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Homabono de Cremona, Santo |
San Homobono, confesor, en Cremona, fue sastre y mercader de telas; al cual habiendo resplandecido en milagros, canonizó Inocencio III.
La extraordinaria figura de san Homobono, comerciante de telas, esposo y padre de familia, que se convirtió al misterio de la cruz y fue "padre de los pobres" y artífice de reconciliación y paz, cobra un valor ejemplar como llamada a la conversión. Su ejemplo muestra que la santificación no es vocación reservada a algunos, sino que se propone a todos.
Es el primer fiel laico, y el único que, sin pertenecer a la nobleza o a familias reales o principescas, fue canonizado en la Edad Media.
«Padre de los pobres», «consolador de los afligidos», «asiduo en las continuas oraciones», «hombre de paz y pacificador », «hombre bueno de nombre y de hecho», este santo, como afirmó el Papa Inocencio III en la bula de canonización Quia pietas, sigue siendo aún hoy un árbol plantado junto a corrientes de agua, que da fruto en nuestro tiempo.
No sólo porque la santidad es una sola, sino también por las características de la vida y de las obras con que este fiel laico vivió la perfección evangélica. Responden de modo singular a las exigencias actuales y confieren a la celebración jubilar un profundo sentido de «contemporaneidad».
Los testimonios unánimes de la época definen a Homobono «pater pauperum», padre de los pobres. Esta definición, que se ha mantenido en la historia de Cremona, resume en cierto modo las dimensiones de la elevada espiritualidad y de la extraordinaria aventura del comerciante. Desde el momento de su conversión a la radicalidad del Evangelio, Homobono llega a ser artífice y apóstol de caridad. Transforma su casa en casa de acogida. Se dedica a la sepultura de los muertos abandonados. Abre su corazón y su bolsa a todos los necesitados. Se dedica con todo su empeño a dirimir las controversias que, en la ciudad, dividen a grupos y familias. Lleva a cabo con generosidad las obras de misericordia espirituales y corporales y, a la vez, con el mismo fervor con que participa diariamente en la Eucaristía y se dedica a la oración, protege la integridad de la fe católica frente a infiltraciones heréticas.
Recorriendo el camino de las bienaventuranzas evangélicas, durante la época del municipio, en la que el dinero y el mercado tienden a constituir el centro de la vida ciudadana, Homobono conjuga justicia y caridad y hace de la limosna el signo de comunión, con la espontaneidad con que, gracias a la asidua contemplación del Crucificado, aprende a testimoniar el valor de la vida como don.
Fiel a estas opciones evangélicas, afronta y supera los obstáculos que se le presentan en su ambiente familiar, ya que su esposa no comparte sus opciones; en el parroquial, que ve con cierta sospecha su austeridad; e incluso en el ámbito del trabajo, por la competencia y la mala fe de algunos, que tratan de engañar al honrado comerciante.
Así, surge la imagen de Homobono trabajador, que vende y compra telas y, mientras vive el dinamismo de un mercado que se extiende por ciudades italianas y europeas, confiere dignidad espiritual a su trabajo: una espiritualidad que es la impronta de toda su laboriosidad.
En su experiencia se funden las diversas dimensiones. En cada una encuentra el «lugar» adecuado para desarrollar su aspiración a la santidad: en el núcleo familiar, como esposo y padre ejemplar; en la comunidad parroquial, como fiel que vive la liturgia y participa asiduamente en la catequesis, unido profundamente al ministerio del sacerdote; en el ámbito de la ciudad, donde irradia la fascinación de la bondad y de la paz.
Una vida tan rica en méritos no podía menos de dejar una huella profunda en la memoria. En efecto, es admirable la perseverancia que ha tenido Cremona en el afecto y en el culto a este singular ciudadano suyo, que surgió precisamente del sector popular.
Es significativo el hecho de que, en 1592, la iglesia catedral fuera dedicada simultáneamente a él y a la Asunción de la Virgen María. Y es igualmente significativo que, en 1643, fuera elegido patrono de la ciudad por los miembros del Concejo, en medio del júbilo, «la inmensa alegría» y las «lágrimas de devoción» del pueblo. Un santo laico, elegido como patrono por los mismos laicos.
No ha de sorprender que el culto de san Homobono se haya difundido en muchas diócesis italianas y más allá de las fronteras nacionales. Homobono es un santo que habla a los corazones. Es hermoso constatar que los corazones sienten su amable fascinación. Lo demuestra la incesante peregrinación de fieles ante sus restos mortales, sobre todo, no exclusivamente, el día de su fiesta litúrgica, y la intensa devoción que le profesa la población, recordando las gracias recibidas y confiando en la intercesión del amado «comerciante celestial».
Se trata de un fiel laico que, como laico, alcanzó el don de la santidad. Su historia tiene un valor ejemplar como llamada a la conversión sin restricciones de ningún tipo y, por tanto, a la santificación, que no está reservada a unos cuantos, sino que se propone a todos indistintamente.
Murió en el templo durante la celebración de una misa. Cuando el sacerdote entonaba el Gloria Patri, tendió Homobono sus manos hacia el altar y cayó muerto con los brazos en cruz, ante el crucifijo. Su fama de santidad era tal que unos meses más tarde se esculpía su estatua para la fachada de la iglesia de San Homobono de Cremona, y dos años después de morir fue canonizado.
San Homobono, laico
fecha: 13 de noviembre n.: c. 1120 - †: 1197 - país: Italia canonización: C: Inocencio III 21 ene 1199 hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En Cremona, de la Lombardía, san Homobono, comerciante, que se hizo famoso por su caridad hacia los pobres, por acoger y educar a niños abandonados y por poner paz en las familias.
patronazgo: patrono de los sastres y de los comerciantes, especialmente vendedores de ropa, telas y zapatos.
Como lo hace notar Alban Butler, el comercio es con frecuencia ocasión de apego exagerado a los bienes de este mundo, de codicia inmoderada y de mentiras, fraudes e injusticias. Pero todo ello procede del abuso de los hombres y no constituye un defecto inherente a la profesión de comerciante, como lo prueba el ejemplo de éste y otros santos. Homobono era hijo de un mercader de Cremona, en la Lombardía. En el bautismo recibió ese nombre que significa «hombre bueno». Su padre, en vez de enviarle a la escuela, se ocupó de enseñarle personalmente la profesión mercantil y, con el ejemplo de la palabra, le imbuyó en el amor a la probidad, la integridad y la virtud. El santo aborrecía desde niño la menor sombra de fraude o injusticia, y a su honradez unía el sentido del ahorro, la diligencia y la laboriosidad. Consideraba la dedicación al comercio como una vocación de Dios y lo practicaba hábilmente, sin olvidar nunca las necesidades de su familia, de su pueblo y de sí mismo. Un comerciante que no tiene al día sus libros, que no administra sus negocios con orden y regularidad y que no se aplica seriamente a ello, falta a uno de sus deberes, esenciales de cristiano. Homobono se santificó precisamente, al cumplir esos deberes con diligencia, honradez y por motivos sobrenaturales.
San Homobono se casó a su debido tiempo y su esposa le ayudó con prudencia y fidelidad en el gobierno de la casa. La ambición, la vanidad y la ostentación, no son menos nocivas que otros defectos aparentemente más graves de la clase media, que debería distinguirse por la modestia, la moderación y la sencillez. Todos los gastos exagerados en el vestido, el tren de vida y otras cosas vanas ofenden a otros y dañan a quienes los hacen. Un hombre de baja estatura que usa zancos, sólo consigue ponerse en ridículo. El comerciante está obligado a honrar y ayudar a la sociedad a la que pertenece; la ostentación no hace más que ponerle en ridículo y arruinar su felicidad. San Homobono supo esquivar esos escollos contra los que se estrellan tantos comerciantes. Además, no contento con dar el diezmo de sus ganancias a los pobres de Cristo, era extraordinariamente generoso en sus limosnas, visitaba a los pobres en sus casas, los ayudaba en sus necesidades materiales y los exhortaba a mejor vida.
Su biógrafo afirma que Dios le concedió la gracia de socorrer milagrosamente a aquéllos que lo necesitaban. San Homobono tenía por costumbre ir todas las noches a la iglesia de San Gil, porque la oración era la fuente de todas sus buenas acciones y en ella consagraba el santo su vida a Dios. El 13 de noviembre de 1197, cuando el sacerdote entonaba el «Gloria in excelsis» de la misa, Homobono extendió los brazos en cruz y cayó de bruces. Los presentes pensaron que se trataba de un acto de devoción; pero, como el santo no se levantase al momento del Evangelio, acudieron a ver lo que pasaba y le encontraron muerto. Sicardo, obispo de Cremona, fue personalmente a Roma a solicitar que se le canonizase. Así lo hizo Inocencio III en 1199.
A. Maini publicó, en 1857, una corta biografía medieval con el título de S. Homoboni Cremonensis Vita Antiquior. Fuera de eso, los únicos datos que poseemos proceden de las lecciones del breviario. Sin embargo, Sicardo de Cremona menciona al santo, quien fue canonizado dos años después de su muerte (Potthast, Regesta, vol. I, p. 55) . Es el patrono de los sastres y modistas. Su fama se extendió por Italia, Alemania (donde se le llama «Gutmann», que es la traducción literal del nombre) y Francia. G. Belladori publicó, en 1674, una voluminosa obra titulada «Il trafficante celeste, oceano di santita e tresoriero del celo, Huomobono il santo, Cittadino Cremonese». Más modernas son las obras de F. Camozzi (1898) , D. Bergamaschi (1899) , y R. Saccani (1938). Marco Vida, el poeta neoclásico del siglo XVI, era originario de Cremona y escribió un himno en honor de san Homobono. En la imagen: Homobono, de Pietro di Giovanni Lianori, siglo XV.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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