte".
Sin más, se dio vuelta y se fue. El portero sintió que el mundo se le derrumbaba.
¿Que hacer?... Recordó que en el prostíbulo, cuando se rompía una silla o se arruinaba una mesa, el lograba hacer un arreglo sencillo y provisorio.
Pensó que esta podría ser una ocupación transitoria hasta conseguir un empleo, pero solo contaba con unos clavos oxidados y una tenaza derruida.
Entonces pensó que usaría parte del dinero de la indemnización para comprar una caja de herramientas completa. Como en el pueblo no había ninguna ferretería, debía viajar dos días en mula para ir al pueblo mas cercano a realizar la compra. Y emprendió la marcha.
A su regreso, su vecino llamo a su puerta:
- " Hola, vengo a ver si tiene un martillo para prestarme".
- " Si, lo acabo de comprar pero lo necesito para trabajar... como me quede sin empleo!..."
- " Bueno, pero yo se lo devolvería mañana bien temprano".
- " Esta bien!.
A la mañana siguiente, como había prometido, el vecino toco la puerta......
- " Mire, yo todavía necesito el martillo. ¿Por que no me lo vende?"
- " No puedo!, lo necesito para trabajar y además la ferretería esta a dos días de mula".
"Hagamos un trato - dijo el vecino - Yo le pagare los días de ida y vuelta mas el precio del martillo, total usted esta sin trabajar. ¿Que le parece?".
Realmente, esto le daba trabajo por cuatro días y acepto.
Volvió a montar su mula y a su regreso, otro vecino lo esperaba en la puerta de su casa.
- "Hola, vecino. ¿Usted le vendió un martillo a nuestro amigo?, vengo a decirle que yo necesito unas herramientas y estoy dispuesto a pagarle sus cuatro días de viaje, mas una pequeña ganancia... es que no dispongo de tiempo para el viaje".
El ex-portero abrió su caja de herramientas y su vecino eligió una pinza, un destornillador, un martillo y un cincel. Le pago y se fue.
Recordaba las palabras escuchadas:
"No dispongo de cuatro días para comprar..."
Si esto era cierto, mucha gente podría necesitar que el viajara para traer herramientas.
En el viaje siguiente, arriesgo un poco mas de dinero trayendo más herramientas que las que había vendido. De paso, podría ahorrar algún tiempo en viajes.
La voz empezó a correrse por el barrio y muchos quisieron evitarse el viaje.
Una vez por semana, el ahora corredor de herramientas viajaba y compraba lo que necesitaban sus clientes.
Con el tiempo alquilo un galpón para almacenar las herramientas y algunas semanas después, adapto una vidriera y el galpón se transformo en la primera ferretería del pueblo.
Todos estaban contentos y compraban en su negocio. Ya no viajaba, los fabricantes le enviaban sus pedidos, el era un buen cliente.
Con el tiempo, las comunidades cercanas preferían comprar en su ferretería y ganar dos días de marcha.
Un día, se le ocurrió que su amigo el tornero, podría fabricarle las cabezas de los martillos. Y luego, ¿por que no?, las tenazas...las pinzas... los cinceles... y luego fueron los clavos y los tornillos...
En diez años, aquel hombre se transformó en millonario con su trabajo como fabricante de herramientas.
Un día decidió donar una escuela a su pueblo. En ella, además de leer y escribir, se enseñarían las artes y oficios mas prácticos de la época y en el acto de inauguración de la escuela, el intendente le entrego las llaves de la ciudad, lo abrazo y le dijo:
- "Es con gran orgullo y gratitud que le pedimos nos conceda el honor de poner su firma en la primera hoja del libro de actas de esta nueva escuela".
- "El honor seria para mi " - dijo el hombre.
- "Nada me gustaría mas que firmar allí, pero no se leer ni escribir; soy analfabeto".
- "Usted ¿analfabeto ?... "- dijo el intendente que no alcanzaba a creer.
- "Usted construyo un imperio industrial ¿sin saber leer ni escribir? ¡¡Estoy asombrado!!..."
- "Me pregunto, que hubiera sido de usted si hubiera sabido leer y escribir? "
- "Yo se lo puedo contestar" - respondió el hombre con calma......
"Si yo hubiera sabido leer y escribir... seria el Portero del Prostíbulo!..."
Moraleja:
Generalmente los cambios son vistos como adversidades.
Las adversidades encierran bendiciones.
Las crisis están llenas de oportunidades.
Cambiar puede ser tu mejor opción…
La santidad desde Teresita de Jesús
Reflexionando sobre la santidad con Santa Teresita del Niño Jesús
“Retiro con Santa Teresa del Niño Jesús”
Me he fijado en dos páginas de su vida. En ellas está compendiada toda la doctrina ascética de Teresa. La primera me parece expresar con estilo sencillo e ingenuo en extremo la significación del Espíritu Santo...
«Siempre he sentido el deseo -escribe Teresa- de llegar a ser santa. Pero, ¡ay!, cuando me comparo con los santos, veo que entre ellos y yo existe la misma diferencia que hay entre las altas montañas cuya cima está más allá de las nubes y el grano de arena pisoteado por los transeúntes. En lugar de desalentarme pienso: Dios nuestro Señor no inspira deseos irrealizables.»
Detengámonos un instante; con qué precisión razona la Santa. Dios -el Espíritu Santo- no despierta jamás en el alma deseos irrealizables; cuando inspira deseos tiene intención de satisfacerlos, de colmarlos con creces.
Los deseos son en el alma como el fruto de la acción del Espíritu Santo. La palabra «deseo» se encuentra constantemente en los escritos de Teresa; indicio verdaderamente significativo. Son clásicos los deseos personales de Teresa, que no tienen límite ni medida; son inmensos, infinitos.
«Entonces pensé: Dios nuestro Señor no inspira deseos irrealizables; puedo, por lo tanto, a pesar de mi pequeñez, aspirar a la santidad. ¿Qué hacer? Crecer me es imposible; debo resignarme a ser tal cual soy, con mis innumerables imperfecciones, pero quiero encontrar el medio de ir al cielo, por un camino muy recto, muy corto, un camino enteramente nuevo.
Estamos en el siglo de los inventos; ya no hay que tomarse el trabajo de subir los peldaños de una escalera: un ascensor los reemplaza con ventaja. ¡Yo quisiera encontrar un ascensor para elevarme hasta Jesús!, pues soy demasiado pequeña para subir la empinada cuesta de la perfección.»
¡Cuántas almas piensan esto mismo, pero se quedan desalentadas al pie de la escalera!
«Entonces abrí la Escritura Sagrada, esperando encontrar en ella la solución que necesitaba; y leí estas palabras de la Sabiduría: Si alguno es muy pequeño, que venga a Mí (Prov. 9, 4 y 16).
Me acerqué, pues, a Él, presintiendo que había descubierto lo que buscaba. Deseando saber qué hará el Señor con el alma pequeña que a Él se acerque, me encontré con estas consoladoras palabras: Como una madre acaricia a su hijo, así yo os consolaré, os llevaré en mi regazo y os meceré sobre mis rodillas (Is. 66, 13). ¡Ah, jamás he escuchado palabras tan tiernas y conmovedoras! ¡Vuestros brazos, oh Jesús, son el ascensor que debe llevarme al Cielo! Para esto no tengo necesidad de crecer; al contrario, he de procurar ser más pequeña cada día! »
Los brazos de Jesús, en lenguaje no metafórico, sino teológico, significan el Espíritu de Jesús, el Espíritu Santo. Sus dones son a manera de brazos que nos elevan. «Ascensor», esta palabra expresa con precisión admirable la obra del Espíritu Divino.
Es la palabra de San Pablo: Los que son movidos por el Espíritu Santo, escrita en lenguaje moderno. En verdad, la obra de la santidad no se lleva a cabo sino bajo la influencia del Espíritu Santo, que es quien mueve al alma, quien la lleva, quien la levanta hasta la perfección de la caridad, hasta la santidad.
¿Cómo corresponder a esta obra? ¡Humildad y confianza! Si alguno es pequeño, que venga a Mí. Teresa, iluminada por el Espíritu Santo, comprendió perfectamente esa palabra de la Sabiduría «Ser pequeño», es decir, conocer y amar la propia impotencia y «buscarle a Él», al Amor infinito; ése es el ascensor divino. Y entonces no somos nosotros quienes subimos: es Él quien nos eleva, y al alma sólo le toca dejarle hacer, seguir su movimiento ascendente. Él nos elevará por encima de nosotros mismos, de nuestros defectos, y poco a poco nos librará de nuestro «yo» egoísta.
¡Esta es su obra esencial, obra divina, para cuya realización sólo pide al alma un gran deseo acompañado de una confianza total en sí misma y de una confianza sin límites en Él, en su amor gratuito y omnipotente! ¡Humildad, confianza!
Este es el meollo de la santidad, de la espiritualidad de Teresa; como punto de partida, el deseo de amar a Dios sin medida; humildad, si alguno es muy pequeño, y confianza, que venga a Mí. Entonces el alma se entrega y sube al ascensor divino: Movidos por el Espíritu Santo.
Repitámoslo: en esta página está contenida toda la doctrina de Teresa, reducida a sus elementos teológicos. Pero ¿y la corrección de los defectos?, ¿y la adquisición de las virtudes?, ¿y la cooperación humana en el trabajo de la perfección? En la mente de Teresa todo está compendiado en esta sencilla fórmula: entregarse a Dios con humildad y confianza. La sinceridad debe caracterizar al alma que se entrega enteramente al Amor Misericordioso, sin tener en cuenta sus defectos y miserias.
Creer en el Amor; recalquemos una vez más la extraordinaria importancia de la fe en el Amor Misericordioso. Evidentemente, el alma ha de cooperar con su trabajo, con sus propios esfuerzos..., pero en esta labor no tanto se mira a sí misma cuanto a Dios; no tanto trabaja cuanto se entrega a la acción de Dios, en quien deposita toda su confianza. «Spiritu Dei aguntur»... No se ha de olvidar que Dios es el primer agente de la santidad. El alma que se siente amada de Dios conoce experimentalmente esta verdad palpando la acción divina en su propio trabajo. De ahí su confianza y su fortaleza, que la mueve a obrar con humildad, con suavidad, con paz; sin agitación, sin impaciencia, sin inquietud, sin apresuramiento y, por encima de todo, sin desaliento.
Leamos ahora la segunda página de nuestra teóloga, llamémosla así; esta página, que trata del trabajo del alma, esclarece y completa maravillosamente la teología del «ascensor». Esta página no la tomamos de la Historia de un alma, sino del Proceso Apostólico.
Teresa era entonces Maestra de Novicias. Una novicia se desalentaba porque el éxito no correspondía a sus esfuerzos por corregir sus defectos:
«Es usted como un niño pequeño que empieza a tenerse en pie y aún no sabe andar. Quiere llegar a lo alto de una escalera para encontrarse con su madre, y levanta su piececito intentando subir el primer peldaño. En vano; cae y recae sin poder adelantar.
Pues bien, sea usted como ese niño. En la práctica de las virtudes levante su pie para subir la escalera de la santidad, pero no se crea capaz de llegar ni al primer peldaño.
Dios nuestro Señor no pide más que su buena voluntad. Desde lo alto de esa escala, Él la mira con amor; vencido por la inutilidad de sus esfuerzos, no tardará Él en bajar y tomándole en sus brazos la llevará para siempre a su reino.»
Aquí vemos descrita la cooperación del alma en el trabajo de la perfección. Dios nuestro Señor no pide más que nuestra buena voluntad, nuestro deseo de complacerle, y nuestros pequeños y estériles esfuerzos. ¡Es lo único que está a nuestro alcance! Él lo sabe, y si perseveramos con humildad y confianza a pesar de nuestros repetidos fracasos en el deseo de complacerle, nos tomará en sus brazos y nos llevará... Otra vez el símil del ascensor, pero aquí se describe el trabajo del alma en cooperación al de Dios.
¡Qué paz, qué sosiego experimenta el alma que con esas disposiciones se esfuerza y trabaja en la adquisición de las virtudes! Orientada hacia Dios, descansa en Él en medio de su actividad, y de Él se fía plenamente, aun en sus fracasos e imperfecciones. La gran ocupación y preocupación del alma no es ya el progreso en la virtud, sino el deseo de agradar a Dios, único norte de su vida.
¡Entrega! ¡Dejarse hacer! ¡Renuncia! Ahí está la santidad. Porque «la santidad no consiste en tal o cual práctica; consiste en una disposición del corazón que nos mantiene humildes y pequeños en los brazos de Dios, conscientes de nuestra debilidad, y plenamente confiados en su bondad de Padre». ¡Pero qué pocas almas viven en esta disposición!... «Hemos de resignamos a permanecer siempre pobres y débiles, y esto es lo difícil; amemos nuestra pequeñez, nuestra impotencia; entonces seremos pobres de espíritu, y Jesús bajará hasta nosotros y nos transformará en incendio de amor.»
Todo ayuda, pues, al alma a unirse con Dios, que es el Único necesario.
A este estado invita Teresa a las almas pequeñas; al estado de los hijos de Dios, que se dejan atraer, que se dejan llevar por el espíritu de Jesús, es decir, por el Espíritu de Amor.
Para crecer en santidad
Esta lloviendo mucho en este momento. La lluvia me recuerda las enseñanzas de la Iglesia sobre la devoción al Santísimo Sacramento que garantiza el éxito y es el camino mas seguro para la santidad.
El Papa Pablo VI dice que la forma mas eficaz para crecer en santidad es el tiempo que se pasa con Jesús en el Santísimo Sacramento (Misterium fidei) .
Jesús mismo dijo que su corazón en el Santísimo Sacramento es una fuente de donde corre agua viva y de donde llama a todos para que se acerquen a El (Juan 7, 38).
Cada vez que nos acercamos a Jesús, el nos santifica. Cada momento en su presencia acrecienta nuestra amistad con el.
Santa Teresita, la pequeña flor, fue una prueba verdadera de esto. Ella se sentía tremendamente descorazonada porque se dormía durante su hora santa en la presencia de Jesús en el Santísimo Sacramento. Desde su ingreso al convento Carmelita para dedicarse a la oración y a la vida contemplativa, estuvo tentada de salir porque pensaba que era un fracaso total.
Fue entonces cuando se le apareció Jesús y le pregunto si se acordaba de lo que su padre le decía cuando era pequeña y se dormía en su regazo. Le contestó que su padre le decía que él gozaba tanto cuando ella dormía sobre su regazo, como cuando estaba despierta hablando con él.
Entonces Jesús le explico: “¡lo mismo pasa conmigo!”.
Santa Teresita murió a lo 24 años de edad y se le conoce como la mas grande de los santos del siglo XX.
Aun cuando se dormía en la capilla, ¡Ella iba creciendo en santidad!. La santidad es la segunda gracia que recibimos.
Y así como no se podría salir ahora bajo la lluvia torrencial sin empaparse, tampoco se puede estar en la presencia del Santísimo Sacramento sin empaparse espiritualmente y crecer en la misma vida y Santidad del Señor. Por esto la escritura dice, “vendrá a nosotros… como la lluvia tardía que riega la tierra” (Os 6, 3).
El servicio...Una forma de amar a Dios.
El Hijo del Hombre… no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos. Mateo 20:28
El servicio tiene un impacto maravilloso sobre quien lo ofrece.
Cuando servimos a los demás estamos siendo modelos para nuestros seres queridos mas allegados, y también para el mundo entero. Cuando expresas tu amor a través del servicio haciendo lo que la otra persona no puede hacer todavía o lo que necesita hacer y no puede, estás siendo un modelo y también un medio de redención. Lo más hermoso es que quienes lo reciben podrán dejar la tendencia de pensar en ellos solamente y entonces pensaran en los demás.
Gary Chapman, reconocido autor de Los cinco lenguajes del amor, ofrece ejemplos de sentimientos y palabras de niños que recibieron actos de servicio por parte de sus padres: 'Sé que mami me ama porque cuando necesito ayuda con mi tarea, ella me la da', 'Sé que mami me ama porque me cose los botones de la camisa', 'Sé que mami me ama porque me hizo un traje para una obra de teatro en la escuela'.
La Biblia habla del servicio como una forma de amar a Dios. Jesús recomendó en una ocasión invitar a comer a ciegos, cojos, pobres y demás personas necesitadas precisamente porque no podían corresponder. Gary Chapman observa: 'El servicio requiere de pensamientos, planificación, tiempo, esfuerzo y energía. Si se hace con un espíritu positivo es una verdadera expresión de amor'.
En la Ultima Cena, el Señor Jesús mostró un verdadero acto de servicio al lavar los pies de sus discípulos, siendo que este trabajo estaba reservado para los siervos.
También indicó una vez que en su reino los que quisieran ser grandes serían siervos.
El padre del hijo prodigo dijo a sus siervos: 'Vístanlo, pongan un anillo en su mano y calcen sus pies' (Luc. 15:22). Ese es el propósito de todo ser creado por Dios: mostrar al mundo la vocación de servicio como un medio de redención. La mayoría de las personas nos sentimos amadas de este modo, y por eso conocemos el acierto de la frase: 'Quien no vive para servir, no sirve para vivir'.
Tus hijos, tus familiares, tus hermanos de la iglesia y aquellos que aún no han aceptado a Jesús necesitan esa clase de amor que impulsó al Hijo de Dios, el cual no vino para ser servido, sino para servir.
Para ti...
Para alguien muy especial…
Una súplica que Dios Padre no puede rehusar es cuando le pedimos amar más a su Hijo Jesús en el Santísimo Sacramento.
La calidez del amor es lo que realmente hace que uno se sienta especialmente querido. Y el Amor de Jesús en el Santísimo Sacramento es el más grande y dulce amor que nuestros corazones puedan jamás conocer.
Su amor te hace la persona más especial e importante del mundo. Cada persona es para Dios irremplazable, nunca antes creado y nunca reproducido. Dios se ve a si mismo en nosotros. En cada uno.
Dios ve esta única cualidad y especial característica que es individual. Y él haría solamente por ti lo que hizo por todos. Jesús haría de nuevo todo por ti, si eso significara tu salvación.
Así eres de especial para Él. Pero nunca llegarás a saberlo a menos que te acerques a conocerlo en el Santísimo Sacramento. Ahí está Dios, el Enamorado, el Divino, diciéndonos cuan infinitamente especiales somos para Él.
No nos mando grandes obsequios o representantes suyos sino a su propio Hijo.
“Porque tanto amo Dios al mundo que dio a su Hijo único…no para juzgar al mundo sino para que el mundo se salve por Él”. Juan 3, 16-17
Dios ama tanto al mundo que por medio del Santísimo Sacramento continúa enviando a su Hijo único que nos dice que el Padre nos ama tanto como ama a su Hijo (Juan 17, 23).
En otras palabras, cada uno de nosotros es tan especial para el Padre como Jesús mismo. ¡Qué amor más tierno!
Nos dice: Yo alimentaría a mi pueblo con lo mejor del trigo y lo saciaría con miel silvestre". Salmo 80, 17.
La miel que mana de la “peña” es el Dulce Amor Divino de Jesús que brota de su Corazón en el Santísimo Sacramento.
Solo un corazón herido puede apreciar esta dulzura. Solo un corazón humillado puede reconocerlo. Solo un corazón de niño puede amarlo.
Esta es la razón por la que Dios permite el sufrimiento en nuestra vida. Es la medicina que nos cura de la soberbia.
Solo cuando nuestro corazón está herido, aplastado, derrotado, humillado o sufriendo de cualquier otra forma, podemos experimentar la dulzura de su amor porque él es el más abatido de todos.
Una lanza abrió el costado de Jesús para que de su Corazón herido pudiera brotar la dulzura de su Amor Divino sobre todos los que se acercan a Él en el Santísimo Sacramento.
La dulzura de su Amor es un bálsamo y un consuelo para las amarguras de la vida.
El Santísimo Sacramento es para alguien muy especial como tú…
Jesús te ama, quiere darte todo su Amor…
¿Caminar sin sentido?
Muchas veces sentimos que estamos solos, que no tenemos a nadie.
Que todo el día es solo noche, que no hay calor sino frío, que no existen palabras lindas para uno que escuchar decirle a alguien, que el mundo esta compuesto solo de personas que caminan sin sentir, que nosotros no encajamos en este mundo lleno de locuras, que necesitamos una dimensión solo para nosotros.
¿Pero alguna vez te has puesto a pensar en el por qué? Tal vez si, tal vez no, tal vez lo pensaste pero no te pusiste a tomar detalles de eso, tan solo porque nuestra mente solo ve oscuridad en esos momentos.
Algunas veces en la vida he escuchado eso que dice algo así como: “No siempre hay respuestas a un porque”; es cierto hay muchos porqués en la vida que no se pueden responder, pero eso no significa que no tengan una respuesta, la tienen, solo que no la sabemos.
Así que no puedes decir que no sabes porque te sientes así, lo sabes, quizás inconscientemente, pero lo sabes.
Es porque no te sientes bien contigo, es porque no eres quien tú quieres ser, porque te da miedo a expresarte tal como quieres.
Es verdad, hay que tomar en cuenta lo que dice la sociedad, lo que te dicen tus padres, lo que dice el presidente, el abogado, lo que dicen todos, ya que todos han vivido y han superado casos diferentes, y podemos aprender de cada uno, pero eso NO significa que tengamos que actuar de esa manera cuando nosotros enfrentemos tales situaciones y problema.
Hay veces que entre las voces de millones de personas hablando solo tenemos que escuchar una, la de nuestro razonamiento, esa que encontró el equilibrio perfecto entre lo que quieres hacer y lo que debes hacer sin escuchar a nadie, hacerte la sorda ante los consejos y vivencias de los demás y hacer las tuyas propias.
Todos somos seres humanos, cada uno es independiente, pensamos diferentes, y eso es lo que le da sazón a la vida, que hay de TODO.
Tenemos derecho a decidir lo que queremos, y eso es lo que les recomiendo que hagan en esos momentos de obscura soledad, que si quieren gritar, reír, o saltar, háganlo, sin miedo a lo que digan los demás, sin miedo a que no te salga bien, sin miedo a decirle a alguien “te quiero” aunque no te responda (el silencio siempre es un “no se que decir”).
Hace menos de un año, pensaba que nunca vería la luz del día, pensaba que no vivía, que solo “existía”, era una persona vacía, sola, sin amigos, con una familia que no me escuchaba, con unos primos que me ignoraban, y cada vez que me preguntaba: ¿Por qué? Me decía a mi misma, “es el destino, es mi destino, vivir así: infeliz”.
Y todo cambió en un día, en que me convencí a mi misma de que: ¿por qué? (si a nadie le importo) no puedo saltar, reír y gritar, si nadie me va a escuchar, y ese día vi todo diferente, DEMASIADO diferente.
Hoy, cuento con el amor puro de 5 mejores amigos, si, cinco…
Hoy valoro todo el amor que mi familia me da, quizás a su manera, aunque no lo demuestren pero lo se, me aman.
Así que solo decide a no ser tan egoísta de ver tan solo tu camino, ve el de los demás, ve cuanto te quieren las personas a las que amas, y entiende que en la vida:
NUNCA SE ESTA SOLA.
Y como dice Dulce: “Cuando la noche se ve más obscura, es porque ya va a salir el sol” aunque la noche siempre sea mas larga.
La patena...
El escenario es una iglesia de la noble ciudad de Madrid. A esa iglesia se acerca todos los días doña Asunción para hacer compañía a Jesús Sacramentado. Una hora antes de la Santa Misa podemos ver a esta buena cristiana ante el Sagrario rezando su Rosario y consolando al Corazón de Jesús por tantos agravios que contra Él cometen los hombres. Especialmente reza por los sacerdotes, por el sacerdote de su parroquia.
Doña Asunción está profundamente preocupada. Tras su ratito de oración participa en la Santa Misa con devoción. Pero cuando se acerca a comulgar sufre horrores. El sacerdote, con toda su buena voluntad, da la comunión bajo las dos especies, pero no pone especial cuidado en su distribución y cada día doña Asunción ve cómo caen gotas de la Sangre de Cristo sobre la alfombra que está bajo el comulgatorio. Doña Asunción no sabe qué hacer. En sus ratos de oración desagravia al Señor por tal falta de respeto, pero eso no le parece suficiente. Pregunta y pregunta al Señor, a la Virgen, cuál puede ser la mejor solución. Tras varios días de desagravio y actos de amor, le viene a la cabeza un pensamiento feliz, como una ráfaga, como una inspiración. Eso es lo que va a hacer: es la mejor solución. Decidida, se cambia de ropa, mira en su monedero para ver si le alcanzan sus ahorros y sale a la calle. Va de tienda en tienda hasta que encuentra el artículo que desea y, con él, se dirige a la casa parroquial.
—Doña Asunción, ¿qué la trae por aquí? —Mire, padre. Le traigo un regalito. —Y, ¿qué es ello? —Verá: estos últimos días he comprobado que la alfombrita que hay bajo el comulgatorio está muy estropeada. Ni corta ni perezosa he decidido comprar otra.
—Pero, ¿cómo se le ha ocurrido...? Ni me había fijado en ello.
—Ya sabe, padre, lo que yo pienso: para el Señor, lo mejor que tengamos. —Bueno, vamos a ver qué tal queda.
Al señor párroco le llama la atención que doña Asunción recoja con una devoción y un cuidado extremado la alfombrita vieja y la guarde a pesar de que él insiste en que hay que tirarla. Así queda la escena.
Al cabo de una semana, el señor párroco recibe una llamada telefónica. Es doña Asunción. Le recuerda que es su cumpleaños y que le ha invitado a comer. El párroco le promete que va a ser puntual. Y así es: a la hora convenida está el sacerdote en casa de la señora. Como doña Asunción es buena cocinera, regala a su párroco con los mejores manjares que encuentra.
Además, doña Asunción piensa que sirviendo a un sacerdote, sirve al mismo Cristo. Tras la comida, pasan al salón a tomar el café y, al entrar en la salita, el señor párroco repara su atención en un cuadrito, a modo de relicario, que está en el centro de la pared.
—Pero, ¿es posible, doña Asunción? ¿Ha hecho usted enmarcar un pedazo de la vieja alfombra que teníamos en la iglesia?
—Ya ve, padre. Manías de abuela. —Y, ¿por qué tal tontería?
—Le explicaré, puesto que me lo pregunta. Usted sabe que yo asisto cada día a la Santa Misa. —Sí. ¿Qué tiene eso que ver?
—Pues mucho. Hace tiempo me di cuenta de un detalle. Cuando usted viene a darnos el Cuerpo y la Sangre de Cristo, como no utiliza la patena, pues caen sobre la alfombra gotas de la divina Sangre del Señor, siempre sobre el mismo sitio. A mí me da mucha pena que esto suceda así, cuanto más si la gente que va a comulgar puede pisarla. Por eso le he regalado una alfombra nueva y con la vieja he fabricado mi relicario ante el cual rezo cada tarde mi Rosario por la santificación de los sacerdotes, especialmente por el mío, que es usted.
—El buen párroco, al oír la explicación de su feligresa, sintió que las lágrimas corrían por sus mejillas y, compungido, se acercó al relicario y lo besó. Luego se aproximó a doña Asunción para darle las gracias por esa lección que le había dado con tanta dulzura y caridad.
Ahora ya no da la comunión bajo las dos especies si no es con las medidas oportunas que ordena la sagrada Liturgia. Ahora ya guarda más respeto hacia la Sagrada Eucaristía. Ahora, doña Asunción ya no sufre, pero sigue rezando por la santificación de todos los sacerdotes, especialmente por el de su parroquia.
La morada eterna
Un día un señor muy rico falleció y llegó al cielo, junto con miles de personas que a diario mueren.
Haciendo fila para saber cual sería su destino eterno, apareció San Pedro y les dijo:
"Vengan conmigo y les mostraré en que barrio esta la morada que les corresponde a cada uno, esta va a depender de la cantidad de amor que cada cual haya dado en la tierra a los demás, aquí el único material que se recibe para construir su morada eterna es la caridad y el buen trato que hayan dado en la tierra", y los fue guiando por barrios con lujos inimaginarios.
Llegaron primeramente a un barrio hecho todo de oro, las moradas eran todas de oro, puertas doradas, paredes y techos de oro, muebles de oro, era algo bellísimo.
San Pedro exclamó
"Aquí van a vivir todos los que gastaron mucho de su dinero en ayudar a los necesitados, los que su amor hacia los demás si les costó en vida", y así fueron entrando todos los generosos, los que compartieron su pan con el hambriento, los que regalaron sus ropas a los pobres, los que consolaron a los presos y visitaron a los enfermos, este señor quiso entrar en esta morada pero un ángel lo detuvo al tiempo que le decía: "Perdóneme señor, pero usted en la tierra no daba más que migajas a los demás, jamás dio nada que en verdad le costara, ni dinero, ni en tiempo, ni tampoco en vestidos, este barrio es solamente para los de corazón generoso", no lo dejó entrar.
Pasaron luego a otro barrio de la eternidad, en este, todas las moradas eran de marfil, tenían una elegancia y una blancura nunca antes conocida por este señor, que presurosamente quiso entrar en ella, nuevamente un ángel lo detuvo diciéndole,
"Señor, me da mucha pena decirle que este barrio es solamente para aquellos que tuvieron siempre un trato limpio y sincero con sus hermanos, usted fue una persona muy vulgar en el hablar, muy criticón, chismoso, en ocasiones hasta grosero y altanero en su trato", y mientras el resto de la gente entraban gozosos en sus hermosas moradas, este pobre hombre se quedaba afuera mirando con envidia a aquellos que habían sido tan afortunados, el no pudo entrar, le faltó haber enviado el material, ¡Tratar bien a los demás!.
Siguieron luego a un tercer barrio, construido todo en el cristal más puro, brillante y hermoso, inmediatamente el señor corrió a tomar posesión de una de aquellas maravillas, pero el ángel portero lo detuvo y le dijo muy serio:
"En el libro de la vida, dice que usted no se interesó por instruir a los hermanos y que jamás se preocupó para que las personas con quien vivía se volviesen mejores, así que aquí no nos mandó el material de haber colaborado para que sus hermanos se instruyesen en conocer las cosas del Señor".
Entristecido, el pobre señor veía que miles de personas entraban muy alegres a tomar posesión de sus moradas, mientras que él, con un numeroso grupo de egoístas, era llevado cuesta abajo hacia un barrio verdaderamente feo y asqueroso, todas las moradas de ese lugar estaban construidas de desechos, el único material utilizado en la construcción de aquellas moradas eran objetos sacados de la basura.
El hombre nunca en su vida vio un lugar más insalubre, los zopilotes volaban en círculos sobre el lugar, ratas y cucarachas corrían por doquier, aquel señor se tapó la nariz porque la hediondez era insoportable y quiso salir huyendo, no obstante el guardia del barrio le dijo: "Aquí es donde tu vas a vivir, ven a tomar posesión de tu morada".
El señor gritó angustiado que aquello era horrible, que jamás sería capaz de vivir en semejante montón de basura fétida y el ángel le respondió: "Señor, esto es lo único que hemos podido construir con el material que nos envió desde la tierra, las moradas de la eternidad, las hacemos con los materiales que las personas mandan desde el mundo y usted solamente enviaba cada día egoísmos, malos tratos a sus hermanos, murmuraciones, críticas, palabras hirientes, odios, tacañerías y envidias, que más hubiéramos podido construirle?
Usted mismo nos mandó el material para construirle su morada".
El hombre empezó a llorar y a decir que el no quería vivir ahí por la eternidad, de pronto al hacer un esfuerzo por soltarse de las manos de quien lo llevaba a vivir en semejante lugar, dio un salto y....... se despertó!, tenía la almohada empapada en lágrimas, sin embargo, aquella pesadilla le sirvió de examen de conciencia y desde entonces empezó a cambiar su vida y mandar su aportación para una de aquellas hermosas moradas que tanto le gustaron para vivir por la eternidad.
Te has preguntado:
¿Qué clase de materiales estas enviando para que te construyan la morada donde vivirás eternamente?
Aún estamos a tiempo de cambiar el tipo de material que mandamos.
Empecemos por amar a nuestros hermanos como a nosotros mismos…
¿Cómo moriré?
¿Estás listo?
Cuando estemos frente a Dios, nos dará más satisfacción haber perdonado que haber partido narices.
¿Cómo moriré? ¿Quizás en un accidente? ¡Dios me libre!
¿De viejo?
¿En un hospital con un cáncer galopante marchitando mis células?.
Es un misterio el cómo y el cuándo moriremos. Lo único que conocemos con certeza es que –tarde o temprano– nuestro tic-tac del corazón se parará. Y nos encontraremos de frente a nuestro Creador para rendirle cuentas.
En esos momentos nos dará más satisfacción haber perdonado que haber partido narices, haber ido a misa que haber asistido a cien conciertos; haber sido obediente que habernos salido con la nuestra; habernos confesado que...
Ese día –el día de mi muerte y de la tuya– de nada nos servirá nuestras colecciones de revistas, de camisas, de llaveros, de cd’s.
De nada nos servirá haber ido al gimnasio y tener el cuerpo lleno de bolas si no cumplimos la misión que Dios nos encomendó.
Ese día brillarán como diamantes las ocasiones en que hicimos el bien sin recibir nada a cambio, o cuando oramos con Dios, aunque no sintiéramos gorgoritos en el estómago...
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