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José Pignatelli, Santo |
Restaurador de los Jesuitas
Santo español de la ilustre familia Pignatelli uno de cuyos vástagos fue elevado al mismísimo puesto de sucesor de Pedro en la persona del Pontífice Inocencio XII y cuyas raíces se hunden en la historia hasta rayar la leyenda.
Nació en Zaragoza, el 27 de Diciembre del año 1737. Su padre D. Antonio, de la familia de los duques de Monteleón, y su madre Doña María Francisca Moncayo Fernández de Heredia y Blanes. Fue el séptimo de nueve hermanos. Pasa la niñez en Nápoles y su hermana María Francisca es, a la vez que hermana, madre, puesto que perdió la suya cuando tenía José cuatro años.
Se forma entre Zaragoza, Tarragona, Calatayud y Manresa, primero en el colegio de los jesuitas y luego haciendo el noviciado, estudiando filosofía y cursando humanidades. Reside en Zaragoza, ejerciendo el ministerio sacerdotal entre enseñanza y visitas a pobres y encarcelados, todo el tiempo hasta que los jesuitas son expulsados por decreto de Carlos III, en 1767.
Civitacecchia, Córcega, Génova, los veinticuatro años transcurridos en Bolonia (1773-1797) dan testimonio del hombre que les pisó, sabiendo adoptar actitudes de altura humana con los hombres, y de confianza sobrenatural con Dios.
La Orden de San Ignacio ha sido abolida en 1773, sus miembros condenados al destierro y sus bienes confiscados. El último General, Lorenzo Ricci, consume su vida en la prisión del castillo de Sant’ Angelo. Sólo quedan jesuitas con reconocimiento en Prusia y Rusia. Allí tanto Federico como Catalina han soportado las maniobras exteriores y no han publicado los edictos papales, aunque la resistencia de Federico no se prolongará más allá del año 1776. Queda como último reducto la Compañía de Rusia con un reconocimiento verbal primero por parte del Papa Pío VI y oficial después con documento del Papa Pío VII. José de Pignatelli comprende que la restauración legal de la Compañía de Jesús ha de pasar por la adhesión a la Compañía de Rusia. Renueva su profesión religiosa en su capilla privada de Bolonia.
No verá el día en que el Papa Pío VII restaure nuevamente la Compañía de Jesús en toda la Iglesia, el día 7 de Agosto de 1814, pero preparará bien el terreno para que esto sea posible en Roma, en Nápoles, en Sicilia. Formará a nuevos candidatos, reorganizará a antiguos jesuitas españoles e italianos dispersos y buscará nuevas vocaciones que forzosamente han de adherirse, como él mismo, a la Compañía de Rusia. Esta labor la realizará mientras es consejero del duque de Parma, don Fernando de Borbón nieto de Felipe V, y como provincial de Italia por nombramiento del vicario general de Rusia Blanca.
En este esfuerzo colosal, muere en Roma el 15 de Noviembre de 1811, en el alfoz del Coliseo.
Estuvo convencido el santo aragonés de que, si el restablecimiento de su Orden era cosa de Dios, tenía que pasar por el camino de la tribulación, del fracaso, de la humillación, de la cruz, de la vida interior que no se presupone sin humildad, sin confianza.
San José Pignatelli Restaurador de los Jesuitas Año 1811
El mérito especial de este santo fue el de conservar lo que quedaba de la Compañía de Jesús (que es la Comunidad religiosa más numerosa en la Iglesia Católica) y tratar de que los religiosos de esa comunidad pudieran sobrevivir, a pesar de una terrible persecución. De familia italiana, nació en Zaragoza (España) en 1737. Se hizo jesuita y empezó a trabajar en los apostolados de su Comunidad, especialmente en enseñar catecismo a los niños y a los presos.
En 1767 la masonería mundial se puso de acuerdo para pedir a todos los gobernantes que expulsaran de sus países a los Padres Jesuitas. El rey Carlos III de España obedeció las órdenes masónicas y declaró que de España y de todos los territorios de América que dependían de ese país quedaban expulsados los jesuitas. Con este decreto injusto le hizo un inmenso mal a muchas naciones y a la Santa Iglesia Católica.
El Padre José Pignatelli y su hermano, que eran de familia de la alta clase social, recibieron la oferta de poder quedarse en España pero con la condición de que se salieran de la Compañía de Jesús. Ellos no aceptaron esto y prefirieron irse al destierro. Se fueron a la Isla de Córcega, pero luego los franceses invadieron esa isla y de allá también los expulsaron.
En 1774 Clemente XIV por petición de los reyes de ese tiempo dio un decreto suprimiendo la Compañía de Jesús. Como efecto de ese Decreto 23,000 jesuitas quedaron fuera de sus casas religiosas.
El Padre Pignatelli y sus demás compañeros, cuando oyeron leer el terrible decreto exclamaron: "Tenemos voto de obediencia al Papa. Obedecemos sin más, y de todo corazón".
Durante los 20 años siguientes la vida del Padre José y la de los demás jesuitas será de tremendos sufrimientos. Pasando por situaciones económicas sumamente difíciles (como los demás jesuitas dejados sin su comunidad), pero siempre sereno, prudente, espiritual, amable, fiel.
Se fue a la ciudad de Bolonia y allí estuvo dedicado a ayudar a otros sacerdotes en sus labores sacerdotales, y a coleccionar libros y manuscritos relacionados con la Compañía de Jesús y a suministrar ayuda a sus compañeros de religión. Muchos de ellos estaban en la miseria y si eran españoles no les dejaban ni siquiera ejercer el sacerdocio. Un día al pasar por frente a una obra del gobierno, alguien le dijo que aquello lo habían construido con lo que les habían quitado a los jesuitas, y Pignatelli respondió: "Entonces deberían ponerle por nombre "Haceldama", porque así se llamó el campo que compraron con el dinero que Judas consiguió al vender a Jesús.
Cuando los gobiernos de Europa se declaraban en contra de los jesuitas, la emperatriz de Rusia, Catalina, prohibió publicar en su país el decreto que mandaba acabar con la Compañía de Jesús, y recibió allá a varios religiosos de esa comunidad. El Padre Pignatelli con permiso del Papa Pío VI se afilió a los jesuitas que estaban en Rusia y con la ayuda de ellos empezó a organizar otra vez a los jesuitas en Italia. Conseguía vocaciones y mandaba los novicios a Rusia y allá eran recibidos en la comunidad. El jefe de los jesuitas de Rusia lo nombró provincial de la comunidad en Italia, y el Papa Pío VII aprobó ese nombramiento. Así la comunidad empezaba a renacer otra vez, aunque fuera bajo cuerda y en gran secreto.
El Padre Pignatelli oraba y trabajaba sin descanso por conseguir que su Comunidad volviera a renacer. En 1804 logró con gran alegría que en el reino de Nápoles fuera restablecida la Compañía de Jesús. Fue nombrado Provincial. Con las generosas ayudas que le enviaban sus familiares logró restablecer casas de Jesuitas en Roma, en Palermo, en Orvieto y en Cerdeña.
Ya estaba para conseguir que el Sumo Pontífice restableciera otra vez la Compañía de Jesús, cuando Napoleón se llevó preso a Pío VII al destierro.
El Padre Pignatelli murió en 1811 sin haber logrado que su amada Comunidad religiosa lograra volver a renacer plenamente, pero tres años después de su muerte, al quedar libre de su destierro el Papa Pío VII y volver libre a Roma, decretó que la Compañía de Jesús volvía a quedar instituida en todo el mundo, con razón Pío XI llamaba a San José Pignatelli "el anillo que unió la Compañía de Jesús que había existido antes, con la que empezó a existir nuevamente". Los Jesuitas lo recuerdan con inmensa gratitud, y nosotros le suplicamos a Dios que a esta comunidad y a todas las demás comunidades religiosas de la Iglesia Católica las conserve llenas de un gran fervor y de grandísima santidad.
José Pignatelli
José Pignatelli ( Zaragoza, España, 27 de diciembre de 1737 - † Roma, Italia, 15 de noviembre de 1811) fue un jesuita español de familia italiana que contribuyó a la restauración de la Compañía de Jesús. Es considerado santo por la Iglesia católica.
Era hijo de Antonio Pignatelli de Aragón, príncipe del Sacro Imperio Romano Germánico y Francisca Moncayo y Fernández de Heredia, siendo el séptimo de sus ocho hijos. Estudió Humanidades en el colegio jesuita de Zaragoza.
Ingresó al noviciado de la Compañía de Jesús en Tarragona en 1753. En 1771, ya expulsados los jesuitas de España, profesó definitivamente. En 1803 fue nombrado provincial de los jesuitas en Italia. Fue una pieza clave para la restauración de la orden jesuita pero no pudo verlo, ya que falleció en 1811.
Fue beatificado por Pío XI el 21 de mayo de 1933 y canonizado por Pío XII el 12 de junio de 1954.
El 15 de noviembre de 2011 se cumplieron doscientos años de la muerte de este santo, ilustre aragonés de origen nobiliario por parte de padre y de madre, que tenía entre sus ascendentes al pontífice Inocencio XII. Puede decirse que fue profeta en su tierra ya que su labor ha sido, y continúa siendo, reconocida en ella. Artífice con su vida de páginas memorables de la historia de los jesuitas, por cuya restauración luchó sin desmayo haciendo frente a las contrariedades, es otro ejemplo de caridad, obediencia, humildad y tenacidad, entre otras muchas virtudes.
Nació en Zaragoza el 27 de diciembre de 1737. Dos de sus hermanos, él fue de los últimos nacidos en una familia numerosa, se convertirían en destacados miembros del cuerpo diplomático siendo impulsores de obras de gran envergadura y diverso calado para su ciudad natal como el canal imperial de Aragón, y la fundación de la casa de la Misericordia de Zaragoza. José se quedó huérfano de padre y de madre antes de cumplir diez años. Residió en Nápoles y regresó a Zaragoza junto a algunos de sus hermanos. En 1753 ya era miembro de la Compañía en la que se había formado tras su regreso de Italia y participado activamente en acciones apostólicas juveniles cuando estaba internado en el colegio. Ordenado sacerdote, ejerció la docencia en el mismo centro en el que había estudiado coincidiendo en fechas el inicio de una etapa dolorosa para la Compañía que fue expulsada de España mediante decreto en 1767. Entonces recayó sobre sus hombros la delicada misión de mantener viva la unidad entre todos. Realmente no fue tarea fácil, menos aún cuando en 1773 Clemente XIV publicó el breve de extinción de la Compañía, y los hermanos tuvieron que dispersarse.
Pero José fue un hombre de intensa oración, y abrazado a la cruz –no hay otro camino– hizo frente a la adversidad y defendió su vocación con firmeza cuando su familia intentó que abandonase la Compañía llevada por la preocupación ante un futuro que se preveía hartamente doloroso y complejo para él. Pero su inalterable fe y confianza en la providencia, la determinación con la que estaba dispuesto a luchar por la Compañía en la que Cristo le había llamado para seguirle, debieron calar hondamente en el ánimo de los suyos que después le ofrecerían su incondicional ayuda sumándose a la labor que llevaba a cabo. Como le ha sucedido a otros integrantes de la vida santa por su caridad hacia los necesitados fue conocido como “padre de los pobres”. Era asiduo visitador de los presos que se hallaban recluidos en la cárcel.
Sus hermanos tuvieron en él un excelente formador en quien veían encarnadas las virtudes evangélicas. Aprendieron su fidelidad y obediencia al Santo Padre por encima de todo, el sentido de la entrega personal, vía fecunda e inequívoca para la obtención de frutos apostólicos, el valor del espíritu comunitario frente al individualismo, y el de la humildad opuesto a la vanagloria y a la búsqueda de una infructuosa felicidad; comprendieron que ésta jamás discurre por la vana senda del éxito y las glorias que ofrece este mundo. José supo ser pobre a pesar de su rancio abolengo, prudente en los resultados que iba dando su paciencia y perseverancia en la lucha por la reunificación de la Compañía, humilde en su grandeza intelectual y fina sensibilidad artística, ya que fue un esteta, un hombre de gran cultura que acercó a los suyos a través de magníficas bibliotecas en las que logró reunir obras de diversa temática con predominio de la ciencia, la teología, la espiritualidad y las humanidades. Supo aprovechar sus relaciones con altos estamentos sociales para orientarlas al mayor bien, especialmente de los más necesitados, entre los que se hallaban, naturalmente, sus propios hermanos que vivían las calamidades del destierro.
No llegó a conocer el momento de la restauración de la Compañía en la que había empeñado gran parte de su vida, hecho que se produjo en 1814, porque él murió en Roma el 15 de noviembre de 1811, pero ya había dado los pasos para que llegara este momento haciendo las gestiones externas e internas pertinentes a través de las distintas misiones que tuvo, entre otras la de provincial. Pío XII, que fue quien lo canonizó el 12 de junio de 1954, aludió a él diciendo que fue: «el anillo que unió la Compañía de Jesús que había existido antes, con la que empezó a existir nuevamente».
San José Pignatelli, S.J. (1737-1811)Fiesta: 14 de noviembre.
Hijo de nobles, José nació y recibió toda su educación en Zaragoza, España, en 1737.
Ingresó en la Compañía de Jesús en 1751. Ordenado sacerdote en 1762, se entregó en su misma ciudad al apostolado de los más pobres. Cuando la Compañía de Jesús había ya casi desaparecido, trabajó muchísimo por su restauración y desde el año 1803 hasta su muerte estuvo al frente de la Provincia de Italia.
Querido de todos por su caridad, humildad, cortesía y otras virtudes, murió en Roma el 15 de noviembre de 1811.
Fue canonizado por Pío XII en 1954.
San José Pignatelli, religioso presbítero
fecha: 15 de noviembre fecha en el calendario anterior: 28 de noviembre n.: 1737 - †: 1811 - país: Italia canonización: B: Pío XI 28 may 1933 - C: Pío XII 12 jun 1954 hagiografía: Mercabá
En Roma, san José Pignatelli, presbítero de la Orden de la Compañía de Jesús, que trabajó mucho para reforzarla en un momento peligroso de extinción, y se significó por su caridad e integridad de costumbres, siempre con las miras puestas en la mayor gloria de Dios.
Santo español, de la ilustre familia italiana Pignatelli, uno de cuyos vástagos fue elevado al mismísimo puesto de sucesor de Pedro en la persona del Pontífice Inocencio XII y cuyas raíces se hunden en la historia hasta rayar la leyenda. Nació en Zaragoza, el 27 de Diciembre del año 1737. Su padre D. Antonio, de la familia de los duques de Monteleón, y su madre Doña María Francisca Moncayo Fernández de Heredia y Blanes. Fue el séptimo de nueve hermanos. Pasa la niñez en Nápoles y su hermana María Francisca es, a la vez que hermana, madre, puesto que perdió la suya cuando tenía José cuatro años.
Se forma entre Zaragoza, Tarragona, Calatayud y Manresa, primero en el colegio de los jesuitas y luego haciendo el noviciado, estudiando filosofía y cursando humanidades. Reside en Zaragoza, ejerciendo el ministerio sacerdotal entre enseñanza y visitas a pobres y encarcelados, todo el tiempo hasta que los jesuitas son expulsados por decreto de Carlos III, en 1767. Civitacecchia, Córcega, Génova, los veinticuatro años transcurridos en Bolonia (1773-1797) dan testimonio del hombre que les pisó, sabiendo adoptar actitudes de altura humana con los hombres, y de confianza sobrenatural con Dios.
La Orden de San Ignacio fue abolida en 1773, sus miembros condenados al destierro y sus bienes confiscados. El último General, Lorenzo Ricci, consume su vida en la prisión del castillo de Sant’ Angelo. Sólo quedan jesuitas con reconocimiento en Prusia y Rusia. Allí tanto Federico como Catalina han soportado las maniobras exteriores y no han publicado los edictos papales, aunque la resistencia de Federico no se prolongará más allá del año 1776. Queda como último reducto la Compañía de Rusia con un reconocimiento por parte del Papa Pío VI, verbal primero, y oficial después con documento del Papa Pío VII. José de Pignatelli comprende que la restauración legal de la Compañía de Jesús ha de pasar por la adhesión a la Compañía de Rusia. Renueva su profesión religiosa en su capilla privada de Bolonia.
No verá el día en que el Papa Pío VII restaure nuevamente la Compañía de Jesús en toda la Iglesia, el 7 de Agosto de 1814, pero preparará bien el terreno para que esto sea posible en Roma, en Nápoles, en Sicilia. Formará a nuevos candidatos, reorganizará a antiguos jesuitas españoles e italianos dispersos y buscará nuevas vocaciones que forzosamente han de adherirse, como él mismo, a la Compañía de Rusia. Esta labor la realizará mientras es consejero del duque de Parma, don Fernando de Borbón, nieto de Felipe V, y como provincial de Italia por nombramiento del vicario general de Rusia Blanca.
En este esfuerzo colosal, muere en Roma el 15 de Noviembre de 1811, en la barriada del Coliseo. Pio XI lo beatifica en 1933 y Pío XII lo canoniza en 1954.
No hemos podido hallar el nombre del autor de este escrito, el que parece más ecuánime de cuantos se copian y recopian en internet; al menos no acude a los conspirativismos al uso para llorar por la supresión de los jesuitas.
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